RELACIONES SIN IMPORTANCIA
Más allá de Beta Hydri : debería poner esto al día o echarlo a la basura. Ahora casi nunca tengo tiempo de escribir, pues estamos muy escasos de personal. Lo que fuera que atrapamos en Constance, o quizá lo pillamos de productos de almacén mal fumigados, nos ha dejado con más de lo suficiente que hacer, especialmente en mi departamento. No quedan ya más que seis para despachar todo el tránsito: el tío, yo, Mei-Ling, Anna, Gloria y Sam. Dusty lo sobrevivió, pero ha perdido contacto, al parecer de modo permanente. Su hermano no tuvo chicos que sirviesen para un equipo secundario, y sucedió que se separaron durante la última cumbre y nunca más han podido establecer contacto.
Yo dependo de mi sobrina-nieta Kathleen y de Molly, su madre. Pat y yo podemos todavía hablar, pero solamente con ayuda de ellas; si lo intentamos nosotros solos, es algo así como tratar de hablar en una sala de máquinas. Sabes que el otro está diciendo algo, pero cuanto más te esfuerzas, menos oyes. Pat tiene cincuenta y cuatro años, ahora que acabamos de pasar la cumbre en esta dirección; ya no tenemos nada en común. Desde la muerte de Maudie ya no le interesa nada más que los negocios, y eso a mí no me interesa.
El tío es el único que no tiene la sensación que su telecompañero primitivo se le escapa. Celestine tiene ahora cuarenta y dos años; se están aproximando en vez de separarse. Yo todavía la llamo «Sugar Pie», nada más que para oír cómo se ríe. Es difícil darse cuenta del hecho que tiene el doble de mis años; debería llevar trenzas y faltarle un diente delantero.
En conjunto, perdimos treinta y dos personas durante la epidemia. Yo la tuve y me restablecí. El Dr. Devereaux no se repuso, ni tampoco Prudence ni Rupe. Tenemos que llenar los vacíos y actuar como si los demás no hubiesen estado nunca con nosotros. El bebé de Mei-Ling murió, y durante algún tiempo creímos que también la íbamos a perder a ella, pero ahora hace su guardia y su trabajo, y hasta se ríe. Me figuro que a quien todos echamos de menos es a mamá O’Toole.
¿Y qué más de importancia ha ocurrido? Y bien, ¿qué puede suceder a bordo de una nave? Nada. Beta Hydri fue un fracaso. No solamente no había nada semejante a un planeta del tipo de la Tierra, sino que no había océanos, quiero decir, océanos de agua; como combustible hubo que escoger amoníaco y metano, y el jefe de máquinas y el capitán celebraron preocupados largas conferencias antes de decidirse por el amoníaco. Teóricamente, la Elsie puede quemarlo todo; dale a su convertidor de masa algo que masticar, y empieza a funcionar la vieja ecuación «e igual a mc2»; la tobera escupe la masa en forma de radiación a la velocidad de la luz, e iones casi a la velocidad de la luz. Pero así como al convertidor eso le tiene sin cuidado, todas las instalaciones auxiliares de la nave están construidas para el uso de fluido de preferencia agua.
Podíamos escoger entre amoníaco, ya líquido, y un planeta exterior que era principalmente de hielo, pero hielo a una temperatura no muy superior al cero absoluto. De modo que se arriesgaron, hicieron descender la nave sobre un océano de amoníaco, y llenaron sus tanques. A aquel planeta le llamamos Infierno, y luego aún algo peor. Tuvimos que quedarnos allí cuatro días a dos gravedades y hacía frío incluso con los calentadores de la nave a toda marcha.
El sistema Beta Hydri es uno al que no voy a volver; se lo regalo a otras criaturas con diferentes metabolismos. El único que estaba contento era Harry Gates, porque las disposiciones planetarias seguían la Ley de Bode. A mí aquello me tenía por completo sin cuidado.
La única cosa que recuerdo es (¡cosa rara!) una perturbación política. Nuestra última cumbre comenzó precisamente cuando estalló aquella guerra entre la Federación Afro-Europea y los Estados Unidos del Sur. Para nosotros no debía significar nada; y en realidad, así fue para la mayor parte, o por lo menos nos guardamos de expresar nuestras simpatías. Pero el señor Roch, nuestro jefe de máquinas, es de la Federación, y su primer ayudante nació en Buenos Aires. Cuando se cargaron a Buenos Aires, incluso a algunos parientes del señor Regato, le echó la culpa personalmente a su jefe. Tonterías, ¿pero qué otra cosa se podía esperar?
Después de aquello, el capitán dijo que revisaría las noticias de la Tierra antes que éstas fuesen impresas, y nos recordó las restricciones especiales de los comunicadores en pro de la seguridad de las comunicaciones. Me parece que yo hubiese sido lo bastante inteligente para someter aquel informe al capitán antes de publicarlo, pero no estoy seguro. Siempre habíamos tenido una prensa libre a bordo de la Elsie.
La única cosa que nos sacó de aquel lío fue que llegamos a la cumbre inmediatamente después. Cuando salimos de la cumbre, habían pasado catorce años, y la última combinación política presentaba a la Argentina amiga de sus antiguos enemigos, y a malas con el resto de Sudamérica. Después de algún tiempo, el señor Roch y el señor Regato volvieron a jugar juntos al ajedrez, lo mismo que si el capitán no hubiese tenido que detenerlos para que no se hiciesen pedazos.
Todo lo que ocurre allá por la Tierra me resulta algo irreal, a pesar que continuamos recibiendo noticias cuando no estamos en una cumbre. Uno consigue ajustar su mente a una nueva situación; la Elsie pasa por una cumbre…, han pasado unos años y todo ha cambiado. Ahora llaman a la Liga Planetaria el «Sistema Unido», la nueva constitución hace que la guerra sea imposible.
Para mí sigue siendo la Liga Planetaria, y aquélla también tenía que haber hecho imposible la guerra. ¿Qué será lo que habrán alterado, dejando aparte los nombres?
No comprendo la mitad de las noticias. Kathleen me dice que los de su clase han reunido sus ahorros para comprar un Fardie para su escuela como regalo de fin de estudios, y que van a sacarlo por vez primera durante los ejercicios del comienzo, y que tenía que cooperar en ello. Eso fue durante la última guardia. Y ahora bien, ¿qué es un «Fardie» y por qué ha habido que sacarlo de donde estaba?
Tampoco comprendo las noticias técnicas que nos llegan, pero por lo menos sé por qué no las entiendo, y generalmente hay alguien a bordo que sí las comprende. Los relativistas están tan excitados con el material que llega, que es tan técnico que tiene que ser retransmitido y confirmado antes que pueda ser publicado; eso con Janet Meers de pie, detrás de uno, y tratando de arrancar los carretes del aparato. El señor O’Toole también se excita, solamente que la forma en que se le conoce es porque se le pone roja la punta de la nariz. El Dr. Babcock nunca se muestra excitado, pero se pasó dos días consecutivos sin poder ir a comer después que hube copiado una monografía titulada «Resumen sobre Ciertos Aspectos de lo Inaplicable». Al fin de aquel período, envié de vuelta a la FLP una que el Dr. Babcock había escrito. Estaba atiborrada de matemáticas indigestas, pero deduje que el Dr. Babcock llamaba muy cortésmente «necio» al autor de la monografía antes mencionada.
Janet Meers trató de explicármelo, pero lo único que deduje fue que el concepto de simultaneidad estaba forzando a la Física a un punto de vista completamente nuevo.
- Hasta ahora -me dijo-, nos hemos estado concentrando sobre los aspectos relativos del continuo espacio-tiempo. Pero lo que ustedes, los telépatas hacen, es algo inaplicable al espacio-tiempo. Sin tiempo no hay espacio; sin espacio no puede haber tiempo. Sin espacio-tiempo no puede haber conservación de masa-energía. ¡Cielos, no hay nada! He hecho que algunos de los de la antigua escuela se volviesen locos. Pero ahora comenzamos a ver cómo es posible que ustedes pueden llegar a encajar en la Física, quiero decir, en la nueva Física; todo ha cambiado.
La antigua Física ya me había ocasionado suficientes dificultades; la idea de tener que aprender otra nueva era suficiente para darme dolor de cabeza.
- ¿Para qué sirve? -pregunté.
Pareció ofenderse.
- La Física no tiene por qué servir para nada. Sencillamente, existe.
- Bueno, no lo sé. La antigua Física era útil. Piensa en el motor que nos impulsa, por ejemplo.
- ¡Oh, eso! Eso no es Física; es Ingeniería -como si yo hubiese mencionado algo escandaloso
Nunca comprenderé a Janet, y quizá sea lo mejor que haya prometido ser «una hermana para mí». Dijo que no le importaba que yo fuese más joven que ella, pero que no creía que podía respetar a un hombre que no sabía resolver de memoria una ecuación de cuarto grado… «Una esposa siempre debe poder respetar a su esposo, ¿no te parece?»
Ahora damos los impulsos a una gravedad del 1,5. Teniendo en cuenta el deslizamiento, reduce cada uno de los impulsos ascendentes y de los descendentes a unos cuatro meses, tiempo-E, a pesar que los saltos son largos. Durante el impulso yo peso 100 kilos, y he comenzado a llevar plantillas de soporte, pero un 50 por 100 de exceso de peso está bien, y nos es probablemente bueno, pues resulta excesivamente fácil no hacer suficiente ejercicio a bordo.
La FLP ha prescindido del uso de drogas para facilitar la comunicación durante la cumbre, lo cual hubiese complacido al Dr. Devereaux, puesto que él no lo aprobaba. Ahora tu compañero telepático establece conexión sólo con la ayuda de la hipnosis y sugestión, o bien no hay contacto. Kathleen consiguió pasar la última cumbre conmigo de esa manera, pero me hago cargo del hecho que vamos a ir perdiendo pares comunicadores por toda la flota, especialmente aquellos que no han conseguido establecer telecompañeros terciarios. No sé qué habría sido de mi propio equipo sin Kathleen. Estaría en la sopa supongo. Incluso en esa forma, a la Niña y al Henry Hudson ya no les quedan más que dos equipos, y las otras cuatro naves que aún mantienen contacto con la Tierra no están mucho mejor. Nosotros somos probablemente los que estamos mejor, si bien no tenemos muchas noticias desde que la señorita Gamma se desfasó de sus hermanas o las perdió, quién sabe; a la Santa María se la considera perdida, pero a la Marco Polo se la describe sencillamente «fuera de contacto», puesto que se acercaba a la cumbre cuando se supo de ella por última vez, y no saldrá de allá hasta dentro de varios años de Greenwich. Nos dirigimos ahora a una pequeña estrella del tipo G, que aparece tan tenue desde la Tierra que ni siquiera tiene nombre, ni tan sólo una letra griega como nombre de constelación, sino solamente un número de catálogo. Desde la Tierra aparece en Phoenix, entre Hydrus, la Serpiente de Mar, y Cetus, la Ballena («Hydrus», no «Hydra»; Hydra está a seis horas A. R. más lejos y más hacia el norte). El tío la llamó «Paradero», y ése es el nombre que le dimos, pues no es posible pronunciar un número del Catálogo de Palomar cada vez que se habla del lugar a donde uno se dirige. Sin duda recibirá un nombre impresionante si resulta tener un planeta que sea ni la mitad de bueno que Constance. Y, dicho sea de paso, Constance será colonizado a pesar de la epidemia; los primeros cargamentos están ya en camino. Sea cual fuere el bicho que nos picó (y es muy posible que haya venido de la Tierra), no es peor que otra media docena de enfermedades que los hombres han tenido y contra las cuales han luchado, y al final han vencido. Por lo menos ésa es la opinión oficial, y las naves de avanzada se dirigen hacia allí suponiendo que probablemente sufrirán la epidemia y tendrán que vencerla.
Por lo que a mí se refiere, me figuro que una manera de morir es tan peligrosa como otra; cuando has muerto, has muerto, incluso cuando te mueres de «algo sin importancia». Y la epidemia, con todo y ser mala, no me mató.