INTRODUCCIÓN
En este pequeño tratado ofrece Plutarco una serie de consejos a dos antiguos discípulos suyos, Poliano y Eurídice[400] unidos ahora en matrimonio. Se trata de un conjunto de 48 pequeñas historias, sentencias y aforismos muy diversos que recogen, compendiadas, como el mismo autor dice al principio de su trabajo[401], las principales enseñanzas filosóficas, que ellos escucharon a su lado, a fin de que les ayuden a ser felices en su matrimonio. Es una llamada, sin duda alguna, a todas aquellas virtudes y actitudes recíprocas entre los esposos, que el propio Plutarco debió de llevar a la práctica en las relaciones con su esposa Timóxena: el respeto mutuo, la comprensión recíproca, la tolerancia, la pureza y fidelidad conyugal, etc., y que a ambos debieron de dar un buen resultado.
Deberes del matrimonio es un gamelios lógos[402], un discurso nupcial, que se encuadra en la tradición de las obras estoicas Perí kathékonton[403], pues sabemos que, en las obras que pertenecían a este género literario, se trataba el comportamiento conveniente del hombre ante los dioses, la patria, los hermanos, la esposa, los hijos y otros familiares y amigos[404]. Plutarco, dentro de esta tradición, aunque manteniendo, sin duda, criterios propios, escribió este tratado, así como los titulados De fraterno amore y De amore prolis, que se enmarcan dentro de este mismo género.
En líneas generales, en esta obra, que tiene su lugar entre los tratados titulados Pert gámou (Sobre el matrimonio), dentro del género literario antes mencionado, Plutarco, un hombre culto, sophós, y casado, podemos decir que responde, sin duda alguna, a la pregunta sobre las ventajas o desventajas que pueden proporcionarle este estado a un hombre sophós, resaltando las primeras sobre las segundas. Esta postura, en efecto, encaja muy bien dentro del pensamiento estoico, que, a partir de personalidades como Antípatro, seguido, a su vez, de Musonio, Séneca, Epicteto, etc., alababa a la esposa, la amistad entre los esposos, el matrimonio[405] y la procreación de los hijos, entendiendo estos dos últimos como deberes ineludibles de todo buen ciudadano[406].
Si esta línea estoica en el pensamiento de Plutarco sobre el matrimonio parece quedar fuera de toda duda no es menos cierto, sin embargo, como señala L. Goessler[407], que Deberes del matrimonio presenta una serie de novedades en relación con el pensamiento estoico, que merecen ser destacadas. En primer lugar, se debe destacar el hecho de que, frente a los estoicos, Plutarco no menciona la procreación de los hijos entre los fines del matrimonio, aunque ello no quiera decir que nuestro autor esté en contra de ello; lo que sucede es, simplemente, que ahora, frente al pensamiento antiguo, él pone todo el peso, el significado y el télos (el fin) del matrimonio, en una symbiosis espiritual entre los esposos, en una sympátheia y en una koinónia pantos tou biou, y no en una mera unión de los cuerpos y de los bienes materiales. Por todo esto, la situación de la mujer en Plutarco también es nueva y diferente a la que se puede deducir de los escritos estoicos[408]. Éstos, en efecto, alabaron y reconocieron para la mujer los mismos derechos que para el hombre, pero, en la práctica, la relegaron a los trabajos de la casa. En cambio, en Plutarco, la vemos participar en discusiones filosóficas, y, en Deberes del matrimonio, vemos cómo se recomienda al esposo alimentar en la esposa la afición por la filosofía y por la educación en general, a fin de que la unión matrimonial, al poder participar ambos cónyuges de los mismos bienes espirituales, como participan de los mismos bienes materiales, sea más feliz y duradera[409]. Sin duda, pues, en esta concepción del matrimonio en Plutarco, se amplían los derechos de la mujer, en relación con lo que sabemos de su situación en épocas anteriores. No obstante, y sin necesidad de hacer comparaciones con los tiempos actuales que extrapolarían el tema fuera de sus coordenadas históricas, es evidente que en este tratado, a pesar de los avances en todo lo que se refiere a los derechos de la mujer casada, todavía se le ponen a ésta una serie de barreras a su total emancipación con respecto al hombre que tiene como esposo. Así, de los 48 preceptos o recomendaciones de este tratado, 28 van dirigidos a la mujer, sólo 9 al hombre y 11 a los dos en común. El director y jefe de la casa[410] sigue siendo todavía el marido, a quien, no obstante, Plutarco no deja de reprender y exigir fidelidad y comprensión con la esposa[411], si es que quiere conservarla honesta y fiel a su matrimonio, y no coqueta y dedicada únicamente al adorno personal, descuidando los trabajos propios de su estado[412].
Es notable también[413], en comparación con la doctrina de los estoicos, el papel que Plutarco reconoce a Éros, al amor, en el matrimonio. Tampoco es la meta final de la unión entre los esposos y no sirve sólo para la procreación de hijos, sino como base física para la amistad (philía) y la concordia (homónoia) espiritual entre ambos cónyuges[414]. Así, para Plutarco, el verdadero Éros es el que va dirigido a la mujer y que se completa en el matrimonio. Sus modelos son antiguos y están tomados, principalmente, de Homero, cuyas citas responden, más que a meros tópoi de toda diatriba, a expresión de una familiaridad interna de Plutarco con esas costumbres antiguas. Por todo esto, se explican también sus preferencias por un autor como Menandro frente a Aristófanes[415]. El primero[416] no conoce el paidikds éros o amor a los jóvenes; las violaciones de jóvenes doncellas, si aparecen en sus comedias, acaban siempre en matrimonio, y las heteras son siempre nobles y buenas.
Por último, Deberes del matrimonio no constituye, a pesar de la apariencia, una concatenación de consejos colocados uno junto a otro sin relación alguna entre sí. L. Goessler ha demostrado, en su trabajo ya citado, que esto no es así y que todos presentan una estrecha unión, que, sin rupturas destacables, se mantiene a lo largo de toda la obra. Además, el tratado en su conjunto se desarrolla sobre una estructura en verdadera Ringkomposition, una composición anular con un proemio y un epílogo claramente diferenciados que enmarcan perfectamente los 48 preceptos o recomendaciones que Plutarco dirige a sus antiguos discípulos Poliano y Eurídice.