Llamamiento al gobernador de Pensilvania
No estoy aquí para discutir los pros y los contras de la pena de muerte (me opongo fervientemente a ella), ni para hablar de la cuestión de las relaciones raciales en Estados Unidos (sin duda el asunto central y ardiente de nuestra cultura), ni para quedar atrapado en una discusión sobre la libertad de expresión y la primera enmienda. Simplemente quiero dirigir unas palabras al honorable Thomas Ridge, gobernador de Pensilvania, que es la única persona cuya opinión cuenta en el triste y trágico caso de Mumia Abu-Jamal.
De ciudadano estadounidense a ciudadano estadounidense, me gustaría que el gobernador se parase un momento a considerar el enorme poder que se le ha conferido: el poder de matar a un hombre o de permitir que ese hombre siga viviendo. Al margen de lo que haya decidido el jurado que Mumia Abu-Jamal hiciera o no hiciera, al margen de las leyes que apoyan el derecho del estado de Pensilvania a sentenciar a muerte a Mumia Abu-Jamal, usted ha sido designado por esas mismas leyes como la única persona en ese estado con autoridad para anular la decisión del jurado y salvar la vida de Mumia Abu-Jamal. Eso es porque la ley sabe que no es perfecta. La ley entiende que comete errores, que los hombres y mujeres que ejercen la ley son criaturas imperfectas, y que por tanto la potestad de anular las decisiones de la ley debe estar incluida en la propia ley. En ninguna circunstancia es esto más importante que cuando la ley propone quitarle la vida a un hombre. Por eso las apelaciones en esos casos van directamente al gobernador: porque se supone que el gobernador es sabio y justo, y la ley no siempre es sabia y justa.
Gobernador Ridge, le hemos pedido que realice la tarea más grande y terrible que puede hacer un hombre: decidir acerca del destino de otro hombre. La vida de Mumia Abu-Jamal está literalmente en sus manos. Teniendo en cuenta el enorme poder y responsabilidad que recaen sobre usted, doy por hecho que conoce perfectamente los datos del caso. Incluso yo, un ciudadano corriente sin ningún poder, he leído una infinita cantidad de material sobre el proceso, y cada informe ha indicado numerosas irregularidades y discrepancias acerca de la selección del jurado, las pruebas y el testimonio de los testigos: suficiente para que incluso el observador más cínico concluya que hay mucho más que la sombra de una duda en cuanto a si Mumia Abu-Jamal cometió realmente el crimen del que se le acusa. Y, mientras haya duda, mientras se pueda presentar un argumento plausible que diga que Mumia Abu-Jamal no hizo aquello de lo que se le considera culpable, me parece monstruoso que se le pueda quitar la vida: monstruoso y vergonzoso, un pecado contra las leyes del hombre y de Dios.
Gobernador Ridge, todos queremos vivir en un país del que podamos estar orgullosos. Todos queremos creer que Estados Unidos es un país en el que hay, de verdad, justicia para todos. Ésa es la idea más importante que hemos producido, y ahora le toca a usted mantener ese principio y demostrar que Estados Unidos es realmente un gran país, digno del respeto y admiración que queremos darle. Todas las miradas están puestas en usted, gobernador Ridge. Le estoy observando, mis compañeros escritores del PEN Club le están observando, decenas de miles de personas de todo el mundo le están observando y todos rezamos para que lo que haga sea sabio y justo.
Haga que nos sintamos orgullosos, gobernador. Salve la vida de Mumia Abu-Jamal.
1995