APÉNDICE

UNA vez concluida la redacción de este libro, ocurrieron una serie de acontecimientos y recibí algunas respuestas que me parece oportuno reseñar, ya que son significativos y considero interesante su inclusión en el mismo volumen.

Crítica de Andrea al libro

Apenas había concluido la parte descriptiva que se encontraba aún en forma de manuscrito. No se la había enseñado todavía a nadie, ni siquiera a mi mujer o a mi familia, ni a mi secretaria que debía mecanografiarla y mucho menos aún a la Sra. Anita, que vive fuera de Trieste. Llamé a ésta última y le rogué que preguntara a mi hijo si le parecía bien la composición dada al libro. Andrea, tras decir que la concepción de la obra era correcta, añadió: «Perdona papá, pero ¿tenías que incluir en el capitulo que me concierne tantos elogios sobre mis estudios y mi moralidad?» Añadiendo: «Este es el único punto que no me gusta y pienso que no interesa al lector. Por lo demás bravo. Gracias papá».

La Sra. Anita desconocía, por completo, como estaba concebida la obra y tampoco sabía que yo había dedicado un capítulo a la figura de Andrea. Con mayor motivo ignoraba, pues, lo que yo había escrito sobre él.

El lector habrá podido darse cuenta de que en páginas precedentes yo ya señalaba que si Andrea hubiera estado vivo habría desaprobado, dada su natural humildad, que yo le alabase públicamente.

Este hecho confirma una vez más la total coherencia entre las respuestas recibidas y el carácter de mi querido Andrea.

Entre Crispino y Saturnino

Una vez concluido el libro y mientras gestionaba su publicación, me pidieron que participara en una serie de emisiones de la primera cadena de la RAI-TV dedicadas a la parapsicología. Acepté porque, evidentemente, era necesario dar a conocer el mensaje. Fue entonces cuando pedí a la Sra. Anita que hiciera la siguiente pregunta a Andrea: «Queridísimo hijo mío, me hallo en un estado de gran incertidumbre. No sé si hacer coincidir la aparición del libro con la emisión de televisión o esperar hasta el próximo otoño, a fin de que ya se haya oído hablar de tus mensajes en distintas ocasiones y tener así tiempo de pulir un poco más la obra y coordinar bien los detalles de su difusión. ¿Cuál es tu opinión?»

Respuesta: «Si papá: el libro saldrá en otoño y quizás coincidirá con otro hecho análogo a éste. Te ruego que no te crees problemas no te pongas en estado de ansiedad porque de cualquier forma todo sucederá como ya está establecido. Tu eres un peón de la Luz Infinita. Te quiero mucho Andrea».

Pregunté de nuevo: «En tu última respuesta me dices que en otoño tu libro coincidirá con un hecho análogo. ¿Crees que será positivo o un inconveniente? En el segundo caso, ¿no sería mejor publicarlo a primeros de octubre a fin de anticipamos?»

La respuesta fue: «Ciertamente que sería un bien. Cuantos más testimonios haya sobre la existencia del más allá mejor es. El momento justo debe ser entre Crispino y Saturnino. Besos Andrea».

Ante esta respuesta tanto la Sra. Anita como yo quedamos muy sorprendidos. Supuse que debía referirse a los astros. Pensé en Saturno, pero, que yo supiera, no había ninguno llamado Saturnino y menos aún Crispino.

Planteé pues una nueva pregunta para que la Sra. Anita la formulara: «Queridísimo hijo, gracias de todo corazón por tu reciente respuesta, pero te ruego que me expliques que significa: entre Crispino y Saturnino, dado que estos dos nombres no significan nada para mi». He aquí la respuesta: «Tienes razón perdona: últimos de octubre, últimos de noviembre. Mira el calendario». Miré el de mi agenda y vi: 25 de octubre: San Crispino, 29 de Noviembre: San Saturnino.

Doy mi palabra del modo más absoluto de que ni la Sra. Anita ni yo, como creo que la mayoría de italianos, no teníamos la menor idea de que a finales de octubre existiese un San Crispino y a finales de noviembre un San Saturnino.

Respuestas de este tipo demuestran que la entidad que mueve el rotulador nada tiene que ver con la médium. Considero además que esta respuesta constituye uno de los signos que la Luz Infinita concede, como nos había dicho anteriormente mi hijo en uno de sus mensajes, para que los vivos puedan darse cuenta de la verdad y la autenticidad de esta extraordinaria comunicación.

Extraordinaria coincidencia

Otro dato que creo debe ser conocido y que me parece significativo, pues demuestra que los mensajes que recibo presuponen un conocimiento de la situación completamente ignorado por la Sra. Anita y por mi, es el que sigue:

Como he referido en páginas anteriores, el consejo de mi hijo de ponerme en contacto con la Dra. Paola Giovetti, a quien yo no conocía en absoluto por aquel entonces, data de enero de

1984. Mi primer contacto con ella fue en noviembre de aquel mismo año. Únicamente a mitad de junio de 1985 tuve ocasión de comprar el libro «Parapsicología y supervivencia», obra de diversos autores, recopilada por Paola Giovetti y editada por la «Mediterranee» a finales de 1984. Fue así como descubrí que en él Paola había recogido y coordinado los ensayos de varios expertos en diversos sectores de la parapsicología, con el fin de abordar el tema de la supervivencia del alma a la muerte corporal a través de diversos campos de investigación. Comprendí que mi hijo, en el marco de su misión, cuyo fin era demostrar la supervivencia del alma al cuerpo, me había dirigido a esta estudiosa de la parapsicología que se había fijado su misma meta a través de la publicación, entre otros, del citado volumen. Este libro había sido publicado unos diez meses después de que mi hijo me dijera por primera vez que me pusiera en contacto con ella y antes de que yo lo hiciera.

Mensaje durante la retransmisión de la RAI

Fueron muchísimas las personas que, tras la emisión de la primera cadena de la RAI-TV en la que intervinimos la Sra. Anita y yo, me solicitaron tener conocimiento del texto íntegro del mensaje recibido en aquella ocasión, ya que la secuencia fue cortada antes de que la Sra. Anita terminara de recibirlo. Por ello, deseo ponerlo en conocimiento de todos los interesados, tanto para corresponder a su deseo como por el interés intrínseco del propio mensaje.

La pregunta planteada a la Sra. Anita fue la siguiente: «Tu padre te pregunta si tienes algo que decirle a él o al público»

La respuesta fue: «Papá, perdona, pero debo dirigirme a los demás, en especial a los sordos que no quieren oír: Quien siembre el mal recogerá el mal, quien siembre el bien recogerá el bien».

Apenas terminada la transmisión, hice que la Srta. Anita le preguntara el significado del dibujo que acompañaba al mensaje en cuestión. Su respuesta fue: «Papá, como viste el tiempo era limitado. El dibujo muestra el ojo de Quien lo sabe y lo ve todo, la Luz Infinita. Andrea».

Este mensaje me pareció muy adecuado a la situación, estando como estaba destinado a todo el público de la sala y a los telespectadores. Reclama la atención de todo el mundo, especialmente de los «alejados», sobre el juicio de Dios acerca de sus obras, no bajo el aspecto punitivo sino como consecuencia lógica del propio comportamiento.

El caso «Sra. Anita»

Es necesario señalar que las particulares características de la actividad de la Sra. Anita habían tenido un gran reconocimiento. La RAI le pidió que hiciera una demostración de su particular forma de recibir los mensajes, ya que el método que ella utiliza es distinto a todos los conocidos en el ámbito de la escritura automática. Quiero subrayar que, siguiendo sus principios, se negó a aceptar ningún tipo de compensación económica, ni a ganar ninguna notoriedad, ya que puso como condición indispensable que la filmaran de espaldas a fin de no ser reconocida.

Aquellas personas que adoptaron una posición crítica ante el citado programa de televisión dijeron que los hechos paranormales no son creíbles más que si son susceptibles de ser repetidos en condiciones de laboratorio. Debo señalar, que tales críticas no son, en absoluto, aplicables a la actividad de la Sra. Anita. Como ya demostró la emisión televisiva, Anita puede dar, ante todo el mundo, pruebas de su actividad paranormal y está dispuesta a hacerlo en cualquier sede científica y bajo cualquier control, siempre que las preguntas sean hechas a mi hijo, en el marco de su misión y conservando su total anonimato.

En guardia ante las experiencias mediúnmicas

Considero necesario referir algunas respuestas y un hecho grave que da testimonio de la gran delicadeza con que hay que tratar las comunicaciones mediúmnicas y de la necesidad de actuar con la máxima cautela al respecto.

Ante todo, deseo puntualizar que, en previsión de mi intervención en la televisión, pregunté a Andrea como comportarme frente a las eventuales preguntas del público. El me dio dos indicaciones que, en principio, me parecieron muy interesantes:

a) que únicamente debíamos llamarle a él, incluso en el caso de preguntas hechas por el público, ya que «no debe convertirse en la típica reunión espiritista».

b) que él no podría intervenir entre los vivos y almas que no conocía.

En otras palabras, con estas afirmaciones estipuló dos limitaciones a su intervención, dejando claro que estaba facultado para dar respuestas referidas concretamente a su misión, pero que quedaba excluido que tal posibilidad se ampliase para otros fines.

A continuación quiero referir un hecho muy significativo y que debe ser considerado como una seria advertencia, a saber:

Una señora de la provincia de Treviso que vio durante la retransmisión televisiva el sistema utilizado por la Sra. Anita para recibir los mensajes, intentó conseguir, durante varios días, un resultado análogo a través de la escritura automática. Tras varias tentativas, caracterizadas por la obtención de resultados parciales y nada claros, invocó a su suegra, con la cual, en vida, había tenido una relación de profunda hostilidad, haciéndole preguntas provocativas referentes a la herencia. Empezó a manifestar signos extraños como si estuviera poseída por espíritus malignos. El comportamiento de la madre se extendió a las hijas, una de veinte y otra de quince años. El rotulador se le quedaba adherido a la mano y debía realizar grandes esfuerzos para desprenderlo. A pesar de ello, sentía una imperiosa necesidad de volver a cogerlo. Todas las tentativas para devolver la tranquilidad a la madre y a las hijas resultaron infructuosas, tanto que la familia telefoneó a la RAI para pedir consejo. Allí les indicaron que se dirigieran al médico triestino Dr. Giovanni Mongiovi, con quien se pusieron en contacto telefónico inmediatamente. El doctor se acercó a Treviso y en cuanto las vio se dió cuenta de que no se trataba de una crisis de características histéricas o neuróticas sino de una auténtica posesión por parte de fuerzas malignas. En consecuencia, les aconsejó que alejaran a las muchachas de la casa a fin de que las fuerzas malignas no se concentraran y les recomendó que llamaran a un sacerdote.

Pocos días después, la hija mayor pidió ser recibida por el Dr. Mongiovi en Trieste. Apenas la vieron, el médico y la enfermera quedaron impresionados por su aspecto, de una extraordinaria fealdad. A la espera de visitarla, el doctor la instaló en una sala en la que no había nadie más y le dio a beber un vaso de agua en el que había puesto unas gotas de agua bendita procedente de Medjugorje, donde, como ya he mencionado anteriormente, unos jóvenes afirmaban, desde hacía cuatro años, que se les aparecía la Virgen.

Apenas terminada de beber el agua empezó a encolerizarse, a contorsionarse de una forma increíble y a vociferar con una voz inhumana, mientras por la boca, nariz y orejas le salía sangre. La lengua -cuya longitud era desproporcionada- le colgaba fuera de la boca, llegándole casi al pecho.

Cuando por fin se calmó se quedó dormida. Al despertar, tenía un aspecto completamente diferente, dulce y bello, que nada tenía que ver con el que presentaba cuando había llegado.

Todo cuanto acabo de relatar me ha sido referido textualmente por el Dr. Mongiovi, a quien remití esta descripción de los hechos para su aprobación.

El mismo médico me refirió también que, algunos días después de este episodio, unos familiares le llevaron las dos jóvenes a un pueblo de veraneo al que él había ido a pasar el fin de semana. Allí tuvo de nuevo ocasión de asistir a una escena aterradora.

Las muchachas pernoctaron en el mismo hotel en el que él estaba alojado, en previsión de ir al día siguiente a Oderzo para pedir consejo a un sacerdote. Antes de acostarse, el médico había cerrado la ventana herméticamente y la puerta con llave. Las muchachas tenían una habitación en la misma planta, frente a la suya. Hacia las dos de la madrugada, el doctor se despertó a causa de unos gritos. Al poco, vio la ventana, que él había cerrado bien, abrirse y cerrarse sola, la puerta del armario abrirse y el cajón del mismo salir y entrar. Las jóvenes, en su habitación, gritaban desaforadamente como unas posesas, hasta el extremo de que todos los huéspedes del hotel salieron asustados de sus habitaciones.

A petición del propietario y de los demás huéspedes, a las 3,30 h. de la madrugada el médico tuvo que llevarlas a su casa, que distaba de allí una decena de kilómetros.

He querido -repito- referir este hecho porque confirma lo anteriormente explicado respecto a lo delicado de la cuestión. Y, de forma especial también, el mensaje en el que mi hijo dice que la Luz Infinita permite que sean dados signos particulares, como ha sucedido en su caso, cuando se trata de comunicaciones deseadas por la propia Luz Infinita.

El hecho de que sucediera el terrorífico episodio que acabo de describir puede considerarse como una oportuna coincidencia, por no decir una clara advertencia, para que el lector de este libro no caiga en la tentación de querer evocar entidades que no puede ni conocer, ni controlar.

También aparece como una casualidad muy significativa la circunstancia de que un hecho acaecido en Treviso fuese tratado por un médico de Trieste, por más señas conocido mío, de modo que pude ser informado del caso pudiendo dar noticia del mismo.

Por otra parte, si, como el Dr. Mongiovi afirma con total certeza, las tres mujeres estaban poseídas por entidades negativas, se confirma, una vez más, que nuestro mundo no está únicamente formado por materia sino también por otras entidades espirituales que pueden proceder de Dios o del demonio, exactamente tal y como nos advierte ya San Juan en la anteriormente citada Epístola I, cap. 4, versículos 1-4, en la que dice: «Queridos, no creáis a cualquier espíritu, probadlos para saber si proceden de Dios, porque muchos falsos profetas han venido al mundo».

Aclaraciones de Andrea

Tengo que confesar que, releyendo los procesos verbales con las respuestas de Andrea, éstas me parecieron, en dos puntos, contradictorias. Con el deseo de aclararlas, tanto para mi como para los lectores en quienes pudieran surgir interrogantes análogos, quise consultar con mi hijo para saber cual podía ser la explicación.

Las consultas fueron:

Como consecuencia de la búsqueda en el Po, la mañana del día 29 de marzo de 1983, Andrea, tras indicar que los buceadores estaban cerca de su cuerpo y que no debían renunciar, añadió: «Papá ayúdame». Tal afirmación me parecía contradictoria respecto a las hechas precedentemente, en las que decía que la recuperación del cuerpo no tenía ninguna importancia para él ya que lo importante es el alma y que si se preocupaba en ayudamos era únicamente porque nosotros lo deseábamos ardientemente.

Planteada la cuestión a Andrea respondió: «Querido papá, invoqué tu ayuda para atenuar vuestro dolor ante el fracaso de la búsqueda. Sentía que mamá, sufriendo, se alejaba de todo lo que se refería a mi misión y tenía miedo de que también tu abandonaras».

Debo confesar que las observaciones contenidas en esta respuesta son extremadamente exactas y demuestran un profundísimo conocimiento de nuestros corazones y de nuestros más recónditos sentimientos.

En efecto, tras los resultados negativos de aquel primer intento al que nos habíamos lanzado con tanto entusiasmo, sentimos, tanto mi mujer como yo, pero especialmente ella, un gran desaliento. La invocación de Andrea, dirigida personalmente a mi, me movió, indudable y decisivamente, a continuar adelante y a no abandonar. Mi mujer me siguió.

La segunda cuestión que me planteaba era la siguiente:

Anteriormente, ya he referido que, durante la búsqueda en el Po, recibí mensajes de otras personas aparte de los de la Sra. Anita. Mensajes que venían a confirmar la misión de Andrea tal y como él nos la había indicado. En su momento, le pregunté si aquellos mensajes eran o no suyos. Algunos los rechazó, otros los confirmó total o parcialmente y añadió que se consideraba afortunado de poder tener tantos intermediarios para comunicarse con nosotros.

Desde mi punto de vista, estas afirmaciones estaban ligeramente en contraposición con las efectuadas el 24 de junio de 1985. En aquella ocasión (tal y como puede apreciarse en las actas reproducidas en el capítulo «Documentos»), al preguntarle si procedían de él ciertos mensajes recibidos por una señora de Monfalcone en su nombre los había rechazado diciendo: «No tengo necesidad de inmiscuirme». Así, pues, le pedí una explicación a esa aparente contradicción.

Su respuesta fue: «Papá, con aquellas palabras intentaba decir que para mi misión no necesito de otros intermediarios. Por el contrario al principio cuantos más intermediarios tenía mejor porque en aquella época tu no parecías demasiado convencido. Me comprendes papá».

Una vez más, la explicación implica un impresionante conocimiento de mi auténtica y real situación psicológica, ya que, en efecto, como se desprende de todo lo precedentemente expuesto, cuando él se felicitaba por el hecho de tener varios intermediarios para contactar con nosotros a mi me embargaba una gran incertidumbre y estaba condicionado por un exceso de prejuicios racionalistas sobre el tema. El que otras fuentes me confirmaran la misión de Andrea, aparte de la Sra. Anita, fue para mi, indudablemente, un elemento positivo que colaboró a convencerme de que debía seguir. Prueba de ello es que, al escribir este libro, he dedicado todo un apartado a tal afluencia de mensajes ya que contribuyeron a mi convencimiento y decisión de seguir adelante.

Indudablemente, también es cierto que, en el momento actual, ya no me es necesaria dicha confluencia.

Sorprendentes resultados

Antes de finalizar este apéndice, considero oportuno informar que tras la escasa información dada sobre el caso de mi hijo en el programa de la RAI anteriormente mencionado, y después de la publicación de un precioso artículo en «II Piccolo» de Trieste, en la misma época, escrito por un conocido periodista, llegaron a mi conocimiento una serie de resultados espirituales positivos, como el caso de una persona con estudios superiores, muy notoria en nuestra ciudad, que hallándose a punto de suicidarse decidió no hacerlo tras leer el mencionado artículo de «II Piccolo» al que seguía una entrevista conmigo. Creo que merece ser tenido en cuenta que, sin ningún tipo de iniciativa por mi parte, el caso de mi hijo fue transmitido en uno de los principales programas de la primera cadena de la RAI, que fue publicado en la tercera página del periódico local y que se le consagró el conocido programa radiofónico «Telefonata» del Dr. Piero Cimatti del día 7 de agosto de 1985.

A título de comentario y, obviamente, con todas las reservas, cito también el caso de la Sra. P. R. de Trieste que me llamó por teléfono a última hora de la tarde del 4 de julio de 1985.

En un tono de gran convicción me comunicó que su marido se había salvado de una situación extremadamente peligrosa gracias a la intervención de Andrea. En una conversación posterior sostenida con ella y su marido M. R., me informaron de que éste, taxista de profesión, había llevado a unos gitanos hasta las cercanías de Turín, encontrándose en una situación muy peligrosa, de la que se salvó gracias a una providencial e inesperada intervención de dos policías y a la ayuda completamente desinteresada de algunas personas desconocidas.

La convicción de la mujer de que su marido se había salvado gracias a Andrea se debía a la circunstancia de que, durante el largo periodo en que éste había estado en peligro, ella había percibido, en la mente y en el corazón, la insistente presencia de Andrea y tenido la certeza de que él estaba ayudando a su marido. Además, estaba el hecho de que éste hubiera regresado de Turín conduciendo en perfectas condiciones físicas tras las emociones sufridas y haber pasado unas cuarenta y ocho horas sin prácticamente descansar ni pegar ojo.

Pregunté a Andrea si había tenido algo que ver en el asunto a través de la Sra. Anita. Su respuesta fue: «Si, en estos casos, dentro de lo posible, tenemos la facultad de ayudar a aquellos que viven un hecho análogo al nuestro. La persona ayudada debe en agradecimiento rezar por todos aquellos que lo necesitan».

He citado el hecho porque creo que, prescindiendo de la valoración que cada uno pueda darle, es indicativo del beneficioso efecto que puede llegar a tener el conocimiento del caso de Andrea descrito en este libro y cuyo contenido anticipó el periodista en el artículo que publicó «II Piccolo».

Para finalizar, quiero señalar el espontáneo e inesperado ofrecimiento de la Sra. A. T. de traducir el libro, gratuitamente, al servo-croata.

Termino con este caso y con las palabras de Andrea, al que pregunté si tenía algo que sugerirme en relación a tal traducción: «Papá, no sirve ninguna sugerencia. COMO HABRAS APRECIADO TODO ESTA PREDISPUESTO. LOS HECHOS Y LAS PERSONAS ESTAN UNIDOS COMO EN UNA ESPIRAL: ARRIBA, SIEMPRE MAS ARRIBA, HASTA ALCANZAR LA META FIJADA. MIENTRAS SOLO PUEDO DECIR GRACIAS A TODOS. ANDREA».

Trieste, 18 de agosto de 1985.