4. El hundimiento
Bernstein comenzó su revisión del programa socialdemócrata con la renuncia a la teoría del hundimiento del capitalismo. Pero, dado que esta teoría es una piedra angular del socialismo científico, al renunciar a ella también renunció a la doctrina socialista, viéndose obligado, para mantener su primera posición, a abandonar en el curso de la polémica, una tras otra, todas las posiciones del socialismo.
Sin hundimiento del capitalismo, la expropiación de la clase capitalista es imposible. Por lo tanto, Bernstein renuncia a la expropiación y propone como meta del movimiento obrero una implantación paulatina del principio cooperativista.
Pero el cooperativismo no puede prosperar en medio de la producción capitalista. Por lo tanto, Bernstein renuncia a la socialización de la producción, y propone la reforma del comercio y el desarrollo de las cooperativas de consumo.
Pero la transformación de la sociedad por medio de las cooperativas de consumo, aunque sea con los sindicatos, no es compatible con el desarrollo material real de la sociedad capitalista. Por lo tanto, Bernstein renuncia a la concepción materialista de la historia.
Pero su concepción sobre la marcha del desarrollo económico no es compatible con la ley marxista de la plusvalía. Por lo tanto, Bernstein renuncia a la ley de la plusvalía y a la ley del valor, y con ello a toda la teoría económica de Carlos Marx.
Pero la lucha del proletariado no puede desarrollarse sin un objetivo final claro y sin una base económica en la sociedad contemporánea. Por lo tanto, Bernstein renuncia a la lucha de clases y predica la reconciliación con el liberalismo burgués.
Pero como en una sociedad clasista la lucha de clases es un fenómeno natural e inevitable, Bernstein consecuentemente niega incluso la existencia de las clases en nuestra sociedad. Para él, la clase obrera no es más que un montón de individuos aislados en lo político, en lo intelectual y hasta en lo económico. Y tampoco la burguesía, según Bernstein, se agrupa políticamente en razón de unos intereses económicos internos, sino solamente por la presión exterior desde arriba o desde abajo.
Pero si no hay base económica para la lucha de clases y, consecuentemente, tampoco hay clases sociales, tanto la actual como la futura lucha del proletariado contra la burguesía resultan imposibles y la propia socialdemocracia y sus éxitos, incomprensibles. O sólo se pueden comprender como resultado de la presión política del gobierno, es decir, no como consecuencia natural del desarrollo histórico, sino como consecuencia fortuita de la política de los Hohenzollern[53]; no como hijo legitimo de la sociedad capitalista, sino como bastardo de la reacción. De este modo, impulsado por una poderosa lógica, Bernstein pasa de la concepción materialista de la historia al punto de vista de la Frankfurter Zeitung[54] y la Vossischer Zeitung.
Una vez que se ha renegado de toda la crítica socialista a la sociedad burguesa, lo único que queda es considerar que, en líneas generales, lo existente es satisfactorio. Tampoco esto hace vacilar a Bernstein, que no ve tan fuerte a la reacción en Alemania y para quien en los países europeos occidentales «no es muy visible la reacción política» y en casi todos ellos «la actitud de las clases burguesas con respecto al movimiento socialista es, todo lo más, una actitud defensiva, y no de opresión» (Vorwärts, 26/3/1899). La situación de los trabajadores, lejos de empeorar, mejora cada vez más, la burguesía es políticamente progresista y hasta moralmente sana, no se ve que haya reacción ni opresión… todo va a mejor en el mejor de los mundos.
Y así, en lógica secuencia, recorre Bernstein el trayecto de la A a la Z. Comenzó renunciando al fin último en beneficio del movimiento. Pero como no puede existir movimiento socialdemócrata sin un fin último socialista, Bernstein acaba renunciando al movimiento mismo.
De este modo se viene abajo toda la concepción bernsteiniana del socialismo. El firme, simétrico y maravilloso edificio del pensamiento marxista queda reducido por Bernstein a un enorme montón de escombros en el que los cascotes de todos los sistemas y las piezas del pensamiento de las grandes y pequeñas mentes encuentran una sepultura común. Marx y Proudhon, Leo von Buch y Franz Oppenheimer, Friedrich Albert Lange y Kant, el señor Prokopovitch y el doctor Ritter von Neupauer, Herkner y Schulze-Gavernitz, Lassalle y el profesor Julius Wolf[55], todos han contribuido con su óbolo al sistema de Bernstein y de todos ha tomado éste algo. ¡No es de extrañar! Al abandonar el punto de vista de clase, ha perdido la brújula política; al abandonar el socialismo científico, ha perdido el eje de cristalización intelectual en torno al cual organizar los hechos aislados en el todo orgánico de una concepción coherente del mundo.
A primera vista, su doctrina, compuesta con las migajas de todos los sistemas posibles, parece carecer por completo de prejuicios. Bernstein no quiere saber nada de una «ciencia de partido» o, más correctamente, de una ciencia de clase, así como tampoco de un liberalismo o una moral de clase. Cree defender una ciencia humana general, abstracta, un liberalismo abstracto, una moral abstracta. Pero como la sociedad real se compone de clases que tienen intereses, propósitos y concepciones diametralmente opuestos, por el momento resulta ser pura fantasía, un autoengaño, hablar de una ciencia humana general de las cuestiones sociales, un liberalismo abstracto, una moral abstracta. La ciencia, la democracia y la moral que Bernstein cree humanas y universales no son más que la ciencia, la democracia y la moral dominantes, es decir, la ciencia, la democracia y la moral burguesas.
En efecto. Al renegar del sistema económico marxista para jurar lealtad a las enseñanzas de Brentano, Böhm-Bawerk, Jevons, Say[56], Julius Wolf, ¿qué hace sino cambiar el fundamento científico de la emancipación de la clase obrera por la apología de la burguesía? Y cuando habla del carácter humano universal del liberalismo y convierte el socialismo en una variedad de éste, ¿qué hace sino quitarle al socialismo su carácter de clase, su contenido histórico, o sea, todo su contenido, para convertir a la burguesía, la clase a la que históricamente representó el liberalismo, en la defensora de los intereses generales de la humanidad?
Y cuando Bernstein habla en contra de «la elevación de los factores materiales a la condición de fuerzas todopoderosas del desarrollo», y cuando despotrica contra «el menosprecio de los ideales» por la socialdemocracia, y cuando exalta el idealismo y la moral al tiempo que se pronuncia contra la única fuente del renacimiento moral del proletariado, la lucha revolucionaria de clases, ¿qué otra cosa hace sino predicar a la clase obrera la quintaesencia de la moral burguesa, es decir, la reconciliación con el orden establecido y el depositar todas las esperanzas en el más allá?
Por último, al dirigir sus dardos más afilados contra la dialéctica, ¿qué hace sino combatir el pensamiento específico del proletariado consciente en su lucha por la emancipación? Es decir, intentar romper la espada que ha ayudado al proletariado a desgarrar las tinieblas de su porvenir histórico, intentar mellar el arma intelectual con cuya ayuda el proletariado, aun continuando materialmente bajo el yugo burgués, es capaz de vencer a la burguesía, al demostrarle el carácter transitorio del actual orden social y la inevitabilidad de su victoria, el arma intelectual que ya está haciendo la revolución en el mundo del pensamiento. Despidiéndose de la dialéctica y montándose en el columpio intelectual del «por un lado… y por el otro», «sí, pero no», «aunque… sin embargo», «más o menos», Bernstein cae en el esquema de pensamiento históricamente limitado de la burguesía en decadencia, esquema que es fiel reflejo intelectual de su existencia social y su actuación política (Caprivi-Hohenlohe, Berlepsch-Posadowsky, decretos de febrero-proyectos penitenciarios[57]). El «por un lado… y por el otro», «sí, pero no», las dudas y disyuntivas políticas de la burguesía contemporánea poseen el mismo carácter que el modo de pensar de Bernstein, y su modo de pensar es la mejor prueba de la naturaleza burguesa de su concepción del mundo.
Pero, para Bernstein, el término «burgués» ya no es una expresión de clase, sino un concepto social de carácter general. Esto significa que, consecuente hasta el final, conjuntamente con la ciencia, la moral y el modo de pensar, Bernstein también ha cambiado el lenguaje histórico del proletariado por el de la burguesía. Al calificar indistintamente al burgués y al proletario como «ciudadano», para acabar hasta con los antagonismos verbales, Bernstein identifica al hombre en general con el burgués y a la sociedad humana con la sociedad burguesa.
[Si en el comienzo de la controversia alguien todavía pensaba que se podría recuperar a Bernstein para el movimiento convenciéndolo con argumentos tomados del arsenal científico socialdemócrata, debe abandonar enteramente esa esperanza. Porque ya hasta las mismas palabras han dejado de tener igual significado para ambas partes, los mismos conceptos han dejado de expresar iguales realidades sociales. La controversia con Bernstein se ha convertido en un enfrentamiento entre dos concepciones del mundo, dos clases, dos formas de sociedad. Bernstein y la socialdemocracia se encuentran hoy en campos absolutamente distintos.][58]