ANEXO 1/4
Transcripción publicada de la conversación entre el agente N. Wilson y Maureen Sinclair, ayudante de la sección de estudios del área china, en Harvard. 12 de agosto.
Sujeto: Mujer divorciada, 33 años, trató a Lewinter durante unos ocho meses y cohabitó con él aproximadamente durante dos meses, hasta el momento en que éste partió para la conferencia ecológica del Japón.
WILSON: Le agradezco que me haya recibido tan pronto después de mi llamada.
SINCLAIR: ¡Oh, no tiene importancia! Siéntese, por favor, donde quiera. ¿Es eso un magnetófono? Espere, retiraré todo esto. ¡Dios mío! ¿Qué pensará usted de mi casa? Le aseguro que, generalmente, no soy tan desordenada. Pero la mujer que viene a hacer la limpieza se ha puesto enferma. Una especie de erupción. Confío en que no volverá a estar embarazada.
WILSON: Por favor, no se disculpe. Comparada con mi casa, la suya es perfecta.
SINCLAIR: ¡Oh! Pertenece usted al género amable, ¿no? ¿Sabe lo que dicen los chinos? Dicen que la cortesía es la hipocresía más aceptable. El original… ¿Por casualidad sabe usted algo del idioma mandarín? No, supongo que no… El original es particularmente delicioso porque el signo que expresa la hipocresía puede traducirse también por…
WILSON: No quisiera mostrarme descortés, Miss Sinclair, pero preferiría…
SINCLAIR: ¡Oh, Dios mío! Este asunto les trae a ustedes de cabeza. Ya le dije al otro caballero que vino a verme que mi pobre amigo no hace más que aprovechar una oportunidad para echar un vistazo al Japón.
WILSON: ¿El otro caballero? ¿Quién es?
SINCLAIR: Bueno, algo he leído sobre estas cosas. La mano derecha no sabe lo que hace la izquierda, etcétera. Pero palparlo yo misma, bueno…
WILSON: ¿Quién era ese hombre, Miss Sinclair? Es importante.
SINCLAIR: Bueno, déjeme pensar un momento. ¡Ah, sí! Fue anteayer. Ese hombre vino anteayer. Bajito, rayando los cincuenta, muy amable. Bueno, no tan agradable. Me hizo unas cuantas preguntas, dijo algo acerca de Augustus marchándose sin permiso al Japón. Y también se llevó unos papeles de Augustus.
WILSON: ¡Se llevó documentos!
SINCLAIR: Sí, se llevó una bolsa llena de ellos. Era una bolsa del «Maxwell House Coffee». Lo digo por si le sirve de algo. Pero ¿ocurre algo malo? Quiero decir si pertenecía a su departamento.
WILSON: Estoy seguro que sí, Miss Sinclair. Nos habremos cruzado en nuestras investigaciones, esto es todo. ¿Le dio su nombre, una tarjeta o cualquier otra indicación?
SINCLAIR: No, nada. Ahora que lo pienso, ni siquiera se presentó. Pero ¿por qué se preocupan ustedes tanto por Augustus? Ya le dije a su colega que Augustus fue a ver un poco el país, y nada más. No me extrañaría verle entrar por la puerta en este mismo instante.
WILSON: ¿Cómo puede estar segura de que está haciendo turismo? La conferencia ecológica terminó hace más de una semana.
SINCLAIR: Augustus me escribió una postal. Todavía la conservo, si es que quiere verla. O tal vez se la querrá llevar también.
Anexo de Wilson: La postal está fechada el 3 de agosto. En uno de sus lados, una vista aérea de Tokio. La escritura ha sido positivamente identificada por el agente G. Moorer como de puño y letra de Lewinter. El texto dice:
Querida Maureen: Mi comunicación, recibida con entusiasmo en la conferencia. Poco tiempo para captar el color local, pero he pasado la tarde en Noh y pienso quedarme unos días como turista si puedo cambiar el pasaje del avión sin perder dinero. Si alguien de la tienda pregunta por mí, diles que me he pasado a los rusos. Pienso constantemente en ti.
El resto, en frases cortadas, parece una poesía:
Valórame por mi habilidad en penetrar, pero ten cuidado.
La lengua es muy exagerada y hace montañas de las toperas, cavernas de las cavidades. Hagas lo que hagas, no te sometas a la broca del dentista, que lubrica las palabras como las obras de los hombres.
La postal está firmada con las iniciales A. y J.
Final del anexo.
SINCLAIR: Es una broma, ¿sabe? Me refiero a lo que dice sobre una deserción. No lo tomará en serio, ¿verdad? ¡Oh, Dios mío! Apuesto a que sí.
WILSON: ¿Puede decirme algo sobre esta poesía, Miss Sinclair?
SINCLAIR: ¿En qué sentido?
WILSON: En primer lugar, ¿por qué la escribió él en la postal? Es un poco raro, sorprendente, que la incluyese porque sí.
SINCLAIR: Si he de serle sincera, también me sorprendió a mí. Ignoraba que él la recordase. Augustus y yo nos conocimos hace ocho meses, en el salón de lectura de la biblioteca de la Universidad, por pura casualidad. Pero probablemente ya sabe usted todo esto. Cuando nos encontramos, yo estaba leyendo un número atrasado de la Kenyon Review. Es una revista literaria. Contenía varios ejemplos de poesía china moderna, unas pequeñas y horribles composiciones sobre el presidente Mao. Las traducciones eran espantosas. Pero esto es otra cuestión. En todo caso, Augustus se acercó a mí, como caído de las nubes… En realidad, algo desacostumbrado en él, cuando se le conoce… Bueno, se acercó a mí y me preguntó qué estaba leyendo. Yo había aprobado Literatura china y estaba leyendo esta poesía. No recuerdo quién es el autor. Augustus tomó la revista y leyó la composición una sola vez. Después, se echó a reír. Recuerdo que se echó a reír. Bueno, esto fue todo. Jamás me pasó por la imaginación que pudiese recordarla. Es un detalle estupendo, incluirla en la postal…
WILSON: ¿No la copió aquella noche en la biblioteca? ¿Tal vez más tarde?
SINCLAIR: Si lo hubiese hecho, me lo habría dicho. No. O bien la recordó de pronto, pues tiene una memoria extraordinaria, o bien encontró una copia de la poesía en Tokio y me la envió, como otro habría mandado flores.
WILSON: Comprendo. ¿Puede usted decirme, Miss Sinclair, si, antes de salir para el Japón, le dio algún motivo para pensar que se sentía afligido, desgraciado, contrariado por algo? Lamento tener que insistir en estas cosas, pero, como le decía, es importante.
SINCLAIR: ¡Oh, no! Augustus se sentía muy feliz aquí. Supongo que no es ningún secreto que nosotros… no sé cómo decirlo… compartimos este departamento. A Augustus le van bien las cosas. Vamos a casarnos en setiembre, ¿sabe? En realidad, dentro de tres semanas.
WILSON: ¿Qué me dice de su trabajo?
SINCLAIR: Supongo que marcha bien. Aunque, en realidad, no lo sé. Augustus nunca habla de su trabajo. Pero puedo asegurarle que no se siente deprimido ni nada por el estilo. Está muy entusiasmado con su proyecto de eliminación de residuos sólidos. ¿Conoce usted este proyecto? Es algo verdaderamente revolucionario. Hace poco, habló de ello a un senador, un miembro del Congreso o un personaje de categoría parecida, y volvió terriblemente excitado. Me dijo que el senador, representante o lo que fuese, pensaba presentar un proyecto de ley concediendo un crédito para crear una sociedad para la eliminación de residuos sólidos de acuerdo con el plan de Augustus. Esto representaría un gran triunfo para Augustus. ¿Ha oído usted decir algo acerca de este proyecto de ley?
WILSON: Lo siento, pero no estoy al corriente de esta clase de asuntos. Así, pues, usted cree que el señor Lewinter no tenía motivo alguno de preocupación.
SINCLAIR: Sólo las preocupaciones que nos afectan a todos, señor Wilson: el dinero. Augustus está algo atrasado en el pago de alimentos. No mucho, pero sí lo bastante para preocuparlo. Su esposa… Su ex esposa es, perdóneme la expresión, una zorra. Augustus solía ir todos los domingos a ver a sus hijos, pero ella hizo que se volviesen contra él. Me imagino las historias que les contaría, los embustes que debió de inventar. En todo caso, Augustus teme que arme jaleo con los alimentos, aunque sabe Dios que no los necesita. Su padre le pasa una pensión muy generosa.
WILSON: ¿Cómo se ha retrasado en el pago de los alimentos? Gana un buen sueldo y no debe de tener muchos gastos.
SINCLAIR: ¡Ay, el dinero, señor Wilson! Augustus y el dinero. Tal vez tiene agujereados los bolsillos. No sé por qué, pero lo cierto es que siempre anda escaso de dinero. Pero ¿no nos ocurre lo mismo a muchos? Creo que lo único que le pasa es que no sabe administrarse. Todavía está pagando algunas deudas: el automóvil, una casita en el Cape. Los alimentos se le llevan parte de sus ingresos, una parte importante. Si quiere que le diga la verdad, una semana antes de salir para el Japón, Augustus se tragó su orgullo y acudió a una de esas compañías financieras que garantizan las deudas… Su denominación dice algo de deudas, y la compañía está en Boston.
WILSON: ¿Se refiere a la «Consol-O-Debt»?
SINCLAIR: Sí, ésta es. «Consol-O-Debt.» ¿Sabe usted lo que dicen los chinos del dinero, señor Wilson? Dicen que el dinero da al hombre unas alas que pueden llevarle a cualquier parte, menos al cielo. Ahora bien, la palabra china que designa el «cielo»…