Querida señora:
Usted no se acordará de mí, ni de mi nombre. Eliminó a tantos.
Yo en cambio, me acuerdo a menudo de usted, de sus colegas, de esa institución que ustedes llaman escuela y de los muchachos que ustedes «rechazan».
Hace un año, en primero de Normal, yo me volví tímido frente a Ud. Por cierto la timidez me acompañó toda la vida. Cuando era chico, no levantaba los ojos del suelo. Me pegaba a las paredes para que no me vieran.
Al principio pensaba que era una enfermedad mía o a lo sumo de mi familia. Mamá es de las que se asustan ante un formulario de telegrama. Papá observa y escucha, pero no habla.
Más tarde creí que la timidez era el mal de la gente de montaña.
Los campesinos de la llanura me parecían seguros de sí mismos. Los obreros, ni que hablar.
Ahora veo que los obreros dejan a los hijos de papá todos los puestos de responsabilidad en los partidos y todas las bancas del parlamento.
Por lo tanto son como nosotros. Y la timidez de los pobres es un misterio más antiguo. Yo no sé explicárselo porque estoy adentro. Tal vez no sea cobardía ni heroísmo. Es solo falta de prepotencia.
LOS MONTAÑESES
LA CLASE MULTIPLE
En primaria el Estado me ofreció una escuela de segunda categoría. Cinco clases en una sola aula. Una quinta parte de la escuela a la que yo tenía derecho.
Es el sistema, que emplean en Estados Unidos para crear las diferencias entre los blancos y los negros. La escuela peor es para los pobres, desde chiquitos.
LA ESCUELA OBLIGATORIA
Al terminar la primaria tenía derecho a tres años más de escuela. No solo eso. La Constitución dice que yo tenía la obligación de ir. Pero en Vicchio[9] todavía no había secundaria. Ir a Borgo[10] era toda una empresa. Quien lo había intentado gastó un montón de dinero y después fue rechazado como un perro.
Además, la maestra le había dicho a mi familia que era inútil gastar plata: «Mándelo al campo. No tiene condiciones para estudiar».
Papá no le contestó. Pero mientras ella decía eso él pensaba: «Si viviéramos en Barbiana tendría condiciones».
BARBIANA
En Barbiana todos los muchachitos iban a estudiar a lo del cura. Desde la mañana temprano hasta que anochecía, en verano y en invierno. No había nadie «incapacitado para estudiar».
Pero nosotros éramos de otro pueblo y Barbiana nos quedabas lejos. Papá se estaba dando por vencido. Después supo que hasta un muchacho de San Martino iba a Barbiana. Entonces se animó y fue a ver.
EL BOSQUE
Cuando volvió, vi que había comprado una linterna para la noche, un tarro de aluminio para la sopa y botas de goma para la nieve.
El primer día me acompañó él. Demoramos dos horas porque abríamos camino con una podadora de árbol y una hoz. Después aprendí a llegar en poco más de una hora.
Pasaba cerca de dos casas solitarias. Tenían los vidrios rotos, las habían abandonado hacía poco. En algunos trechos me ponía a correr porque había una víbora o por un loco que vivía solo en la Roca[11] y me gritaba de lejos.
Yo tenía once años. Usted se hubiera muerto de miedo. ¿Ve? Cada cual con su timidez. Por lo tanto estamos en pie de igualdad.
Sí, pero siempre que cada cual se quede en su casa. Porque si usted tuviera necesidad de rendir examen ante nosotros… pero usted no lo necesita.
LAS MESAS
La de Barbiana, cuando llegué, no me pareció una escuela. No había escritorio, ni pizarrón, ni bancos. Solo grandes mesas que servían para ponerse a estudiar y para comer.
De cada libro había un solo ejemplar. Los chicos se amontonaban para leerlo. Ni nos dábamos cuenta cuando uno de nosotros, apenas más grande que los demás estaba enseñando.
El mayor de esos maestros tenía dieciséis años. El menor, de doce años, me llenaba de admiración. Desde el primer día decidí que yo también iba a enseñar.
EL PREDILECTO
Allí también era dura la vida. Era tanta la disciplina y tales los escándalos que se armaban, que a uno se le iban las ganas de volver.
Pero quien no tenía las bases, quien era lento o desganado, se sentía el predilecto. Era tratado como ustedes tratan al mejor alumno. Parecía que toda la escuela fuese para él solamente. Hasta que él no hubiera entendido, los demás seguían adelante.
EL RECREO
No había recreo, tampoco había descanso los domingos. Ninguno de nosotros se preocupaba por eso, porque trabajar es peor. Pero cada burgués que caía a visitarnos desataba una polémica sobre ese punto.
Uno de esos grandes profesores dijo: «Usted, reverendo, no estudió pedagogía. Poliankski dice que el deporte es para el muchacho una necesidad fisiopsico»[12].
Hablaba sin mirarnos. Al que enseña pedagogía en la Universidad no le hace falta mirar a los muchachos. Los tiene a todos aprendidos de memoria, como nosotros aprendimos las tablas.
Cuando al final se fue, Luciano, que tenía 36 vacas en el establo, dijo: «La escuela será siempre mejor que la mierda».
LOS CAMPESINOS EN EL MUNDO
Habría que grabar esa frase en la puerta de las escuelas de ustedes. Millones de muchachos campesinos estarían dispuestos a suscribirla.
Que los muchachos odian estudiar y aman jugar, es algo que dicen ustedes. A nosotros, los campesinos, nadie nos preguntó nada. Pero somos mil novecientos millones[13]. De cada diez muchachos, seis opinan como Luciano. De los cuatro restantes, no se sabe.
Toda la cultura de ustedes está construida de esa manera. Como si el mundo fueran ustedes y nada más.
LOS MUCHACHOS MAESTROS
En Barbiana, al año siguiente, yo era maestro. Es decir, lo era tres medios días por semana. Enseñaba geografía, matemáticas y francés en primero de secundaria.
Para recorrer un atlas o explicar los quebrados no se precisaba título universitario.
Si me equivocaba en algo, no importaba. Era hasta un alivio para los chicos. Estudiábamos juntos. Las horas pasaban tranquilas, y nadie se asustaba no se acobardaba. Usted no sabe enseñar como yo.
POLÍTICA Y AVARICIA
Además enseñando aprendía muchas cosas.
Por ejemplo, aprendí que el problema de los demás es igual al mío. Salir de él todos juntos es la política. Salir de él solos es la avaricia.
Y no es que yo estuviese vacunado contra la avaricia. En época de exámenes tenía ganas de mandar al diablo a los más chicos para ponerme a estudiar para mí. Yo era un muchacho como los de ustedes, pero allá en Barbiana no lo podía confesar, ni a los demás ni a mí mismo. Me tocaba ser generoso aun cuando no lo era.
A Ustedes les parecerá poco. Pero con sus alumnos hacen menos todavía. No les piden nada. Los invitan solamente a abrirse camino.
LOS CHICOS DE LAS ALDEAS
RETORCIDOS
Después que abrieron un liceo en Vicchio, llegaron a Barbiana también los muchachos de las aldeas. Todos rechazados por ustedes, claro está.
Aparentemente el problema de la timidez no existe para ellos. Pero eran retorcidos en otras cosas.
Por ejemplo, consideraban un derecho jugar y tener vacaciones y un sacrificio la escuela. Nunca habían oído decir que a la escuela hay que ir para aprender y que ir ya es un privilegio.
Para ellos, el maestro estaba del otro lado de la barricada y les convenía engañarlo. Trataban hasta de copiar. Les costó mucho entender que no había libreta.
EL GALLITO
También con el sexo las mismas artimañas. Creían que solo a escondidas había que hablar. Si veían un gallo encima de una gallina se daban codazos como si hubiesen visto un adulterio.
Al comienzo esa era la única materia escolar que los sacudía. Teníamos un libro de anatomía. Se apartaban a un rincón para mirarlo.
Dos páginas estaban todas desgastadas.
Más tarde descubrieron que también las otras páginas eran lindas. Y luego se dieron cuenta de que también la historia es linda.
Algunos de ellos siguieron adelante. Ahora les interesa todo.
Enseñan a los más chicos, se han vuelto como nosotros.
A otros en cambio, ustedes lograron congelarlos de nuevo.
LAS NIÑAS
No vino ninguna de las niñas de las aldeas. Tal vez por lo dificultoso de los caminos. Tal vez por la mentalidad de los padres. Creen que una mujer puede vivir también con un cerebro de gallina. Los machos no le piden que sea inteligente.
Esto también es racismo. Pero sobre este punto no tenemos nada que reprocharles. A las niñas las estiman más ustedes que los propios padres[14].
MANUEL Y JUAN
Manuel tenía 15 años. Un metro setenta de altura, humillado y adulto. Los profesores lo habían decretado un imbécil. Querían que repitiese primer año por tercera vez.
Juan tenía 14 años. Distraído y alérgico a la lectura. Los profesores sentenciaron que era un delincuente. Y no estaban errados, pero esa no es una razón para que se lo saquen de encima.
Ni el uno ni el otro tenían la intención de repetir. Habían llegado al punto de desear meterse en una fábrica. Vinieron a nosotros solo porque nosotros no hacemos caso a que ustedes los hayan suspendido, y ponemos a cada muchacho en la clase justa para su edad.
A Manuel lo pusimos en tercero y a Juan en segundo. Fue la primera satisfacción escolar de esos infelices. Manuel la recordará para siempre. Juan se acuerda un día sí y otro no.
LA PEQUEÑA VENDEDORA DE FOSFOROS
La segunda satisfacción fue la de cambiar por fin el programa. Ustedes querían dejarlos estancados para buscar la perfección. Una perfección absurda, pues el muchacho oye las mismas cosas hasta el aburrimiento, y mientras tanto crece. Las cosas siguen siendo las mismas, se le vuelven pueriles entre las manos.
En primero, por ejemplo, ustedes le habrían leído por segunda o tercera vez. «La pequeña vendedora de Fósforos» y «Los copos de nieve que caen y caen»[15]. Mientras en segundo y tercer año leen cosas escritas para adultos.
Juan no sabía ponerle la hache al verbo haber. Pero del mundo de los adultos sabía muchas cosas. Del trabajo, de las familias, de la vida de la aldea. Algunas noches iba con su padre al comité comunista o a las sesiones del Consejo Municipal.
Ustedes, con los griegos y los romanos, le hicieron odiar toda la historia. En cambio nosotros con la última guerra mundial, nos pasábamos cuatro horas seguidas sin tomar aliento.
En geografía, le hubiesen dado otra vez Italia. El entonces dejaba la escuela sin haber oído mencionar el resto del mundo. Le hubieran hecho un daño grave. No iba a poder leer ni el diario.
NO SABES EXPRESARTE
En poco tiempo Manuel se entusiasmó con todo. De mañana seguía el programa de tercero. Mientras tanto se anotaba las cosas que no sabía y de noche iba a mirar los libros de segundo y de primero. En junio «el imbécil» se presentó para el diploma de secundaria inferior y lo aprobaron.
Con Juan fue más difícil. De la escuela de ustedes había salido analfabeto y odiando los libros.
Nosotros nos rompimos el alma por él. Llegamos a hacer que le gustara no digo todo, pero por lo menos alguna materia. Solo nos hacía falta que ustedes lo elogiaran y lo pasaran a tercero. Después nos habríamos encargado de que le gustar el resto.
Pero durante los exámenes una profesora le dijo: «¿Por qué vas a una escuela no oficial? ¿No ves que no sabes expresarte?…»[16]
Vaya noticia: yo sé muy bien que Juan no se sabe expresar.
Por lo tanto, a golpearnos el pecho los culpables, todos juntos. Pero primero ustedes, que lo echaron de la escuela el año anterior.
Aunque maldito lo que se preocupan.
SIN DISTINCIÓN DE IDIOMA
Por otra parte, tendríamos que entendernos sobre que significa idioma correcto. Los idiomas son creados por los pobres, que luego siguen renovándolos hasta el infinito. Los ricos lo cristalizan para poder joder a los que no hablan como ellos. O para poderlos eliminar.
Ustedes dicen que Gustavito, el hijo del doctor, escribe bien. Ya lo creo: si habla como ustedes. Pertenece a la firma.
En cambio el idioma que habla y escribe Juan es el idioma de su padre. Cuando Juan era chiquito le decía lala a la radio. Y el padre muy serio: «No se dice lala, se dice arradio».
Ahora, si es posible, es bueno que Juan aprenda también a decir radio. El idioma de ustedes podría servirle. Pero mientras tanto no pueden echarlo de la escuela.
«Todos los ciudadanos son iguales sin distinción de idioma». Lo dijo la Constitución justo pensando en él[17].
TÍTERE OBEDIENTE
Pero ustedes rinden más honores a la gramática que a la Constitución. Así Juan se fue también de nuestra escuela.
Nosotros no nos resignamos. Lo seguimos de lejos. Supimos que no va más a la iglesia ni al comité de ningún partido. Va a una fábrica a lavar pisos. En las horas libres sigue las modas como un títere obediente. Los sábados va a los bailes y los domingos al estadio.
Ustedes no saben siquiera que existe.
EL HOSPITAL
Nuestro primer encuentro con ustedes fue así. A través de los muchachos que no quieren.
Nosotros también notamos que con ellos resulta difícil dar clases. A veces nos entra ganas de sacárnoslos de encima. Pero si los perdemos, la escuela no es una escuela. Es como un hospital que cura a los sanos y rechaza a los enfermos. Se convierte en un instrumento de diferenciación cada vez más irremediable.
Y ustedes, ¿de veras se atreven a jugar ese papel en el mundo?, ¿no? Entonces vuelvan a llamarlos, insistan, empiecen todo de nuevo hasta el infinito, a costa de pasar por locos.
Mejor pasar por loco que ser instrumento de racismo.
LOS EXÁMENES
LAS REGLAS PARA ESCRIBIR
En junio, al tercer año de Barbiana, me presenté para el diploma de secundaria inferior como alumno libre.
El tema de la composición era: «Hablan los vagones del ferrocarril». En Barbiana había aprendido que las reglas para escribir son las siguientes. Tener algo importante que decir, o que sea útil para todos o para muchos. Saber a quién se escribe. Recoger todo lo que sirve. Encontrar una lógica para ordenarlo. Quitar toda palabra que no usamos hablando. No fijarse límites de tiempo. Así escribo con mis compañeros esta carta. Así espero que mis alumnos escriban, cuando yo sea maestro.
LA SARTÉN EN SUS MANOS
Pero ante un tema semejante, ¿de qué me servían las reglas humildes y sanas del arte de todos los tiempos? Si quería ser honesto, debía de entregar la página en blanco. O bien criticar el tema y a quien lo había dado.
Pero yo tenía 14 años y venía de la montaña. Para entrar a Normal necesitaba ese diploma. Esa hojita de papel estaba en las manos de cinco o seis personas extrañas a mi vida y a todo lo que amaba y sabía. Gente despreocupada que tenía la sartén por el mango.
Traté, pues, de escribir como ustedes quieren. De más está decir que no lo logré. Seguramente salieron mejor los escritos de sus señoritos, expertos en sacarle el olor a podrido al guiso de lugares comunes.
EL COMPLEJO DE LA TRAMPA
El deber de francés era un compendio de excepciones.
Hay que abolir los exámenes. Pero, mientras se requieran, por lo menos sean ustedes leales. Las dificultades se ponen en el mismo porcentaje en que aparecen en la vida. Si ponen más, quieren decir que tienen la manía de la trampa. Ni que le hubiesen declarado la guerra a los muchachos.
¿Quién los obliga a eso? ¿El bien de los alumnos?
BÚHOS, GUIJARROS Y ABANICOS
El bien de ellos, no. Fue aprobado con 9[18] un muchachito que en Francia ni sabría pedir dónde está el baño.
Solo sabía pedir búhos, guijarros y abanicos, ya sea en singular como en plural[19]. En total, habrá sabido unas doscientas palabras, y todas escogidas por ser excepcionales, no frecuentes.
El resultado fue que llegó a odiar el francés tanto como se pueden odiar las matemáticas.
EL FIN
Yo aprendí idiomas con discos. Casi sin darme cuenta, aprendí primero las cosas más útiles y corrientes. De la mismísima manera que uno aprende el propio idioma.
Aquel verano había estado en Grenoble, lavando platos en un restaurante. Me había sentido en seguida a mis anchas. En los albergues internacionales había logrado comunicarme con muchachos de Europa y de África.
Volví decidido a aprender idiomas a más no poder. Mejor muchos y mal que uno y bien. Con tal de poderse comunicar con todos y de conocer hombres y problemas nuevos, riéndose de las sagradas fronteras de las patrias.
LOS MEDIOS
En los tres años de secundaria, en vez de uno, habíamos aprendido dos idiomas: francés e inglés. Teníamos un vocabulario suficiente como para afrontar cualquier discusión.
A condición de no hacer tanto aspaviento por alguno que otro error de gramática. La gramática solo aparece cuando hay que escribir. Para leer o hablar, no se precisa. Después, poco a poco, va entrando en el oído. Más tarde, los que tienen interés pueden estudiarla.
Por otra parte, es lo mismo que pasa con el idioma propio. La primera lección de gramática llega después de ocho años que uno está hablando. Y después de tres años de leer y escribir.
Los nuevos programas aconsejan el uso de discos. Pero los discos sirven en un seminternado, donde los idiomas se aprenden para distraerse en las horas de mayor cansancio. Un par de horas por día durante los siete días de la semana. No tres horas por semana, como en sus escuelas.
En las condiciones de ustedes, mejor no emplear discos.
LOS CASTILLOS DEL LOIRE
En el examen oral se dio la sorpresa. Sus alumnos parecían pozos de ciencia en cultura francesa. Por ejemplo, hablaban con gran suficiencia de los castillos de Loire.
Más tarde se supo que habían estudiado solamente eso en todo el año. Tenían en el programa algunos fragmentos más, que sabían leer y traducir.
Si hubiera caído un inspector, ellos se habrían lucido más que nosotros. El inspector no se sale del programa. Y sin embargo, tanto él como ustedes saben que ese francés no sirve para nada. Y entonces, ¿para quién lo hacen? Ustedes, para el inspector. Él, para el superintendente. Y este para el ministro.
Ahí está el aspecto más desconcertante de su escuela: no desemboca en ningún lado.
ARRIBISTAS A LOS 12 AÑOS
También el fin de los muchachos que asisten a esa escuela es un misterio. Tal vez no existe o es vulgar.
Día tras día los muchachos estudian para el registro, para la libreta de notas y para el diploma. Y mientras tanto no reparan en todo lo bueno que están estudiando. Idiomas, historia, ciencias, todo se convierte en notas y nada más.
Detrás de esas hojas impresas, solo está el interés individual. El diploma no significa plata. Nadie de ustedes lo dice. Pero por más vueltas que le den eso es lo que queda en el fondo.
Para estudiar con ganas en sus escuelas habría que se arribistas ya a los 12 años.
A esa edad hay pocos arribistas. Tan es así que la mayoría de sus alumnos odia la escuela. La invitación vulgar de ustedes no merecía otra respuesta.
EL INGLÉS
En la clase de al lado había una sección en inglés. Era el colmo de la superchería.
Ya lo creo que el inglés es más útil. Siempre y cuando se lo conozca. No cuando apenas se lo empieza, como hacen ustedes. Ya no era cosa de búhos y guijarros. No sabían siquiera decir buenas tardes. Y desanimados para siempre.
El primer idioma extranjero es en cambio un acontecimiento en la vida de un muchacho. Tiene que ser todo un éxito; si no, es un desastre.
Nosotros notamos que prácticamente solo es posible con el francés. Cada vez que llegaba un huésped extranjero que hablaba en francés había algún chico que descubría la alegría de entender. Esa misma noche lo veíamos ir a buscar los discos para aprender otro idioma.
Ya tenía lo principal: las ganas, la certeza de lograrlo y una mentalidad ya abierta a los problemas lingüísticos.
MATEMÁTICAS Y SADISMO
El problema de geometría que pusieron en el examen hacía pensar en una escultura de la Bienal: «Un sólido está formado por una semiesfera superpuesta a un cilindro cuya superficie corresponde a tres séptimos de aquella…».
No existe instrumento corriente que mida las superficies. Por lo tanto, nunca puede ocurrir que en la vida haya que conocer las superficies y no las dimensiones. Un problema de esos solo puede surgir de la mente de un enfermo.
NUEVAS ETIQUETAS
En la nueva Enseñanza Secundaria tales cosas no sucederán más. Los problemas partirán «de consideraciones de carácter concreto».
En efecto, a Marta, este año en el examen de secundaria inferior le dieron un problema moderno basado en calderas: «Una caldera tiene la forma de una semiesfera superpuesta». Y de nuevo con las superficies.
ES preferible un profesor anticuado que se cree moderno porque cambio las etiquetas.
UNA CLASE DE IMBÉCILES
Ese profesor del examen era un chapado a la antigua. Entre otras cosas, ninguno de sus alumnos logró resolver ese problema. De los veintiocho que estábamos ahí, el resultado fue: veintiséis aplazados.
¡Y él salió diciendo que le había tocado una clase de imbéciles!
EL SINDICATO DE LOS PADRES
¿A quién le correspondía frenarlo?
Hubieran podido hacerlo el director del liceo o el consejo de profesores. No lo hicieron.
Hubieran podido hacerlo los padres. Pero mientras sean ustedes los que sujetan la sartén por el mango, los padres se van a quedar callados. Y entonces, o les sacamos de las manos todas las sartenes (notas, libretas, exámenes) o bien organizamos a los padres.
Un lindo sindicato de papás y mamás, capaz de recordarles que les pagamos nosotros y les pagamos para que nos sirvan, no para que nos echen.
En el fondo les haría bien. Los que no reciben críticas envejecen mal. Se apartan de la historia que vive y progresa. Se convierten en esas pobres criaturas que son ustedes.
EL DIARIO
La historia de lo que va del siglo es la que yo sabía mejor.
Revolución rusa, fascismo, guerra, resistencia, liberación de África y de Asia. Es la historia que vivieron mi abuelo y mi padre.
Después sabía bien la historia en la que vivo yo. O sea el diario, que en Barbiana se lee cada día, en voz alta, de cabo a rabo.
En época de examen, las dos horas para leer el diario hay que robarlas a la avaricia de cada uno. Porque no hay nada en el diario que sirva para los exámenes. Lo cual confirma que hay poco en la enseñanza de ustedes, que sirva para la vida.
Por eso es que hay que leer el diario. Es como gritarles en la cara que un certificado mugriento no logró transformarnos en animales. Lo queremos solo para nuestros padres. Pero la política y la crónica, es decir los sufrimientos de los demás, valen más que ustedes y nosotros juntos.
LA CONSTITUCIÓN
Una profesora terminó el programa de historia en la primera guerra mundial. Exactamente en el punto en que la escuela podía conectarse con la vida. Y durante todo el año nunca había leído un diario en horas de clase.
Debían haberle quedado grabados los letreros fascistas: «Aquí no se habla política».
Un día la madre de Alberto, le dijo: «Con todo, me parece que el niño mejoró mucho desde que va a los cursos especiales[20] de la escuela municipal. Lo veo siempre leyendo de noche». «¿Leyendo? ¿Usted sabe que lee? ¡LA CONSTITUCIÓN! El año pasado tenía la manía de las chicas y este año la de la Constitución».
La pobre mujer pensó que se trataba de un libro sucio. Y esa noche quería que el padre le diera una paliza a Alberto.
MONTI
La misma profesora para idioma italiano, ponía a toda costa extrañas fábulas de Homero. Si por lo menos hubiese sido Homerono: se trataba de Monti[21].
En Barbiana no leíamos. Solamente una vez, para divertirnos, tomamos el texto griego y contamos las palabras de un canto. ¡Ciento cuarenta y uno, por cierto! De tres palabras, dos son de Homero y una salió de la cabecita de Monti.
Y Monti ¿Quién es? ¿Es alguien que tiene algo que decirnos?
¿Alguien que habla el idioma que nos hace falta? Todo lo contrario: es alguien que escribía en un idioma que ni siquiera en su época se hablaba.
Una vez estaba enseñándole geografía a un chico recién expulsado de su secundaria. No sabía nada de nada, pero para decir Gibraltar decía Columnas de Hércules[22].
¿Usted se lo imagina en España sacando un pasaje en la estación de ferrocarril?
JERARQUÍA DE LO URGENTE
Cuando la enseñanza es escasa hay que cumplir con el programa según las urgencias.
Gustavito, el del doctor, tiene tiempo hasta para leer cuentos. Juan, no. Juan se les escapó de las manos a los 15 años. Está en una fábrica. No tiene necesidad de saber si fue Júpiter quien parió a Minerva o viceversa[23].
En un programa de italiano para él, hubiera quedado mejor el contrato de metalúrgicos. Usted, señora, nunca lo leyó. ¿No le da vergüenza? Es la vida de medio millón de personas.
Que son cultos, es algo que ustedes mismos se dicen. Todos leyeron los mismos libros. No hay nadie que les pida algo distinto.
MUCHACHOS INFELICES
En los exámenes de gimnasia el profesor nos trajo una pelota y nos dijo: «Jueguen al baloncesto». Nosotros no sabíamos jugar. El profesor nos miró con desprecio: «Muchachos infelices».
Él es como ustedes. Tener habilidad en un rito convencional le parecía importante. Le fue a decir al director que no teníamos «educación física» y que quería mandarnos a examen en septiembre.
Cada uno de nosotros era capaz de treparse a una encina. Allá arriba, soltar las manos, y bajar una rama de cien kilos con el hacha. Después arrastrarla por la nieve hasta la puerta de la casa, a los pies de nuestra madre.
Me contaron de un señor de Florencia que para subir a su casa toma el ascensor. Y que se compró otro aparato costoso con el que simula que está remando. Ustedes le pondrían la nota más alta en educación física.
EL LATÍN EN MUGELLO
Naturalmente, sabíamos muy poco de latín. La Cámara hacía ya dos años que lo había sepultado[24]. Y justamente ese año habían dejado de pretenderlo en Cambridge y en Oxford[25]
Pero los campesinos de Mugello tenían que conocerlo al dedillo. Solemnes como sacerdotes, los profesores caminaban entre los bancos. Guardianes de un candil apagado.
Yo miraba asombrado a esa gente tan rara. Nunca había visto algo semejante.
LA NUEVA ENSEÑANZA SECUNDARIA
EN SUS MANOS
Leímos la ley y los programas de la Nueva Enseñanza Secundaria.
La mayoría de las cosas que están escritas ahí nos viene bien. Además está el hecho de que ella existe es única, es obligatoria y le dolió a las derechas. Es un hecho positivo.
Lo único que apena es saber que está en las manos de ustedes. ¿La convertirán en clasista, como a la otra?
EL HORARIO
La vieja secundaria era clasista sobre todo por el horario y el calendario. La nueva no los cambió. Sigue siendo una escuela cortada y confeccionada para los ricos. Para los que tienen la cultura en la casa y van a la escuela solo para cosechar diplomas.
Sin embargo hay un soplo de esperanza en el artículo 3°. Establece cursos especiales de diez horas semanales por lo menos. Aunque inmediatamente el mismo artículo les ofrezca el pretexto para no hacerlos: tales cursos fuera del horario habitual serán realizados «previa investigación de las posibilidades locales». Por lo tanto, el asunto está en sus manos.
REALIZACIÓN
En el primer año de la nueva secundaria los cursos especiales estatales funcionaron en 15 de los 51 municipios de Florencia.
En el segundo año; en 6 municipios interesando el 7,1 % de los muchachos. El año pasado, en 5 municipios: 2,9 % de los muchachos[26].
Ya no hay más cursos especiales municipales[27].
No pueden acusar a los padres. Ellos entendieron que ustedes no tienen interés. Si no, serviles como son, les abrían mandado a sus hijos, no solo a los cursos especiales, sino también a la cama.
ENEMIGOS
El alcalde de Vicchio. Antes de reponer los cursos especiales municipales, interrogó el parecer de los profesores públicos. Llegaron quince cartas. Trece en contra y dos a favor. El motivo más corriente era si los cursos especiales no están bien hechos mejor valía no hacerlos.
Los muchachos de las aldeas se lo pasaban en el bar o en la calle.
Los de la campaña, en los campos.
Frente a esta situación, los cursos especiales nunca estarán mal. Cualquier cosa que enseñen es buena. Hasta ese aborto que ustedes llaman escuela es bueno.
Si son enemigos de los cursos especiales les aconsejo que no lo hagan notar. La gente es maliciosa. Podría pensar que dan clases particulares a los señoritos.
ÁFRICA DEL SUR
Hay quienes odian la igualdad.
El director de un liceo de Florencia le dijo a una señora: «No se preocupe, mándemelo a mí. Mi liceo es el menos unificado de Italia».
Es fácil jugar con el pueblo soberano. Basta agrupar en una sección a los «muchachos bien». No importa conocerlos personalmente. Basta mirar la libreta, la edad, el lugar de residencia (campo, ciudad) y de origen (norte, sur), la profesión del padre y las recomendaciones.
Así convivirán en una misma escuela dos, tres, cuatro secundarias diferentes. La A es la «vieja secundaria», la que marcha bien, la que se disputan los profesores más reconocidos. Cierto tipo de padres se ingenia para poner en ella a sus hijos.
La B está a un nivel un poco más bajo, y así sucesivamente.
EL DEBER DE LOS CODAZOS
Es toda gente respetable. El director y los profesores no lo hacen por si mismos, sino por la Cultura.
Tampoco los padres lo hacen por ellos mismos. Lo hacen por el Porvenir del niño. Abrirse camino a codazos no queda bien, pero se vuelve deber sagrado hacerlo por él. No hacerlo sería vergonzoso.
DESARMADOS
Los padres más pobres no hacen nada. No sospechan siquiera que estas cosas existan. Todo lo contrario: se emocionan. Cuando ellos eran chicos, en el campo lo máximo a que podían aspirar era a tercero de primaria.
Si las cosas no marchan, será porque el niño no tiene condiciones para el estudio. «Lo dijo el profesor. Que persona educada. Me dijo: tome asiento. Me mostró la libreta, un deber lleno de rayas rojas. No nos tocó un hijo inteligente. Paciencia. Irá al campo como nosotros».
ESTADÍSTICAS
A NIVEL NACIONAL
A esta altura usted objetará que fuimos a dar exámenes en escuelas particularmente malas. Que sobre la cuestión le llegaron informes no muy alentadores y no solo de aquí. Y que usted conoce decenas de episodios tan reales como los nuestros, pero que demuestran todo lo contrario.
Entonces, ¿sabe qué hacemos? Vamos a dejar, tanto usted como nosotros, toda posición demasiado pasional y entraremos en un terreno científico.
Volvemos a contarle nuestra historia, pero esta vez con cifras en la mano.
INCAPACITADO PARA ESTUDIAR
El encargado de estadística es Jorge. Tiene 15 años. Es otro de esos muchachitos de aldea que ustedes decretaron incapacitado para estudiar.
Con nosotros marcha bien. Por ejemplo, ahora hace cuatro meses que está sumergido en estas cifras. Ni la aritmética le parece pesada.
El milagro de educación que produjimos con él tiene una receta muy clara.
Nosotros le ofrecimos que estudiara para una finalidad noble: sentirse hermano de 1.031.000 rechazados como él y disfrutar la dicha de vengarse y de vengarlos[28].
EL PROFESOR PRESUMIDO
Decenas de anuarios estadísticos, decenas de escuelas visitadas o consultadas por correspondencia, viajes al Ministerio y al ISTAT para los datos que faltaban y días enteros con la máquina de calcular[29].
Hubo quienes trabajaron en eso antes, que nosotros. Pero en todos los casos se trata de pobres diablos que después no saben traducir los resultados en la lengua de todos los días.
Nosotros no los leímos, ustedes los profesores tampoco.
Así que ninguno de ustedes tiene una idea clara de lo que sucede en la enseñanza.
Es lo que hicimos notar a un profesor que fue a visitarnos. Sacaba chispas: «Hace tres años que trabajo. Conocí miles y miles de muchachos y de padres. Ustedes ven las cosas desde afuera. No están empapados de los problemas de la escuela».
Y entonces el que está empapado es el que conoció solo a muchachos ya seleccionados. Cuanto más conoce, más torcido ve.
MILLONES DE JUANES
La escuela tiene un solo problema: los muchachos que pierde. La escuela «obligatoria» de ustedes abandona por el camino a 462.000 por año. A esta altura, los únicos incompetentes en cuanto a enseñanza son ustedes, que los pierden y no se dan vuelta para recobrarlos. No nosotros, que los encontramos en los campos y las fábricas y lo conocemos de cerca.
Los problemas de la enseñanza los ve la madre de Juan, ella que no sabe leer. Los entiende quien se preocupa por un muchacho que fue suspendido y tiene la paciencia de echar una ojeada a las estadísticas.
Entonces las cifras se ponen a gritar contra ustedes. Dicen que como Juan hay millones y que ustedes o son estúpidos o son malvados.
LA PIRÁMIDE
Temiendo que los cuatro estadísticos les resulten indigestos, se los redujimos a la medida humana. Abarcan todo lo que cabe en un aula cuando se la mira con cariño[30].
Preferimos poner aquí la pirámide. Es un símbolo que se graba en los ojos.
Desde primaria para arriba parece cortada con golpes de hacha. A cada golpe, una criatura que va a trabajar antes de ser un igual.
SIGUIENDO A LOS DE 1951
Pero la pirámide tiene el defecto de poner en una misma página a gente de 6 y de 30 años. Culpas viejas y nuevas.
Trataremos entonces de seguir a una generación a lo largo de ocho años de enseñanza obligatoria.
A falta de datos más recientes, sigamos a la generación de 1951.
PRIMERO DE PRIMARIA
Entremos el 1° de octubre en una clase de primero de Primaria. Los niños son 32. Al verlos se diría que son iguales. Pero en realidad ya 5 son repetidores.
A los siete años de edad, con delantalcito y moño, están marcados por un retraso que pagarán caro en Secundaria.
POR FALTA DE GANANCIA
Antes de empezar ya faltan 3 niños. La maestra no los conoce, pero ya asistieron a la escuela. Sufrieron el primer rechazo y no volvieron más.
Si hubiesen vuelto estarían con usted. En cierto sentido los perdió. Como cuando se habla de pérdida para significar falta de ganancia.
En las clases siguientes el asunto se repite. Si nosotros fuésemos malos podríamos incluir en cada año el doble de los niños perdidos: los que ustedes echaron y los repetidores que no volvieron.
Y si fueran buenos, ustedes mismos los incluirían[31].
LOS REFRACTARIOS
Los que nunca fueron a la escuela, no los contamos. No existe una investigación en escala nacional. Parece que son pocos. Por ejemplo,
Jorge, aquí en Mugello, no encontró ni uno.
De todas maneras, no les vamos a reprochar por esto. Serían otros los culpables. Sobre todo los curas, que tienen presente a todo el pueblo y pueden convencer o denunciar a los padres.
LOS ELIMINADOS
En junio la maestra bocha a 6 niños[32]. Desobedece a la ley del 24 de diciembre de 1957, que la invita a hacerlos seguir con ella los dos años del primer ciclo[33].
Pero la maestra ciruela no acepta órdenes del pueblo soberano. Bocha y se va de vacaciones a la playa.
DISPARAR EN UN MATORRAL
Eliminar de la clase es como disparar en un matorral. Tal vez era un niño, tal vez una liebre. Luego veremos.
Hasta que no llega octubre, usted ignora lo que hizo. ¿El eliminado fue trabajar o repite el año? ¿Se construirá las bases para seguir y adelantar o se estropeará con programas no adecuados para él?
SEGUNDO DE PRIMARIA
En octubre, en segundo año, la maestra se encuentra también con 32 niños[34]. Veintiséis son caras conocidas y entonces le parece que está de nuevo con sus niños. Les ha tomado cariño.
Luego ve que hay 6 chicos nuevos. Cinco, son repetidores. Uno de ellos, repetidor por tercera vez, tiene casi 9 años.
El sexto chico nuevo es Gustavito, el del doctor.
GUSTAVITO
Los cromosomas del doctor son poderosos. Gustavito ya sabía leer a los 5 años. Nunca necesito ir a primero. Entra directamente a segundo, con 6 años de edad. Habla que es un sabelotodo.
Él también está señalado, pero con la marca de la raza de calidad.
PAN AMARGO
De los 6 niños suspendidos, 4 están repitiendo primero. Si para la escuela no pueden considerarse perdidos, para la clase sí.
Tal vez la maestra no se preocupa por ellos porque los sabe en buenas manos, en la clase de al lado. Tal vez ya se olvidó.
Para ella que tiene 32, un chico es una fracción. Para el chico, la maestra es mucho más. Tuvo una sola y ella lo echo.
Los 2 restantes no volvieron a la escuela. Están trabajando en el campo. En todo lo que comemos hoy hay algo de su pena analfabeta.
LAS MADRES
Hay ya seis madres sabiendo que es la escuela de ustedes. Cuatro de ellas vieron que su hijo fue arrancado de un ambiente en el que había echado raíces. Condenado al destierro y al envejecimiento entre compañeros cada vez más chicos que él.
Dos, se encontraron con un hijo liquidado para siempre.
Las madres no son santas. No ven más allá del umbral. Es un defecto grave. Pero el niño está del lado de acá del umbral. A él, por lo menos, jamás podrán olvidarlo.
CURAS Y PUTAS
En cambio la maestra se defiende con su memoria de madre por horas. Los que faltan tienen el defecto de que no se ven. Habría que poner una cruz o un ataúd en el banco para recordarlos. Pero se sienta un niño nuevo. Un desgraciado como los otros. La maestra ya le tomo cariño.
Las maestras son como los curas y las putas. Se enamoran rápido de las criaturas. Si después las pierden, no tienen tiempo de llorarlas. El mundo es una familia inmensa. Hay tantas más criaturas que servir.
Y sería una gran cosa ver más allá del umbral de nuestra casa. Lo único que hace falta es estar seguros de no haber echado a nadie, con nuestras propias manos.
FRACCIONES DE IGUALDAD
Al final de Primaria, 11 chicos ya dejaron la escuela por culpa de las maestras.
«La escuela está abierta a todo el mundo. Todos los ciudadanos tienen derecho a ocho años de enseñanza. Todos los ciudadanos son iguales». Pero esos once no.
Dos tienen igualdad cero. Para firmar ponen una cruz. Los demás tienen 2, 3, 4, y 5 octavos de igualdad. Leen más o menos, pero no leen el diario.
ASIGNACIONES FAMILIARES
Entre éstos no hay un hijo de familia pudiente. El hecho está tan claro que casi causa gracia.
A los campesinos solo ahora les tocan las asignaciones familiares: 54 liras diarias para cada hijo; los obreros reciben 187 liras[35].
No fueron las maestras las que fijaron estas leyes. Pero ellas saben que existen. Con cada alumno que aplazan ponen a los pobres frente a la tentación de irse. A los ricos, no.
CAMPESINOS
La tentación del trabajo pesa sobre los pobres en edades distintas, según sean campesinos u obreros.
Los once niños que fueron a trabajar durante los cinco años de Primaria tenían de 7 a 14 años.
La mayoría eran campesinos, de todos modos, habitantes de casas aisladas donde hay siempre alguna tarea de la que se pueden encargar hasta niños chiquitos[36].
HOMBRES ANTES DE TIEMPO
El Estado se olvidó de ellos. No los inscribe en la libreta de la clase ni entre las fuerzas trabajadoras.
Sin embargo, trabajan. Y leyendo la ley entre líneas uno descubre que eso se sabe, pero no se dice.
La ley 29/1/61 «Sobre la tutela del trabajo de las mujeres y de los menores», prohíbe el trabajo a los menores de 15 años. Lo cual no vale para el trabajo agrícola. Y tiene razón. La raza inferior carece de niños. Somos todos hombres antes de tiempo.
El artículo 205 del texto único INAIL[37], establece que a los campesinos hay que indemnizarles los accidentes de trabajo desde los 12 años en adelante. Por lo tanto, se da por sabido que trabajamos.
OFICIO DEL PADRE
MISTERIO
A pesar de todos los niños que se pierden, los maestros de primaria son los que salen con más honores si damos una primera ojeada a la pirámide. La forma propiamente piramidal empieza solo en Secundaria.
En efecto, la maestra en primer año tenía 32 alumnos y en quinto, al final, 28. Se diría que solo perdió 4.
En cambio perdió 20. Y ahora hay que aclarar el misterio por el cual quedan 28 niños cuando de 32 se perdieron 20[38].
EL LAGO
Tome un atlas y fíjese en un lago. Parece tanta agua y sin embargo es exactamente la misma que la de un río. La diferencia está en que allí el agua se detiene. Pierde tiempo, ocupa mucho lugar. Después se pone a correr de nuevo y se ve bien que es un río, igual que antes.
El lago es la escuela primaria. Si un niño es promovido todos los años, ocupa 5 bancos. Si repite, ocupa 6, 7, 8… El benemérito Gustavito ocupa solo 4 bancos.
El día en que dejen de suspender se solucionará también el problema de las aulas.
LA TABLA EN COLORES
Todo el problema se entiende mejor mirando la tabla en colores[39] si todo marchara bien, cada columna sería de un solo color. En cambio hay un montón de colores fuera de sitio.
Fíjese solamente en el amarillo. Nacieron en 1950. Las franjitas a la izquierda, fuera de lugar, son los Gustavito.
La parte gruesa que baja en vertical son los niños en el año justo. Los que nunca fueron suspendidos. Cada vez se hace más estrecha. En tercero de Secundaria es ya un grupito casi tan privilegiado como el de los Gustavitos.
Las apariciones de amarillo en otras columnas a la derecha, son los repetidores.
La madre de Juan vio esa tabla. Le dijimos que Juan es amarillo. Lo siguió con el dedo, corriéndolo un poco más a la derecha por cada vez que lo habían suspendido. Cada vez más lejos, más aislado, más distinto.
NÓMADAS
Para la maestra es basura que le descargó amablemente a sus colegas. Pero quien la hace la paga. Del lado izquierdo le llegó más o menos la misma basura.
En total, en los cinco años de Primaria, tuvo entre sus manos a 48 niños y termina entregando 23[40]. Los 29 Juanes pasaron transversalmente por la clase sin dejar huella. De los 32 niños que le entregaron en primero, le quedaron 19.
PROHIBIDO ENVEJECER
Es en Secundaria donde sale a relucir el mal que le hicieron a los 18 repartidos entre generaciones siguientes. Están envejecidos. Y está prohibido envejecer.
Cuando eran obligatorios solo los cinco años de Primaria, era distinto. Seis años de edad más cinco de escuela son once. Antes de la edad mínima para trabajar, todavía quedaba lugar para repetir dos o tres años.
Hoy, en cambio, son seis más ocho, o sea catorce. La libreta de trabajo se puede sacar a los 15 años[41].
NO QUEDA LUGAR
Aparentemente queda lugar todavía para suspender una vez. Pero a esta altura hay que poner cuidado en el mes de nacimiento. Los niños mayores inscriptos en primero de escuela nacieron por lo general en enero. Tienen 6 años y 9 meses.
Contándolos uno a uno, se descubre que tres cuartos de los niños se inscriben en primero con más de 6 años[42]. No se puede suspender ni una vez.
GANAS DE ELIMINAR
Si la maestra se muere de ganas de eliminar, podría desahogarse con los hijos de los ricos.
Yo me pondría de acuerdo con los padres: «Gustavito es chico, no va a tener la suficiente madurez para tomar decisiones en la vida. ¿Qué diría, doctor, si lo detuviéramos un añito?».
No veo el momento de ser maestro para sacarme ese gusto, ojala con un nieto suyo.
SIN MADUREZ
Pero la maestra no piensa como yo. Gustavito pasa siempre[43] ¡Qué raro! Él, que es tan chiquito. Según los psicólogos, tendría que verse en dificultades. ¿Será la potencia de los cromosomas doctor?
Gustavito se encontró con que estaba en quinto escolar a los nueve años[44]. Siempre estuvo entre compañeros más maduros. No maduró, pero se entrenó en afrontar a los adultos. Es uno de esos muchachos que la tratarán a usted con soltura.
Juan, en cambio, siempre estuvo con compañeros más chicos. Con ellos se hace el mandón, pero delante de los adultos se queda mudo.
En primero de Secundaria hay 22 niños en la clase[45]. Para la profesora son todas caras nuevas. Ella no sabe nada de los 11 que se perdieron. Al contrario, está convencida de que no falta nadie.
Alguna que otra vez se queja: «Ahora que es para todo el mundo no es posible enseñar. Llegan chicos analfabetos».
Ella estudió mucho latín, pero nunca vio un anuario estadístico.
UN CARTEL
Y no le alcanzaría. Tendría que estudiarse también las edades en el registro de clase. Puede engañarse con la carita infantil o la débil complexión de algunos alumnos.
En el Registro de Población no le miran la cara a nadie. Quien tiene la edad correspondiente recibe la libreta de trabajo. Y a usted se le puede escapar algún chico de la escuela en el momento menos pensado.
Lo mejor sería que cada niño se pusiera un cartel: «tengo trece años, no me eche».
MASACRE DE LOS MAYORES
Pero nadie lleva el cartel. Y los profesores no miran la fecha de nacimiento escrita en la libreta. Miran las notas.
Tal vez alguno obra con buena intención. Tal vez hasta se propuso salvar a los mayores. Pero luego, delante de un deber lleno de errores, se olvidó de todos sus propósitos.
El hecho es que los mayores son los que inexorablemente salen eliminados[46]. Los que tienen el trabajo al alcance de la mano.
En cambio se salvan los chicos que están en edad justa. Nunca dieron motivo para que los aplazaran en años anteriores. Y ahora tampoco. La casa de estos no es precisamente con la de Gustavito, pero es evidente que poco le falta.
La clase queda pues mutilada de esta manera[47]:
MASACRE DE LOS POBRES
Suspendiendo a los mayores, los profesores tocaron a los más pobres.
Hicimos una investigación sobre el oficio del padre de los que envejecieron en la escuela primaria.
Los resultados aparecen en la tabla de la página siguiente[48].
EL SOBRE CON EL SUELDO
Juan, con catorce años, tendría que recomenzar primero en Secundaria. A esa altura se vuelve casi absurdo seguir. Aunque salvara todos los años, terminaría Secundaria inferior a los 17 años.
Los estudios son el colmo de aburrimiento. El trabajo se encuentra con facilidad[49]. Además dentro de unos meses podrá hasta trabajar legalmente.
Juan sabe muy bien que no es agradable trabajar, pero tiene ganas de llevar a su casa el sobre con el sueldo. Le molesta que le reprochen cada moneda que gasta.
Los padres insten cada vez menos con los estudios. Tanto ellos como el muchacho necesitarían una constancia que pocos tienen. O una pasión tan grande por los estudios que ningún fracaso podría sofocarla.
Ahí hacía falta que ustedes le dieran una mano. Pero no la mano que tendieron para que se cayera rodando.
EL VERDULERO
Tal vez ustedes no tenían esa intención. Ciertamente la culpa la tuvo la maestra que lo entregó tan crecido ya. La culpa la tendrá el mundo y Juan también.
Pero cuando la profesora ve que uno de los alumnos que aplazó es quien la atiende en la verdulería, no quisiera estar en su lugar.
Sería algo totalmente distinto poderle decir: «¿Por qué no vuelves al liceo? Te salvé adrede para que volvieras. Sin ti enseñar no tiene sentido».
SEGUNDO DE SECUNDARIA
En segundo, al faltar los muchachos mayores, la edad media bajó.
Va disminuyendo la diferencia entre los Gustavito y los demás.
Puede decirse que cuando se aplaza en Primaria las clases envejecen, pues muchos de los aplazados repiten. En Secundaria las clases rejuvenecen, pues los mayores encuentran trabajo.
CASA DE LA QUE PROVIENEN
También se produce una transformación social.
Tenemos un estudio que hicieron amigos nuestros en un municipio de aquí cerca. Trataron de subdividir por categoría social a los aplazados de primero y segundo de Secundaria. Los resultados aparecen en la gráfica siguiente[50].
COMO NOTA
Cuando los profesores vieron esa gráfica dijeron que era un insulto a su honorabilidad de jueces imparciales.
Una profesora protestaba, furiosa, diciendo que nunca había averiguado ni sabido nada de las familias de los alumnos: «Si a un deber hay que ponerle 4 como nota, yo le pongo……». Y no entendía la pobre, que precisamente por eso la acusábamos. Porque no hay nada más injusto que dividir en partes iguales, entre desigualdades.
¿DE QUIÉN ESTÁ HABLANDO?
Ya sea por la edad o por la clase social, el hecho es que en segundo de Secundaria la profesora empieza a respirar. Le es más fácil terminar el programa.
No ve el momento en que llegue junio. Se liberará de otros cuatro estorbos y tendrá por fin una clase digna de ella.
«Cuando me los dieron en primero eran verdaderos analfabetos. Ahora en cambio me hacen todos los deberes correctos».
¿De quién está hablando? ¿Dónde están los chicos que le dieron en primero? Le quedaron solo los que escribían correctamente ya antes, y tal vez después, en tercero de Secundaria. Lo aprendieron de sus familias.
Los analfabetos que tenía en primero siguen siendo analfabetos. Solo que se los sacó de su presencia.
LA OBLIGACIÓN
Y lo sabe perfectamente. Tanto es así que en tercero aplaza poco. Siete en primero, cuatro en segundo, y uno en tercero[51]. Exactamente lo contrario de lo que debería hacer.
Si la enseñanza es obligatoria, usted hubiera cumplido con esa obligación pasando a todos los alumnos en tercero. En el examen de secundaria inferior podría dar rienda suelta a sus instintos de seleccionadora.
No tendríamos más nada que observarle. Al contrario: si el muchacho todavía no sabe escribir, usted hará bien en eliminarlo.
RESUMEN
El curso perdió 40 muchachos. Dieciséis de ellos fueron a trabajar antes de haber cumplido con la obligación escolar. Veinticuatro están repitiendo. En total, 56 muchachos pasaron por el curso. En tercero hay solamente 11 de los 32 que le entregaron a la maestra en primero de Primaria.
LA PROFESIÓN DE PAPÁ
A esta altura sería necesario averiguar que oficio tienen los padres de los que obtienen el diploma de Secundaria inferior. Pero el ISTAT no lo hizo. ¿Cómo podía ocurrírsele que la Enseñanza Obligatoria hiciese distinciones de clase?
A falta de eso, analizó la profesión de los padres de los que obtuvieron el diploma de Secundaria superior. Los resultados pueden verse en el cuadro de la siguiente imagen[52].
Son muchachos que pasaron 12 ó 13 años en la escuela de ustedes. Ocho de esos años son obligatorios.
NO ES POR FALTA DE DINERO
Hay quienes dejan por falta de dinero, sin que ustedes tengan la menor culpa. Pero hay obreros que se aprietan el cinturón diez y once años para que el hijo llegue a tercero de Secundaria.
Ellos gastaron tanto como el padre de Gustavito, con la diferencia de que Gustavito, a esa fecha, ya obtuvo el diploma de Secundaria superior.
¿NACIERON DISTINTOS?
IMBECILES Y DESGANADOS
Ustedes que bocharon a los imbéciles y los desganados.
Entonces sostienen que Dios hace nacer a los imbéciles y a los desganados en las casas de los pobres. Pero Dios no comete estos desaires con los pobres. Es más fácil que sean ustedes los que los cometen.
DEFENSA DE LA RAZA
Quien sostuvo en la Asamblea Constituyente la teoría de las diferencias de nacimiento fue un fascista: «El diputado Mastroianni, refiriéndose a la palabra obligatorio, observa que hay alumnos que demuestran una insuficiencia de carácter orgánico para asistir a la escuela»[53].
También un director de secundaria escribió: «La Constitución lamentablemente, no puede garantir a todos los niños el mismo desarrollo mental y las mismas aptitudes para el estudio»[54]. Pero jamás diría eso refiriéndose a su hijo. ¿No le va a hacer terminar secundaria? ¿Lo va a mandar a destripar terrones? Me dijeron que estas cosas ocurren en la China de Mao. Pero ¿será cierto?
También a la gente de buena familia le salen muchachos difíciles.
Pero los mandan para adelante.
LOS HIJOS DE LOS DEMÁS
Solo los hijos de los demás a veces parecen imbéciles. Nunca los nuestros. Estando a su lado uno se da cuenta de que no lo son. Y tampoco son desganados. O por lo menos sentimos que será un momento, que ya va a pasar, que debe haber un remedio.
Entonces es más honesto decir que todos los niños nacen iguales y que, si en adelante no lo son, nosotros tenemos la culpa y debemos remediarlo.
REMOVER LOS OBSTÁCULOS
Es exactamente lo que dice la Constitución cuando habla de Juan.
«Todos los ciudadanos son iguales ante la ley, sin distinción de raza, idioma, condiciones personales y sociales. Es deber de la República remover los obstáculos de orden económico y social que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana y la efectiva participación de todos los trabajadores en la organización política, económica y social del país». (Art. 3).
LES TOCABA A USTEDES
ECHARSE UNO AL OTRO EL BULTO
Una colega suya de Secundaria (una señora joven muy sencilla, que en primero aplazó a 10 de los 28 alumnos, comunistas ella y su marido, gente comprometida) nos replicó:
«Yo no los eche, yo simplemente los eliminé. Si los padres no se encargan de hacerlos volver, peor para ellos».
EL PADRE DE JUAN
Pero el padre de Juan a los 12 años fue a trabajar con un herrero y no terminó ni cuarto año de Primaria.
A los 19 se fue con los guerrilleros. No entendió bien lo que hacía. Pero seguramente lo entendió mejor que ustedes. Esperaba un mundo más justo, que igualara por lo menos a Juan. A Juan, que todavía ni había nacido.
Para él, el artículo 3 suena de esta manera: «Es deber de la señora Spadolini, la profesora de Juan, remover los obstáculos».
Después de todo los paga y bien. Él que cobra 300 liras por hora, les da 4.300. Y está dispuesto a darles más todavía, con tal de que cumplan un horario un poco más decente. Él trabaja 2.150 horas por año y ustedes 522 (y no les incluyo los exámenes, porque no son enseñanza)[55].
Pero ese hombre no puede remover los obstáculos, pues está cargando con todos ellos. No sabe siquiera qué disciplina necesita un muchacho que cursa secundaria, o cuanto tiene que pasarse sentado con los libros, si es bueno que se distraiga, ni si es cierto que estudiar da dolor de cabeza o «repiqueteo de ojos» como dice Juan.
Si hubiese sabido arreglárselas solo, no mandaba a Juan con ustedes. Por eso a ustedes les toca suplirlo en todo: instrucción y educación. Son las dos caras del mismo problema.
Si ustedes lo ayudan, Juan será mañana un padre más capaz y colaborará de otra manera. Su padre, por ahora, es lo que es. Lo poco que los señores le concedieron que fuese.
LAS CLASES PARTICULARES
Si estuviese enterado de todo, el pobre hombre volvería a agarrar la ametralladora. Hay profesores que dan clases particulares y las cobran. En vez de remover obstáculos, trabajan para aumentar las diferencias.
Nosotros los pagamos para que de mañana enseñen a todo el mundo igual. Los más ricos les dan dinero para que por la tarde enseñen de manera distinta a los señoritos. En junio, a nuestra costa, se sientan en el tribunal y juzgan las diferencias.
EL EMPLEADUCHO
No es que el padre de Juan ignore que hay clases particulares. Es que ustedes crearon una atmósfera tal que nadie dice nada. Parecen gente respetable.
Si un empleaducho municipal, en su casa, cobrando caro, hiciese certificados rápidamente y bien, y en la ventanilla los hiciese lentamente e inservibles, iría a la cárcel.
Piense usted que sería además si le murmurara a la gente: «Aquí los certificados se demoran y son inservibles. Le aconsejo que vaya a ver a una de esas personas que los hacen en la casa y los cobran». Iría a la cárcel.
Pero no va a la cárcel un profesor que yo sé que le dijo a una madre: «No sirve. Mándelo a clases particulares». Dijo textualmente eso. Tengo testigos. Podría llevarlo ante el tribunal.
¿El tribunal? ¿Con un juez cuya mujer da clases particulares? Y además en el Código Penal este delito, quien sabe por qué, no está previsto.
LAS CEBOLLAS
Todos ustedes están de acuerdo. Nos quieren aplastar. Háganlo, nomás, pero por lo menos no finjan que son honestos. Dichoso mérito ser honestos con un código escrito por ustedes y a su medida.
Un viejo amigo mío robo 40 cebollas en un huerto. Le dieron 13 meses de cárcel sin goce de libertad condicional. El juez no roba cebollas. Cuesta demasiado trabajo. Le dice a la camarera que se las compre. La plata para las cebollas y la camarera la gana su mujer dando clases particulares.
MEJOR LOS CURAS
Ciertas escuelas de curas son más leales. Son instrumentos de la lucha de clases y no se lo ocultan a nadie. Los barnabitas de Florencia cobran 40.000 liras mensuales por cada semipupilo. Los escolapios, 36.000.
De mañana y de tarde al servicio de un solo patrón. No sirviendo a dos patrones, como ustedes.
LA LIBERTAD
Las modas son el otro obstáculo que no remueven.
Un día, a propósito de la televisión, Juan dijo: «Dan estas cosas… si diesen una enseñanza, uno iría a estudiar».
Con ese sujeto impersonal él quería decir la sociedad, el mundo, ese algo indefinible que guía las decisiones de los pobres.
Lo cubrimos de insultos: «Tuviste dos liceos y los dejaste». Pero entre nosotros ¿podemos decir que es cierto que eligió libremente?
En la aldea pasan todas las modas, salvo las buenas. Quien no las acepta se aísla. Habría que tener el coraje que él no puede tener, tan joven, tan inculto y sin la ayuda de nadie. La ayuda de su padre no le sirve: el también cae en las modas. Ni la del cura que vende juegos en el bar de las ACLI. Ni la de los comunistas que venden juegos en la Casa del Pueblo[56]. Pelean para ver quien lo arrastra más abajo.
Como si no bastaran las ganas que nos muerden por dentro.
LAS MODAS
Las modas le indicaron que la edad comprendida entre los doce y los veintiún años es la de los juegos deportivos y sexuales, y la del odio por el estudio.
Le ocultaron que la edad comprendida entre los 12 y los 15 años es la adecuada para adueñarse de la palabra. Y que la edad entre los 15 y los 21 es para usarla en los sindicatos y en los partidos.
Le ocultaron que no hay tiempo que perder. A los 15 años, adiós estudios. A los 21 se acerca la edad de los pensamientos privados: noviazgo, matrimonio, hijos, bienestar. Entonces tendrá más tiempo para las reuniones, le entrará el de exponerse, no podrá seguramente darse por entero.
LA DEFENSA DE LOS POBRES
La única defensa de los pobres contra las modas podrían ser ustedes.
El estado les da 800 mil millones por año para eso[57].
Pero ustedes son unos miserables educadores, pues ofrecen 185 días de vacaciones contra 180 de clases. Cuatro horas de enseñanza contra doce sin enseñanza. El estúpido del director que entra en la clase y dice: «El superintendente decretó vacaciones también el 3 de noviembre», es acogido con gritos de alegría y se sonríe muy complacido.
Si ustedes presentan el estudio como un mal, ¿cómo podrían quererlo, los muchachos?
AMIGAZOS
En Borgo el director cede un aula a los muchachos de tercero de Secundaria para un baile con las compañeras. Los salesianos, para no desentonar, organizan un concurso de disfraces. Un profesor que conozco se exhibe con la Gaceta del Deporte en el bolsillo.
Son hombres llenos de comprensión por las «exigencias» de los jóvenes. Al final es cómodo aceptar al mundo tal cual es. Un profesor con la Gaceta de Deporte en el bolsillo se entiende bien con un padre obrero que lleva la Gaceta de Deporte en el bolsillo, para hablar de un hijo que vive con la pelota del fútbol bajo el brazo o de una hija que se pasa horas en la peluquería.
Después el profesor pone una marquita en la libreta y los hijos del obrero van a trabajar cuando todavía no saben leer. Los hijos del profesor siguen estudiando y adelantando aunque «no tengan ganas» o «no entiendan nada».
LA SELECCIÓN ES PARA FAVORECER A ALGUIEN
¿FATALIDAD O PLAN?
A esta altura se saca a relucir la fatalidad. Resulta descansado leer la historia en clave de fatalidad.
Leerla en clave política es más preocupante: las modas surgen de un plan, bien calculado, para liquidar a Juan. El maestro o el profesor apolítico se convierten en uno de los 411.000 idiotas útiles armados por el patrón.
Las armas son el registro y las notas. Y ellos, tropa de reserva encargada de detener a 1.031.000 Juanes por año, en el caso de que las modas no fuesen suficientes para distraerlos.
Un millón treinta y un mil rechazados cada año. Es un término técnico de lo que ustedes llaman escuela. Pero es también un término de ciencia militar. Rechazados antes del reclutamiento. Por algo los exámenes tienen origen prusiano.
EL SISTEMA FISCAL
Dato curioso es que el sueldo para echarnos, ustedes lo reciben de nosotros, los excluidos.
Pobre es aquel que gasta todas sus entradas. Rico, aquel que gasta solo una parte de las mismas.
En Italia, por una inexplicable casualidad, lo que se compra está sobrecargado de impuesto. Los tributos sobre las ganancias son una pamplina.
Me contaron que los tratados de ciencia financiera llaman «indoloro» a este sistema. Indoloro significa que los ricos logran hacer pagar los impuestos a los pobres sin que estos se den cuenta.
En la universidad ciertas cosas se dicen. Se está entre señoritos. En cambio, en la enseñanza inferior está prohibido hablar de ciertas cosas. No queda muy claro hacer política en la escuela. El patrón no quiere.
¿QUIÉN SALE FAVORECIDO?
Veamos ahora quien sale favorecido con una enseñanza tan escasa.
Setecientas cuarenta horas por año equivaldrían a dos horas por día. Y el muchacho sigue despierto durante catorce horas más. En las familias privilegiadas son catorce horas de asistencia cultural de todo tipo.
Para los campesinos son catorce horas de soledad y de silencio para seguir siendo cada vez más tímidos. Para los hijos de los obreros son catorce horas de entrega a los persuasores ocultos[58].
Las vacaciones veraniegas, sobre todo, parecen coincidir con intereses determinados. Los hijos de los ricos viajan al extranjero y aprenden más que en invierno. Los pobres, el primero de octubre, se olvidaron hasta de lo poco que sabían en junio. Si tienen que dar exámenes en septiembre no pueden pagarse las clases particulares. En general renuncian a presentarse. Si son campesinos, ayudan en las faenas de verano sin causarle el menor gasto a la hacienda agrícola.
HABLAR CLARO
En tiempos de Giolitti[59] estas cosas se decían en público: «en Caltagirone se reunió un congreso de grandes propietarios que propuso, como toda reforma, la abolición de la instrucción primaria a fin de que los campesinos y los mineros no pudiesen, a través de la lectura asimilar ideas nuevas»[60].
También Ferdinando Martini era sincero. Deplorando que las clases inferiores accedieran a secundario dijo: «por eso creció en la clases dirigentes la obligación de no cejar en sus esfuerzos para no perder su predominio político y económico»[61].
LOS FASCISTAS
También en los tiempos del fascismo las leyes eran claras: «Las escuelas de los centros urbanos y de los mayores centros rurales están constituidas generalmente por un curso interior y uno superior (5 años de estudio)»[62].
En la Asamblea Constituyente los fascistas pidieron que la obligación escolar se redujera a los 13 años de edad[63].
POBRE GUSTAVITO
Pero quedaron solo. Los demás se habían dado cuenta de que hoy hay que hablar de una manera más encubierta.
Cuando en la Cámara se discutió la nueva Enseñanza Secundaria, hablar mal de los pobres ya estaba prohibido. Y no quedo más que llorar por el pobre Gustavito y por el latín.
El más conmovido fue un democristiano: «¿Por qué razón tendrían que salir humillados los más dotados de intelecto y de voluntad, constriñéndolos a estar en una escuela en la que ellos deben cortarse las alas para volar a la misma altura que aquellos que, por naturaleza, necesitan marchar con lentitud?»[64].
EL PATRÓN
¿EXISTE?
A menudo nos da por hablar del patrón que los maneja a ustedes. De alguien que cortó la enseñanza a la medida de ustedes.
¿Existe? ¿Habrá un grupito de hombres, alrededor de una mesa, que tiene las riendas de todo? ¿De los bancos, las industrias, los partidos, la prensa y las modas?
Nosotros no lo sabemos. Pero nos damos cuenta diciéndolo, que esto toma un cariz de novela. Pero para no decirlo tendríamos que ser muy ingenuos. Es como sostener que muchos rodajes se combinaron por casualidad. Salió un tanque que hace la guerra, solo, sin conductor.
LA CASA DE GUSTAVITO
Tal vez la historia de Gustavito nos puede dar una clave. Tratemos de quererlo, a él y a su familia.
El doctor y su señora son gente capaz. Leen, viajan, reciben a sus amigos, juegan con el niño, tienen tiempo para ocuparse de él y hasta lo saben hacer bien. La casa está llena de libros y de cultura. A los 5 años yo manejaba la pala con maestría. Gustavito el lápiz.
Una noche, en medio de una conversación, casi bromeando, sale la decisión: «¿Para qué lo vamos a poner en primero? Mandémoslo a segundo». Lo acompañaron al examen sin darle mayor importancia. Si no lo aprobaba era lo mismo.
Y aprueba sacando las notas mejores. Una serena alegría familiar, tal como sería en mi casa.
LLUEVE SOBRE MOJADO
Lo único raro en todo esto es la ley, que los padres encontraron servida en la mesa. Prohíbe inscribir en primero a un niño de cinco años pero permite inscribir en segundo a un niño de seis.
¿Es una ley imbécil o una ley hasta demasiado inteligente?
Ellos no la escribieron. Ni le prestaron atención. ¿Entonces quien la escribió? ¿Mi abuela?
ESPECIAL
Tal como le ocurrió en primero de Primaria, le sigue ocurriendo luego, año por año. Gustavito pasa siempre y casi sin estudiar.
Yo lucho a regañadientes y salgo eliminado. Él saca tiempo hasta para el deporte, la Acción Católica, la «Giovane Italia», o la Federación Juvenil Comunista, la crisis de la pubertad, el año de melancolía y el año de la rebelión[65].
A los 18 años tiene menos equilibrio que el que tenía a los 12. Pero aprueba siempre. Se graduará con las mejores calificaciones. Será asistente universitario honorario.
TRABAJA GRATIS
Sí, honorario. Nadie lo creería: los asistentes voluntarios trabajan por amor al arte.
Nos encontramos con otra ley rara. Pero con gloriosos precedentes. El Estatuto de Carlos Alberto[66] decía: «Las funciones de senador y de diputado no dan lugar a ninguna retribución o indemnidad»[67].
Esto no es romántico desinterés: es un sistema refinado para excluir a la raza inferior sin decírselo en la cara.
La lucha de clases, cuando la hacen los amos, es noble y señoril. No escandaliza a los curas ni a los profesores que leen L'Espresso.
LA MADRE DE GUSTAVITO
Gustavito pues, se convertirá en profesor. Encontrará una mujer como él. Y criará a su vez un Gustavito. Más Gustavito que nunca.
Hay treinta mil historias como estas todos los años.
De por sí, la madre de Gustavito no es una fiera. Es solamente poco generosa. No ve a los hijos de los demás, como si llevara anteojeras. No le prohibió a Gustavito juntarse con Gustavitos como él. Ella misma y su marido se rodean de intelectuales. Así que no quieren cambiar.
Las 31 madres de los compañeros de Gustavito no tienen tiempo como ella, o no saben. Tienen trabajos que rinden tan poco que para vivir de ellos hay que trabajar toda la vida y el día entero.
Ella, en cambio, estudió hasta los 24 años. Entre otras cosas, tuvo en su misma casa a una de esas 31 madres. La madre de un Juan que, para ocuparse de las tareas de una casa ajena, descuida a su hijo.
Todo el tiempo que ahora le sobra es un regalo de los pobres o tal vez un robo de los señores. ¿Por qué no lo comparte?
LA TAJADA MAYOR
Al fin y al cabo, la madre de Gustavito no es una fiera ni es inocente. Pero sumando miles de pequeños egoísmos como esos, se llega al egoísmo grande de una clase, que quiere para si la tajada mayor.
Una clase que no dudó en desencadenar el fascismo, el racismo, la guerra y la desocupación. Si fuese necesario «cambiar todo para que no cambie nada», no dudará en abrazar el comunismo[68].
Nadie conoce el mecanismo preciso. Pero cuando cada ley parece cortada a la medida para que Gustavito se beneficie y nosotros nos jodamos, no se puede seguir creyendo en la casualidad.
LA SELECCIÓN LOGRÓ SU FIN
EN LA UNIVERSIDAD
Entre los estudiantes universitarios, los hijos de papá son el 86,5 %.
Los hijos de trabajadores dependientes, el 13,5 %. Entre los graduados: 91,9 % de hijos de papá, 8,1 % de hijos de trabajadores dependientes[69].
Si los pobres formaran un grupo en sí podrían significar algo. Pero no lo hacen. Todo lo contrario: los hijos de papá los tratan como a hermanos y les regalan todos sus defectos.
En suma, hay un 100 % de hijos de papá.
EN LOS PARTIDOS
Las secretarías de los partidos, en todos los niveles, están en manos de graduados.
Los partidos de masas no se diferencian de los demás en este punto. Los partidos de los trabajadores no le hacen asco a los hijos de papá. Y los hijos de papá no le hacen asco a los partidos de los trabajadores. Con tal que se trate de cargos directivos.
Al contrario queda fino estar «con los pobres». No exactamente «con los pobres», sino «a la cabeza de los pobres»[70].
LOS CANDIDATOS
Las secretarías de los partidos preparan las listas de los candidatos para las elecciones. Al final las adornan con los nombres de algún trabajador, apenas para salvar las apariencias. Después se encargan de que las preferencias se dirijan a los graduados: «Dejen salir a los que saben. Un obrero se encontraría perdido en la Cámara. Y además el doctor es de los nuestros».
LA CÁMARA
Al fin y al cabo, van a hacer leyes nuevas los que están conformes con las leyes viejas. Los únicos que nunca vivieron dentro de las cosas que hay que cambiar. Los únicos que no son competentes en política.
En las Cámaras un 70 % son graduados. Tendrían que representar a los electores. Pero los electores graduados son el 1,8 %.
Obreros y sindicalistas en las Cámaras: 8,4 %. Entre los electores: 51%. Campesinos en las Cámaras: 0,1 %. Entre los electores: 28,8 %[71].
PODER NEGRO
Stokely Carmichael estuvo preso veintisiete veces[72]. Durante el último juicio declaró: «No hay ni un blanco en quien pueda confiar».
Cuando un joven blanco que había dedicado su vida entera a la causa de los negros le gritó: «¿De veras no hay ni uno Stokely?», Carmichael se dirigió al público, miro al amigo y dijo: «No, ni uno».
P.I.G.
Si el joven blanco se ofendió, quiere decir que le dio la razón a Carmichael. Si está de verdad con los negros, tiene que tragar saliva, hacerse a un lado y seguir amando. Carmichael tal vez esperaba ese momento.
Los diarios de izquierda y de centro siempre fueron favorables a las iniciativas de nuestra escuela. Esta vez quizás se unan al coro rabioso de la derecha. Entonces quedará demostrado que hay un partido más grande que todos los partidos: el Partido Italiano de Graduados.
¿PARA QUIÉN LO HACEN?
BUENA FE
La buena fe de los profesores es un problema aparte.
El Estado les paga. A las criaturas las tienen delante. Estudiaron historia. La enseñan. Tendrán que ver claro.
Lo que pasa es que de las criaturas, ustedes solo ven a las escogidas. La cultura tuvieron que hacérsela en los libros. Y los libros están escritos desde el punto de vista del patrón. Que es el único que sabe escribir. Pero ustedes hubieran podido leer entre líneas. ¿Es posible que todavía estén movidos por la buena fe?
EL NAZI
Trato de comprenderlos. Tienen un aspecto tan respetable. No tienen nada de criminal. Tal vez algo del criminal nazi. Ciudadano honestísimo y obediente que anota los cajones de jabón. Lleno de escrúpulos para no equivocarse con un número (cuatro, cuatro para abajo), pero que no pregunta si es jabón hecho con carne humana.
MÁS TÍMIDOS QUE YO
¿Por quién lo hacen? ¿Qué ganan ustedes con que los estudios sean odiosos y con echar a Juan a la calle?
En una de esas se descubre que son más tímidos que yo. ¿Tienen miedo por los padres de Gustavito? ¿Por los colegas de los institutos superiores? ¿Por el inspector?
Si la carrera les preocupa tanto, hay solución: arreglen un poquito los deberes, corrijan algún error mientras pasan entre los bancos.
POR EL HONOR DE LA ESCUELA
O bien no tienen miedo a nada exterior y vulgar. Temen solo por la conciencia. Pero es una conciencia mal construida.
«Consideraría esta promoción lesiva al honor y a la dignidad de la escuela», escribió un director en un acta de reunión. ¿Y la escuela quién es? La escuela somos nosotros. ¿Cómo pueden servirla si no nos sirve a nosotros?
POR EL BIEN MISMO DEL MUCHACHO
«Todo lo contrario: es por el bien mismo del muchacho. No olvidemos que se trata de alumnos que tienen que acceder a la Escuela Superior», dijo pomposamente el director de una escuelita de campaña.
De 30 muchachos ya estaba claro que a la Superior iban solo tres: María la de la mercería, Ana la de la maestra y Gustavito, naturalmente.
Pero aunque hubiesen sido más ¿Qué variaba?
El director se había olvidado de cambiar el disco. No se había enterado de la nueva población estudiantil. Una realidad ya viva de 680.000 en primero. Todos pobres. Los ricos, una minoría.
No una escuela de clase inferior, como él dice. De clase inferior es la de él. Al servicio de quien tiene plata para marchar adelante.
POR LA JUSTICIA
«Aprobar a quien no se lo merece es un injusticia para con los mejores», nos dijo otra de esas almas delicadas.
Llame a Gustavito aparte y dígale como dijo el Patrón a los vendimiadores[73]: «A ti te apruebo porque sabes. Tienes doble suerte: la de aprobar y la de saber. A Juan lo apruebo para darle ánimos, aunque tenga la desgracia de no saber».
POR LA SOCIEDAD
Hay profesoras que están convencidas de ser responsables ante la Sociedad: «¡Hoy lo promuevo a tercero de Secundaria y mañana me sale médico!».
IGUALDAD
Carrera, cultura, familia, honor de la escuela, contrapuestos a los deberes para con los alumnos. Son mezquindades. Demasiado poco para llenar la vida de un maestro.
Algunos de ustedes se dieron cuenta, pero no saben escapar. Y todo por miedo a pronunciar esa bendita palabra. Sin embargo, no hay otra salida. Lo que no es política no llena la vida de un hombre de hoy.
En África, Asia y América latina, en el sur de Italia, en los montes, en los campos y hasta en las grandes ciudades, millones de muchachos están esperando que se los lleve a ser iguales. Tímidos como yo, imbéciles como Manuel o desganados como Juan. Lo mejor de la humanidad.
LAS REFORMAS QUE PROPONEMOS
Para que el sueño de igualdad no sea un simple sueño, les proponemos tres reformas:
I- No aplazar.
II- Dar una enseñanza a tiempo pleno a los que parecen tontos.
III- Dar una finalidad (eso alcanza) a los desganados.
I- NO APLAZAR
EL TORNERO
A un tornero no se le permite que entregue solamente las piezas que le salieron bien. De lo contrario no harían nada para que le salieran bien todas.
Ustedes, en cambio, saben que pueden descartar las piezas según como lo deseen. Por eso se limitan a controlar lo que sale bien solo, por causas ajenas a la enseñanza.
MÍNIMO COMÚN DENOMINADOR
Hoy este sistema es ilegal.
La Constitución, en el artículo 34, promete a todos ocho años de enseñanza. Ocho años quiere decir ocho grados distintos. No cuatro grados cursados dos veces cada uno. Si no, sería un juego de palabras malo e indigno de una Asamblea Constituyente[74].
Por lo tanto llegar hoy a tercero de Secundaria no es un lujo. Es el mínimo de cultura común al que todos tienen derecho.
Quien no la tiene no es un igual.
LAS APTITUDES
Ya no se pueden atrincherar más en la teoría racista de las aptitudes.
Todos los muchachos son capaces de llegar a tercero de liceo y todos son capaces de afrontar todas las materias.
Resulta cómodo decirle a un muchacho: «No estás hecho para esta materia». El muchacho acepta porque es tan perezoso como el profesor.
Pero entiende que el profesor no lo considera un igual.
Resulta contraproducente decirle a otro: «Tú naciste para esta materia». Si a uno le apasiona una materia hay que prohibirle que la estudie. Hay que decirle que es un limitado o un desequilibrado. Sobra tiempo, después, para encerrarse en las especializaciones.
A DESTAJO
Si cada uno de ustedes supiera que tiene que hacer adelantar a toda costa a todos los muchachos y en todas las materias, se ingeniarían para hacerlos funcionar.
Yo les pagaría a destajo. Un tanto por muchacho que aprende todas las materias. O mejor, una multa por cada muchacho que no aprende una.
Entonces sus ojos seguirían siempre a Juan. Buscarían en su mirada distraída la inteligencia que Dios le puso y que es sin duda igual a la de los demás. Lucharían por el niño que tiene más necesidad, descuidando al más afortunado, como se hace en todas las familias. Se despertarían de noche con el pensamiento fijo en él, para hallar una nueva manera de enseñar, a la medida de Juan. Irían a buscarlo a su casa si no vuelve.
No se resignarían, porque la escuela que pierde a Juan no es digna de llamarse escuela.
LOS MEDIEVALES SON USTEDES
Nosotros, para los casos extremos, usamos también el látigo.
No ponga el grito en el cielo y déjese de teorías pedagógicas. Si quiere el látigo, yo se lo doy, con tal que no toque el registro con su pluma. La marca de su pluma dura un año. Las del látigo desaparecen al día siguiente.
Juan, por culpa de esa pluma «moderna» y respetable, jamás en la vida leerá un libro. No sabrá nunca escribir una carta decente. Castigo desproporcionado y cruel.
MATEMÁTICAS
El único que tendría que quejarse de una escuela sin aplazados es el profesor de matemáticas. Las clases del segundo y tercero son inútiles para quien no sabe las cosas anteriores.
Pero las matemáticas son una materia sola. No querrá usted que, por tres horas semanales que no puede seguir con provecho, el chico se pierda veintitrés horas de otras que sí puede seguir.
ALCANZA CON MENOS
Por otra parte, con las matemáticas podemos plantear el mismo caso que se planteó en las Cámaras con latín.
¿Qué cálculos hay que aprender para las necesidades inmediatas de la casa, o para un trabajo cualquiera, o para la lectura del diario? En otras palabras, ¿qué recuerda de matemáticas un hombre culto no especializado?
Todo lo que está en el programa de los ocho años, excepto las expresiones numéricas y el álgebra[75].
Queda en pie el problema de enriquecer el vocabulario con el término álgebra. Pero para esto basta una sola clase de álgebra en todo el año.
II- HORARIO CONTINUO
REPETIR
Saben perfectamente que para que todos los alumnos sigan el programa completo no bastan las dos horas diarias de la enseñanza actual.
Hasta ahora resolvieron el problema como clasistas. A los pobres les hacen repetir el año. A la clase media le dan lecciones particulares, repitiendo lo que dijeron los profesores. Para la clase alta no tiene importancia: todo es repetición. Gustavito ya oyó en la casa lo que ustedes enseñan.
Los cursos especiales son una solución más justa. El muchacho repite, pero no pierde el año, no gasta, y ustedes quedan junto a él unidos en la culpa y en la pena[76].
ANTICLASISMO
Saquémonos la máscara. Mientras la escuela de ustedes siga siendo clasista y siga echando a los pobres, la única forma de anticlasismo serio son cursos especiales que echen a los ricos.
Los que no se escandalizan por la cantidad de aplazados y por las repeticiones y tienen algo que objetar a este punto, no son honestos.
Gustavito no nació distinto. Se transforma por el ambiente en que vive después de los estudios. Los cursos especiales deben crear ese ambiente también para los demás (pero con una cultura distinta).
UN AMBIENTE
El horario continuo les asusta. Ya les parece difícil aguantar a los chicos durante esas pocas horas. Pero es porque nunca lo intentaron.
Hasta ahora enseñaron con la obsesión de la campana de salida y con la pesadilla del programa que hay que terminar antes de junio. No pudieron tener una visual más amplia, ni apagar la curiosidad de los muchachos, ni ahondar los problemas hasta el fondo.
Y así ocurrió que hicieron todo mal y se quedaron tan descontentos ustedes como los muchachos. Es el descontento lo que los canso, y no las horas.
HAY QUE CONFIAR
Ofrezcan cursos extras también en primaria, aún los domingos y durante las vacaciones de Navidad, de Semana Santa y de verano. ¿Quién puede decir que los chicos y sus familias no quieren una cosa que todavía no les ofrecieron?
Pero que no me salga un director como aquel que mandó una circular medio amarillenta a los padres, ofreciendo cursos especiales. Hay que darlos a conocer como se da a conocer un buen producto. Y para eso hay que confiar.
HORARIO CONTINUO Y FAMILIA
EL CELIBATO
Enseñar a tiempo completo presupone una familia que no obstaculice. Por ejemplo, formada por dos profesores, marido y mujer, con una casa dentro de la escuela, abierta a todo el mundo y sin límites de tiempo.
Gandhi lo hizo[77]. Y mezclo a sus hijos con los demás, al precio de ver que se formaban tan distintos a él. ¿Ustedes se reconocen capaces?
La otra solución es el celibato.
MATRIMONIO, AUTOMÓVIL, TRABAJO
Esa palabra está ahora en desuso.
La iglesia recién la entendió para los curas, unos mil años después de la muerte de Cristo.
Gandhi la entendió, justamente para la enseñanza. A los 35 años (después de 22 años de matrimonio)[78].
Mao señaló como digno de la admiración de sus compañeros a un obrero que se había castrado (a los «chinos» italianos les da vergüenza contarlo).
88.000
Ustedes demorarán mil años más para adoptar el celibato. Pero hay una cosa que pueden hacer en seguida: empiecen a hablar bien de los solteros que tienen y a valorizarlos.
De los 411.000 maestros y profesores de la enseñanza obligatoria, 88.000 son solteros. De estos, 53.000 no se casarán ya[79]. ¿Por qué no decir abiertamente que no es nada lamentable, sino una suerte, para estar disponibles a toda hora para la enseñanza?
Se acostumbra a decir, no sé con qué fundamento, que hoy los maestros y los profesores solteros son los menos humanos. Mañana, cuando elijan el celibato por generosidad, podrían tomarle pasión a la enseñanza, querer a los alumnos y hacerse querer. Y sobre todo tener la alegría de una escuela que marcha.
HORARIO CONTINUO Y DERECHOS SINDICALES
BATALLAS MEMORABLES
Cayó en nuestras manos una publicación sindical para profesores:
«¡No al recargo de horas de cátedra! Hubo batallas sindicales memorables para establecer la obligación de horas y sería absurdo volver atrás»[80].
Nos dejó turbados. En principio, no tenemos nada que observar. Todos los trabajadores luchan para reducir el horario y tienen razón.
EXTRAÑO PRIVILEGIO
Pero el horario de ustedes es indecente.
Un obrero trabaja 2.150 horas por año. Los empleados públicos, colegas de ustedes, 1.630. Y ustedes cumplen desde un máximo de 738 (los maestros) a un mínimo de 468 (los profesores de matemáticas y lenguas extranjeras).
La excusa que tienen que corregir los deberes en casa (o que estudiar) no vale. También los magistrados tienen que escribir las sentencias.
Además, ustedes podrían no dar deberes. Y si los dan. Podrían corregirlos con los muchachos mientras los están haciendo.
En cuanto a estudiar, todos tienen que estudiar. Y los obreros lo necesitan más que ustedes. No por eso, si van a una escuela nocturna pretenden que les paguen.
En fin, decimos que el horario de trabajo que tienen ustedes es un extraño privilegio. Regalo del patrón desde el comienzo, por motivos que él sabrá. No fue una conquista sindical de ustedes.
DESGASTE NERVIOSO
En la misma publicación se lee que esas horas semanales son: «…insuficientes para agotar la capacidad de desgaste psicofísico de una persona normal».
Un obrero pasa ocho horas por día delante de una prensa con el terror de perder los brazos. Estando él presente no dirían eso.
Además, hay millares de profesores que no están tan cansados para dar clases particulares a quienes les pagan. Mientras no queden limpios de eso, ustedes están del otro lado. Es difícil verlos como trabajadores, con derechos sindicales.
LA HUELGA
Por ejemplo, cuando se declaran en huelga. La huelga es un derecho sagrado del trabajador. Pero las de ustedes, con el horario que cumplen, me repugnan.
Si estudian a Gandhi descubrirán infinitas técnicas de lucha. Sustancialmente idénticas a la huelga, pero con otra forma.
Una solución podría ser que se afilien al sindicato de magistrados y se declaren en huelga solo cuando trabajan como jueces: llamadas a oral o escrito, escrutinios, exámenes y libretas que llenar.
En cambio, cuando tocan esas pocas horas de enseñanza la gente comprende que a ustedes no les importa nada de nosotros.
¿QUIÉN ENSEÑARÁ A HORARIO CONTINUO?
Con ese horario que cumplen, la escuela es una guerra a los pobres. Si el Estado no puede imponerles aumentos de horario, tampoco puede encargarse de la enseñanza.
Es una conclusión grave. Hasta ahora se dijo que la enseñanza estatal es un progreso respecto a la privada. Ahora habrá que retirar lo dicho y proponer que la enseñanza sea confiada a otras manos. A la gente que tenga un motivo ideal para enseñar y para enseñarnos.
CUIDADO CON LAS PALABRAS
Pero no perdamos de vista la realidad.
Que el Estado se encargue, pues, de la enseñanza de mañana y en invierno. Y seguirá siendo «interclasista» (cuidado con las palabras: el clasismo de los ricos se llama interclasismo).
De tarde y durante el verano es preciso que se ocupen otros, y que la enseñanza sea anticlasista (cuidado con las palabras: al anticlasismo los ricos lo llaman clasismo).
EL MUNICIPIO
Como primer paso hay que dirigirse a las Administraciones Municipales. Si están con nosotros, que lo demuestren con una política para los estudios. Porque el alumbrado, los campos de deportes y el asfalto saben ponerlos también los monárquicos.
Si la Junta Provincial Administrativa corta los fondos porque «no está relacionado con las atribuciones de los municipios», que respondan que es una ley fascista (1931), que resistan, que griten sus razones.
Es cómodo echarle la culpa al jefe y no hacer nada.
LOS COMUNISTAS
Pero puede suceder que el municipio no quiera saber nada del asunto. Hasta los comunistas son tímidos en cuestiones de clasismo. ¿Se reconocerán capaces de afrontar a los empleados y a los negociantes?
Un alto porcentaje del partido nos dijo que la enseñanza le corresponde al Estado: «Cuando estemos en el poder nosotros…». Desde la liberación pasaron veinte años. Los comunistas no están en el poder.
LOS CURAS
Tal vez los curas podrían encargarse de los cursos extras. Pero no muchos saben amar con la dureza de Dios. Creen que el mejor sistema para educar a los ricos es el de soportarlos.
LOS SINDICALISTAS
Las únicas organizaciones de clase son los sindicatos. A ellos les toca pues, organizar los cursos especiales.
Por ahora los sindicalistas no quieren saber de nada. Dicen que en una democracia moderna cada organismo tiene su función y no debe salirse de sus cometidos.
Ellos también sufren un poco de timidez.
Sin embargo, se quejan de la juventud de hoy y de su indiferencia a todo. Dicen que cada vez resulta más difícil convencerlos de que hagan huelga, de que se afilien, de formar activistas y operadores a tiempo completos. Mientras tanto dejan que los jóvenes vayan a la escuela del patrón.
INTÉNTENLO POR LO MENOS
Cuando los sindicatos escarmienten volverán sobre el asunto. Mientras tanto podrían intentar un experimento local, por lo menos.
CGL y CISL[81] en común o bien rivalizando.
Enseñar cuesta poco: un poco de tiza, un pizarrón. Algún libro regalado. Cuatro muchachos más grandes que den clases y de vez en cuando un conferenciante que diga cosas nuevas, gratis.
HORARIO CONTINUO Y CONTENIDO
DON BORGHI
Mientras escribíamos esta carta vino a visitarnos del Borghi[82]. Nos planteó la crítica siguiente: «A ustedes les parece muy importante que todos los muchachos vayan a estudiar y que se queden allí todo el día. Saldrán individualistas y apolíticos como todos los estudiantes que andan por ahí. Es el terreno mejor para el fascismo. Mientras los profesores y las materias sean lo que son, cuantos menos muchachos vayan mejor será. Como enseñanza, es preferible la que da una fábrica. Para cambiar a los profesores y el contenido hace falta mucho más que esta carta. Estos problemas se resuelven solo en el plano político».
A FALTA DE ALGO MEJOR
Es cierto. Un parlamento que reflejase las exigencias de todo el pueblo y no solamente las de la burguesía, con un par de leyes penales, les daría el lugar que les corresponde. A ustedes y a los programas.
Pero tendríamos que ir nosotros al parlamento. Los blancos nunca harán las leyes que precisan los negros.
Para ir al parlamento hay que adueñarse del idioma. Por ahora, a falta de algo mejor, es bueno que los chicos vayan a estudiar hasta con ustedes.
DEFORMACIÓN PROFESIONAL
Además, no todos ustedes son en verdad como opina Borghi.
Tal vez se deformaron enseñando precisamente de tal manera. No prefirieron a los señoritos por maldad, sino simplemente porque los tenían siempre al alcance. Eran demasiados y durante demasiado tiempo.
Al final se encariñaron con ellos, con sus familias, con su mundo y con el diario que se lee en sus casas.
Quien ama a las criaturas que están bien es siempre un apolítico. No quiere cambiar nada.
LA PRESIÓN DE LOS POBRES
Ahora las cosas están transformándose. La población estudiantil sigue creciendo pese a la cantidad de eliminados.
Con una masa de pobres que presiona, que necesita cosas fundamentales, no pueden seguir sosteniendo un programa para Gustavito.
Más aún cuando enseñen a tiempo completo. Los hijos de los pobres los van a cambiar de pies a cabeza. A ustedes y a los programas.
Conocer a los hijos de los pobres y amar la política es una sola cosa. No se puede amar a criaturas marcadas por leyes injustas y no querer leyes mejores.
III- UN FIN
ENSEÑANZA DE CURAS
Antes había una enseñanza confesional[83]. Tenía una finalidad, y digna de ser conseguida. Pero no servía para los ateos.
Todos esperaban que ustedes la sustituyeran por algo grandioso.
Pero ahí está el ratoncito que parieron: una enseñanza para el provecho individual.
Ahora ya no existe la enseñanza confesional. Los curas pidieron que fuese equiparada, y dan diplomas y notas como ustedes. Ellos también proponen el Dios Dinero a los muchachos.
ENSEÑANZA COMUNISTA
La enseñanza comunista propondría algo un poco mejor. Pero yo no quisiera ser profesor y tener que medir palabras. Vería en los ojos de los chicos la duda: ¿nos dice la verdad o lo que le conviene? ¿Será preciso pagar tan caro la igualdad?
NECESÍTASE FIN HONESTO
Habría que poner un anuncio en el diario pidiendo un fin.
Que sea honesto. Grande. Que no presuponga para el muchacho nada más que ser un hombre. Es decir, que sirva, para creyentes y ateos.
Yo lo conozco. El prior me lo impuso desde que tenía 11 años y doy gracias a Dios. Ahorré mucho tiempo. Supe, minuto por minuto, por qué estudiaba.
FIN ÚLTIMO
El fin justo es dedicarse al prójimo.
Y en este siglo ¿Cómo se puede amar si no con la política, con el sindicato o con la enseñanza? Somos soberanos. Este no es ya tiempo de limosnas sino de tomar posición. Contra los clasistas que son ustedes, contra el hambre, el analfabetismo, el racismo y las guerras coloniales.
FIN INMEDIATO
Pero este es solo el fin último, que hay que recordar de vez en cuando. El inmediato, que hay que recordar minuto por minuto, es comprender a los demás y hacerse comprender.
Y no basta, desde luego, el idioma italiano, que en el mundo no representa nada. Los hombres también necesitan amarse más allá de las fronteras. Por lo tanto hay que estudiar muchos idiomas y todos actuales.
El idioma, además, está formado por palabras de cada materia. Por lo cual hay que rozar todas las materias, como se pueda, para enriquecer las palabras. Ser aficionados en todo y solo especialistas en el arte de hablar.
CLASICO Y CIENTIFICO
Cuando fue discutida en el parlamento la nueva Secundaria, nosotros, los mudos, guardábamos silencio porque no estábamos ahí. La Italia campesina estaba ausente allá donde se habla de una enseñanza para ella.
Discusiones interminables entre bandos que parecían opuestos pero que eran iguales[84].
Todos egresados de Secundaria Superior. Incapaces de ver más allá de la escuela que los había parido. ¿Cómo habría podido un señorito echarse tierra encima? ¿Cómo iba a escupir sobre sí mismo, sobre esa cultura deforme que era él mismo, que eran las palabras mismas que estaba diciendo?
Los diputados se dividieron en dos facciones. Las derechas proponían el latín. Las izquierdas, las ciencias. No hubo uno que pensara en nosotros, que se hubiera sentido una vez en nuestro lugar. Que hubiera pasado trabajo en la escuela de ustedes[85].
Las derechas, ratones de museo. Los comunistas, de laboratorio. Tan lejos los unos como los otros de nosotros, que no hablamos. Que necesitamos el idioma de hoy y no el de ayer, que necesitamos idiomas y no especializaciones.
SOBERANOS
Porque solo el idioma nos hace iguales. Igual es aquel que sabe expresarse y entiende la expresión de los demás. Que sea rico o pobre tiene menor importancia. Con tal que hable.
Los senadores y diputados constituyentes se creían que nos moríamos de ganas de recibirnos de matasanos o de imprimir el título de ingeniero en papel membreteado: «Los capaces y merecedores, aunque carezcan de medios, tienen el derecho de alcanzar los grados más altos de los estudios»[86].
Tratemos en cambio de educar a los muchachos con una mayor ambición. ¡Para que se conviertan en soberanos! ¡Qué importa ser médico o ingeniero!
LOS ARRIBISTAS
Cuando todos poseamos la palabra, que sigan nomás sus estudios los arribistas. Que vayan a la Universidad, acaparen diplomas, amontonen plata y se aseguren todos los especialistas necesarios.
Con tal que no pidan una tajada más grande de poder, como hicieron hasta ahora.
DESAPARECE
Pobre Gustavito, casi me das pena. Pagaste caro tu privilegio. Deformado por la especialización, por los libros, por el contacto con gente toda igual. ¿Por qué no te vas?
Deja la universidad, los cargos, los partidos. Ponte enseguida a enseñar. Solamente el idioma nada más.
Ábreles el camino a los pobres sin abrirte camino tú. Deja de leer, desaparece. Es la última misión de tu clase.
SALVARSE EL ALMA
No intentes salvar a tus viejos amigos. Si les hablas una sola vez, seguirás siendo el de antes.
También la ciencia debe dejar de preocuparte. Bastarán los avaros para cultivarla. Descubrirán algo que servirá también para nosotros. Irrigarán el desierto, sacarán chuletas del mar y vencerán a las enfermedades.
¿A ti qué te importa? No te dañes el alma y el amor con cosas que seguirán avanzando también solas.