CAPÍTULO VI
LA SOCIEDAD
El grado de civilización de una sociedad se mide por los cuidados que dedica a aquellos que no tienen capacidad de defensa.
J. PUJOL
La sociedad es también un agente educativo y debemos tenerlo en cuenta. Cada una tiene unos valores que se transmiten a los niños: hay sociedades que nos abocan más al consumismo, otras en las que se potencia más la cultura, y en algunas donde hay más libertad. ¿Qué valores sobre la mujer aprendería su hijo si viviera en Irán? Evidentemente muy diferentes de los que tenemos aquí.
A cada uno nos toca vivir en una sociedad, y vale la pena conocer sus puntos débiles para intentar mejorarla y lograr que los valores que transmite a sus pequeños ciudadanos sean de lo más positivo y educativo.
CIUDADES AMIGAS DE LOS NIÑOS[79]
Nunca me sentí tan solidarizada con las personas que tienen movilidad reducida o van en silla de ruedas, como cuando tuve a mi hijo y llevaba un cochecito por la ciudad. A simple vista podía parecer que todo en la ciudad estaba adaptado, pero no era así: pasos de peatones demasiado inclinados o con pequeños desniveles que te obligan a remontarlos como si fueran pequeños escalones, aparcamientos estrechos que no permiten abrir bien las puertas para colocar a un niño en su sillita, etcétera.
Como ciudadanos que somos, deberíamos tener ciudades que resolvieran nuestras necesidades. No hacerlo así genera problemas en los padres y en los hijos.
Si la movilidad es reducida (barreras arquitectónicas, etcétera), los padres ven mermada su capacidad de desplazarse con el bebé. Ello repercute en la vida social de los padres y en la idea que se tiene de que el bebé es un ser que impide el normal desarrollo de sus actividades.
¿Cuántos baños conoce en los que pueda entrar una madre con el cochecito del bebé? (Los padres, si sólo van a hacer pis, lo tienen mejor, puesto que los urinarios están en la pared y suele haber algo más de sitio). Me dirán que puede utilizar el de minusválidos. Bueno, eso es lo que acabamos haciendo.
¿Ha intentado aparcar en batería entre dos coches y abrir bien las puertas para meter al niño?
Las familias y, por ende, los niños no pueden hacer vida normal y la idea que nos queda, como ya decíamos antes, es que los menores son excluidos de nuestra sociedad. O, como mínimo, a veces no se les tiene en cuenta a la hora de disponer de algunas medidas tanto arquitectónicas como sociales.
¿Sabía que en nuestro país se han expulsado a madres de algunos museos por dar de mamar allí? Es de difícil comprensión que en un lugar en donde hay cuadros con desnudos integrales femeninos se vea mal que una madre enseñe su pecho. ¡Qué idea se van a llevar los niños de los pechos femeninos! Se pensarán que son cosas monstruosas.
Si las ciudades facilitan la vida familiar, la crianza de un hijo se vuelve más sencilla: los padres no ven restringidos sus movimientos, se les facilita ir a los restaurantes, museos, cines… Y los niños, cuando sean más mayores, verán que son parte importante de la ciudad, crecerán con mayor autoestima y adoptarán mejores valores.
Merece una mención especial la admisión de los niños en los actos públicos y culturales. Intente llevar a su hijo a una conferencia sin recibir una mirada de reprobación[80] o los actos familiares a los que se invitan a los padres pero no a los hijos; ¡hay bodas en que los niños no están invitados! Eso es una desconsideración hacia los niños (miembros de su propia familia) y hacia sus padres.
No dejemos que nuestra sociedad tenga a nuestros niños como ciudadanos de segunda. Puede que no voten, pero tienen unos derechos que deben otorgárseles. Los padres, como garantes de esos derechos, deberían reclamarlos en su nombre.
LA CONCILIACIÓN DE LA VIDA LABORAL Y FAMILIAR
Aunque en nuestro país las medidas políticas para mejorar la vida laboral y familiar disten mucho de alcanzar niveles como los de los países nórdicos (que tienen un año de baja maternal, entre otras cosas), se está luchando por ello.
No entraremos en disquisiciones sobre cuál sería el mejor modelo para nuestro país, pero sí haremos una reflexión sobre cómo muchas veces las políticas que ya existen y que benefician a las mujeres en este sentido son mal vistas todavía por la sociedad. Es el caso de los empresarios que tienen reticencia a contratar mujeres en periodo fértil y ponen trabas a la conciliación de horarios y a las medias jornadas.
Ya se sabe que eso afecta a los padres. Pero si me preguntan qué tiene eso que ver con la crianza de un hijo, les diré que mucho; la mayoría de los padres que acuden a consulta porque su hijo no les deja dormir lo suficiente alegan que es porque deben ir a trabajar (si pudieran hacer otro horario, o no ir a trabajar tan pronto, el sueño de su hijo no sería un problema). Los problemas de comportamiento de los niños se duplican cuando los padres están estresados, y una parte de la insatisfacción de la vida familiar surge por no poder conciliarla con el trabajo.
Unas medidas sociales que fomenten la mejora de la conciliación de la vida laboral y familiar, junto con una tolerancia y comprensión hacia esas pautas, conseguirán que los padres se sientan mejor y los hijos, también. La crianza se verá facilitada y el beneficiario directo será el niño.
TOLERANCIA DE LA VIOLENCIA
Nuestra sociedad es tolerante con la violencia hacia los niños.
Esta afirmación puede que se vea con exageración y que alguien me conteste: «No es cierto, ¡si hasta hace un par de años se modificó el artículo 154 del Código Civil y ahora ya no se puede pegar a los niños!».
Bien, en el plano teórico es cierto, pero ¡cuántas veces ha visto a un padre dar un cachete a su hijo y nadie ha salido en defensa del niño! Ni siquiera le han recriminado o le han recordado la ley. Simplemente lo han tolerado.
En cambio, nuestra sociedad es muy intolerante con la violencia de los niños.
No, no estamos hablando de niños mayores violentos, sino de pequeños con rabietas que patalean en el suelo. Tenga usted un bebé con una rabieta y todo el mundo le recriminará la actitud del niño. Péguele un bofetón en ese momento y no le dirán nada.
¿SIEMPRE HEMOS SIDO ASÍ?
Como ya vimos en el capítulo II, el bebé nace antes de tiempo debido a que nos pusimos en pie y la cabeza era demasiado grande para el canal del parto. Esto obligó a las madres a transportar y a cuidar más tiempo a ese pequeño ser indefenso. La inversión en tiempo y esfuerzo era grande; tanto que sólo se pudo llevar a término porque había relaciones de solidaridad entre los otros miembros de la comunidad:
Si las hembras humanas pudieron garantizar la gestación, el parto y la atención al bebé es porque debió de existir ya una relación solidaria, para con ellas, de los otros individuos de la comunidad primitiva, que les procuraban ayuda y alimentos tanto para la madre como para el bebé. Sin esta ayuda no habrían sobrevivido y hoy no les estaría explicando estas cosas[81].
Es por eso que la crianza es un acto social y los padres necesitan, todavía, el apoyo de la sociedad para que ellos puedan cuidar a ese niño que es el futuro de la humanidad. Sin ellos la raza se extingue. La inversión vale la pena.
Pero actualmente con unas políticas de conciliación de la vida laboral y familiar tan pobres, con las ideas sociales de que los padres no deben tener muchos hijos (está mal visto tener familias numerosas) y que laboralmente se intenta evitar dar contratos a personas en periodo de reproducción, no es de extrañar el descenso de la natalidad en los países «ricos» y la gran carga que les supone a los padres atender a la crianza.
No, no siempre hemos sido así y podemos recuperar ese espíritu solidario que hizo avanzar a la humanidad, ponernos de pie y seguir pensando con un cerebro grande.
RESUMEN
- Cada sociedad transmite unos valores a los hijos. Por eso es importante tenerla en cuenta como agente educativo.
- Hemos de saber qué valores transmite nuestra sociedad e intentar minimizar los negativos.
- Las ciudades y pueblos que no garanticen unas mínimas condiciones para que se desarrolle la vida familiar están transmitiendo un valor negativo a nuestros hijos y una dificultad para el desarrollo de la vida cotidiana de los padres.
- No hay ciudadanos de segunda, pero muchos lugares están vedados para nuestros hijos.
- La sociedad debe mentalizarse de que para poder criar ciudadanos saludables es importante que impulse y tolere las medidas de conciliación familiar y laboral.
- Nuestra sociedad tolera la violencia contra los niños, la misma que utilizada por los niños sería penalizada.
- La tolerancia con la violencia siempre debería ser nula, no sólo por el daño físico y emocional que se puede hacer a un niño, sino por la clase de valores que se le están transmitiendo en ese acto.