ANNA
Sábado, 10 de agosto de 2013
Mañana
Esta mañana he ido al gimnasio de Northcote para mi clase de spinning y, de vuelta a casa, he pasado por la tienda Matches para hacerme un regalo a mí misma y comprarme un precioso minivestido de Max Mara (Tom me perdonará cuando me vea con él). Estaba disfrutando una mañana perfecta hasta que, al aparcar el coche, he visto que había cierto bullicio frente a la casa de los Hipwell —ahora hay fotógrafos haciendo guardia a todas horas— y de repente la he visto a ella. ¡Otra vez! Casi no podía creérmelo. Rachel con un aspecto lamentable y empujando a un fotógrafo para abrirse paso. Estoy segura de que acababa de salir de casa de Scott.
Ni siquiera me ha molestado. Simplemente, me he quedado pasmada. Y cuando se lo he comentado a Tom —de un modo tranquilo, limitándome a exponer los hechos—, él se ha mostrado igual de estupefacto.
—Me pondré en contacto con ella —ha dicho—. Averiguaré qué está pasando.
—Eso ya lo has intentado. No sirve de nada —he explicado yo tan delicadamente como he podido, y luego he sugerido que quizá había llegado el momento de emprender acciones legales y obtener una orden de alejamiento o algo así.
—El problema es que en realidad ella ya no nos está acosando, ¿no? —ha señalado él—. Ya no nos llama a todas horas, ni se acerca a nosotros, ni tampoco ha venido a casa. No te preocupes, cariño. Ya lo solucionaré yo.
Tiene razón con lo del acoso, pero a mí no me importa. Aquí está sucediendo algo y no pienso limitarme a ignorarlo. Estoy cansada de que Tom me diga que no me preocupe. Estoy cansada de que me diga que lo solucionará, que hablará con ella, que al final ella desaparecerá. Creo que ha llegado el momento de que yo haga algo al respecto. La próxima vez que la vea, llamaré a la policía. A esa mujer, la sargento Riley. Parecía agradable y empática. Sé que a Tom le da pena Rachel, pero creo que ha llegado el momento de que me ocupe de esa zorra de una vez por todas.