Capítulo 44
Summer vio que Mitch saltaba de la cabina y se alejaba corriendo y gritando. Pero no tuvo tiempo de pensar en ello, de sopesar los motivos y los propósitos. Su atención quedó clavada en la gigantesca rueda gris de la apisonadora, que se acercaba cada vez más al pozo en que se encontraban ella y Steve. Por fortuna, al mover la cabeza, se libró de la tierra. Mitch, ansioso por terminar con la tarea, no los enterró con demasiada eficacia. Y había quitado la tierra de la cara de Steve con desesperados movimientos de la cabeza.
Steve aún estaba inconsciente. Lo pateó con desesperación, con fiereza. Al bajar Mitch de la cabina, tenían una posibilidad... pero tendría que despertarse. Con la boca tapada con cinta adhesiva, no podía decir una palabra. Los gritos brotaban de su garganta, pero la sofocante mordaza los ahogaba. Ni ella misma se oía.
La apisonadora estaba a unos seis metros. Steve parpadeó, y abrió los ojos: Summer los veía brillar en la oscuridad, fijos en ella. Lo pateó con fuerza, retorciendo el cuerpo de tal modo que sus pies conectaron con la rodilla de él.
—¡Ay! — gritó Steve, mirándola.
Summer le hizo señas frenéticas con la cabeza, y se apartó rodando. No supo si había comprendido lo cerca que estaban de la muerte, pero la siguió, y los dos rodaron como rodillos de pastelero sobre la tierra blanda y fresca. La apisonadora pasó a escasos centímetros, y siguió avanzando, hasta hundirse en el lago.