* * *
Lo siguiente que recuerdo es un par de caras que flotaban sobre mí. Alguien dijo:
- Me parece que está volviendo en sí, doctor. Aquella voz no pertenecía a nadie; venía de muy lejos.
Luego hubo solamente una cara que dijo:
- ¿Te encuentras mejor?
- Supongo que sí. ¿Qué ha pasado?
- Bebe esto. Vamos; te aguantaré la cabeza.
Cuando volví a despertarme, me sentí bastante despejado y pude darme cuenta de que estaba en la enfermería de la nave. El Dr. Devereaux estaba allí, mirándome.
- ¿Decidiste salir de allí, joven?
- ¿Salir de dónde, doctor? ¿Qué ha pasado?
- No lo sé, exactamente, pero diste una impresión clínica perfecta de un paciente que acaba de sufrir un shock quirúrgico. Cuando conseguimos romper la cerradura de tu puerta, estabas ya muy mal…; nos diste un susto. ¿Puedes explicarme algo?
Intenté pensar, y recordé, ¡Pat! Le llamé en mi mente:
(-¡Pat! ¿Dónde estás, chico?)
No respondió. Lo intenté nuevamente, y tampoco me contestó, y entonces lo supe. Me incorporé y conseguí decir con voz ahogada:
- ¡Mi hermano…, murió!
El Dr. Devereaux dijo:
- ¡Tonterías! Tómalo con calma. Échate. No ha muerto…, a menos que haya muerto durante los últimos diez minutos, y lo dudo.
- ¡Pero si no puedo encontrarle! ¿Cómo lo sabe usted? ¡Le digo que no consigo encontrarle!
- No te excites. Lo sé porque he estado al corriente toda la mañana por medio del telépata de guardia. Está descansando tranquilamente bajo una dosis de hipnal, y es por eso que no puedes despertarle. Quizá yo sea estúpido, muchacho; la verdad es que sí lo fui, pues debía haberte advertido para que te quedases fuera…, pero hace ya tiempo suficiente que estudio la mente humana para poder imaginarme con bastante aproximación lo que te ocurrió, dadas las circunstancias. Mi única excusa es que nunca me había encontrado antes en unas circunstancias semejantes.
Me calmé un poco. Parecía lógico que no pudiese despertar a Pat si le tenían bajo la acción de drogas. Cuando el Dr. Devereaux me preguntó, conseguí explicarle más o menos lo que había ocurrido; no de una manera perfecta, porque no es posible explicar a nadie lo que ocurre dentro de la propia cabeza.
- ¡Ah! ¿Y tuvo éxito la operación, doctor?
- El enfermo volvió en sí en buena forma. Ya hablaremos más tarde de ello. Ahora, vuélvete.
- ¿Cómo?
- Vuélvete; quiero mirar tu espalda.
La miró y luego llamó a dos de sus ayudantes para que la viesen. Luego me tocó:
- ¿Duele aquí?
- ¡Ay! Sí, está tierno. ¿Qué le pasa a mi espalda?
- Pues, en realidad, nada. Pero tiene dos estigmas perfectos, que corresponden exactamente con las incisiones de la operación de Macdougal…, que es la técnica que han utilizado con tu hermano.
- ¿Y eso qué quiere decir?
- Pues quiere decir que la mente humana es complicada y que no sabemos mucho sobre ella. Y ahora da la vuelta y duérmete. Te voy a dejar en cama un par de días.
No tenía la intención de dormirme, pero me dormí. Me despertó Pat que me llamaba:
- ¡Eh, Tom! ¿Dónde estás? Despierta.
(-Estoy aquí. ¿Qué ocurre?)
- Tom…, ¡he recobrado mis piernas!
Yo respondí:
(-Sí, ya lo sé.)
Y volví a dormirme.