CAPÍTULO III

Él se miró en el vidrio del bar, el pelo largo hasta la espalda, barba, un tipo de avanzada, bien a la moda, todo emperifollado, andando por donde se le daba la gana. Llegó de lejos, a Cocotá, después de un viaje muy largo. Y ese mismo día la vio por primera vez. A eso de las once y cuarto de la mañana la vio pasar, la hora la tenía bien marcada en su reloj pulsera, de color dorado, y malla metálica también, pero plateada nada más. Ella le miró el reloj, pocos lo tenían en el pueblo.

—¡Vamos, fuera de esa cama! es hora de ir a trabajar. Y hay casi dos horas de viaje hasta el centro de Río.

Él en seguida se metió con ella, le mandó un chiflido ¡Psht! Ella miró, y esas cosas, él silbó otra vez, pero ella muy jovencita se asustó, salió así caminando rápido. Y desapareció. Se fue para la casa y eso. En esa época la ilusión de él era tener un automóvil, por ahí entonces se había comprado un Gordini, era un coche de la época, aquellos coches bajitos, digamos. Compró un Gordini en aquella época, por poca plata. Así se apareció por allá, con aquel coche ¿no? después de años fuera de casa, barbudo, melenudo, el pelo bien largo. La madre no lo reconoció. Él llegó, golpeó las manos en el portón de la casa, en la chacra de la madre, entonces ella dijo, «El asunto es el siguiente: yo tengo un hijo que se llama así, Josemar, pero a usted no lo conozco». Ella fue entonces a buscar a las hijas. Vinieron y él se quedó hablando después solo con la madre una hora y media, más o menos para ver si ella lo reconocía, pero no lo reconoció. No lo veía desde que él se fue con una tía, para empezar su vida de lucha y demás. Pero ahí él llegó ¿no? y ella no lo reconocía para nada. Ahí le mostró una foto, «Señora ¿usted no se acuerda de esta foto? yo tenía menos de diez años por entonces», «¡Ah, ahora me acuerdo! usted es mi hijo». Y él le dijo, «¡Vio qué cosa, vieja! vio qué cosa ¿no? increíble, vieja de tal por cual, pero la perdono», le dijo él y la madre lo abrazó, lo besó, se le colgó del cuello.

—¡Basta! ¡a levantarse y trabajar! ¡qué tanto mamá y mamá! ni que fueras un recién nacido.

Pero para entonces él ya había visto a la muchachita, la María da Gloria, por la calle, fue cuando él se metió con ella, y se le acercó al peluquero que le cortaba el pelo, a diario le hacía masajes y todo lo que hay que hacerse, es el punto de llegada cada vez que él vuelve al pueblo, la peluquería esa, entonces él llegó, ella pasó y él preguntó, «¿Quién es esa preciosura?». Y el peluquero, «Es la María da Gloria Rossi, hija del Pino», todo ese asunto ¿verdad? Era una criatura pero ya estaba formada, iba a cumplir doce años, una muchacha ya bien fuerte, lindona, ya con los pechitos bien grandes. El pelo rubio bien largo, la carne blanca, los cachetes bien colorados de la sangre que ya estaba empezando a calentarse, y un día le iba a hervir ¿y volcarse toda? Y él le dijo, «M’hijita, no te vayas, tengo que hablarte de algo». Ella se quedó riendo, así medio perdida, y él insistiendo ¿no? entonces fue que ella se apartó, con tres o cuatro amigas. «¡Me cago en la vida! ¿qué puedo hacer ahora?», le preguntó al peluquero, «¿qué voy a hacer, para verla otra vez?», «Basta con que te aparezcas por la plaza más o menos a las siete y media, ocho de la noche, que generalmente ella anda rondando por la plaza, puede ser que de entrada ya le gustaste, y entonces se te puede abrir como un paracaídas». Fue lo que el peluquero le dijo, «Ahí te la vas a encontrar». Ahí entonces, está bien. Y él se fue para la chacra. «Ahora estás hecho un melenudo, un playboy fuera de serie, te vas a voltear a todas las muchachas», le dijo el peluquero, a esa hora de la tarde ya se había afeitado bien, peinado, y se parecía un poco más a la fotografía ¿verdad? Y por ahí a las seis y media, fue la primera hembra que vio en la plaza. Estaba rondando, así solita, se sentó en un banco, él rumbeó para ese lado ¿no? Y él fue insistiendo, aunque generalmente ni bien él se dirigía para el lado de ella, ella se corría, se le iba, con miedo de que los padres la vieran, todo ese asunto. Él se dijo a sí mismo, «Entonces lo que hay que hacer es lo siguiente: darle tiempo para que me mande un mensaje». Y le dio tiempo. Se fue a un bar, tomó una cerveza ¿está claro? tranquilo, mientras aparecieron unas amigas, ahí ella escribió un papelito y se lo mandó, que le gustaría hablar con él, pero le daba miedo por los padres de ella ¿verdad? Quería hablar con él, cambiar unas palabras, pero los padres le podían dar una paliza. Le mandó entregar el mensaje. Él lo leyó, lo que hay que hacer en esos casos. Pero ya el día pasó y todo en orden. Ahí él no aguantó, «¡Hay que hacerla hablar, carajo! ¿va al colegio?», le preguntó al peluquero. Que le contestó, «Ella siempre pasa por aquí a eso de las once y media, a esa hora». Y ahí al otro día, a las once y media, ella estaba pasando. Ahí él se lo dijo, a él mismo, habló solo como los locos, «La voy a rondar, hasta poder hablar con ella como es debido, quiero oírle la voz». Ahí ella le habló así, «¡Hola!», le dijo al aparecérsele ¿no? y él ¡zápate! se le fue encima, la acorraló, «M’hijita, el asunto es el siguiente: recibí tu mensaje, y creo que los padres de uno no pueden impedir que las personas se gusten. Mi padre principalmente no me lo va a impedir, y creo que tampoco el tuyo. Si así fuera, si hay problema, yo me voy a dirigir a él, le voy a decir que me estás gustando, qué tanto joder, lo que quiero es hablar nosotros dos, y no va a haber problema, todo en orden». Ella dijo palabras textuales, «¿Tendrías tanto coraje?». Él entonces dijo, «Sí que tengo coraje ¿cuál es tu viejo? lo voy a buscar». Y ella, «¡No, no hagas eso, por amor de Dios!». Y vino el día jueves, ahí entonces había siempre música en el parque de más lejos, entonces él allá en el parque él se acuerda que ella tenía ese día un vestido abajo blanco y arriba rosa, la blusa. Ahí fue la cosa, él estaba chacoteando con otros tipos, jodiendo un poco. Entonces fue que le dedicaron una música de Roberto Carlos, por el altoparlante habló el tipo, «Una joven de rosa y blanco dedica esta canción a muchacho de pelo castaño, ojos castaños, piel blanca, ropa toda blanca, zapatos negros y reloj pulsera». En el parque, el parque de diversiones para menores, con hamacas, toboganes y todo eso. Y así empezaron. Fueron noviando, noviando, y esas cosas, a escondidas ¿no? a la salida del colegio.

—Había una plaza principal, y otra más oscura.

Una es un cuadrado, con muchas plantas, y la fuente con chorros de agua para arriba, mucha luz fluorescente de abajo, que antes no existía cuando él era chico, una plaza fuera de serie. Ésa es la principal, la segunda plaza es la que está justamente frente al gimnasio donde ella tenía que ir a cumplir las clases de ejercicios físicos, la calle alrededor empedrada, rosas, muchas fuentes, lago muy bonito, muchas plantas en aquella plaza más oscura ¿no es verdad? Del otro lado pasa un río que es el río Cocotá, río grande por donde lo busquen, muy lindo, lleno de árboles y cosas parecidas, y el gimnasio es un gimnasio todo lindo, bien instalado, todo moderno ¿verdad? en aquella época era muy moderno, y ahora no tanto. Entonces él vivía ¿cómo se dice? dándole la caza. Está bien. Ella vivía a unos dos kilómetros del gimnasio, tenían que pasar por el cine, por los dos clubes, las calles principales del pueblo, llenas de casas, farmacias, mercados, casas de comercio, muchas, ella iba recorriendo todo, sin problemas, y él siempre siguiéndola ¿verdad?

—¿Caminabas detrás mío o al lado mío?

A veces detrás y a veces al lado. Antes era detrás, y después pasó a ser al lado de ella, cuando ya estaba más allegada a la persona de él, «El problema es el siguiente: no camines tan rápido, que tengo ganas de mirarte». Y empezaron a verse cuando a ella le tocaba ir a aquel asunto del gimnasio, ya de noche oscuro, escondidos, en aquel rincón bien oscuro de la calle. Salía de la casa directa a verlo. Iba llegando loca de entusiasmo. Aunque no tuviera la clase de ejercicios físicos.

—En el espejo te ves mal, cansado, no dormiste bien ¿por qué te despertabas a cada momento?

Anoche él durmió mal. Dormía, se despertaba, se volvía a dormir, otra vez se despertaba, pensaba, eso que pasa a veces ¿verdad? en terminar esas mierdas de obras en construcción ya empezadas, y quedarse un poco más tranquilo ¿no? tener más tiempo para otras cosas, ese tipo de cosas: le dio un presupuesto a una mujer para un baño nuevo en un departamento viejo, y al tirar una pared apareció un caño que él no sabía que estaba ahí, se quebró el caño y ahora el presupuesto aumentó pero la dueña no quiere pagar. Y en el otro edificio fue peor todavía, donde agrandaron una ventana, él y el asistente, pero no tenían permiso de los dueños del departamento, el administrador del edificio se quejó y le dijo, «¿Cómo alguien que ya tiene tiempo trabajando en esto, no se acordó de pedir el permiso correspondiente?». Y cuando dio el presupuesto los materiales costaban una cosa y ahora cuestan otra, puta inflación, termina él poniendo de su bolsillo. Y la madre está enferma, si no se cura hay que ver otro médico, y si no se cura hay que hacer el otro tratamiento más caro y lo único que ella tiene para vender es esta casa. Él durmió mal toda la noche y ahora tiene que ir a trabajar.

—Si no tuvieras que ir a trabajar podrías quedarte acostado y tratar de descansar.

Si se duerme él se volvería a despertar, por las preocupaciones.

—Pero convendría que descansaras por lo menos una hora más, en paz.

Aquella mujer del departamento viejo está esperando, con el baño inundado y un caño roto.

—Podrías decirle que el ómnibus se quedó parado una hora en el camino.

Él se despierta a la noche y piensa que para terminar las putas obras va a tener que poner de su bolsillo.

—No pienses en la última vez que nos vimos, porque eso también te hace mal ¿verdad?

Ella a los padres les decía que iba a casa de unas primas, que estaba llena de parientes por allá ¿verdad? ese tipo de cosas. Y cuando llegó, un día, él le habló, «Yo no aguanto más así, si estás dispuesta a colocar las cartas sobre la mesa y que todo sea visible, nada a escondidas de tu papá y tu mamá, no te hagas problemas, que me les voy a acercar a hablar». Entonces ella un día, a la madre le mostró cuál era él. Pasó agarrada del brazo de la madre y se lo mostró, «Es aquel muchacho que está allá». Entonces la madre de ella le dio un codazo y él se dio cuenta y la vieja se le sonrió, él se dijo a él mismo, como los locos, «¡Carajo! ya que la madre me miró y se sonrió, está todo en orden ¿no?». Si a la tipa no le hubiese caído bien habría puesto mala cara ¿verdad? Ahí fue que pasó con la madre pero no se dieron vuelta. Se fueron. Desaparecieron, las perdió de vista. Pero él se quedó de centinela ahí ¿está claro? porque tenían que pasar otra vez de vuelta a la casa, entonces ahí mismo, cuando se fueron acercando las diez de la noche, ya estaba bien solitario el pueblo, por ahí se aparecen otra vez las dos. Él se dijo, «Qué joder, yo voy y me acerco».

—¿Dónde habíamos ido con mi mamá?

Habían ido a visitar a uno de los tíos de ella que estaba enfermo en otra calle que él ni conocía ¿verdad? En aquella época él nunca pasaba por esa calle, de casas mejores. Ella venía con la madre, él esperando ¿no? el automóvil parado, él al lado, la radio del Maverick encendida, él se dijo, «¡Ey, yo me les acerco!». Ahí pensando, con nada más que eso en la cabeza, «Me le voy a acercar, le voy a hablar, con madre y todo, no me voy a exprimir más el cerebro, si se enojan mala suerte, y si no se enojan perfecto». Ahí cuando pasó bien delante ella se encogió toda colgadita del brazo de la madre con miedo de que él se le acercara ¿no? y él se le acercó, «Buenas noches, señora, ¿cómo está?». Habló, con la madre misma, y le estrechó la mano. Y se animó a hacerse la presentación él solo, «Josemar, para servir a usted». Ya hacía cerca de un mes y medio, por ahí, que se estaban viendo, pero él realmente gustaba de la hija, y quería dejar bien claro que él ya había andado hablando con ella y no quería nada turbio en absoluto, «Señora, su hija es muy joven todavía pero mire como ya usa el cabello largo como una señorita, ella ya está crecida, y tiene el cabello tan lindo como la madre, ahora me doy cuenta. Yo también soy un muchacho joven, pero soy muy inteligente, después en lo futuro la señora puede ser mi suegra y yo su yerno, todo en orden». Él ahí diciéndole eso a la madre, y la madre toda creída.

—¿Te gustó mi mamá?

A él le gustó mucho, se quedó loco con ella. La madre le dijo, «Está bien, no se haga problemas, lo estoy escuchando, me estoy enterando, pero en lo que a mi marido concierne yo nunca vi nada». Y la hija la miraba, «Pero el día que los llegue a ver juntos a ésta le voy a dar unos cuantos latigazos». Dijo que le iba a pegar, con el látigo. Un chiste nada más, porque la madre de ella era bien buena, «No, el problema es el siguiente: yo sé que por mí no hay problema. El problema es el padre. Entonces ustedes pueden salir, encontrarse por ahí, a escondidas del padre. Es lo único que puedo hacer por mi linda hijita, a quien quiero tanto», le dijo la madre a él. «Entonces es lo siguiente», dijo él, «ya que usted señora lo permite ¿será que puedo acercarme a su esposo, que es el padre de ella en este caso, para hablar con él?». Ella contestó que no, que le parecía que no, «Porque él es medio cascarrabias, puede decir que no, y hasta cometer alguna brutalidad con usted, hijo». Pasaron unos días y no la vio a la María da Gloria, hasta que en la puerta del gimnasio ella se apareció y se había cortado el pelo, «Mi mamá me lo hizo cortar como las otras de mi misma edad». Y a esa altura de las cosas surgió el asunto del fútbol que al domingo siguiente había un partido importante. Entonces él se inscribió en el equipo para disputar el campeonato y el viejo era uno de los técnicos del equipo, el padre de ella ¿verdad? Daba la vida, si era preciso, por su equipo. Ahí, qué tanto joder, colocaron un cartel, «Hoy debuta Josemar Ferreira», en el equipo de fútbol del Club de Deportes Cocotá. El público no lo conocía, en aquella época, había pasado la infancia ahí pero se había ido hacía muchos años. Se entrenó el miércoles y el jueves y el domingo iba a ser lanzado en la primera división del equipo.

—Eso no es cierto. En el equipo del pueblo no dejaban entrar a los de las chacras.

La opinión de ellos fue que él era un excelente atleta. Les pareció que él era uno de los mejores atletas que habían pasado por ese pueblo, por ese equipo. Ahí les dijo que se había pasado la vida jugando en un equipo y el otro. Ahí el padre de ella, el mismo padre, le dijo lo siguiente, que todavía para entonces no sabía nada, pero ahí se le dirigió a él y le dijo, «Usted juegue bien abierto, punta izquierda bien al borde del campo, porque a mí me gusta el puntero así, usted tiene las características que a mí me gustan en el fútbol». Pero el viejo no sabía que a la hija le estaba gustando alguien, no lo sabía por entonces. Ahí al jugar en el equipo la gente que lo había visto siguiéndola al gimnasio y a la casa y hablando con ella por ahí por esos lugares, la gente cuando él agarraba la pelota la gente gritaba, «Ése es el yerno del viejo Rossi, el entrenador del equipo». Qué joder, ahí el tipo quedó con la sangre en el ojo, «¡Carajo, será posible que ese tipo esté rondando a mi hija! yo no sé nada». Y esto y lo otro. Ahí después que terminó el partido ese día él hizo tres goles, en ese día, fue el crack del equipo mismo ¿verdad? Entonces carajo, ése es el yerno del viejo Rossi, decía toda la mocosada, para joder. Entonces el viejo se fue a enterar, ahí cuando se hizo de noche, después del fútbol y eso, muchos abrazos, y todo el público, la gente toda ahí en el bar se le acercó al mejor jugador, «No sé si viste que la gente me estaba haciendo burla, diciendo que eras mi yerno, y qué sé yo cuánto». El viejo no sabía que el crack ya estaba hablando con la hija hacía tiempo. Ahí fue la oportunidad para decirle, realmente de frente, «Ah… pero su hija ¿cómo es? ¿será por acaso una rubiecita con unos aros de oro como esos de los recién nacidos, bien chiquitos?». El viejo dijo, «Es una rubiecita, que antes tenía el pelo largo, y ahora se lo cortaron». Y él le contestó, «Mire señor, voy a ser franco con usted: yo estoy, yo estoy realmente enamorado de su hija, la quiero con toda el alma, es una excelente muchacha». Se lo dijo al padre, así mismo. Y el padre, «¡Ah, muchas gracias!» y cosas así, le estrechó bien fuerte la mano, ese tipo de cosas, y él no se animó, pero quería darle un abrazo de aquellos de verdad, y un beso muy fuerte en la frente, abrazarlo fuerte al viejo hasta que le crujieran un poco las costillas, aunque el viejo era más fuerte que la mierda, italiano del carajo pero él le dio la mano y el viejo no lo despreció. Todo en orden entonces, «Ya ahora te quedarás en el equipo, y además, ahora tal vez te quedes en el pueblo, si no me equivoco ¿verdad?». Y él dijo, «Hasta me podría quedar, depende de las condiciones», le dijo, «porque me gusta su hija, y usted es uno de los dirigentes del Club», «Quiere decir que no falta nada ¿verdad?», dijo el padre, y él, «¡Ah, perfecto! yo no vine a este pueblo a ganar dinero, quiero jugar al fútbol porque mi padre vive acá, usted es amigo de mi padre, de veras que sí, siempre fue amigo de mi padre ¿no?». Porque el padre de él es el Astolfo, el que trabaja en la chacra, casado con Doña Carminha ¡porque que no vaya a creer lo que dicen! porque él es más blanco dicen que no es hijo del padre verdadero.

—No le hables de eso a mi papá, la gente mayor que nosotros sabe más cosas.

El crack va a hablar de lo que quiera, que ese viejo del carajo no le venga con mierdas que lo va a deshacer a golpes.

—No te enojes así ¿sabías una cosa? yo nunca había visto un muchacho joven tan lindo, y con el pelo tan largo.

Él llegó de Río en el año sesenta y nueve, y en el puto pueblo ninguno se había dejado crecer el pelo todavía.

—El estanciero, el dueño del campo, era el hombre más lindo que yo había visto en mi vida, un hombre sin canas, no usaba el pelo largo, tenía un sombrero blanco de ala ancha.

Pero después ella lo vio a él, en la plaza, él se convirtió en el crack del equipo, el mejor jugador del Club. A ella le empezó a gustar el más joven.

—Sí. Porque el joven se parecía mucho al dueño del campo.

A ella le empezó a gustar el más joven, y ahí basta. Después de aquella tarde, después del partido de fútbol, que todos estaban contentos de la vida, él y el padre de ella, una vez fueron todos juntos a la chacra de unos amigos de los padres de ella, iban todos. Todos a pie por el camino, a la fiesta, a tomar algo, una buena cerveza, pasando por aquellas chacras todas sembradas, aquellos matorrales, él, ella, la madre de ella, toda la familia, el padre, los hermanos, todo el mundo. Era la gran unión familiar ¿verdad? una unión fuera de serie. Es lo que él se acuerda. Eso fue al principio.

—Una vez quisiste venir con mi familia al campo, pero ellos no quisieron.

Él le pidió que ella se dejara crecer otra vez el pelo. De noche por el campo a la fiesta, nada de traje y corbata, en el campo todos de bermuda, o pantaloncito corto, y poca cosa más. Pero era de noche.

—¿Y qué podía pasar?

A él le gustaban mucho, lo volvían loco esas fiestas, pero de noche se ve poco y después la gente se olvida más fácil, porque no vio todo bien claro. Es más difícil de acordarse. Por eso él la llevó al campo una mañana, los dos solos, en la casa ella dijo que iba al colegio.

—Me da miedo el campo, puede haber cobras, mi papá oye si se acerca una.

Él la convenció de que fueran solos, a buscar pajaritos. La quieren los pajaritos, porque ella los trata muy bien ¿verdad? a los de la jaula les coloca mucha comida, entonces cuando los suelta, después de dos semanas, todo en orden, le vuelven a la jaula. Un pajarito sabe cuando lo tratan bien. Y a las plantas también las cuidaba mucho, las regaba, a la mañana temprano y antes de ponerse el sol, porque el sol las había calentado demasiado, y sin agua se iban a secar. Y a ella también le gustaban los caballos, aunque corcovearan, los quería, se los jineteaba, por ahí se daba un buen golpe, y se raspaba un poco la cara. Pero los animales la querían.

—¿Ningún animal era malo conmigo?

Las vacas, no quieren ni a las mujeres ni a los chicos. Ni bien una vaca ve a una mujer la quiere voltear, y después patear. A ella tampoco le gustaban las vacas bravas, veía una vaca y se mandaba a mudar, corría espantada.

—¿Y los animales machos? ¿ninguno era malo conmigo?

Que él se acuerde ninguno. El único animal macho, ahí, era él. Y sí que era malo con ella.

—¿Por qué?

Él se la quería montar, sin lástima. Y la hembra después aunque se arrepienta ya es tarde, le tomó el gusto y está perdida, se queda esperando que el macho vuelva y se la monte otra vez.

—No, no eras malo conmigo, eso no es cierto.

¡Sí que él era malo! ¡carajo! y una vez que a ella le hizo tomar bien el gusto, después la dejaba esperando, porque sabía que ella no tenía más remedio que quedarse ahí esperando, a que él viniese y se la montase, a la hora que él quería. Después de él estar con las otras hembras de él. Él estuvo siempre lleno de hembras ¿está claro? solteras, casadas, lo que quería. Entre ellas no descubrían lo que pasaba, pero descontaban, y él castigaba con aquello, a más no poder, hasta hacerlas saltar de gusto y de dolor.

—Yo no me acuerdo de ese gusto, ni de ese dolor. Pero me acuerdo de que cuando el dueño del campo pasaba por mi casa se sacaba el sombrero para saludar, y entonces yo me quedaba pensando en que eras más lindo todavía que él. Y yo te quería regalar un sombrero para que te lo sacaras al pasar por mi casa, para saludar a toda la familia.

Llevaron un cubrecama, llevaron de todo, almohada, al campo. Para pasar todo el día entre los matorrales ¿verdad? iba a ser algo fuera de serie, nadie los podía ver. Por ahí estaban bien alejados, casi nadie pasaba por ahí. Se entraba ahí entre las matas y nadie los veía más, desaparecían para siempre. Es mucha mata la que hay. Él hasta pasó por ese lugar ahora, la última vez que fue a Cocotá. Ya hacía mucho que estaban de novios, hacía más o menos un año que se la pasaban hablando. Inclusive la madre de ella dijo, esta última vez, «Qué cosa, cuánto tiempo que estuvieron de novios ¿no? a partir del momento que la dejaste y te fuiste del pueblo todo cambió en esta casa». La madre le contó que todo cambió después que él desapareció, para ellas ¿verdad? La madre ya no pasea más, no sale a la calle, se queda encerrada vigilando a la hija. Porque la hija hace lo mismo, ingresó a la iglesia ahora, está siempre en la iglesia, ese tipo de cosas ¿está claro? Rezando para que no le dé el ataque, y ahí empieza a clavarle las uñas a la pared, de los nervios. No sale más, no va al baile, no va a las fiestas, no va a nada más.

—Pero aquel día fui al campo, en vez de ir al colegio ¿verdad? ¿o no?

Estuvieron todo el día juntos, pronto se iba a hacer de noche, echados en el pasto. Fue lo siguiente: más temprano habían peleado, y él le dijo que si no le daba lo que él le pedía nunca más la iba a volver a ver, ella estaba entre la espada y la pared, «¿Cómo va a ser?», quería saber ella, y él le dijo, «Yo te explico». Y la fue abriendo despacito, porque aquél era un carocito duro.

—¿Fue ahí que sucedió por fin, entre los matorrales?

¡Puta que lo parió! no fue blando, no, él mismo se lastimó, y la lastimó a ella. Allá entre los matorrales. Ahí después pararon. Ahí unos cinco días después empezaron de nuevo, siempre a campo abierto.

—Pero la primera vez ¿fue ahí en el campo?

Él la convenció de que fueran al campo solos ¡después de una espera del carajo, me cago en la suerte! por primera vez ¿no? En la casa ella dijo que iba al colegio, como todas las mañanas.

—¿Adónde es que vamos? ¿cómo va a ser ese dolor? no sé cómo es.

Él le dijo, «Allá yo te explico, vas a poder cortar muchas flores». ¡Cómo le gustaban las flores! rosas, margaritas, dalias, y la flor del girasol, cuanto más grande el girasol más le gustaba.

—¿Yo qué hacía con las flores?

Generalmente ella las colocaba en una jarra, encima de la mesa, en la cabecera de la cama también se imagina él, al lado de la televisión. Ella le preguntó a él, «¿Por qué será que a mí me gustan tanto?». Y él, «Yo nunca supe, ésos son misterios de la mujer, la mujer generalmente gusta de ese tipo de cosas, como las flores».

—¿Por qué les gustan más a las mujeres que a los hombres?

Son lindas, la gente pasa y ve unas plantas y dice, «¡Qué bien están creciendo esas plantas, y dan flor!». Generalmente las cosas andan bien entonces, todo el mundo queda contento y sigue caminando, los enemigos son el picaflor y las abejas. La abeja generalmente abre las flores para sacar la miel, el picaflor lo mismo. Se come a la flor, se la monta bien montada. Le chupa el jugo. La flor muere, si iba a durar, diez días va a durar tres o cuatro ¿verdad? en términos generales, se chupan la flor y le comen todo. Amigos de las flores son el sol, un poco a la mañana, y el agua. Si es flor de una planta casera las mujeres son las que le dan agua todos los días. Si es una flor de los matorrales, tiene que esperar el rocío de la madrugada ¿verdad? El automóvil de él, cuando lo tenía, amanecía así todo mojado, de ese rocío de la madrugada.