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CARTAS DEL REY JOSÉ INTERCEPTADAS, Y PUBLICADAS EN CÁDIZ EN LA GACETA DE LA REGENCIA
1.ª
A su hermano el emperador Napoleón.
Madrid, 23 de marzo de 1812.
Señor: Cuando pronto hará un año pedí a V. M. su parecer acerca de mi vuelta a España, V. M. quiso que volviese, y en ella estoy. V. M. tuvo la bondad de decirme que en todo trance siempre estaba a tiempo de dejarla si no se realizaban las esperanzas que se habían concebido, y que en este caso V. M. me aseguraría un asilo en el Mediodía del imperio, donde yo podría repartir mi vida con Mortefontaine.
Señor: Los sucesos no han correspondido a mis esperanzas: no he hecho bien ninguno, ni tengo esperanza de hacerlo. Suplico pues a V. M. que me permita deponer en sus manos los derechos que se dignó transmitirme a la corona de España hace cuatro años. Nunca he tenido otro objeto en aceptar la corona de este país que la felicidad de esta vasta monarquía; no está en mi mano el realizarla.
Pido a V. M. que me reciba benignamente en el número de sus súbditos, y que crea que nunca tendrá servidor más fiel que el amigo que le había dado la naturaleza.—De V. M. I. y R.—Señor.—Afecto hermano, JOSÉ.
2.ª
A su mujer la Reina.
Madrid, 23 de marzo de 1812.
Mi querida amiga: Debes entregar la carta que te envío para el emperador, si se verifica el decreto de reunión y se publica en las gacetas.—En cualquiera otro caso aguardarás mi respuesta.—Si llega el caso de que entregues la carta, me enviarás por un correo la respuesta del emperador y los pasaportes.
Devuélveme a Remí, que me da bastante cuidado. Si me envían fondos, ¿porqué tardan tanto con los convoyes y no servirse de la estafeta para enviarme libramientos del tesoro público?—Te abrazo a ti y a mis hijas.
P. D. Si sabes que Mr. Mollién no me ha enviado dinero después de las 500,000 libras que ya he recibido correspondientes a enero, cuando tú recibas esta carta entrega al emperador mi renuncia. Nadie está obligado a lo que es absolutamente imposible. He aquí el estado de mi tesoro.
3.ª
A la misma.
Madrid, 23 de marzo de 1812.
Mi querida amiga: Mr. Deslandes, que te entregará esta carta, te referirá todas las particularidades que podrás desear acerca de mi situación; voy a hablarte de ella yo mismo, para que puedas darla a conocer al emperador y que él tome un partido, sea el que fuere: todos me acomodan para salir de mi situación actual.
1.º Si el emperador tiene guerra con Rusia, y me cree útil aquí, me quedo, con el mando general y la administración general. Si tiene guerra, y no me da el mando ni me deja la administración del país, deseo volverme a Francia.
2.º Si no se verifica la guerra con Rusia, y el emperador me da el mando o no me lo da, también me quedo, mientras no se exija de mí cosa alguna que pueda hacer creer que consiento en el desmembramiento de la monarquía, y se me dejen bastantes tropas y territorio, y se me envíe el millón de préstamo mensual que se me ha prometido. En este estado aguardaré mientras pueda, pues considero mi honor tan interesado en no dejar la España con sobrada ligereza, como en dejarla luego que durante la guerra con Inglaterra se exijan de mí sacrificios que no puedo ni debo hacer sino a la paz general, para el bien de España, de Francia y de Europa. Un decreto de reunión del Ebro que me llegase de improviso, me haría ponerme en camino al día siguiente.
Si el emperador difiere sus proyectos hasta la paz, que me dé los medios de existir durante la guerra.
Si el emperador se inclina a que me vaya, o a una de las medidas que me harían irme, me interesa volver a Francia en paz con él y con su sincero y absoluto consentimiento. Confieso que la razón me dicta este partido tan conforme a la situación de este desgraciado país, si nada puedo hacer por él, tan conforme a mis relaciones domésticas, que no me han dado un hijo varón, etc. En este caso, deseo que el emperador me dé una posesión en Toscana o en el Mediodía, a 300 leguas de París, donde yo contaría pasar una parte del año, y la otra en Mortefontaine. Los sucesos y una posición falsa, como en la que yo me encuentro, tan opuesta a la rectitud y lealtad de mi carácter, han debilitado mucho mi salud; voy entrando también en edad, y así solo el honor y el deber me puede retener aquí; mis gustos me echan, a menos que el emperador no se explique de diferente manera que lo ha hecho hasta ahora.—Te abrazo a ti y a mis hijas.