LA REALIDAD QUE HAY DETRÁS DE LA FICCIÓN

El secreto de los Medici es, por supuesto, una obra de ficción. Pero, al igual que ocurre con mi primera novela, Equinox, muchos elementos del relato están sacados también de la realidad. Lo que sigue a continuación es un resumen de esos elementos y de la verdad que hay en ellos.

Manuscritos antiguos

Los griegos y los romanos fueron magníficos cronistas. Por desgracia para la civilización humana, gran parte de lo que se escribió en la Antigüedad se ha perdido para siempre. La soberbia colección de conocimientos que desapareció cuando la biblioteca de Alejandría fue destruida representa una de las peores pérdidas. Pero muchos textos desaparecieron en otras circunstancias, menos dramáticas.

Parte de la vasta literatura de la civilización griega y romana se conservó en monasterios y en bibliotecas reales de Europa y Asia Menor, y muchos documentos sobrevivieron a la edad de las tinieblas. Gracias en gran medida a los florentinos, estos conocimientos fueron aprovechados por los habitantes de Europa, que los utilizaron como base para el impresionante florecimiento de la civilización que denominamos Renacimiento.

El gran poeta y humanista italiano del siglo XIV, Petrarca, reunió en torno a sí a un grupo de eruditos de ideas afines que compartían una misma fascinación por la tradición clásica. Estaban convencidos de que había tal vez millares de manuscritos y documentos en sus versiones originales latina o griega escondidos en colecciones particulares o en monasterios remotos. Muchos de estos hombres dedicaron su vida a buscar aquellos tesoros.

Una generación después de Petrarca se produjeron algunos de los hallazgos más importantes en este ámbito de los estudios «científicos» antiguos. Una de las figuras más destacadas de esta búsqueda fue Niccolò Niccoli. Durante la segunda década del siglo XV Niccoli descubrió la Astronomica del autor romano Manilius, así como el De rerum natura de Lucrecio y varios tratados sobre minería y agricultura, entre otros el Silvae de Estacio y el De re rustica de Columela. Unos años más tarde Bracciolini encontró el tratado De aquaeductu escrito por Frontino, que había representado la piedra angular de la técnica arquitectónica romana, y el Brutus de Cicerón, un libro que desató rápidamente la polémica política debido a su descripción de las virtudes de la forma monárquica de gobierno.

Lo llamativo de estos descubrimientos era que estaban escritos en el latín original y que prácticamente no habían sido modificados. Esto quiso decir que, por primera vez, la elite florentina de finales del siglo XIV y de principios del XV pudo leer las palabras de los grandes pensadores de la era clásica exactamente tal como las habían escrito.

Esto representó un avance importantísimo. Pero tal vez más importante sea el hecho de que cuando se tradujeron estas obras y fueron interpretadas, enseguida se vio que gran parte del pensamiento científico de los eruditos romanos se basaba en realidad en una fuente anterior: las ideas de los griegos y en concreto las de figuras como Arquímedes, Aristóteles, Pitágoras y Platón, de la era dorada de la erudición griega, entre el año 500 y el 250 a. C.

El resultado inevitable de todo esto fue una nueva e intensificada búsqueda de las fuentes originales griegas del saber científico. Inspirándose en lo que ya habían encontrado, muchos de los hombres y mujeres más ricos de Florencia empezaron a enviar emisarios al extranjero con el fin de localizar y adquirir en su nombre cualquier cosa que pudieran encontrar escrita en el griego original.

Hasta entonces los únicos manuscritos griegos originales que habían llegado a manos de habitantes de Europa occidental consistían en unos cuantos fragmentos de Aristóteles y en retazos de Platón, junto con algunos tratados escritos por Euclides, todo ello celosamente guardado por monjes o en poder de unos cuantos devotos. Del propio Petrarca se decía que había poseído un manuscrito original de Homero, pero que no podía leer ni una sola palabra. A juzgar por la autoridad de los escritores romanos a los que se refería, daba por hecho que Homero era un magnífico poeta y besaba el libro todas las noches antes de retirarse.

Durante las tres primeras décadas del siglo XV varios centenares de manuscritos originales se abrieron paso hasta Florencia, procedentes en su mayor parte de Oriente; allí donde antiguamente los cruzados se batían por la cristiandad, ahora los emisarios occidentales hacían trueques o pagaban dinero al turco a cambio del capital intelectual. En 1423 un agente florentino, Giovanni Aurispa, regresó después de un viaje particularmente fructífero con 238 manuscritos íntegros.

De esta manera, la comunidad intelectual de Florencia se hizo con versiones íntegras de la Politica de Aristóteles, las Historias de Heródoto, los Dialogos de Platón, la Ilíada, la Odisea y las obras de teatro de Sófocles, así como de textos médicos escritos por Hipócrates y Galeno.

Al traducirse fielmente una cantidad cada vez mayor de textos griegos, se produjo la sorprendente constatación de que todo lo que los florentinos habían logrado culturalmente hasta la fecha había sido superado con creces dos milenios antes por los griegos. Pero este descubrimiento no actuó como una fuerza destructora. Les sirvió de inspiración, no solo para emular sino para osar plantearse mejorar lo que los antiguos habían logrado.

En 1428 se organizó un comité para propulsar una serie de cambios en el sistema educativo de Florencia. Uno de los miembros del consejo rector del Studium, que ocupaba el corazón cultural de la ciudad, fue Cosimo de’ Medici, en aquel entonces un joven banquero residente en Roma. Él convenció a las instituciones eclesiásticas de Florencia para que aportaran 1500 florines anuales para añadir dos cátedras más al conjunto de materias. El currículo existente constaba de medicina, astrología, lógica, gramática y derecho, y a estas materias se añadieron filosofía moral y una cátedra de retórica y poética. Esto proporcionó un nuevo plan de estudios a los estudiantes de Florencia, y formó las bases del sistema adoptado en toda Europa y que se mantuvo vigente en las universidades de Inglaterra, Francia e Italia hasta el siglo XVIII.

Armas bioquímicas

La sustancia bioquímica que ocupa el centro de la novela —el secreto de los Medici propiamente dicho— es la ropractina. Se trata de una sustancia química imaginaria, pero su estructura y propiedades se asemejan mucho a un agente bioquímico real llamado sarín. Esta sustancia bioquímica se conoce también como «GB», su denominación dentro de la OTAN. El sarín es una sustancia extremadamente tóxica y su única aplicación es como agente nervioso. Naciones Unidas lo calificó como arma de destrucción masiva y la Convención sobre Armas Químicas de 1993 prohibió su producción y almacenamiento.

El sarín se hizo célebre en 1994 cuando lo utilizó la secta religiosa japonesa Aum Shinrikyo, cuyos fanáticos integrantes lanzaron una variante no pura de dicha sustancia bioquímica durante una serie de incidentes relacionados entre sí, que juntos dieron como resultado la muerte de más de veinte personas e hirieron a cientos más.

Las armas bioquímicas y biológicas se conocen desde hace siglos. El ejemplo más antiguo de arma biológica procede de una época inmediatamente anterior al relato de Cosimo y sus compañeros en El secreto de los Medici. En 1346 los cuerpos de unos soldados tártaros que habían muerto por la peste fueron arrojados por encima de los muros de la asediada ciudad de Kaffa —hoy Feodosia, en Crimea— para infectar a sus habitantes. Cuatro siglos después, durante la Guerra Franco-India de Norteamérica en la década de 1760 los ingleses repartieron entre los nativos mantas contaminadas con el virus de la viruela.

Durante la Primera Guerra Mundial se utilizaron armas químicas en diversas ocasiones, y en épocas más recientes se sabe que el difunto líder de Irak, Sadam Husein, gaseó a miles de kurdos y utilizó armas bioquímicas durante la guerra con Irán que comenzó en 1980 y duró diez años.

En la actualidad el uso de agentes bioquímicos y biológicos por parte de grupos terroristas representa un temor muy real para los gobiernos occidentales. Se han dedicado ingentes recursos al esfuerzo, aún en curso, por impedir que esta clase de sustancias caigan en las manos equivocadas, pero muchos creen que es solo cuestión de tiempo que algún sujeto u organización nihilista reúna en algún rincón del planeta suficientes cantidades de algún agente mortífero para causar un genocidio en alguna ciudad occidental. Da que pensar que pueda haber un Luc Fournier por ahí dando forma en estos momentos a un plan tan vil como éste.

Para saber más: Biochemical Weapons: Limiting the Threat, Josua Lederberg, MIT Press, Boston, 1999.

Giordano Bruno

Giordano Bruno fue un místico y filósofo que rechazó tanto el sacerdocio como la religión ortodoxa para convertirse en un hombre detestado por la Inquisición. Nacido en Nola, cerca de Nápoles, en 1548, ingresó en la orden de los dominicos pero, después de descubrir una perspectiva filosófica más amplia a través de la obra de Copérnico y de otros pensadores no ortodoxos, dio la espalda a los dogmas religiosos. Escribió numerosas obras de filosofía radical, la más célebre de las cuales fue La cena de las cenizas.

Bruno residió en Londres durante un breve período de tiempo y se cree que trabajó como espía al servicio de la reina Isabel I. Se asoció con muchos de los místicos de su época, como John Dee, y es posible que conociera personalmente a William Shakespeare, del que se sabe sentía un gran interés por muchas de las ideas de Bruno.

A comienzos de 1592 Bruno regresó a Italia invitado por un aristócrata llamado Giovanni Mocenigo. Acudió bajo el pretexto de entrar a trabajar como tutor de este acaudalado mecenas. Una vez en Venecia, dio clases en Padua y trabó contacto con Galileo y con otros pensadores de la época. Sin embargo, la invitación de Mocenigo era una trampa y en mayo de ese mismo año Bruno fue arrestado y sometido a juicio por la Inquisición veneciana. De ahí fue trasladado a Roma, donde permaneció siete años encerrado en una mísera celda. Soportó torturas espantosas por parte de Roberto Bellarmino, mano derecha del Papa, y fue quemado en la hoguera en Campo de’ Fiori el 17 de febrero de 1600.

Aunque Giordano murió a manos de la Inquisición, hoy está considerado como el primer mártir de la ciencia y la filosofía, un hombre que se negó a retractarse de sus opiniones sobre la naturaleza del universo. Galileo tuvo perfecto conocimiento del trato prodigado a Bruno por la curia romana y no quiso seguir el mismo destino. El legado de Bruno ha ido en aumento conforme menguaba el de la Iglesia católica, pero sigue siendo anatema para la ortodoxia y todavía hoy, cuatrocientos años después de su muerte, siguen sin perdonarle sus ideas supuestamente heréticas.

Para saber más: The Pope and the Heretic, Michael White, Abacus, Londres, 2002.

Cosimo y los Medici

En El secreto de los Medici he procurado hacer una descripción del carácter y de la primera parte de la vida de Cosimo de’ Medici lo más fiel posible al personaje auténtico. Nació en Florencia en 1389. Su familia vivía realmente en una casa de la Piazza del Duomo y su padre, que se llamaba Giovanni di Bicci de’ Medici, fundó lo que en 1410 era ya un gran banco.

En realidad, Cosimo tuvo dos hermanos pequeños: Lorenzo y Pierfrancesco. En 1410 Lorenzo tenía dieciséis años y el medio hermano de Cosimo, Pierfrancesco, no nació hasta 1431, veintiún años después de los sucesos recogidos en la novela. Sin embargo, el aspecto fundamental que diferencia al Cosimo histórico del imaginario es que, en realidad, jamás realizó un viaje de descubrimiento a Macedonia ni a ningún otro lugar. Sin embargo, curiosamente, sí estuvo a punto de realizarlo. Su amigo íntimo Niccolò Niccoli trató de convencerle para que le acompañase a un viaje a Oriente, pero el padre de Cosimo se negó a permitirlo y Cosimo accedió a los deseos de su padre.

Cosimo fue un humanista. Se sentía sumamente interesado por la cultura y por el saber e hizo mucho por encender la chispa que inició el Renacimiento. Aunque él de hecho no viajó muy lejos, pagó a otros para que comprasen en su nombre cualquier cosa que pudieran encontrar en lugares muy remotos, como Macedonia.

Cosimo fue, igual que su padre, un magnífico hombre de negocios e hizo mucho por expandir los horizontes del banco familiar. Lo más importante de todo fue que se ocupó de las finanzas del Papa, un hecho esencial en la evolución de la dinastía de los Medici que le convirtió en el hombre más adinerado de su época.

Por supuesto, los Medici tenían enemigos —no la familia Tommasini— y entre ellos y otras ilustres familias italianas se producían constantes rivalidades. Una de ellas, la familia Albizzi, trató de asesinarlo y, aunque el plan fracasó, sí consiguieron meterle entre rejas en 1433. Pero un año después Cosimo regresó a Florencia y adquirió aún mayor poder e influencia. Durante los siguientes treinta años fue el verdadero señor de Florencia, aunque no tuviese ese título formalmente.

Cosimo contrajo matrimonio con Contessina de’ Bardi en 1416 y tuvieron dos hijos, Piero y Giovanni. En el momento de su fallecimiento, acaecido en 1464, Cosimo fue nombrado Pater Patriae, «padre de la patria». Su hijo mayor, Piero, pasó a convertirse entonces en el señor de Florencia. Conocido como Piero el Gotoso, vivió aquejado por su mala salud y murió en 1469, apenas cinco años después que su ilustre padre. Su hijo Lorenzo llegó a ser, después de Cosimo, el Medici más admirado y exitoso de toda la dinastía. Conocido como Lorenzo el Magnífico, fue, al igual que su abuelo y que su padre, el primer ciudadano de Florencia y durante veintitrés años desempeñó de facto el papel de gobernante de la ciudad-estado, guiando a Florencia a través de un período de estabilidad y crecimiento sin precedentes.

El personaje de Contessina tal como aparece descrito en la novela no guarda prácticamente relación alguna con la esposa real de Cosimo de’ Medici. Según las crónicas oficiales, carecía de dotes físicas especiales y no fue educada por un mago como Valiani, pero sin duda fue una mujer muy inteligente y leal, entregada a Cosimo, cuyas iniciativas siempre secundó.

Para saber más: Florencia, esplendor y declive de la casa de Medici, Christopher Hibbert, ALMED, Granada, 2008.

Da Ponte

Antonio da Ponte fue el diseñador del puente Rialto de Venecia, terminado en 1591. La historia sobre el Diablo y la mujer y el niño de Da Ponte es una adaptación de una antigua fábula veneciana en la que el capataz de las obras de construcción del puente, Sebastiano Bortoloni, era la persona que recibía la visita de Lucifer.

La riada de Florencia

La noche del 3 de noviembre de 1966 Florencia sufrió el peor desastre natural de su larga historia. Hacia las cuatro de la madrugada un enorme volumen de agua procedente de la presa de Valdarno provocó que el Arno se saliera de su cauce. El agua arrambló con coches y árboles, entró torrencialmente en las iglesias y en los antiguos palacios y abrió ataúdes forrados de acero. Se interrumpió el suministro de gas, electricidad y agua y los relojes eléctricos de la ciudad se detuvieron a las 7:26. El agua llegó a alcanzar más de seis metros y medio de altura en algunas zonas próximas a Santa Croce.

Murieron al menos treinta personas y cincuenta mil familias se quedaron sin hogar por culpa de la riada. Además, quince mil coches quedaron flotando por las calles y seis mil comercios se vieron obligados a interrumpir su actividad. De acuerdo con las mejores estimaciones, en el espacio de unas pocas horas resultaron dañadas catorce mil obras de arte, además de entre tres y cuatro millones de libros y manuscritos.

Golem Korab

No se trata de un postre indio, sino del pico más alto de Macedonia, con casi 3480 metros por encima del nivel del mar. La región está llena de lagos, pero no existe ningún lago Angja ni ningún monasterio en la montaña. De haber habido alguna vez un castillo por los alrededores, no ha quedado ni rastro de él.

El Humanismo

Conforme Europa iba saliendo poco a poco de la nada de los Años Oscuros, la conciencia de todo lo que podría conseguirse y la convicción de que la humanidad podría hacerlo mejor de lo que lo había hecho hasta entonces se convirtieron en un acicate impresionante para el espíritu de aventura, tanto de palabra como de obra. El humanismo dio lugar a la era de los descubrimientos y a los inicios del pensamiento científico moderno, además de aportar un terreno abonado para los logros artísticos que hoy consideramos emblemáticos del Renacimiento.

La importancia de este cambio de percepción no puede subestimarse. Con unas cuantas excepciones notables, como Roger Bacon, desde la caída de Roma la gente había vivido paralizada por un sentido profundamente arraigado de la carencia de la propia valía. La idea de que el ser humano era una mera criatura de Dios, un peón en un mundo en el que las fuerzas de la naturaleza y la voluntad divina lo eran todo, un mundo en el que el individuo carecía totalmente de importancia, ocupaba el lugar central del pensamiento generalizado y se veía alentado por los dogmas cristianos. Esta manera de pensar no podía sino generar una sociedad estancada y, aunque la creencia de que Dios controlaba el universo y que estaba directamente implicado en todos los aspectos de la existencia humana dominó el pensamiento reinante hasta la revolución darwiniana, algunas figuras del Renacimiento pensaban de otra manera.

Algunos de los mayores intelectos del Renacimiento creían por completo en la idea de que había que cultivar y mimar el intelecto humano. En este cambio de paradigma podemos ver el impacto de la evolución de la filosofía platónica en lo que ha venido en llamarse la virtud humana, un principio fundamental del Humanismo Activo. La filosofía platónica gira en torno al concepto de que la humanidad es capaz de encontrar a Dios desentrañando los secretos de la naturaleza. Para Platón, esto constituía el fundamento de la «inspiración» y pasó a ser un elemento esencial del pensamiento de algunos de los mejores filósofos renacentistas. Gran número de figuras excelsas e influyentes como Leonardo da Vinci, Giordano Bruno, Maquiavelo y Cosimo de’ Medici comprendieron este ideal platónico.

Muchos humanistas respaldaron la noción de que la virtud se hallaba al margen de la religión convencional y la veían como una cualidad enteramente humana, capaz de acercar al hombre a la esencia de la naturaleza. De hecho, uno de los primeros humanistas, el erudito León Bautista Alberti, escribió en cierta ocasión que aquellos que poseían virtud eran «capaces de escalar y adueñarse de todas las sublimes y excelentes cumbres».

Esta manera de pensar representó una forma revolucionaria de entender el mundo, propulsada por el gran redescubrimiento de la valía humana y por una reestructuración positiva del papel de la humanidad dentro del universo de Dios. Constituyó un elemento verdaderamente esencial del Renacimiento.

I Seguicamme (Los Seguidores)

Se trata de una sociedad secreta inventada. Pero en la historia de Venecia abundan las sectas extrañas y las comunidades secretas. En la época de la república, Giordano Bruno participó en varios grupos escindidos de los rosacruces paneuropeos, y durante siglos Venecia fue un nexo para magos y místicos y ocultistas itinerantes.

Las autoridades venecianas eran famosas por su indulgencia para con aquellos que la Iglesia católica consideraba herejes y Venecia representó un refugio para quienes sostenían puntos de vista radicales. Muchas filosofías alternativas tuvieron la posibilidad de florecer en Venecia y los editores venecianos ampliaron las fronteras de lo que se permitía en una Europa dominada por los dogmas católicos.

El Mapamundi de Mauro

El padre Mauro fue un cartógrafo que vivió y trabajó en un monasterio de San Michele in Isola, que es el cementerio de Venecia. En El secreto de los Medici se elaboran los detalles de su historia, pero esta parte de la novela se fundamenta en datos reales. Entre 1457 y 1459 el padre Mauro creó, con ayuda de su ayudante Andrea Biaco, un marino cartógrafo, un mapa del mundo muy hermoso por encargo del rey Alfonso V de Portugal. El Mapamundi se terminó en abril de 1459, justo unos meses antes de la muerte de Mauro. Se envió a Portugal, pero no ha llegado hasta nuestros días. Hay una copia expuesta en la Biblioteca Nazionale Marciana de Venecia.

Niccolò Niccoli

La descripción de Niccolò Niccoli que aparece en El secreto de los Medici es bastante fiel a lo que conocemos del auténtico personaje. En 1410, año en que se ambienta la narración, contaba cuarenta y cuatro años. Era un noble florentino que en su mocedad había sido un admirado condotiero. Era fuerte, bueno en la lucha y entendía los asuntos militares. También tenía predilección por una antigua toga roja. Pero Niccoli fue mucho más que eso. Se hizo famoso en Italia como hombre de vasta cultura que hizo mucho por fomentar el saber y los descubrimientos. Fue un gran viajero y poseyó la más grande y mejor biblioteca de Florencia. Su mayor contribución procedió de sus servicios a la literatura clásica, tanto como copista como coleccionista de manuscritos antiguos. Entre otros, tuvo en su poder obras de figuras tan destacadas como Lucrecio y Plauto. Además, es famoso por haber sido el inventor de la caligrafía itálica. Sin embargo, he modificado algunos detalles. Niccolò murió en 1437, por lo que en realidad no pudo haber mantenido relación epistolar con Contessina en la década de 1460.

Paleopatología

La paleopatología es el estudio de las enfermedades antiguas y la rama de esta disciplina conocida con el nombre de paleopatología humana está siendo cada vez más reconocida como una importante herramienta para la investigación criminal.

La evidencia más obvia de un cuerpo son las lesiones traumáticas de la variedad que sean, tales como un aplastamiento del cráneo o miembros seccionados, pero otras deformaciones más sutiles pueden indicar aflicciones tales como osteoartritis y gota. Empleando análisis químicos relativamente sencillos pueden descubrirse también algunas enfermedades (como la tuberculosis y la sífilis) a partir de restos de huesos.

Con el fin de saber más sobre el estilo de vida de un individuo y sobre las circunstancias de su muerte, el paleopatólogo recurre a la genética. Es posible extraer muestras de ADN de cuerpos en avanzado estado de descomposición, y las actuales técnicas de análisis implican que se pueden obtener resultados asombrosos a partir de muestras diminutas. Además, conforme avanza la ciencia genética, el paleopatólogo va adquiriendo herramientas más sofisticadas para estudiar los cuerpos de personas fallecidas hace cientos o incluso miles de años.

Realmente existe un Proyecto Medici, en el que trabaja un equipo de paleopatólogos dedicado a estudiar en estos momentos los cuerpos de la familia enterrada en la Capilla Medici del centro de Florencia. De hecho, la inspiración inicial para El secreto de los Medici vino de un artículo que leí en la página web de BBC News que describía el trabajo de este equipo de investigadores.

Edificios venecianos

Muchos de los lugares mencionados en El secreto de los Medici, como el Harry’s Bar, el Gritti Badoer o el Ospedale Civile, son reales, por supuesto, y se hallan en las direcciones indicadas. Los detalles históricos sobre ellos son también todo lo fieles a la realidad que ha sido posible. Sin embargo, en ocasiones me he tomado la libertad de modificar la fisonomía interna de algunos de los edificios, y en el caso de La Pietà, las obras de arte contenidas en ellos. Que yo sepa, no existió ningún Gabriel Fabacci, pero sí existe un fresco pintado por Juan Bautista Tiépolo.

La Pietà original fue construida durante el siglo XV. La iglesia actual fue diseñada en 1755 por Giorgio Massari, pero la fachada no se terminó hasta el siglo pasado. Vivaldi interpretó allí muchas de sus famosas composiciones musicales y fue su maestro de coro durante muchos años.

Para saber más: El libro más maravilloso escrito jamás sobre Venecia —y, de hecho, uno de los mejores libros que he leído y que más me han hecho disfrutar— es Historia de Venecia, de John Julius Norwich, ALMED, Granada, 2009.

Venecia y la peste

Como la mayoría de las antiguas ciudades de Europa, la peste asoló Venecia en numerosas ocasiones. De hecho, se podría considerar esta ciudad como un nexo para muchas enfermedades, ya que se encuentra en un cruce de caminos entre el este y el oeste y desde sus primeros días actuó como centro comercial.

La peor epidemia de peste tuvo lugar entre 1347 y 1348. Este horror pasó a conocerse como la Peste Negra y se cree que la epidemia eliminó a más de un tercio de la población de Europa. El dux Steno menciona de pasada esta peste cuando se encuentra por primera vez con Cosimo y con sus compañeros de viaje en Venecia.

Existieron médicos de la peste, la mayoría de ellos obligados so pena de ejecución a permanecer en la ciudad durante las épocas de peste, y su ropa era tal como la describo en la novela. La característica máscara de pico que utilizaban los médicos con la creencia de que les protegía de la infección ha pasado a convertirse en un tema popular de las máscaras de hoy en día.

Por otra parte, los habitantes de los siglos XIV y XV trataban de ahuyentar la peste mediante lo que nosotros consideraríamos hoy medios irracionales, como disparar cañones, tañer las campanas de las iglesias, impregnarse de perfumes, tomar infusiones de hierbas y quemar braseros llenos de plantas aromáticas.

Vivaldi

Nacido en Venecia en 1678, Antonio Lucio Vivaldi es hoy uno de los compositores más populares del Barroco. Además, es el autor clásico más prolífico de todos, con más de 450 obras atribuidas a él. La más famosa de ellas es, por supuesto, Las cuatro estaciones. Compuesta en Venecia, es una obra que describe en forma musical el humor cambiante de la ciudad a lo largo del año.

Aunque no existen pruebas de que él o alguien próximo a él depositara pistas en el Gritti Badoer, sí es cierto que Vivaldi nació cerca de allí. La suya fue una familia de medios modestos y es cierto que se formó para ser sacerdote, siendo conocido como el Cura Rojo debido a su llamativo cabello pelirrojo. Instruyó a los huérfanos del Ospedale della Pietà y muchas de sus composiciones fueron escritas para ser interpretadas por los jóvenes músicos aficionados a los que él daba clase. El compositor fue expulsado del orfanato por el consejo rector debido a cierta falta que se desconoce, y al cabo de un año fue restituido en el cargo.

Vivaldi vivió en Venecia la mayor parte de su vida, pero en sus últimos años viajó por toda Europa. Y, tal como describo en la novela, murió poco después de llegar a Viena, donde tenía que asumir un cargo en la corte. Pero no se alojó en casa de la familia Niccoli ni escribió un elaborado testamento temeroso de Dios como el hallado por Jeff y Edie.