Capítulo 39

Summer tuvo que mirar alrededor por segunda vez para asegurarse. Allí estaba aquel mismo espacio del tamaño de un campo de fútbol, de forma rectangular; allí estaban las embarcaciones que habían visto mejores días, las cuatro paredes de metal corrugado, el techo inclinado, y el piso cubierto de grava. La única lámpara que colgaba del cable desde el techo se balanceaba en el mismo lugar, aunque en ese momento estaba apagada.

El furgón no estaba.

Summer echó una mirada de soslayo a Steve, que estaba de pie, con Corey abrazada a su cintura, a menos de un metro de distancia. Steve la miró a ella, y ambas miradas se encontraron, interrogantes y horrorizadas.

A medida que comprendía el significado de esa mirada, Summer se vio obligada a abandonar una idea que se había apoderado de ella: esto no formaba parte del Plan B.

De verdad, el furgón no estaba, y Steve no sabía dónde estaba. ¡Caramba!

—¿Dónde está el furgón, Calhoun? — Carmichael parecía impaciente.

—Está aquí... por algún lado.

—¿Cómo por algún lado?

—No habrás creído que iba a dártelo, sencillamente, ¿verdad? Primero soltáis a mi hija, y entonces hablaremos de dónde encontrar el furgón.

¡Oh, valiente bravata! Summer rechinó los dientes, e intentó dominar la expresión de su rostro para no delatar el juego. Steve sabía tan bien como ella que el lugar en que estaban era el correcto. No había posibilidad de error. ¡Estaban en el preciso lugar donde había estado el furgón!

—¡Pedazo de...!

Carmichael se estiró hacia Corey y la aferró del brazo. La niña gritó, y se aferró a su padre como un abrojo. Con una picante maldición, Steve le lanzó un puntapié a Carmichael.

Entonces, la culata de una pistola se abatió con ruido sobre la parte posterior de la cabeza de Steve. Clark sonrió, cruel, al hombre que acababa de golpear, mientras Carmichael atraía brutalmente a Corey hacia sí.

Summer escuchó, horrorizada, los gritos de la chica, viendo cómo Steve caía de rodillas. Sintió terror de estar presenciando el comienzo del fin... de su propio fin. El de Steve y el de Corey. El fin de los tres. Inesperadamente, se encendió la lamparilla:

—¡Quieto, todo el mundo!

El grito, que llegó desde arriba, fue acompañado por una avalancha de movimientos. Alzando de golpe la cabeza, Summer vio a media docena de hombres, algunos con uniforme de policía, y otros no, ubicados en las cubiertas de un crucero que estaba allí, cerca, más arriba, armados de rifles y pistolas, y muchas otras armas apuntando al pequeño grupo que estaba en el suelo.

Al mismo tiempo, una estampida de pasos la hizo volverse. Oficiales de policía, docenas de ellos, se precipitaron dentro, rodeándolos en apretado círculo.

—¡Manos arriba! ¡Arriba!

—¡Tiren las armas! ¡Ya! ¡Tírenlas al suelo!

—¡FBI!

—¡DEA!

—¡Policía!

—¡Están arrestados!

Carmichael y compañía miraron alrededor, atónitos. Se vieron rodeados por una cantidad de hombres y armas que los superaba por veinte a uno, y cejaron caer las armas lentamente, con renuencia, uno a uno. Así de rápido, había terminado. Eso era lo que Summer esperaba, aunque todavía no estaba segura de que los presuntos salvadores fueran los buenos, o sólo otro grupo de malhechores.

Eso fue hasta que vio a su ex suegro, con sus cabellos blancos, que formaba parte del grupo de seis que supervisaba todo desde el techo de la cabina de un crucero puesto sobre un remolque. Ella no tenía nada que ver con la presencia del hombre allí, pues cuando se escabulló para llamarlo desde afuera del almacén, le había dicho que fuese a la funeraria Harmon Brothers, junto con el resto de la banda... pero, ¡cuánto se alegraba de verlo!

—¡Hola, Sammy! — dijo, en voz débil.

Él le sonrió, y la saludó con la mano. Alrededor de la mujer, se colocaban esposas en las muñecas de los malhechores, y se los llevaban. El alivio la hizo aflojarse, sin poder creer que la pesadilla, de verdad, había terminado, y se dejó caer de rodillas junto a Steve, sonriéndole a Corey, que estaba acurrucada al otro lado de su padre, con los brazos rodeándolo apretadamente por los hombros. Todavía las lágrimas no se habían secado en las mejillas de la niña.

—¿Plan B? — le preguntó Summer a Steve.

—Podríamos llamarlo así — le respondió. Apoyó un instante la mejilla sobre el cabello castaño de Corey, — Me has dado un susto de muerte.

—Yo también estaba asustado.

—¿Estabas asustado de veras, papá?

Corey había estado escuchando la conversación con los ojos dilatados. Los tres formaban como una pequeña isla compacta en ese mar de representantes de la ley que bullían alrededor.

—Por supuesto. Sobre todo cuando supe que te tenían atrapada.

Le sonrió con ternura.

—Pero me has salvado. — Lo abrazó—. Te he echado de menos, papá. ¿Vas a volver a marcharte?

—No. — Steve sacudió la cabeza—. Nunca más. Te lo prometo, Corey.

—Entonces, podrías convencer a mamá de que me deje salir con chicos. Dice que soy demasiado joven.

—Buen Dios — exclamó Steve, abrumado, girando los ojos hacia Summer, que tuvo que contener una sonrisa.

Al parecer, no estaba preparado para la aventura de ser arrojado al extremo más hondo de la paternidad... de una adolescente en capullo. Por suerte para Steve, su hija eligió ese momento para observarlo bien por primera vez.

—¿Qué te ha pasado en la cara? ¿Acaso ellos... te golpearon?

—No es tan malo como parece — la tranquilizó, sin contestarle concretamente—. Corey, esta es Summer. Summer me salvó a mí.

Corey había estado mirando con disimulo a Summer con una expresión en la que se mezclaban la curiosidad y un atisbo de desaprobación. En ese momento, la miró con franco asombro.

—La perra de ella le meó el pie a uno de los malos, en un momento crítico — le contó, con seductora sonrisa.

—¡Oh, papá!

Fue obvio que Corey no le creyó, pero antes de que pudiesen continuar la conversación, se encontraron con que ya no estaban los tres solos.

—Hemos encontrado esto en el Lincoln. Uno de los prisioneros dice que le pertenece a usted.

Un hombre robusto, de traje gris de ejecutivo, que se dirigía a Steve, sujetaba a Muffy que se retorcía; por el modo en que lo hacía, a Summer le resultó evidente que la perra ya había hecho una de esas casas que le quitaban popularidad. Ya conocía esa expresión: la había visto en las caras de diferentes hombres más veces de las que podía contar.

—Eh, Les — lo saludó Steve—. Me alegro de verte, viejo.

—Yo también. ¿Es tuya?

—Es mía, pero no puedo agarrarla — dijo Summer—. Tengo las manos... — Tuvo una repentina inspiración—: Corey, ¿podrías tener a Muffy hasta que me quiten estas esposas?

—¡Oh, sí!

Sin duda, Corey se sintió encantada ante la idea, y estiró las manos para recibir a Muffy. Sosteniendo con cuidado al pequeño animal, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, y apoyó a la perra en el regazo.

—Es preciosa — suspiró, acariciándole las orejas.

Muffy le lamió la barbilla, y la chica casi se derritió, ante los ojos de los adultos.

—Hace años que quiere tener un perro. Pero a su madre no le gusta tenerlos en la casa — explicó Steve a Summer, por lo bajo. — Yo, en tu lugar, vigilaría a ese animal — le dijo el hambre a Corey—. Me... eh... me mojó el zapato.

—¿Eso hizo? — Los ojos de Corey se iluminaron de gusto—. Pa, ¿no me mentías? ¿Es cierto que Summer y su perra te salvaron?

—Sí, es cierto.

Steve sonrió, viendo a su hija arrullar a Muffy. Luego, levantó la vista hacia el hombre que todavía estaba de pie junto a ellos.

—No es que no esté contento de verte, pero, ¿qué hacéis aquí? Se supone que teníais que esperarnos ante la funeraria, en Murfreesboro.

—Eh, tenemos nuestros métodos.

—Antes de que me los expliques, ¿crees que podrías hacer algo con respecto a estas esposas?

—Ah, lo siento. En realidad, venía para eso. Le quitamos la llave a Clark. ¿Puedes creer que alguien sea tan imbécil? Intentó convencerme de que lo dejara ir. "Porque faltan nada más que dos años para mi retiro, y no quisiera perder la pensión", me dijo.

Mientras hablaba, se inclinó para abrir la cerradura de las esposas de Steve.

—El y Carmichael mataron a dos policías, en Clingmans Dome. Y a un periodista. Y también mataron a las dos mujeres que encontrasteis en la — hizo un ademán señalando a Summer — casa de ella.

—Sí, ya sé. Lo tenemos todo grabado.

—¿Grabado?

—El periodista — creo que su apellido era Todd—, estaba contando la historia al periódico en que trabajaba cuando le dispararon. El director escuchó todo, y no vaciló en llamar a la policía. Por suerte, Clark y Carmichael se llevaron el teléfono móvil con ellos, y no lo apagaron en ningún momento. Estuvo encendido todo el tiempo; acabamos de recuperarlo en el automóvil de ellos, y todavía estaba encendido. Había oficiales escuchando hasta la menor palabra de lo que se habló en el coche, hasta que quedó fuera del alcance. Y el jefe de Todd grabó todo. Lo que tenemos registrado de ésos dos equivale a una confesión.

Con aire de triunfo, Les se irguió, levantando en el aire un par de esposas tintineantes. Steve, libre al fin, estimó los brazos hacia delante y sacudió las manos. Abrazó con un brazo a Corey, que le sonrió con aire dulce y distraído para hacer volver su atención a Muffy que estaba tendida de lomo sobre el regazo de la chica, agitando las patas en el aire, y con expresión embelesada.

—De modo que fue así como nos encontraron... por medio del teléfono de ese pobre hombre — dijo Summer, sorprendida, y miró a Steve—. Me preguntaba por qué les dijiste tan rápido a Carmichael y a Clark dónde estaba el furgón... y con tanta claridad. ¿Sabías que el teléfono estaba encendido?

—Tenía la esperanza. — Steve rió, de pronto—. No, más bien recé por que así fuera.

—Plan B — dijo Summer, sonriéndole con el corazón en los ojos,

A fin de cuentas, era grato saber que su héroe reservaba cierto heroísmo en la manga.

—Después, tenía el Plan C. y el Plan D... bueno, después te lo explicaré mientras un uniformado entraba en el galpón.

Fue directamente hacia Les.

—¿Qué pasa, Grogan? — lo recibió Les.

—Acabamos de saber que hay un sujeto de una empresa de seguridad, allá adelante. Nuestros muchachos no quieren dejarlo entrar en el complejo, y el tipo asegura que hubo una irrupción no autorizada y que necesita cerciorarse.

—Creo que tiene razón — dijo Les—. Diablos, dile que somos la policía.

—Ya se lo hemos dicho, y dice que si utilizamos el código correcto para entrar, no somos nosotros los que entramos sin autorización, y nuestros muchachos lo confirman. Nos lo dieron los mismos propietarios. Sin embargo, parece que hay una especie de sistema de seguridad, aquí, de manera que si se marca un código equivocado tres veces seguidas, esta compañía de seguridad recibe una alarma. El hombre dice que eso pasó hace unos veinte minutos, y que necesita revisar el lugar. Está bastante agitado.

—Dile que se "desagite", o lo encerraremos.

Toda esa historia impacientaba a Les. Summer miró a Steve, y los ojos se le dilataron. ¡Por eso se había olvidado el código! ¡Lo que intentaba era convocar a la guardia de seguridad!

—¿Plan C? — le preguntó, en voz queda.

Él le sonrió.

—Eh, estaba aferrándome a unas briznas. Pudo haber funcionado, o no. Igual que con el teléfono. Yo estaba mirando por la ventana, y vi que Clark lo recogía... pero no lo vi apagarlo. Había una posibilidad entre un millón de que el teléfono estuviese encendido... pero era una posibilidad, y eso es mejor que nada. Yo recordaba lo del código de la época en que venía a menudo. También fue una posibilidad.

—Yo me ocuparé — le dijo Les a Grogan, irritado, y se fue con él.

En ese mismo momento, otro hombre joven vestido de traje se apartó de un grupo de hombres vestidos de manera similar, y se les acercó.

—Eh, ¿y yo?

Summer volvió de prisa al presente, gritándole indignada a Les. Sus brazos y sus hombros cosquilleaban, como si reaccionaran celosos a la flamante libertad de movimientos de Steve,

—Oh, lo siento. — Les miró sobre el hombro, un poco avergonzado, retrocedió sobre sus pasos, y se acuclilló detrás de ella, para abrir las esposas—. A propósito, soy Les Carter.

—Es jefe de la Unidad de Crimen Organizado e Inteligencia de la Policía del Estado de Tennessee — dijo el recién llegado a Summer, mientras estrechaba la mano a Steve. Aunque los movimientos de este todavía eran un poco torpes, había logrado ponerse de pie—. Y yo soy Larry Kendrick, del Bureau de la Red de Inteligencia Clandestinas de Narcóticos. DEA — tradujo, al ver la expresión confundida de la mujer—. Después, quisiéramos hacerle algunas preguntas, señorita McAfee.

—Nosotros también vamos a necesitar una declaración de usted, señorita McAfee — dijo Les.

—Demonios, es la señora Rosencrans, es mi nuera, y ustedes tendrán que dejarla en paz hasta mañana, aunque yo tenga que ponerle una custodia que la proteja. ¿Entendido?

Sammy, con el gordo cigarro oscuro asomando por un lado de la boca, se acercó y clavó una mirada severa en los dos hombres. Summer se alegró tanto de ver a su robusto ex suegro, que se levantó de un salto sólo por él. Si Lem se hubiese parecido, aunque fuese un poco, a su padre, el matrimonio habría durado por lo menos cincuenta años.

—En cuanto al guardia de seguridad... — empezó a decirle Grogan a Les Carter, por lo bajo.

—Ya voy, ya voy — dijo Les, exasperado.

Saludó a todos con la mano y salió, seguido por Grogan.

—Soy su ex nuera Sammy — le recordó Summer. — Hace seis años que Lem y yo nos divorciamos. El volvió a casarse.

—Pariente una vez, pariente siempre — dijo Sammy, alegre, y estrechó la mano de Steve—. Hola, Calhoun.

—Hola, jefe Rosencrans.

—Casi haces que maten a mi nuera.

—Lo sé, y lo lamento.

—No quiero que se repita.

—Si puedo evitarlo, no se repetirá, señor.

—Bien. Summer, tu madre está en el Holiday Inn, en Murfreesboro Será mejor que la llames cuando termines aquí. Está muy afligida por ti.

—¿Has venido desde California?

Summer casi no pudo contener un gemido. Quería mucho a su madre, pero en ese momento no tenía ganas de darle una descripción minuciosa de todo lo que había pasado. Además, estaba Steve... echándole una mirada a su sucio, poco presentable bienamado, imaginó la reacción de su madre ante él. En un mundo perfecto, por lo menos necesitaría tiempo para que le desapareciesen los hematomas antes de conocer a la madre.

—También están tus hermanas. — Sammy expresaba en su voz la desgana que sentía la propia Summer Ella podía imaginar que infierno le habían hecho pasar las tres mujeres McAfee los últimos días—. Dios del Cielo, están furiosas porque tú has aparecido en la lista de personas buscadas por la policía. Les dije que yo no podía hacer nada con respecto a eso pero se han arrojado sobre mí como moscas a la miel.

—Me imagino que eso ya se ha resuelto — quiso saber Steve.

—Todo aclarado No tendrás que preocupante de que te arresten.

—Sam, ¿puedes acercarte un minuto? — dijo Les Carter desde la puerta.

Murmurando disculpas, Sammy se fue.

—¿Sabes algo de Elaine? — le preguntó Steve por lo bajo a Larry Kendrick, mientras vigilaba a Corey.

La niña estaba sentada con las piernas cruzadas, a los pies de Steve, jugando con Muffy y, al parecer, no prestaba la menor atención a las conversaciones de los adultos, que se arremolinaban sobre su cabeza. Pero Summer pensó que, si era como la mayoría de los niños, no perdía palabra de lo que se decía.

—Todavía, nada. Logramos que ese tipo que está en el hospital, con la cara quemada — Charlie Gladwell—, nos dijera a dónde la llevaron. No te preocupes, antes de que se den cuenta de que algo salió mal, la tendremos con nosotros, sana y salva.

—Por el bien de Corey...

Steve echó una mirada a su hija, y luego la alzó otra vez hacia Kendricks.

—Sacaremos íntegra a la madre de tu hija — lo tranquilizó Larry Kendrick—. Sabes que estoy agradecido de que me hayas llamado para esto. Puede ser grande, muy grande. De paso, ¿dónde está el furgón?

—¿Cómo que dónde está el furgón? ¿Eso quiere decir que vosotros no lo tenéis? Yo estaba seguro de que vosotros lo habíais sacado de aquí.

—No estaba aquí cuando nosotros llegamos. Vamos, Steve, no bromees conmigo. Tú sabes dónde está.

—No. Te lo juro. Estaba aquí. — Intercambiaron miradas escudriñadoras El sábado por la noche o, más bien, el domingo de madrugada cuando nos fuimos, estaba aquí. Si no me crees, pregúntale a Summer.

Summer afirmó con la cabeza.

—Lo ha robado alguien.

Kendrick hizo una señal imperiosa a otro de los hombres de traje. No se molestó en presentar al hombre que se acercó, sino que le susurró con vehemencia al oído. El otro asintió, y se alejó de prisa.

—Antes, cuando me llamaste y me mandaste aquí a vigilar el furgón, ¿realmente creías que estaba aquí? — le preguntó a Steve — ¿No habrá sido una treta para hacernos venir aquí, atrapar a los malhechores, y salvarte el trasero?

—En el almacén, cuando llamé a todos los demás. Tú fuiste al excusado de señoras, ¿recuerdas? Yo llegué a la conclusión de que convenía informarle a alguien dónde estaba el, furgón, por si acaso yo no salía vivo de nuestra cita con el destino. No quería preocuparte a ti con esa posibilidad, por eso esperé a que te alejaras. Durante todo el trayecto hasta aquí, en la trasera del Lincoln, sostuve la esperanza de que Kendrick y su equipo todavía estuvieran cerca. Cuando vi que no estaba el furgón, creí que se lo habían llevado y se habían ido.

—¿Plan D?

Summer lo miró con cariño, alzando una ceja. Si no fuese porque ella había llamado a Sammy para alertarlo del plan de la funeraria mientras Steve estaba en el baño, se habría sentido un poco ofendida de que no hubiese confiado en ella. Sin duda, ni ella ni su amado confiaban demasiado en dejar cosas al azar.

Steve sonrió.

—Sí.

—Nosotros no nos llevamos el furgón — afirmó Kendrick, severo—. Si tú sabes dónde está, ahora es momento de decírmelo, Steve.

—Jesús, Larry, ¿crees que estoy jugando? El furgón estaba aquí. Ahora, no tengo idea de dónde está.

—Está bien, está bien — dijo Kendrick, levantando una mano para calmarlo—. Lo que pasa es que es importante que lo hallemos.

—Papá, ahí está el tío Mitch — dijo Corey, de pronto, interrumpiendo.

Summer siguió la mirada, y vio que un hombre alto, delgado, de extraordinaria apostura, entraba con paso lento y decidido, acercándose a ellos. Cuando pudo apartar la mirada de aquel esplendoroso ejemplar rubio de ojos azules, echó un vistazo a Steve. De pronto, lo vio con los ojos entornados y la mandíbula tensa, mientras veía acercarse al que fue su mejor amigo. Summer pensó que tal vez esperara algún ataque verbal o físico.

Sabiendo lo que había entre los dos, Summer sintió la tensión de Steve como si fuese propia.

—¿O llamaste y le dijiste que el furgón estaba aquí?

—Summer — miró a Steve, sorprendida—. ¿Cuándo?