INGLATERRA

VERDADERO EXAMEN

Después del diploma de Secundaria Inferior viajé a Inglaterra. Tenía 15 años. Primero trabajé con un campesino, en Canterbury. Luego con un vinatero, en Londres.

En nuestra escuela ir al extranjero equivale a los exámenes de ustedes. Pero es examen y enseñanza al mismo tiempo. Es someter la cultura a la prueba de la vida.

En fin, es un examen más severo que el de ustedes, pero por lo menos no se pierde tiempo con cosas muertas.

SUEZ

Aprobé bien ese examen nuestro. Volví a mi casa vivo y además traje plata. Pero sobre todo volví lleno de cosas que había entendido y que podía contar.

Antes que yo, en mi casa solo mi tío Renato había estado en el extranjero. En Etiopía, durante la guerra. Cuando yo era chiquito, apenas supe algo de geografía le pedí que me contara algo sobre el Canal de Suez. No se había dado cuenta que lo había cruzado.

PACIFISTA

Pero a mi ustedes no me van a mandar al extranjero para matar campesinos. Yo estuve en sus casas. Había un muchacho de mi edad. Una hija más chica. Tienen un establo como el de nosotros, cosechan papas y sudan trabajo. ¿Por qué tendría que matarlos?

Usted me es más extranjera. Pero estése tranquila: lamentablemente me educaron pacifista.

COCKNEY

En Londres viven peor que en el campo. Estábamos en los subterráneos de la City descargando camiones. Mis compañeros de trabajo eran ingleses y no sabían escribir una carta en inglés. A menudo le pedían a Dick que se la escribiera. Dick algunas veces me pedía un consejo a mí, que había estudiado con los discos. El tampoco habla más que cockney.

A cinco metros sobre nuestras cabezas estaban los que hablan «el inglés de la reina».

El cockney no es muy distinto, pero quien lo habla está marcado. En las escuelas inglesas no eliminan. Ponen en escuelas de menor calidad. Así los pobres, en sus escuelas, se perfeccionan en hablar mal. Los ricos, en hablar bien. Por la pronunciación se entiende cuánto dinero tiene uno y cuál es el oficio del padre. En caso de revolución se destriparán todos fácilmente.

CONTRA UNA PARED

Cuando volví a Italia ni me acordaba que había sido tímido. Comunicarse en otro idioma, pelearse con el patrón y con los monárquicos, defenderse de los racistas y de los maricas, ahorrar, decidir, comer cosas raras, esperar el correo, extrañar y tragar. Me parecía que ya lo había experimentado todo y que había ganado.

Solo me faltaba conocer de cerca la escuela de ustedes. Ahora ya lo experimenté. Fue como si me estrellara contra una pared.

USTEDES O NOSOTROS

Sin embargo mis compañeros se abrieron paso por todas partes. Algunos ya son sindicalistas a tiempo completo y les va bien. Otros están en Florencia en las fábricas y no se dejan amedrentar por nadie. Trabajan en los sindicatos, en los partidos y en las administraciones municipales.

Hasta a esos dos que fueron al Instituto Técnico les va bien. Adelantan como gustavitos.

Nuestra cultura se sostiene dondequiera que haya una vida verdadera. En el Normal no sirve.

Vamos a ver que pasó. O ustedes o nosotros. Uno de los dos está fuera de camino.

HORARIO

Para ir a Florencia me levantaba a las cinco. En moto hasta Vicchio, después en ferrocarril. Resulta difícil estudiar en el tren: medio dormido, con tanta gente y tanto griterío.

A las ocho estaba frente al portal del Instituto, esperando que llegaran los que se habían levantado a la siete. Cuatro horas por día de desventaja.

CALENDARIO

Yo estaba ahí el primero de octubre. Usted no. Nos dijeron que volviéramos a las seis. En el «Leonardo» dijeron que volvieran a la una.

La responsable del retraso era una mezcla de santos y haraganes. Hasta San Francisco les sirve de excusa para robarles otro día de enseñanza a los pobres. Después de cuatro meses de abandono.

No entendí bien si los haraganes son la gente del Instituto, de la superintendencia o del ministerio. Lo cierto es que es gente pagada trece meses por año.

Si a un obrero le registran cinco minutos de retraso le descuentan media hora. Si le pasa a menudo, pierde el puesto.

Los ferrocarriles son tan del Estado como ustedes, pero funcionan. Al cruzar un paso a nivel vamos tranquilos. El guardavía está en su puesto de trabajo. En verano, en invierno, de día y de noche. Cuando falta uno, aún por una sola vez, sale en el diario. No nos cuenta historia sobre la graduación, los suplentes o el dolor de barriga del hijo. Va a la cárcel.

¿Por qué solo a ustedes les da por hacerse los especiales?

Tal vez al patrón le interesa que el tren funcione mejor que la enseñanza. Su hijo tiene la enseñanza en la casa, hasta en la mesa. En cambio el tren tiene que ir a tomarlo.

Al patrón le alcanza con que ustedes estén listos en junio para dar diplomas.

SELECCIÓN SUICIDA

DESMEMORIADO

En la primera parte de esta carta vimos como ustedes perjudican a los marginados. En Florencia vi cuánta razón tenía Borghi. Los que más se perjudican son los seleccionados.

El muchacho que adelante se queda siempre en la clase. Más estable que los profesores. Tendría que sentirse atado a sus compañeros e interesarse sobre cómo les ha ido.

Pero son demasiados. En el transcurso de ocho años le fueron podando, sacando de encima y quemando, como ramas secas, cuarenta compañeros. Después en Secundaria Inferior, cinco más dejaron el liceo aunque habían aprobado, y con esos llegan a cuarenta y cinco. De ellos y de sus problemas no sabe más nada.

SATISFECHO

En segundo año escolar, Gustavito estaba con todos. En quinto, ya está con un grupito reducido. De 100 personas que encuentra por la calle, 40 ya le son «inferiores».

Después de Secundaria los «inferiores» llegan a 90. Después del diploma superior, a 96. Después del título universitario, a 99[87].

Siempre vio que su libreta era mejor que la de los compañeros que perdió. Los profesores que escribieron esas libretas le grabaron en el alma que los 99 restantes son de cultura inferior.

A esta altura sería un verdadero milagro que su alma no se enfermara.

EL DESQUITE DE LOS POBRES

Y está realmente enferma, pues los profesores le mintieron. La cultura de esos 99 no es inferior: es distinta.

La cultura verdadera, aquella que todavía ningún hombre alcanzó, está formada por dos cosas: pertenecer a las masas y poseer la palabra.

Una enseñanza que selecciona destruye la cultura. A los pobres les quita el medio de expresión. A los ricos les quita el conocimiento de las cosas.

Juan, el desgraciado que no sabe expresarse, es el afortunado que pertenece al mundo grande. Hermano de toda África, Asia y América Latina. Conocedor por dentro de las necesidades de los más.

Gustavito es afortunado porque sabe hablar. Y desgraciado porque habla demasiado. Él, que no tiene nada importante que decir. Él, que repite solo las cosas que leyó en los libros, escritos por alguien como él. Él, encerrado en un grupito refinado. Separado de la historia y de la geografía.

La enseñanza selectiva es un pecado contra Dios y contra los hombres. Pero dios defendió a sus pobres. Ustedes quieren que los pobres sean mudos. Dios los hizo ciegos a ustedes.

CIEGOS

Y quien no lo crea, que vaya al centro de la ciudad el día de la fiesta de los estudiantes universitarios recién matriculados.

A los señoritos les da poca vergüenza su privilegio que se ponen un bonete para que los reconozcan. Después, durante en día entero, solos como los perros, hacen ademanes en el medio de la calle. Obscenidades, violaciones a la ley, molestias al tránsito y al trabajo. Le sacan la gorra a un guardia y le plantan otra con cánulas para lavajes.

El guardia soporta en silencio. Entendió qué quiere el patrón. Se llama desorden solo lo que hacen los obreros cuando levantan en huelga serios, ordenados, impelidos por una necesidad desesperada.

Los señoritos atareados con su teatro no se dan cuenta de que el servilismo de aquel policía es una acusación contra ellos.

Tal como no se dan cuenta de la mirada de un obrero que pasa y no se ríe. Son capaces de pararlo y pedirle limosna a él también.

MANTENIDOS

La limosna se la da el obrero todos los días, hasta cuando le echa sal a la sopa[88]. Los estudiantes están estudiando a costa de él. Pero ellos no lo saben o no quieren saberlo.

Un estudiante de Secundaria Superior le cuesta a los pobres 298.000 liras por año. Su padre gasta en impuestos de enseñanza 9.800.

Un estudiante universitario le cuesta a los pobres 368.000 liras por año. Su padre aporta 44.000 a esa suma.

Un médico le cuesta a os pobres en total, 4.586.000 liras. Su padre aporta 244.000[89]. Después, con el doctorado que le regalaron los pobres, le pide a estos 1.500 liras por una visita de un cuarto de hora, declara la huelga contra la Mutualidad de ellos, y se opone a la medicina nacionalizada de tipo inglés.

FASCISTAS EN POTENCIA

La mayoría de los compañeros que encontré en Florencia nunca lee el diario. Quienes lo hacen, leen el diario patronal. Le pregunté a uno si sabe quién lo financia: «Nadie. Es independiente».

No quieren saber nada de política. Cuando yo hablaba de masas, uno creyó que estaba hablando de las masas de confitería.

Lo único que oyeron decir de la huelga es que perjudica a la producción. Ni se preguntan si es cierto.

Tres son fascistas declarados.

28 apolíticos + 3 fascistas= 31 fascistas.

MÁS CIEGOS TODAVÍA

Hay estudiantes e intelectuales un poco distintos: leen de todo y militan en partidos de izquierda. Pero tal vez son más ciegos todavía.

Al profesor más izquierdista lo oí hablando en nombre de la Asociación de Profesores y Familias. A propósito de los cursos especiales salió a decir: «Pero ustedes no saben que yo trabajo ¡18 horas por semana!».

La sala estaba llena de obreros que se levantan a las cuatro para tomar el tren de las 5.39. De campesinos que en verano las 18 horas las trabajan por día, todos los días.

Nadie contestó ni sonrió. Cincuenta miradas impenetrables, en silencio, se clavaron en él.

EL FIN

AGRIOS

El fruto de la selección es un fruto agrio que no madura nunca. Me di cuenta de que la mayoría de mis compañeros se encontraba en el Normal de casualidad o porque así lo habían decidido sus padres.

Yo llegué a la puerta de esa escuela con una cartera nueva. Me la regalaron mis alumnos. A los 15 años ya había recibido mi primer sueldo de maestro.

A usted no se lo dije, ni tampoco a los compañeros. Será un error de mi parte, pero en su escuela resulta difícil hablar. El que sabe lo que quiere y quiere hacer el bien, pasa por imbécil.

AVAROS

Ninguno de mis compañeros hablaba de cuando fuera maestro. Uno me dijo: «Yo quiero entrar en un banco. En los institutos técnicos dan demasiadas matemáticas, en el liceo clásico demasiado latín, así que vine aquí».

El censo de 1961 muestra los datos más recientes sobre los casos como éstos. 675.975 ciudadanos tenían diploma de maestro[90]. Descartemos los maestros jubilados, los que tenían cargos ese año y los que deseaban tenerlos, es decir los candidatos a concurso (60.000+201.000+120.000 = 381.000). Quedan (675.975–381.000) unos 295.000 ciudadanos (43%) que podrían enseñar pero no enseñan.

DESCONTENTOS

Más de un compañero me dijo que quería ir a la universidad pero que no sabía en que facultad inscribirse.

Los habilitados del año 1963 fueron 22.266, al año siguiente, de estos, encontramos 13.370 inscriptos en la universidad.

De 100 muchachos que ustedes habilitan como maestros, 60 están descontentos[91].

LLÁMESE MAESTRO

Una sola compañera me pareció de un nivel más alto. Estudiaba por amor al estudio. Leía buenos libros. Se encerraba en su cuarto para escuchar a Bach.

Es el fruto máximo al que puede aspirar una escuela como la de ustedes.

A mí, en cambio, me enseñaron que esa es la peor tentación. El saber solo sirve para darlo. «Llámase maestro a aquél que no tiene ningún interés cultural cuando está solo».

ESCUELA CERRADA

Entiendo que ustedes también se desanimen hablando de ser maestros con muchachos como esos. Pero ¿Quién deterioró a quién? ¿Los muchachos a ustedes o ustedes a ellos?

Se tiende a ampliar el número de facultades a las que se accede a través del Normal. Así la preparación de los maestros es cada vez más genérica y desganada.

Para formar un buen maestro se necesita una escuela cerrada que no deje desembocar a nada más. Donde se sienta fuera de lugar uno que entró para luego emplearse en un banco. Donde se sienta a sus anchas el muchacho de raza campesina que ya eligió.

SELECCIÓN FORZOSA

El problema de la enseñanza obligatoria y el problema del Normal se plantean de una manera completamente distinta. Allá cada cual tiene el profundo derecho de llegar a ser igual. Aquí, en cambio, se trata solo de habilitación.

Se construyen ciudadanos especializados al servicio de los demás. Se quiere que sean seguros.

Por ejemplo, para dar licencia de conductor ustedes son severos. No quieren atropellados por la calle. Lo mismo pasa con el farmacéutico, el médico o el ingeniero.

OJO CON LA FINALIDAD

Pero no eliminan al conductor porque no sabe matemáticas, ni al médico porque no sabe poesía.

Usted a mí me dijo textualmente: «¿Ves? Tú no sabes latín, ¿por qué no vas a un instituto técnico?».

¿Están seguros de que para ser un buen maestro es indispensable el latín? Tal vez no se pararon a pensarlo. La palabra maestro no se les ocurre. Ven solo los programas, tales como son, y no reaccionan.

EL INDIVIDUO

Si se hubieran interesado en mí lo suficiente para preguntarse quién era yo, de donde venía, adónde iba, el latín habría perdido consistencia.

Pero tal vez habrían encontrado algo que observar. A ustedes les da miedo un muchacho que, a los 15 años, ya sabe lo que quiere. Sienten en él la influencia del maestro.

Cuidadito quien se atreva a tocar al Individuo. El Libre Desarrollo de la personalidad es el credo supremo de ustedes. De la sociedad y de sus necesidades se les importa un rábano.

Yo soy un muchacho influido por mi maestro y me enorgullezco. Él también se enorgullece. Si no, ¿en qué consiste enseñar?

La escuela es la única diferencia que hay entre el hombre y los animales. El maestro le entrega al muchacho todo lo que cree, ama y espera. El muchacho, formándose, le agrega algo y así la humanidad va marchando adelante.

Los animales no van a la escuela. Por el Libre Desarrollo de su Personalidad, las golondrinas desde hace milenios construyen el mismo nido.

EL SEMINARIO

Me dijeron que hasta en el seminario hay muchachos que se atormentan por encontrar su vocación. Si ustedes les hubiesen dicho desde que iban a la escuela que la vocación es igual para todos —hacer el bien donde estamos— no desperdiciarían los mejores años de su vida pensando en sí mismos.

ESCUELA DE SERVICIO SOCIAL

A lo sumo, si quieren dejarles un poco más de tiempo para tomar decisiones firmes, podría haber dos tipos de enseñanza.

Una que se llamaría «Escuela de Servicio Social», de los 14 a los 18 años. Donde irían los que decidieron dedicar la vida solamente a los demás. Con los mismos estudios se formarían curas, maestros (para los ocho años obligatorios), sindicalistas y hombres políticos. Acaso, con un año de especialización.

APUNTAR PARA ARRIBA

La Enseñanza de Servicio Social podría sacarse el gusto de apuntar para arriba. Sin notas, sin libreta, sin vacaciones y sin debilidades hacia el matrimonio o la carrera. Todos los muchachos orientados a la dedicación total.

Después, por el camino, alguien puede disparar no tan alto. Y encontrar una muchacha y adaptarse a amar una familia más reducida.

Si pasó los años mejores preparándose para la familia inmensa, no habrá perdido nada. Todo lo contrario: será un padre o una madre mejor, lleno de ideales, y capaz de criar un hijo que a su vez vaya a esa escuela.

La enseñanza de ustedes, al servicio del yo, pretende preparar a todos para el matrimonio. Logra muy poco hasta con los que se casan. Los que no se casan, además, se convierten en solterones agriados.

MAESTROS DESOCUPADOS

Se oyen quejas de que hay demasiados maestros. No es cierto. Lo que pasa es que ese empleo atrajo a muchos quienes no les importa nada ser maestro. Si aumentan el horario, desaparecen todos.

Una maestra casada percibe el mismo sueldo que el marido. Pero prácticamente sale de su casa como una mujer que se dedica solo al hogar. Esposa y madre ejemplar. Toda vez que su hijo se resfría, se queda en la casa. ¿Quién no se casaría con una mujer así?

Además hay decenas de miles de empleos vacantes en Secundaria. Ustedes se los dieron a cualquiera, con tal que fuese de la raza de los graduados o futuros graduados (farmacéuticos, veterinarios, estudiantillos).

Se lo negaron a maestros que tenían años de experiencia en la enseñanza.

CASTA

Los diputados que hay ahora nunca abrirán Secundaria a los maestros.

Al contrario. Algunos proponen que se exija un título universitario también a quien enseña en Primaria. Dicen que hoy día la pedagogía y la psicología son ciencias. Que hay que afrontarlas en la universidad.

Cuando los graduados critican la enseñanza y dicen que está enferma, olvidan que son productos de ella. Mamaron la infección hasta los 25 años. Ya no les da por pensar que puedan valer algo los que no cursaron sus mismos estudios.

Pero cuando van a hablar al maestro de su hijo, le hablan como a uno de la casa. No le esconden nada, colaboran.

Cuando hablan con el profesor de Secundaria, miden las palabras como si estuvieran delante de un adversario.

No lo quieren decir, pero ellos también lo saben. Los maestros valen porque estuvieron poco tiempo estudiando. Los profesores son lo que son porque todos son graduados universitarios.

LA CULTURA QUE HACE FALTA

ÉXODO

En las montañas no podemos estar. En el campo somos demasiados. Todos los economistas están de acuerdo en este punto.

Y si no lo estuvieran, ¿qué? Póngase en el lugar de mis padres. Usted no permitiría que su hijo se quedara completamente al margen. Por lo tanto ustedes deben recibirnos. Pero no como ciudadanos de segunda categoría que solo sirven para peones.

Cada pueblo tiene su cultura y ningún pueblo tiene menos cultura que otro. La muestra es un regalo que les traemos. Un poco de vida en la frialdad de sus libros escritos por gente que solo leyó libros.

CULTURA AGRÍCOLA

Hojeando los textos uno no ve más que plantas, animales y estaciones. Se diría que solo un campesino podía escribirlo.

Sin embargo los autores salieron de la escuela de ustedes. Basta mirar las figuras: campesinos zurdos, palas redondas, azadas de gancho, herreros con utensilios de los antiguos romanos y cerezos con hojas de ciruelo.

Mi maestra de primero escolar me dijo: «Súbete a ese árbol y arranca unas cerezas para mí». Cuando se lo conté, mi madre dijo: «¿y esa que aprendió?».

Le dieron la habilitación a ella y me la niegan a mí, que nunca llamé árbol a ninguno en mi vida. Los conozco por el nombre, uno por uno.

Conozco también los sarmientos. Los podé, los recogí y con ellos prendí fuego para el pan. Usted en un deber marcó sarmientos como error. Sostiene que se dice sarmientos porque así está escrito. Y después, a escondidas, va a averiguar en el diccionario que son.

SOLOS COMO PERROS

Sobre los hombres también, ustedes saben menos que nosotros. El ascensor es una máquina para ignorar a los vecinos. El automóvil, para ignorar a la gente que toma el ómnibus. El teléfono, para no verle la cara al otro y no entrar en su casa.

Quizás usted no, pero sus alumnos que conocen a Cicerón, ¿cuántas familias de gente que está viva conocen de cerca? ¿En cuántas cocinas entraron? ¿A cuántos fueron a velar? ¿Cuántos ataúdes llevaron al hombro? ¿En cuántos pueden confiar en caso de necesidad?

Si no fuera por la inundación, no sabrían todavía cuántos son los de la familia de la planta baja.

Yo no sé nada de las casas de los compañeros con los que pasé un año en la escuela. Y eso que no se callaban nunca. A menudo se encimaba una voz con la otra y seguían hablando como si nada. Total, cada uno se escuchaba a sí mismo.

CULTURA HUMANA

Bajo su ventana retumban miles de motores por día. Pero usted no sabe quiénes son ni adonde van.

Yo sé leer los sonidos de este valle kilómetros alrededor. Ese motor a lo lejos es Antonio, que va a la estación con un poco de atraso. ¿Quiere que le diga todo sobre centenares de criaturas, decenas de familias, parentescos, relaciones?

Si usted habla con un obrero, todo le sale mal: las palabras, el tono, las bromas. Pero yo sé que piensa un montañés cuando se calla y sé qué está pensando cuando dice otra cosa.

Esta es la cultura que debieron tener los poetas que a usted le gustan. Nueve décimos del mundo la tienen, pero nadie alcanzó a escribirla, pintarla o firmarla.

Sean humildes, por lo menos. La cultura de ustedes tiene lagunas tan grandes como las nuestras. Tal vez más grandes. Pero por cierto más dañosas para un maestro de escuela.

LA CULTURA QUE USTEDES PIDEN

LATÍN

Para ustedes, la materia más importante es la que nunca tendremos que enseñar.

Pretenden hasta que se traduzca del italiano al latín. Pero, ¿quién marcó dónde termina el latín y dónde empieza el italiano?

Alguien, vaya a saber quién, les escribió hasta una gramática. Pero eso es una estafa común y silvestre. Habría que dejar sentado, por cada regla, la fecha y la región en que se decía de esa manera.

Los pequeños oportunistas hacen lo que les imponen y se aprenden esas reglas de memoria. Solo les interesa salir aprobados y repetir el jueguito cuando sean profesores.

En uno de mis deberes usted subrayó «portavit»[92]. Para usted es un delito que uno haga cosas simples cuando se pueden hacer complicadas. Lo curioso es que Cicerón decía a menudo «porto». Era romano y maldito si lo sabía[93].

MATEMÁTICAS

La segunda materia que está mal son las matemáticas. Para enseñarlas en Primaria, alcanza con saber la que se da en Primaria. Los que siguieron hasta tercero de Secundaria ya tienen tres años de sobra. Por lo tanto, la materia puede ser abolida del programa Normal.

Habría más bien que aprender cómo enseñarla, pero eso no es matemáticas. Tiene que ver con el aprendizaje o con la pedagogía.

En cuanto a las matemáticas superiores, como parte de cultura general, se pueden enfocar de otra manera. Dos o tres conferencias dadas por un especialista que sepa decir con palabras en qué consisten.

Aunque en un mañana se confiase a maestros toda la enseñanza obligatoria, el problema no cambiaría.

No es cierto que sea necesario ser graduado universitario para enseñar matemáticas en Secundaria. Es una mentira inventada por la casta que tiene hijos graduados. Le echó la pezuña a 20.478 cargos bastante especiales. Allí se trabaja menos (16 horas semanales). Allí no hace falta estar al día. Basta con repetir de año en año las mismas estupideces que sabe cualquier buen alumno de tercero de Secundaria. Los deberes se corrigen en un cuarto de hora. Si el resultado no da justo quiere decir que están equivocados.

FILOSOFÍA

Todos los filósofos que se estudian en el manual se hacen odiosos. Son demasiados y dijeron demasiadas cosas.

Nuestro profesor de Normal nunca tomó posición. Nunca supimos si todos le venían bien o si no le importaba ninguno de ellos.

Yo, ante un profesor indiferente y un maniático, prefiero un maniático. Uno que tenga un pensamiento suyo o de un filósofo que le guste. Que hable solo de ese, que critique a los otros, que nos lo lea en versión original durante tres años seguidos. Por lo menos saldríamos convencidos de que la filosofía puede llenar una vida.

PEDAGOGÍA

La pedagogía tal cual se da, yo la sacaría. Pero no estoy tan seguro.

Si diesen más, en una de esas descubrirían que la pedagogía tiene algo que decirnos.

Después tal vez se descubra que tiene que decirnos una sola cosa. Que todos los chicos son distintos, que son distintos los momentos históricos y cada momento del mismo chico y que son distintos los países, los ambientes y las familias.

De todo el libro, entonces alcanzaría con una página que dijera esto… y lo demás podríamos echarlo a la papelera.

En Barbiana no pasaba un día sin que entráramos en problemas pedagógicos. Claro que no con ese nombre. Nosotros siempre teníamos el nombre definido de un muchacho. Caso por caso, hora por hora.

Yo no creo que exista un tratado, escrito por un señor, que contenga algo de Juan que nosotros no sepamos.

EVANGELIOS

Pasamos tres años con tres malas traducciones de poemas antiguos (Ilíada, Odisea, Eneida). Tres años con Dante. Ni un solo minuto con los Evangelios.

No me salgan con que son los curas los que tienen que dar los Evangelios. Aun sacando el problema religioso quedaba el libro, para estudiar en cualquier escuela y en cualquier curso.

En literatura el capítulo más largo tendría que dedicarse al libro que más huella dejo y que cruzó las fronteras.

En geografía, el capítulo más detallado tendría que ser el de Palestina. En historia, los acontecimientos que hubo antes, durante y después de la vida de Cristo.

Hubiese sido necesario también crear una materia a propósito: generalidades sobre el Antiguo Testamento, lectura sinóptica de los Evangelios, análisis del texto, cuestiones lingüísticas y arqueológicas.

¿Cómo no se les ocurrió? Tal vez el que fabricó para ustedes la enseñanza tenía algunas sospechas de Jesús: demasiado amigo de los pobres y muy poco amigo de las cosas.

RELIGIÓN

Cuando le den a los Evangelios el lugar que les corresponde, la clase de religión se convertirá en algo serio.

Solo se tratará de guiar a los alumnos en la interpretación del texto. Podría hacerlo un cura, a lo mejor en un debate con un profesor no creyente pero serio. O sea con uno que conoce, tanto como él, los Evangelios.

Si buscan a estos profesores aparecerán los límites de la cultura de ustedes. En Florencia hay decenas de curas capaces de dar una lección de gran nivel sobre la Biblia. Gente que lee corrientemente el texto griego y si es preciso, sabe también seguir el hebraico[94].

¿Podrían ustedes citarme el nombre de un laico seriamente preparado para sostener una controversia? Pero que haya salido de la escuela de ustedes, no del seminario.

Asistí a la conferencia de un joven intelectual de esos que leyeron todos los libros que existen en el mundo (excepto uno): «Si la simiente cayó en buena tierra y murió, lleva fruto, como dice Gide»[95].

Yo no sé quién es ese Gide. Pero estudio los Evangelios desde hace años y los estudiaré toda mi vida.

EL CONDE

Uno no sabe a qué atenerse con gente que se olvida de los Evangelios. Hasta se le ocurre dudar de todo lo que ustedes enseñan. Dan ganas de saber quien tomó las decisiones importantes.

El hecho es que la enseñanza de ustedes nació mal.

Nació en 1859. Un rey quería extender los dominios de su familia. Comenzó los preparativos de guerra. Primeramente instala a un general en el gobierno. Luego le da vacaciones a los diputados. Y al final llama a un conde para que redacte la ley de instrucción pública[96].

Esa ley, impuesta por las armas en toda Italia, es el esqueleto de la enseñanza[97].

HISTORIA

La historia es la materia que más sufrió con eso.

Puede que exista algún libro distinto. Pero quisiera tener una estadística de los libros que más se adoptan.

En general no tratan de historia. Tratan de cuentitos provinciales e interesados narrados al campesino por el vencedor. Italia es el centro del mundo. Los vencidos son todos malos y los vencedores todos buenos. Solo se habla de reyes, de generales y de estúpidas guerras entre naciones. En cuanto a las penas y las luchas de los trabajadores, o se pasan por alto, o se las aparta en un rincón.

Cuidadito a quien no guste de los generales o de los fabricantes de armas. En el libro reputado como el más moderno, Gandhi está despachado con 9 renglones. Sin una mención a su pensamiento y menos aún a sus métodos.

EDUCACIÓN CÍVICA

Otra materia que ustedes no saben dar y que yo sabría, es educación cívica.

Algún profesor se defiende diciendo que está sobreentendida en las demás materias que enseñan. Si fuese cierto sería demasiado lindo. Porque, si entendió que eso es lo mejor, ¿por qué no da todas las materias con ese sistema, un cuerpo bien conectado en el que todo se funde y vuelve a aparecer?

Digan más bien que es una materia que no conocen. Usted no sabe bien que es el sindicato. Nunca fue a comer a la casa de un obrero. No sabe los términos de la controversia de transportes públicos. Lo único que sabe es que los embotellamientos del tránsito afectan su vida privada.

Nunca estudió estas cosas porque le dan miedo. Como le da miedo ir hasta el fondo de la geografía. En el libro que usted nos indicó había cualquier cosa menos lo que se refiere al hambre, a los monopolios. A los sistemas políticos y al racismo.

LOS JUICIOS

Hay una materia que no está siquiera en el programa: el arte de escribir.

Es suficiente ver los juicios que ustedes escriben en las composiciones de los alumnos. Aquí guardo una pequeña colección. Son comprobaciones, no instrumentos de trabajo.

«Infantil, pueril. Demuestra falta de madurez. Insuficiente. Común». ¿De qué le sirve saberlo al muchacho? ¿Para mandar a la escuela a su abuelo, que es más maduro?

O bien: «Contenido pobre. Imaginación mediocre. Ideas sin relieve. Falta de participación real con lo que escribe». Entonces dieron mal el tema. No debían pedir que escribieran sobre eso.

O bien: «Trata de mejorar la forma. Forma incorrecta. Se nota demasiado esfuerzo. Carece de claridad. No está bien construido. Muchas locuciones impropias. Encuentra una mayor sencillez. Los períodos son retorcidos. No abundan los hallazgos de expresión. Tienes que controlar más la expresión de tus ideas». Pero si nunca se lo enseñaron, ni creen siquiera que se pueda enseñar, ni aceptan las reglas objetivas del arte, pues se estancaron en el individualismo del siglo pasado.

Hasta que se llega a la criatura acariciada por los dioses: «Gran espontaneidad. Despliegue de ideas. Trabaja con ideas propias que denotan cierta personalidad». Y ya que están póngale también: «Feliz de la madre que te parió».

EL GENIO

Al devolverme una composición en la que me había dado 4, usted me dijo: «Quien no nació para escritor, no puede llegar a serlo». Pero mientras, usted percibe sueldo como profesora de italiano.

La teoría del genio es un invento burgués. Sale de una mezcla de racismo y de pereza.

En política también, antes que afanarse en seguir los mecanismos complicados de los partidos, resulta más fácil elegir a un De Gaulle, decir que es un genio y que es la encarnación de Francia.

Lo mismo hace usted con el italiano. Gustavito tiene el don. Yo no. Por lo tanto, a la cucha.

Gustavito no necesita meditar para escribir. Escribirá libros como los que andan por ahí. Quinientas páginas que podrían reducirse a cincuenta sin que se pierda una sola idea.

Yo puedo resignarme y marcharme al bosque.

Usted puede seguir haraganeando en el pupitre y poniendo marquitas en la libreta.

ESCUELA DE ARTE

El arte de escribir se enseña como cualquier otro arte.

Pero al llegar a este punto armó una batalla entre nosotros. Unos querían que contáramos como escribíamos. Los otros decían: «El arte es una cosa seria, pero la técnica para hacerlo es una insignificancia. Se van a reír de nosotros».

Los pobres no se van a reír. Los ricos, que se rían, nomás, porque nosotros nos reímos de ellos que no saben escribir ni un libro, ni un diario a la altura de los pobres.

Y al final decidimos contar todo, dirigiéndonos a aquellos lectores que nos quieren.

UNA TÉCNICA HUMILDE

Nosotros pues hacemos así:

Ante todo, cada uno lleva en el bolsillo una libreta de apuntes. Toda vez que a uno se le ocurra una idea la anota. Cada idea en una hoja escrita de un solo lado.

Un día juntamos todas las hojas y las ponemos en una mesa grande. Las pasamos una por una para descartar las repetidas. Después juntamos las hojas que están relacionadas y con ellas hacemos varios montones, que son los capítulos. Cada capítulo se divide en montoncitos, que son parágrafos.

Luego tratamos de darle un título a cada parágrafo. Si no sale, quiere decir que no contiene nada o que contiene demasiadas cosas. Alguno que otro parágrafo desaparece. Otros se dividen en dos.

Con los títulos de los parágrafos discutimos sobre el orden lógico que se les debe dar, hasta que surge un esquema. Con el esquema ponemos en orden los montoncitos.

Tomamos el primer montoncito, extendemos todas las hojas sobre la mesa y encontramos el orden. Después escribimos el texto, salga como salga.

Pasamos todo a mimeógrafo, así todos podemos tener una copia. Luego las tijeras, la goma de pegar y lápices de colores. Vuelta a deshacer todo, agregamos hojas nuevas y otra vez al mimeógrafo.

Entonces empieza la carrera a ver quien descubre más palabras que sacar, adjetivos que sobren, repeticiones, mentiras, palabras difíciles, frases demasiado largas, o dos conceptos en una sola frase.

Llamamos a personas de afuera, una tras otra. Tratamos de que no sea gente que estudió demasiado. Los hacemos leer en voz alta. Controlamos si entendieron lo que queríamos decir.

Aceptamos sus consejos solo si son para mayor claridad. Rechazamos todo consejo de prudencia.

Después que nos dimos todo ese trabajo, siguiendo reglas que valen para todo el mundo, cae siempre el intelectual imbécil que sentencia: «Esta carta tiene un estilo sumamente personal».

PEREZA

Digan más bien que no saben qué es el arte. El arte es todo lo contrario a la pereza.

Usted también, no salga con que el horario no le da. Alcanza con un solo escrito en el año, pero hecho por todos juntos.

A propósito de pereza. Le voy a proponer un ejercicio para sus alumnos, muy divertido. Pasen un año traduciendo el libro de Saitta al italiano[98].

PROCESO CRIMINAL

Actualmente ustedes trabajan 210 días, 30 de los cuales están desperdiciados en exámenes y otros 30 más en escritos de clase. Quedan 150 días de enseñanza. Dado que la mitad de la hora la desperdician con las llamadas al oral, son en total 754 días de enseñanza contra 135 de proceso.

Sin tocar una letra del contrato de trabajo, podrían muy bien multiplicar por tres las horas de enseñanza.

ESCRITO EN CLASE

Durante los escritos usted se paseaba entre los bancos, me veía en dificultades o haciendo faltas, y no decía nada.

En mi casa me encuentro en esas mismas condiciones. No tengo nadie a quien dirigirme en kilómetros a la redonda. Ni un libro de más. Ni el teléfono.

Ahora en cambio estamos «en la clase». Vine a propósito, y de lejos.

No está mi madre, quien siempre me promete que va a quedarse quieta y después me interrumpe cien veces. No está el hijo de mi hermana que necesita que le ayuden con los deberes. Hay silencio, buena luz y tengo un banco para mí solo.

Y allí, parada a dos pasos de mí, está usted. Sabe cosas. Le pagan para que me ayude.

Pero en cambio pierde el tiempo vigilándome como a un ladrón.

OCIOSIDAD Y TERROR

Las llamadas a oral no significan enseñanza. Usted misma me lo declaró. «¡Cuando a mí me toca la primera hora, toma nomás el otro tren, porque de todos modos, durante media hora interrogo!».

Durante el oral la clase está sumida en la ociosidad o en el terror.

Hasta el chico que pasó al frente está perdiendo el tiempo. Trata de disimularlo. Se saltea las cosas que entendió menos e insiste en las que sabe bien.

Para que usted quede satisfecha, alcanza con saber vender la mercadería. No hay que callarse nunca. Hay que llenar los huecos con palabras huecas. Repetir las opiniones de Sapegno aparentando haberlas leído en los textos originales[99].

OPINIONES PERSONALES

O mejor todavía, salirse con «opiniones personales». Usted aprecia mucho las opiniones personales: «Según mi parecer, Petrarca». El muchacho habrá leído dos poesías o, en una de esas, ninguna.

Me contaron que en ciertas escuelas de Estados Unidos, a cada palabra del profesor, la mitad de la clase levanta la mano y dice: «Yo estoy de acuerdo». La otra mitad dice: «Yo no estoy de acuerdo». A la vez siguiente se cambian los papeles y siguen masticando chicles muy convencidos.

Un muchacho que tiene una opinión personal sobre cosas más grandes que él, es un imbécil. No hay que darle el gusto. A la escuela se va para escuchar lo que dice el maestro.

Raras veces se da el caso de alguien que tiene algo necesario que decir, a toda la clase o al maestro. Pero nunca serán opiniones o cosas repetidas de libros. Serán datos sobre cosas vistas con los propios ojos en las casas, en las calles y en los bosques.

UNA PREGUNTA INTELIGENTE

Usted nunca me preguntó esas cosas. Y yo no me tomé la iniciativa de decirlas. Sus señoritos, en cambio, con una cara angelical, le preguntaban las cosas que ya sabían. Y usted les daba ánimos: «¡Es una pregunta inteligente!».

Era una comedia inútil para todos, perjudicial para el alma de esos chupamedias. Cruel para mí, que no sabía seguir la onda.

«Más no duerme el furor de ínclitas gestas. Y sean ministros de vivir civil, la opulencia y el tremor, inútil pompa e imágenes inauguradas de ogros surgen cepos y marmóreas estatuas»[100].

«Traduce en prosa». Mi mirada recorría esas palabras extrañas sin saber dónde pararse. Usted me sonreía: «Vamos, es fácil, son cosas que expliqué ayer. Entonces no estudiaste».

INAUGURAR

Tenía razón. No lo había estudiado. Yo nunca diré a mis alumnos que inaugurar quiere decir augurar mal. Así dice la nota del libro. Pero es una mentira. La inventó Fóscolo porque no quería a los pobres. No quiso pasar trabajo por nosotros.

Usted me había pedido que llevara un cuaderno especial para esas notas, para obligarme a aprender de memoria esa lengua. ¿Y yo tenía que aprender otra lengua para hablar con quién?

Para tenderle la mano a Dick, que estaba del otro lado del pozo de los idiomas, yo me puse a hacer acrobacias. Cuando en las horas de trabajo me veía sentado, él hacía esfuerzos para pronunciar: «Doulce vita». Yo le contestaba con una porquería en el cockney más horrible. Hacía esfuerzos para pronunciar mal como él. El cockney que no sirve en las oficinas. El dialecto con el cual uno sigue siendo pobre.

CHANTAJE

Mientras tanto los minutos pasaban y yo seguía mudo. De rabia y desesperación.

Esos pobres muchachos no podían entenderme. Ustedes los acostumbraron, desde que eran chiquitos, al lenguaje de Monti. Ellos ya se resignaron al aburrimiento. No esperan otra cosa de la escuela.

Eran hinchas míos, pero con una simpatía piadosa. Como los jóvenes de la obra caritativa San Vicente, no se daban cuenta del odio que hay en los demás.

Nadie quería perjudicarme. Ni siquiera usted: «No te voy a comer». Su tono era alentador. Quería cumplir su deber hacia mí.

Y mientras, destruía todo lo que era mi ideal, chantajeándome con un diploma que está en sus manos.

ARTE

Si en esos interminables minutos de examen hubiese tenido tiempo para calmarme. El tiempo que tengo aquí, con mis compañeros, para decir todo lo que estoy diciendo. Estoy seguro de que la habría convencido. Usted tampoco es una bruta.

Pero allí solo se me ocurría decirle groserías e insultos. Esas palabras que aquí logramos contener a duras penas y transformar en argumentos.

Así comprendimos qué es el arte. Es odiar a alguien o a algo. Pensar en eso mucho tiempo. Trabajar pacientemente en equipo con la ayuda de los amigos.

Poco a poco va saliendo lo que hay de verdadero bajo el odio. Nace la obra de arte: una mano tendida al enemigo para que cambie.

LA INFECCIÓN

Después de un mes estudiando con ustedes, la infección me había agarrado a mí también.

Durante las llamadas a oral el corazón me daba saltos. Le deseaba a los demás lo que no quería para mí.

Yo no escuchaba nada de la clase. Pensaba en la llamada de la hora siguiente.

Las materias más interesantes y más variadas habían terminado en eso. Como si no pertenecieran a un mundo más amplio que el de ese metro cuadrado entre el pupitre y el pizarrón.

UNA LOMBRIZ

En casa no notaba si mi madre estaba enferma. No pedía noticias sobre los vecinos. No leía el diario. De noche no dormía.

Mi madre lloraba. Mi padre refunfuñaba: «Sacas más yendo al bosque».

Me descubrí estudiando como una lombriz.

Hasta entonces, cuando veía una cosa, solo pensaba como iba a enseñarla a mis alumnos. Si me parecía importante, dejaba el manual para tratar de profundizarla en otros libros.

Después de la cura con ustedes, me pareció demasiado hasta el manual. Me puse a subrayar las cosas más urgentes. Más tarde mis compañeros me aconsejaron libritos más resumidos todavía. Confeccionados a propósito para que las cabecitas de los profesores queden satisfechas.

LA DUDA

Llegué hasta pensar que ustedes tenían razón. Que la cultura verdadera era la de ustedes. Que nosotros, allá en Barbiana, en medio de la soledad, nos habíamos envanecido con una sencillez que ustedes hace siglos que abandonaron.

Que nuestro sueño de un idioma que todos puedan leer, formado por palabras de cada día, no era más que un proletarismo fuera de época.

Estaba a un tris de transformarme en uno de ustedes. Como los hijos de los pobres que van a la universidad y cambian de raza.

LIQUIDADO

Pero no llegué a corromperme lo suficiente como para gustarle. En junio usted me puso 5 en italiano y 4 en latín.

Retomé el camino del bosque y volví a Barbiana. Día tras día. Desde el amanecer hasta la noche, como cuando era chiquito.

Pero no seguí todo el ritmo de la escuela. Dada la urgencia de los dos exámenes que debía rendir, el Prior me dispensó de la lectura del diario y de dar clases a los más chicos. Estudiaba apartado en un cuarto, para tener silencio y los libros que no tengo en mi casa.

Volvía al mundo de los vivos solo para la lectura de la correspondencia.

CORREO

LA LIMOSNA

Angelito desde Argelia: «… en algunos puntos la tierra se pone completamente roja y no hay ni un pasto. De repente el tren disminuye la velocidad. Me asomo a la ventanilla para ver qué pasa. Hay tres niñas con unas faldas de muchos colores que les llegan hasta los pies. Se ponen a caminar al mismo tiempo que el tren, y no piden nada pero la gente les lanza algo. Ellas lo recogen rápido y se lo guardan en el pecho. Cuando pasa el último vagón, el maquinista retoma la velocidad de 30 por hora. Me dijeron que Ben Bella quería cortar la costumbre de la limosna y que Boumedienne, en cambio, deja que siga. No logro entender quién tiene razón. A ti, Prior, ¿qué te parece?».

EL IDIOMA DE LOS POBRES

Otra carta de Angelito: «… por la calle encontré un aro de madera y así, sin pensarlo, me puse a hacerlo saltar en el aire. Se me acercan unos veinte niños que se ríen y ponen las manos para atajar el aro. Se los paso y seguimos como cinco minutos pero sin hablarnos. De repente el más grande hace señas de parar el juego. Había visto que yo tenía un diario árabe. Entonces empieza a preguntarme en árabe que hacia allí y de donde venía. Nos pusimos a hablar en los escalones de una pequeña mezquita. Se acercó al almuédano y me hablaba de corrido. Dado que yo no entendía lo que me preguntaba, le tuve que confesar que no era árabe, pero que sabía leer en árabe. Entonces me llevo dentro de la mezquita para leer el Corán. Se había entusiasmado muchísimo».

LA RELIGIÓN

Manuel desde Francia: «… el auto se para en una callecita interna y quiere que le pague el autostop». Yo le digo «Machin, je suis catholique» (92).

Y entonces no sigue más con el asunto y me deja ahí plantado, tuve que ir a pie 4 kilómetros para retomar la carretera por la que veníamos.

GIRASOLES HERVIDOS

Julio desde Gales: «… el cura tiene un librito especial para confesar a los extranjeros, con todos los pecados numerados. Uno le dice: “cometí dos del veinticinco y otra vez largué tres del doce”. ¡Me dio un sermón sobre el veinticinco!».

«Trabajo de jardinero en lo de una viejita. Hoy me tuvo el día entero desbarbillando girasoles. Es vegetariana, pero quería comprar carne solo para mí. Le dije que no, que ésta también es una experiencia. Entonces cortó dos tallos de girasol y me los dio hervidos».

APOLÍTICA

Carlos desde Marsella: «… hay un grupo de estudiantes italianos con un cura. Construyen barracas para los argelinos y no se las cobran. No les importa nada aprender francés. No quieren tener nada que ver con la política. Mucha charla sobre el Concilio pero poco trabajo con la pica. Hay una chica que es bastante zonza. Anoche, cuando estaba escribiéndoles en el cuarto, entró ella también y se tiró en la cama diciendo que le gustaban los florentinos».

ELOGIO DE LA MENTIRA

Eduardo, desde Londres: «… la culpa es de los padres, que los consienten demasiado. No les enseñan cómo se gasta el dinero, se dejan mandar por los hijos, los creen hombres hechos y derechos. Así se ganan la sinceridad de los hijos. Pero ¿qué es una mentira si es capaz de mantener alejado a un muchacho de tantos pecados? No sé si me explico bien. Los muchachos ingleses, claro, son muy sinceros. Pero, ¿qué les cuesta, si total la madre no los reta? Y los padres, ¿qué ganan con eso? Si yo digo una mentira es porque sé qué es lo malo, y antes de volver a hacer algo parecido lo voy a pensar bien».

UN CRÉDITO

Un viejo sindicalista inglés nos escribe hablándonos de Luis: «… es una bendición de Dios en nuestra fábrica y un gran crédito de la escuela de ustedes. Tan intenso y feliz con la vida. Siento que Dios dispuso que ustedes y yo, tan lejos, pensemos lo mismo y hablemos lo mismo. Aquí muchos trabajadores votan a los conservadores y leen el diario del patrón, y yo digo: ¿tenía que llegar de Italia uno que piensa como yo? Dejen que les enseñe un muchacho católico-romano»[101].

ANNIBAL CARO

Una vez terminada la lectura de la correspondencia, me encierro de nuevo con la Eneida.

Leo un episodio que a usted le gusta mucho.

Dos canallas destripan a la gente que está durmiendo. Lista de los destripados y de las cosas robadas, incluyendo quien era el que había regalado un cinturón y el peso de tal cinturón. Todo esto en un idioma que nació muerto[102].

El programa no pedía la Eneida. Usted la quiso poner. Y yo no se lo puedo perdonar.

En cambio mis compañeros me perdonan. Saben que la finalidad es la de ser maestro. Pero estoy casi tan liquidado como usted.

DESINFECCIÓN

SUPERFICIALES

En septiembre usted me calificó con 4. No sabe tampoco cumplir con su papel de farmacéutica. No le funciona la balanza. Yo no podía saber menos que en junio.

Usted le dio una vuelta al interruptor. Y apagó a un muchacho. Pero en cambio, sin saberlo, me volvió a encender la luz. Ora vez se me abrieron los ojos para verlos a ustedes y a su cultura.

Lo primero que descubrí fue el insulto apropiado para definirlos: son unos superficiales y nada más. Son una sociedad de alabanza mutua, que se sostiene porque son pocos.

VENGANZA

Mi padre y mi hermano trabajan en el bosque por mí. Yo no puedo repetir años y no entiendo de cargar leña, dejando que el mundo siga tal como está. No quiero que ustedes se den ese gran gusto.

Por eso volví a Barbiana y en junio me presenté como alumno libre. Me jodieron otra vez, como si escupieran en el suelo. Pero no cederé. Seré maestro y enseñaré mejor que ustedes.

SEGUNDA VENGANZA

La segunda venganza es esta carta. Trabajamos todos juntos en ella.

Hasta Juan trabajó. Su padre está en el hospital. Hay que ver que mirada de hombre le ha salido este año. Ya es tarde para seguir estudiando, y en la casa hace falta su sueldo de aprendiz. Pero cuando supo lo de esta carta nos prometió que iba a venir algún domingo para ayudarnos. Al final vino. La leyó. Nos indicó palabras o frases demasiado difíciles. Nos recordó algunas maldades sabrosas. Nos autorizó a que lo pusiéramos en la picota.

Es casi un autor principal.

Pero no se consuelen con tan poca cosa. Se volvió un cargo de conciencia para ustedes. Todavía no se sabe expresar.

ESPERAMOS UNA CARTA

Ahora nos quedamos esperando una respuesta. Tendrá que haber alguien, en un instituto normal cualquiera, que nos escriba:

«Queridos muchachos:

No todos los profesores son como esa señora. No sean racistas ustedes también.

Aunque no estoy conforme con todo lo que dicen, sé que nuestra enseñanza no sirve. Solo una enseñanza perfecta puede permitirse rechazar a la gente nueva y a las culturas distintas. Y la enseñanza perfecta no existe. No lo es la nuestra ni la de ustedes.

De todos modos, los que quieran ser maestros, vengan a dar los exámenes aquí. Tengo un grupo de colegas dispuesto a hacer la vista más que gorda para ustedes.

En pedagogía les preguntaremos solo de Juan. En italiano, que nos cuenten como hicieron para escribir una carta tan linda como esa. En latín, alguna palabra antigua que emplean los abuelos de ustedes. En geografía, la vida de los campesinos ingleses. En historia, las razones por las cuales los montañeses bajan a la llanura. En ciencias, nos hablaran de los sarmientos y nos dirán el nombre del árbol que da cerezas».

Esperamos una carta así. Confiamos en que va a llegar.

Nuestra dirección es:

Scuola di Barbiana

Vicchio Mugello

Firenze (Italia)