Prólogo
El mundo al revés
Muy por encima del golfo de Salerno, a unos ochenta kilómetros al sur de Nápoles se encuentra la ciudad medieval de Ravello. Desde allí, en un punto aún más elevado y al final de dos carreteras serpenteantes hay un lugar de fantasía que parece flotar en el cielo: un palacio milagroso, ahora llamado Villa Cimbrone, que responde a nuestra necesidad humana de creer en la magia.
Sobre la belleza natural y extraordinaria de Villa Cimbrone se han inventado algunas insólitas historias para entretener y a veces desconcertar a los visitantes. Durante cien años el lugar ha ofrecido consuelo, evasión, entretenimiento y ensueños a quienes lo han visitado. Las leyendas que lo rodean afirman que varios famosos se ahogaron allí, pero se trata solo de habladurías. Existen, eso sí, nombres olvidados de individuos desconocidos que todavía hoy siguen hechizando los jardines y las terrazas. No todas las personas de las que habla el libro vinieron a Cimbrone: una de ellas murió prematuramente antes de que su marido, en su huida de Inglaterra para escapar de sus acreedores, la comprara. Otra, que se comprometió con ese mismo viudo pero no se casó con él por extrañas razones, tampoco llegó nunca a Cimbrone, vivió hasta una avanzada edad y sufrió el abandono y la falta de hogar. Tal vez para ellas el palacio representara la promesa de una felicidad interrumpida o negada.
Para las dos mujeres a las que he dedicado este libro, con quienes estuve en Villa Cimbrone, tenía una influencia igualmente poderosa; una asegura que acrecienta en ella la búsqueda del amor pero que, por otro lado, le deja la sensación de estar incompleta, anulada. La otra piensa en ese lugar como un recinto sagrado en el que puede homenajear a una mujer fallecida a la que ha amado a pesar de no haberla conocido nunca.
Cimbrone es como el escenario de una fábula o de un cuento de hadas, parece darle a las personas lo que desean o lo que creen desear. Pero las plegarias atendidas suelen provocar situaciones irónicas. El aristócrata inglés que tenía la intención de pasar unos últimos años de ensueño en aquel lugar nunca llegó a Cimbrone, pero sí sus cenizas, que están enterradas bajo el suelo de piedra de su templo. Su hija ilegítima, que pasó por Cimbrone pero solo una vez y para encontrarse con la mujer a la que amaba, escribió más tarde una novela en la que ponía de manifiesto el escaso atractivo que tenía la cultura italiana para ciertos expatriados como aquel padre al que ni siquiera se molesta en mencionar.
Las personas más conocidas que aparecen en este libro, gente que ha ocupado puestos importantes en política, arte, literatura —como el barón Randolph Churchill, Auguste Rodin, D. H. Lawrence, E. M. Forster—; o los banqueros y parlamentarios de principios del siglo XX que también pasaron por allí (todos hombres) tienen papeles secundarios en este estudio si se los compara con las aparentemente «vidas menores» (todas mujeres). Son ellas (la amante del barón Grimthorpe y del Príncipe de Gales, la novia abandonada del barón Grimthorpe que luego llegó a ser una de las modelos favoritas de Rodin, una norteamericana joven y rica que se convirtió en miembro de la familia Grimthorpe y murió al dar a luz una heredera, y las presuntas hijas ilegítimas de los Grimthorpe) quienes se han transformado en mis personajes principales. A diferencia de los hombres, no tuvieron profesiones fijas y sus vidas estuvieron expuestas y fueron vulnerables. Vivieron bajo la sombra de la aristocracia inglesa, pero su estatus privilegiado no les evitó sufrir privaciones y dramas que habrían llamado más la atención en otras clases sociales, y por si fuera poco impulsaron los movimientos feministas.
Temáticamente, este libro constituye el tercer y último volumen de una serie que comenzó con Basil Street Blues —las memorias de mis años en la escuela, en el ejército (durante el servicio militar) y como pasante que jamás terminó su capacitación—. En aquel libro se registraba el imprevisible camino que había tomado hasta convertirme en un biógrafo. Decidí que si nadie me daba trabajo, lo mejor era dármelo a mí mismo. El segundo volumen, Mosaic, se convirtió en un experimento sobre dos formas distintas de rescate: el que se produce a través de la memoria y el que se produce a través de la investigación. En mi caso los dos estaban relacionados entre sí, ya que intenté rescatar la historia de la perversa mujer de mi abuelo, por un lado, y una intensa historia de amor de mi juventud por otro. En ambos libros se mezcla la biografía con la autobiografía y, al mismo tiempo que trato de desarrollar esos temas, persigo también mi propia invisibilidad. Se trata de las confesiones de un biógrafo esquivo.
Hice dos viajes a Villa Cimbrone. En el primero, como no encontré lo que buscaba, se desvaneció la idea del libro que pretendía escribir. En el segundo viaje, siete días más tarde, la reencontré aunque de forma diferente. El resultado es este libro y su semilla fue plantada en mí, sin que yo lo supiera, mucho tiempo atrás, durante una visita al Victoria and Albert Museum de Londres.