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—Ese mal nacido trató de violarte.

No era una pregunta. La voz de Wickham sonaba áspera. Gabby le sintió apretar los puños contra su espalda, arrugando de paso el delgado tejido de su camisón.

—Me ordenó que me desnudara — dijo Gabby con voz entrecortada—. Supuso que yo le obedecería. Cuando me negué, me agarró. Conseguí soltarme, pero cuando traté de salir de la habitación me golpeó con su bastón, el mismo que lleva ahora, derribándome al suelo. Luego me golpeó una y otra vez. Logré zafarme por segunda vez y me levanté. Cuando Trent se abalanzó de nuevo sobre mí, yo... salté por la ventana. Era una ventana muy alta. Me precipité al vacío (recuerdo que era una hermosa noche estrellada, cálida para septiembre, y durante unos momentos tuve la sensación de estar volando) y aterricé en la terraza, que es de piedra. Al caer me partí la pierna. Cuando recobré el sentido sentí un dolor espantoso y estaba muy asustada. Nadie acudió en mi ayuda hasta el amanecer. Entonces Claire me vio tendida en el suelo desde la ventana del cuarto de los niños y vino corriendo.

Al recordar todo lo sucedido, Gabby se echó a temblar violentamente.

—¿Qué clase de monstruo era tu padre? — preguntó Wickham con aspereza.

—Sí, era un monstruo. Nos odiaba a mis hermanas y a mí, a todo el mundo. Me culpó por lo sucedido, porque no había conseguido saldar su deuda y seguía debiendo dinero a Trent. Cuando me recuperé volvió a ofrecerme a Trent, pero éste ya no estaba interesado en mí porque me había quedado... coja.

Wickham profirió una palabrota en voz baja con una fluidez que debió de escandalizar a Gabby, y la abrazó con fuerza, meciéndola, acariciándole el pelo, la espalda. Sus labios rozaron su frente, su sien, su mejilla...

Pero antes de aceptar el consuelo que Wickham le ofrecía, debía revelarle otra cosa. Respiró hondo con el fin de controlar el temblor de su voz.

—Trent... por algún motivo, ahora que estamos en Londres... vuelve a demostrar... interés en mí. Esta noche lo vi... en Almack's. Dijo... que seguía conservando el pagaré. Dijo... que vendría por mí, para cobrar su deuda. Muy pronto.

Por más que se esforzó, Gabby no logró controlar el nerviosismo que denotaba su voz.

Abrazó a Wickham con tal fuerza que parecía como si sus brazos fueran de hierro. El cuerpo tibio y musculoso de éste se tensó y se quedó inmóvil. Su trabajosa respiración indicaba el esfuerzo que le costaba reprimir su ira. En esos momentos Gabby recordó la primera impresión que le había causado: era un hombre muy peligroso.

—¿Trent te amenazó esta noche? — preguntó con una voz curiosamente desprovista de toda emoción.

Gabby asintió con la cabeza, tragando saliva. Tenía la garganta tan seca que no podía articular palabra.

—No te preocupes, yo le mataré por ti. — Wickham lo dijo con la misma frialdad que si comentara el tiempo.

Gabby lo miró con ojos como platos. No podía hablar en serio... pero en el fondo sabía que sí. Sintió un escalofrío de terror al imaginar a Wickham tratando de matar a Trent y siendo abatido por éste.

Cuando alzó la vista para mirarle horrorizada, Wickham oprimió la mano con que ella le aferraba el vello del pecho.

—¡No! ¡Te ruego que no lo hagas! Trent es un hombre muy poderoso. Es inmensamente rico y además... conoce a gente capaz de todo. No quiero que te hagan daño. Te lo suplico.

Se produjo una brevísima pausa.

—Gabriella...

Ella sintió que su cuerpo rígido se relajaba entre los brazos de Wickham. Éste también pareció relajarse y su respiración se suavizó.

—¿Sí?

—¿Sabes que eso es lo más agradable que me has dicho nunca?

A pesar del pavor que la atenazaba, a Gabby le chocó la nota jovial que denotaba la voz de Wickham. Sus ojos centelleaban mostrando su habitual expresión burlona. En sus labios se dibujaba una leve sonrisa. Gabby le conocía lo suficiente para saber que pese a esa súbita jovialidad no había renunciado a su propósito de matar a Trent; era evidente que a Wickham no le hacía gracia la amenaza que representaba el duque. Gabby aferró con más fuerza el vello de su pecho. De pronto notó las manos muy frías.

En un enfrentamiento cara a cara con Trent, Wickham ganaría con toda seguridad. Pero Trent no era hombre de enfrentarse cara a cara con nadie. Era taimado y perverso, y con su poder y sus recursos no tenía más que expresar el deseo de que Wickham fuera eliminado para que su deseo se cumpliera.

—¡Ay! ¡Me haces daño! — se quejó Wickham.

Apoyó la mano sobre la de Gabby, aplastándola sobre su pecho y obligándola a soltarle el vello.

—No debí contártelo — dijo ella desesperada, ignorando la incongruente reacción de Wickham al alzar la vista para mirarle—. Debes mantenerte alejado de él, ¿me has entendido? Ordenará que te maten. Puede ordenar...

—Gabriella — le interrumpió él acariciando su mano—, no temas por mí: sé cuidar de mí mismo. Trent no me hará daño, y me comprometo a asegurarte que, si le perdono la vida, no volverá a acercarse a ti. Deja el asunto en mis manos.

—No lo entiendes — protestó Gabby con voz entrecortada, tratando infructuosamente de volver a asirle el vello, pero Wickham se lo impidió acariciándole la mano—. No te matará él mismo. Ordenará a otras personas que lo hagan y les pagará bien por ello y le obedecerán. Por favor, prométeme que no te acercarás a él.

—Debes confiar en mí — respondió Wickham con un tono irritantemente sosegado mientras sus dedos jugueteaban con los de ella.

Gabby emitió una exclamación exasperada.

—¡Qué terco eres! No eres invencible, ¿sabes? Hasta yo conseguí herirte de un tiro.

Wickham la miró sonriendo.

—Es verdad, pero debo alegar en mi descargo que no esperaba que una joven tan distinguida como me parecías entonces tuviera un carácter tan rencoroso y violento.

Gabby casi rechinó los dientes de desesperación ante su negativa de tomar su advertencia en serio.

—Trent no se detendrá ante nada — insistió, escrutando ansiosamente el rostro de Wickham en busca de algún signo que indicara que había conseguido convencerlo—. Para él ordenar que te maten es como ordenar que aplasten a una mosca.

—Gabriella — contestó Wickham con una expresión burlona en sus ojos—. Si fuera un presuntuoso, interpretaría tu preocupación como un sentimiento de cariño hacia mí.

Pasmada ante semejante idea, ella lo miró unos momentos fijamente, sin pestañear. Un sentimiento de cariño hacia él...

Esa ocurrencia la desconcertó. Porque, como comprendió sintiendo un nudo en el estómago, era angustiosamente cierta. Sentía cariño hacia él, más que cariño. Durante los días en que lo había tratado, había llegado, paso a paso, a considerarlo un estimado amigo, más que eso. Aunque a la fría luz del día sabía — con toda certeza — que Wickham podía desaparecer tan repentinamente como había aparecido, esa noche, cobijada entre sus brazos, había descubierto que los espejismos poseían una magia irresistible.

«Me he enamorado de él», pensó. Atónita ante semejante descubrimiento, lo miró a los ojos.

—Ni siquiera sé tu nombre — murmuró perpleja, mientras la parte racional de su mente protestaba airadamente por haber obedecido los dictados de su impulsivo corazón.

—Nick — respondió él sin apartar los ojos de los suyos—. Me llamo Nick.

Apoyó la mano en la cabeza de Gabby y lentamente, muy lentamente, acercó su boca a la suya. Luego la besó.