Capítulo 15

Tess sabía que había ido demasiado lejos. Se había excedido con sus palabras, se había dado cuenta en el mismo momento en que habían brotado de sus labios y no sabía cómo solucionar las cosas. No podía retirar lo dicho, sobre todo teniendo en cuenta que había expresado su verdadera opinión.

Jack era el hombre más valiente que había conocido en toda su vida en casi todos los aspectos, pero, cuando su madre le había revelado la verdad de su origen y le había pedido que se marchara de Blackthorn, él lo había hecho, y también se había marchado sin más cuando ella se lo había pedido tras la muerte de René.

Era comprensible, al menos en parte. Ella misma quería evadir la verdad sobre su padre y, de hecho, eso era lo que había estado haciendo durante años. Como no tenía a nadie más, había optado por creer que Sinjon era invencible y valiente, que estaba lleno de dolor por haber perdido a su esposa, que su misión era luchar contra Bonaparte y lograr que regresara la Francia que él conocía. Ella había hecho la vista gorda ante sus defectos, había disculpado su frialdad. Se había pasado la vida intentando complacerle, intentando lograr que en aquel rostro de ojos tristes apareciera una sonrisa. Se había esforzado por ganarse su aprobación y ser como él.

El hecho de descubrir que todo lo que daba por cierto era mentira había estado a punto de destruirla, así que podía imaginar lo que había sentido Jack cuando su madre le había confesado que no era hijo del marqués.

Ella siempre había intuido que algo no encajaba, que su vida no era real, y a él, por su parte, le habían confirmado lo que siempre había sospechado.

Jack había optado por salir corriendo, por huir de la verdad, y ella estaba haciendo lo contrario: estaba corriendo hacia la verdad, hacia su padre, para exigir respuestas… pero quizás él tenía razón al afirmar que las respuestas no existían, que no había ninguna que pudiera cambiar los hechos.

Y los hechos eran que su padre era frío, manipulador y malvado hasta la médula. ¿Qué podía preguntarle para lograr que le dijera la verdad en vez de más mentiras? ¿Qué podría decir él para mejorar las cosas, que lamentaba lo sucedido? Suponiendo que él admitiera lo que había hecho, ¿cambiaría eso en algo las cosas? ¿Acaso albergaba la más ligera esperanza de que él hubiera tenido alguna razón para actuar así, una que tuviera cierto sentido?

Sinjon había intentado secuestrar a Jacques. Ese era el meollo de la cuestión, lo que ella necesitaba saber. Se trataba de su propio nieto y resultaba inconcebible que hubiera sido capaz de sostenerle la mano, leerle cuentos y velar su sueño mientras estaba tramando formas de utilizarlo como a un peón más en una de sus perversas partidas de ajedrez.

Se dio cuenta del paralelismo que existía entre el comportamiento de Sinjon y el de Adelaide, que había besado a su hijo y le había dicho que le quería antes de echarle, y se secó con disimulo las lágrimas que le bajaban por las mejillas. No entendía cómo podía haber gente tan cruel, personas a las que no les importaban ni lo más mínimo los de su propia sangre. Seguro que carecían de conciencia y no eran humanos, sino unos monstruos.

No había que preguntarle al león por qué rugía; lo hacía, y punto. Cuando uno se enfrentaba a un animal así, no había tiempo para preguntas: era matar o morir y, cuando todo terminaba, uno tenía que encontrar la forma de vivir con lo que se había visto obligado a hacer.

Jack no había podido cambiar las circunstancias de su origen, así que no era de extrañar que se hubiera marchado. ¿Qué otra opción le quedaba? Lo malo era que aún seguía huyendo.

—Jack…

Él cerró el catalejo plegable y la miró ceñudo. Llevaba más de una hora vigilando la casa sin moverse, sin respirar apenas. El sol se había ocultado tras el horizonte poco antes, y faltaba poco para que oscureciera del todo y la única luz que iluminara la arboleda en la que estaban fuera la de la luna.

La casa estaba situada en el fondo llano de una especie de cuenca y la rodeaban por todos lados colinas cubiertas de espesos bosques. Un ejército entero habría podido ponerse a cubierto entre los árboles, pero el terreno de hierba segada que había entre las colinas y la casa en sí podía ser una trampa mortal. En otras palabras: aunque estaban cerca, seguían estando peligrosamente lejos. Todo dependía de lo que Sinjon les tuviera preparado.

—Lo siento —se sentó bajo un enorme roble, encogió las piernas y las apretó contra su pecho. En ese momento le habría gustado empequeñecerse hasta hacerse invisible—. Creo que por fin he logrado entenderlo. Lo que te dije antes estuvo mal, fue muy mezquino de mi parte. Me he empeñado en hacerte sentir lo que siento yo, y no he tenido en cuenta tus sentimientos.

—Ahora no, Tess —le contestó él con sequedad, antes de volver a alzar el catalejo.

—Sí, ahora —insistió, antes de acercarse un poco más a él—. No eres cobarde ni huiste, te marchaste. No es lo mismo. La cobarde soy yo por no marcharme. No quería que mi vida cambiara a pesar de que sabía que no era una vida real. Cuando René y yo éramos pequeños no teníamos elección, pero tendríamos que haber reaccionado cuando crecimos. Él no era feliz. Tendríamos que habernos marchado, yo tendría que habérmelo llevado lejos de aquí; de haberlo hecho, aún estaría vivo. Aún tendría a mi hermano a mi lado.

Él no apartó la mirada de la casa al contestar:

—No te tortures así por el pasado. No puedes obsesionarte pensando en lo que tendrías que haber visto, en lo que tendrías que haber hecho. René ya no está con nosotros, pero tú no tienes la culpa. No fuiste tú quien le puso en peligro, fue Sinjon.

Ella se rodeó las piernas con los brazos y apoyó la mejilla en ellos.

—No sabes cuánto echo de menos a mi hermano. Era tan hermoso, tan puro, y que su vida acabara así… durante meses estuve despertándome gritando en medio de la noche.

—¿Qué es lo que estás intentando decirme?

Ella respiró hondo y soltó el aire poco a poco para intentar aliviar el dolor que le oprimía el pecho.

—No lo sé. Estoy asustada, más asustada que nunca, ahora que ya estamos aquí. Creo que Sinjon aún nos tiene algo más preparado y supongo que por eso estoy tan nerviosa, porque no sé por qué estamos aquí. Lo único que sabemos es que Sinjon desea que estemos presentes… mejor dicho: que tú estés presente. No mates al cíngaro por él, Jack. No mates a ninguno de los dos. Por favor. Si eso es lo que Sinjon quiere que hagas, es razón suficiente para no hacerlo. Ya nos hemos dejado manipular por él durante demasiado tiempo.

—Ese hombre asesinó a tu hermano, le ejecutó.

—Eso ya lo sé, ¿cómo podría olvidarlo? Si a Sinjon le importara en algo su hijo, llevaría a cabo su venganza él mismo. Tú lo harías, y yo también. No olvides que él solo finge ser un viejo débil y decrépito, en realidad no nos necesita.

—Está utilizándome porque sabía que me enviarían en su busca cuando desapareciera, no soy más que un instrumento que le resulta conveniente.

Ella le puso una mano en el brazo. Tenía que hacerle entender lo que ni ella misma alcanzaba a entender aún. Lo único que tenía claro era que, si Sinjon quería que Jack matara al cíngaro, no era porque fuera incapaz de hacerlo él mismo. Tenía que haber otra razón.

—No, eso es lo que no encaja, lo que no ha encajado desde el principio. Estoy convencida de que Sinjon tenía otras formas a su alcance de lograr su objetivo, ¿por qué optó por un plan tan enrevesado? Él ha sido desde el principio la araña que atrae hasta su red a su presa, en este caso el cíngaro y tú. Todo lo que ha hecho estaba ideado para impedir que pensáramos con claridad.

Él se frotó los ojos antes de volver a alzar el catalejo.

—En ese caso debemos felicitarle, porque su táctica ha funcionado. ¿Crees que también planeó que tú y yo discutiéramos constantemente? Si es así, también ha tenido éxito en eso.

—Perfecto, vamos a echarle la culpa de nuestras desavenencias a Sinjon —le dijo, en tono de broma.

Él bajó el catalejo y la miró sonriente.

—Lo prefiero a sentirme como un borrico. Perdona, Tess.

Ella se dio cuenta de que había conseguido algo de ventaja, y decidió aprovecharla.

—¿Significa eso que admites que seguimos dejando que él nos manipule?

—No sé cómo he podido olvidar ni por un segundo lo terca que eres. Sí, de acuerdo, lo admito, pero me gustaría saber cómo esperas que capture a ese par. Dudo mucho que se rindan sin más si llego y se lo pido con educación.

—Sí, ya lo sé —dijo ella con voz queda, antes de volverse de nuevo hacia la casa.

Se habían posicionado en un punto desde donde se veían las ventanas del despacho de Sinjon. Wadsworth estaba apostado frente a la casa, aunque era improbable que el cíngaro llegara y llamara a la puerta principal como si nada.

—¡Jack! ¡Mira, hay luz en las ventanas! ¡Alguien ha encendido una vela! —exclamó, con un nudo en el estómago—. Sinjon no permite que los criados entren en su despacho, yo tuve que encargarme de limpiárselo durante años cuando él me lo permitía. ¡Tiene que ser él!

—No se esconde, y eso indica que ha hecho venir al cíngaro para hablar con él. Puede que su intención sea ofrecerle una parte de su colección para resarcirle por haber hecho que estuvieran a punto de matarle en España. Seguro que le ofreció algo, y el cíngaro se dejó seducir por la codicia y le creyó; de no ser así, se mantendría a kilómetros de esta casa, pero allá él. Y el bueno de Sinjon está esperándole encantado, convencido de que su querido pupilo Jack va a emerger de entre las sombras para acabar con el dragón que le amenaza. Sí, Tess, me temo que nuestro cíngaro es un necio. Me sorprende que haya vivido tanto tiempo.

Tess se sintió un poco aturdida, necesitaba aligerar un poco la abrumadora tensión que la atenazaba.

—Es posible que todo forme parte del mismo juego. Estoy convencida de que el cíngaro piensa fingir que coopera hasta que Sinjon le muestre dónde esconde la colección. Están jugando al gato y al ratón, interpretando el papel de ladrones honorables, pero en realidad los dos piensan que el otro es un necio crédulo y están esperando a la primera oportunidad para atacar. ¿Te lo imaginas? «No sabes cuánto lamento aquel pequeño malentendido que hubo entre nosotros en España, viejo amigo. Fue una mera cuestión de negocios, ya sabes cómo es esta profesión». Y el cíngaro contestaría algo así como: «Sí, el tiro me salió por la culata en aquella ocasión, ¿verdad? Ja, ja».

Él bajó el catalejo y se echó a reír.

—Debo admitir que trabajar contigo tiene sus ventajas, Tess. Nunca me he reído durante una misión con Will y Dickie. Todo depende del prisma bajo el que se ven las cosas, ¿verdad? En este momento me trae sin cuidado el desenlace de todo este embrollo; de hecho, me cuesta recordar que en algún momento llegó a importarme. Ahora mismo, me encantaría que saliéramos de este bosque y fuéramos al pueblo para disfrutar de una cena tardía.

En ese momento se oyó un silbido corto que debía de querer imitar el canto de algún pájaro silvestre, y Jack se llevó la mano de forma instintiva a una de las pistolas que llevaba al cinto.

—Parece ser que el cíngaro ha llegado, y por la puerta principal. Hemos acertado, Tess, aunque sea por una vez siquiera. Sinjon debe de haberle convencido de que está a salvo con él. Bueno, llegó el momento de poner en marcha el plan.

Ella se puso en pie a toda prisa. Le miró desconcertada por un instante, pero el desconcierto dio paso al enfado cuando se dio cuenta de lo que pasaba.

—¿Estás diciendo que tenías un plan desde el principio?

Él la tomó de la mano mientras descendían por la colina y salían de la arboleda.

—No, desde el principio no, se me ocurrió cuando fuiste a cambiarte de ropa y me puse a redactar la nota para Will y Dickie. No pretendo fanfarronear, pero si he logrado sobrevivir tanto tiempo no ha sido por una mera cuestión de suerte.

—¡Y has dejado que yo parloteara como una boba, que hiciera el ridículo y dijera cosas que…! ¡Maldita sea, Jack!

Wadsworth apareció en ese momento en el camino de grava. Seguía estando armado hasta los dientes y Tess se preguntó si la escenita en el carruaje había sido una farsa, si él estaba enterado del plan desde el principio.

—¿Este es tu plan?, ¿llamar a la puerta principal? No podemos entrar en esa casa sin más, Jack. ¡Contéstame!

—Creo que ya sabes la respuesta. Estoy harto de participar en los jueguecitos de Sinjon —le soltó la mano, se llevó dos dedos a la boca y soltó dos rápidos silbidos seguidos de uno más largo.

Tal y como había pasado antes con el silbido de Wadsworth, el sonido no se parecía en nada al canto de un pájaro, pero estaba claro que eso era algo deliberado: el objetivo no era engañar a nadie, sino alertarles. Jack estaba anunciando su presencia, llamando de forma obvia a su supuesta tropa. Sinjon no esperaba la llegada de ninguna tropa ni un asalto, creía que iba a ser el único espectador presente. Estaba convencido de que Jack iba a obedecerle, porque se suponía que siempre había que acatar sus órdenes. Ese era su mayor defecto: creía que podía conseguir que todo el mundo le obedeciera.

—Buenas noches, mi señora —la saludó Will Browning, que apareció de improviso ante ellos—. Dickie ya está en las cocinas, Jack. Apuesto a que está hinchándose a comer, hemos tenido que partir de Londres a la carrera para llegar aquí a tiempo y no ha podido cenar. Supongo que Jeremy y sus hombres estarán aburriéndose a más no poder en Cleveland Row, porque tus sospechas eran ciertas. He visto entrar a nuestro objetivo en la casa. Me complace saber que este viaje no ha sido una pérdida de tiempo, ¿ahora qué?

Tess fulminó a Jack con la mirada.

—Eres… —estaba tan furiosa que le costaba articular las palabras. Aún estaba intentando asimilar lo que él había hecho—. Eres… No me has… Me dejaste creer que… Me dejaste creer que uno de ellos trabajaba para…

—Por muy tonto que pueda llegar a ser a veces por muchas razones, no lo soy tanto como para darle a Sinjon lo que quiere, sea lo que sea, ni para ponerte en peligro. A la cuenta de cincuenta, Will. Necesitamos tiempo para ponernos en posición. Ah, y con el barullo que se espera de unos ineptos agentes de la Corona, por favor.

Browning hizo una reverencia digna de un salón de baile.

—Será todo un placer, aunque debo puntualizar que Dickie me supera con mucho en ineptitud.

Tess tenía ganas de ponerse a gritar de frustración.

—¿Qué pasa?, ¿qué es lo que estáis haciendo?

—Quieres enfrentarte cara a cara con él, ¿verdad? Pues vamos a hacerlo, pero vamos a ser nosotros… mejor dicho, yo, quien decida cómo va a ser ese encuentro.

La tomó de la mano y la alejó de la casa, pero Tess miró por encima del hombro y vio que Will Browning y Wadsworth se acercaban a la puerta principal cargados con un pequeño ariete. No había duda de que se disponían a hacer mucho barullo.

Jack la llevó medio a rastras hacia el lateral de la casa; después de rodear el edificio, cruzaron el oscuro prado y subieron por la colina hacia una pequeña construcción situada a la entrada de la arboleda.

—Lo del ariete es una ridiculez, seguro que la puerta no está cerrada. ¿Adónde vamos?, ¿a la bodega? ¿Por qué…?

—Los criados de la casa se esconderán en cuanto oigan el ruido del ariete, queremos que estén fuera de peligro. En cuanto a lo demás, lo sabrás en breve. ¡Vamos, corre!

Tess oyó a su espalda los golpes del ariete. Después se oyó el estruendo de la pesada puerta de madera al salirse de sus goznes y golpear contra la pared, y Will Browning gritó:

—¡En nombre del rey! ¡Sinjon Fonteneau, entregaos para ser arrestado!

Dickie se sumó a los gritos de inmediato, y Wadsworth soltó un grito de guerra bastante convincente que resonó tanto dentro como fuera de la casa; mientras tanto, Jack la instó a que se colocara contra la pared de la bodega, a un lado de la puerta.

—Ven, quédate aquí. Prepárate para agarrar la puerta cuando se abra. Cuando ellos salgan, cuando les veas la espalda, ciérrala de golpe… y entonces, por el amor de Dios, quítate de en medio.

Ella no podía ni hablar, la atenazaban un miedo y una furia tan intensos que tenía ganas de darle un puñetazo. No podía creer que él tuviera un plan desde el principio y la hubiera engañado al hacerle creer que estaba dejándose manipular por Sinjon. Se había comportado como una boba, había dicho cosas que jamás habrían tenido que salir de sus labios… ¡y resultaba que él tenía un plan! Estaba decidida a hacérselo pagar muy, pero que muy caro.

Por si fuera poco, el muy descarado le guiñó el ojo antes de ponerse con la espalda contra la pared al otro lado de la puerta. Tenía una pistola amartillada en cada mano.

No hacía falta preguntarle lo que sucedía.

Sinjon debía de tener alguna vía de escape en la casa, algún túnel que conducía a la bodega. El mismo le había advertido en más de una ocasión de las vulnerabilidades derivadas de la geografía de la zona, le había dicho que la extensión de terreno llano que rodeaba la casa podía ser tanto una ventaja como un problema para los que estaban dentro a menos que se tomaran las medidas necesarias.

Ni que decir tiene que él había tomado dichas medidas. Seguro que, en cuanto había oído el barullo que se había formado en la puerta principal, se había puesto en marcha junto al cíngaro… suponiendo que este último aún estuviera con vida, claro.

Cuando la puerta se abrió al cabo de varios rápidos latidos del corazón, el único que salió fue Sinjon, que se detuvo bajo la luz de la luna y se inclinó hacia delante con las manos en las rodillas mientras intentaba recobrar el aliento. Tess contó hasta tres antes de cerrar la puerta de golpe, y se alejó corriendo unos seis metros para estar fuera de su alcance.

Jack se colocó frente a él y le apuntó al estómago con las pistolas.

—Te agradecería que no te movieras, Sinjon.

Tess no habría sabido decir lo que esperaba que sucediera, pero se sorprendió al ver que su padre se incorporaba y esbozaba una sonrisa que ella conocía a la perfección. Era una sonrisa con la que daba la impresión de que él tenía las riendas de la situación a pesar de que le apuntaban dos pistolas.

—Hola, Jack. Ah, tú también estás aquí, Thessaly. Qué placer veros a los dos. He llegado a temer que estuvierais en Cleveland Row, perdiendo el tiempo. Mis felicitaciones.

Tess notó cómo controlaba la respiración, cómo se ponía bien los puños de la camisa y adoptaba una pose muy familiar para ella, una de total y completa indiferencia hacia los inferiores mortales que le rodeaban. Sintió que la recorría un escalofrío de aprensión.

—Sí, pasábamos por aquí —le contestó Jack, con la misma naturalidad—. Levanta las manos, por favor. Disculpa, pero siento la imperiosa necesidad de ver dónde están.

—¿De verdad lo crees necesario, Jack? De acuerdo, como quieras, pero solo si satisfaces la curiosidad de un anciano como yo y me dices cómo te enteraste de la existencia de mi… salida alternativa. Estoy seguro de que no te hablé de ella en ningún momento.

—No, tú no, pero René sí. A uno de sus tutores le gustaba encerrarle aquí como castigo, y él tomó por costumbre llevar encima un yesquero para no estar solo en la oscuridad. Así fue como se dio cuenta de que una corriente de aire movía la llama de la vela que siempre guardaba aquí. No llegó a encontrar la forma de entrar a la casa desde el túnel y yo nunca estuve a solas el tiempo suficiente para averiguar dónde estaba la salida, pero, por suerte para mí, no me hizo falta.

El marqués sonrió al contestar:

—Eres muy listo, de eso no hay duda. Dime, por favor, ¿acaso ha surgido algún problema? Mi casa acaba de ser invadida por error por los secuaces de ese necio de Liverpool y yo, con toda prudencia, he huido de ellos como buenamente he podido. Tenía intención de explicarle el porqué de mis acciones a Liverpool en cuanto pudiera, pero ahora heme aquí, con las manos alzadas y tú apuntándome con un par de pistolas. No es que no me alegre de verte, por supuesto, ya que sé que eres una persona sensata que atiende a razones… al igual que tú, mi querida Thessaly. No sabes cuánto me preocupé cuando regresé de mi pequeño viaje y me enteré de que te habías ido con mi querido Jacques. ¿Cómo está ese muchachito?

—¡No te atrevas a hablar de mi hijo como si te importara lo más mínimo!

Tess dio un paso hacia él con los puños apretados, pero se detuvo al ver que Jack le indicaba con un gesto que se quedara donde estaba. Se dio cuenta de que había estado a punto de cometer un peligroso error, pero en ese momento ardía en deseos de estrangular a su padre. De repente tuvo ganas de taparse los oídos y los ojos, se sentía descompuesta. No entendía por qué había creído necesario volver a verle.

—Qué sensibles son las mujeres, ¿verdad? Es una lástima, ya que eso las invalida para una gran cantidad de tareas. Jack, si no te importa, voy a bajar las manos… Sí, así estoy mucho mejor. Y ahora, aunque soy consciente de lo obstinado que puedes llegar a ser cuando se te mete una idea en la cabeza, me gustaría saber si te has detenido a reflexionar por un momento sobre lo que está ocurriendo aquí.

Jack bajó una de las pistolas.

—No, creo que no. ¿Por qué no me lo explicas tú?

Tess miró al uno y al otro sin entender lo que pasaba, ¿por qué estaban siendo tan condenadamente civilizados?

—Con mucho gusto. Te enviaron a buscarme porque desaparecí de mi casa, ¿verdad? De esta casa. Pero aquí estoy; de hecho, nuestro querido amigo lord Liverpool ha recibido una carta mía… mejor dicho, la recibirá mañana cuando le entreguen el correo… en la que le explico que me enteré del regreso del cíngaro y me propuse capturar al fin al hombre que había asesinado a sangre fría a mi único hijo varón. Él también es padre, así que no me cabe duda de que entenderá mi dolor y mis ansias de venganza. En la carta le explico que tuve que desaparecer por un tiempo para que mi plan tuviera éxito, pero que después de ver cumplido mi objetivo vuelvo a estar en casa y sigo siendo su humilde servidor. Voy a disculpar el ataque de esta noche, por supuesto. Soy un hombre razonable.

Jack sacudió la cabeza y comentó con ironía:

—¿Ah, sí? ¿Quiere eso decir que tienes al cíngaro bien amarradito en tu despacho? No, mejor aún, ¿le has matado ya? Mis felicitaciones, qué eficacia. ¿Qué me dices de todo lo demás?, ¿cómo piensas explicarlo?

—¿A qué te refieres? Ah, tranquilo, te perdono que te llevaras a mi hija y a mi nieto, estoy convencido de que tus intenciones eran buenas y así se lo haré saber a lord Liverpool. No guardo ningún rencor.

Tess fue incapaz de seguir callada.

—¡Esto es inconcebible, Jack! ¡Está intentando eludir su responsabilidad! —dio dos pasos hacia su padre, pero se mantuvo fuera de su alcance—. ¿Cómo explicas todo lo demás, querido padre? ¿Cómo explicas tus años como ladronzuelo y lo de tu colección?

—¿Mi qué? —Sinjon la miró con verdadera lástima—. ¿Sabes tú de qué absurdez está hablando mi hija, Jack?

El aludido bajó la otra pistola.

—Tess, recuerda que la colección ya no está en el escondite y no tenemos prueba alguna de su existencia. Bien jugado, Sinjon. Supongo que, si te preguntáramos acerca de todo lo que ha ocurrido en estos últimos días, alegarías que no confiabas en que yo lograra apresar al cíngaro y por eso me enredaste en una búsqueda inútil.

—Siempre fuiste razonablemente competente, Jack, pero jamás podrás compararte siquiera a tu maestro. No quería que te entrometieras, y tampoco quería que mi hija y mi nieto estuvieran presentes cuando hiciera venir al cíngaro hasta aquí. Digamos que fuiste… útil, y te doy las gracias por ello.

Tess estaba lívida de frustración.

—¿No ves lo que está haciendo?, ¡se lo inventa todo sobre la marcha! Por el amor de Dios, Jack, ¡no le ayudes!

La única reacción que tuvo su padre ante su furia fue limitarse a mirarla sonriente por un momento antes de centrarse de nuevo en Jack.

—Como iba diciendo, Jack, soy un hombre pobre que vive gracias a una pensión gubernamental; ni más, ni menos. Tus esfuerzos por demostrar que soy algo más que eso me parecen encomiables, aunque me temo que tu fracaso no habla demasiado bien de mi aptitud como mentor. Y ahora, si no te importa, me gustaría regresar a la casa. Podemos seguir allí con esta conversación y tanto mi hija como tú tendréis ocasión de presentarme vuestras disculpas, yo estoy dispuesto a ser magnánimo y aceptarlas. La noche es fría y, como puedes ver, voy en zapatillas. Pero, antes de nada, te agradecería que tuvieras a bien sacar de mi casa a tu variopinta banda de secuaces. No te preocupes, te reitero que pienso asegurarle a Liverpool que vuestra actuación ha sido impresionante. Un fracaso, pero impresionante —sin más, como si pensara que nadie iba a detenerle, se fue colina abajo hacia la casa.

Tess se quedó donde estaba, llena de furia y de impotencia.

—Jack… ¿Va a poder salirse con la suya?, ¿crees que alguien puede creer su versión de los hechos?

—Eso depende, supongo. Si tiene al cíngaro en su poder, Liverpool no hará demasiadas preguntas. Venga, vamos.

Sinjon se volvió hacia ellos y apuntó a Tess con una pequeña pistola de plata antes de decir con voz aterciopelada:

—No, vosotros no vais a ninguna parte. Me temo que mi hija tiene razón, mi versión no se sostendría bajo un análisis minucioso; además, ya tengo otros planes.

—Serías incapaz de dispararme —a pesar de sus palabras, incluso ella misma notó la falta de convicción que había en su propia voz.

—Quédate quieta, no te muevas —le ordenó Jack.

—Qué buen consejo. Suelta las armas, Jack. ¡Andreas! Ha llegado el momento de que salgas a escena.

La puerta de la bodega se abrió de nuevo, y vieron aparecer a un hombre alto y musculoso. Llevaba puesta una llamativa capa negra ribeteada de satén rojo, y su boca esbozaba una amplia sonrisa bajo el antifaz negro que le ocultaba medio rostro.

—¡Ya era hora! Yo mismo me habría tragado todas esas sandeces de no ser por el hecho de que no estoy… ¿Qué es lo que ha dicho el muchacho?, ¿bien amarradito? Sí, no estoy ni bien amarradito ni muerto. ¡Y justo cuando hemos acordado volver a trabajar juntos! En fin, será mejor que nos vayamos sin demora.

—A pesar de tus muchos talentos, Andreas, siempre has adolecido de una estupidez deplorable. Admito que aún hay que pulir un poco la historia, pero creo que puedo lograr que sea lo bastante convincente como para engañar a ese botarate de Liverpool; al fin y al cabo, soy el marqués de Fontaine y será mi palabra contra la del bastardo que deshonró a mi hija —Sinjon apuntó al cíngaro con la pistola antes de añadir con una sonrisa ladina—: Como podrás entender, por mucho que me hubiera gustado utilizar a Jack para esta tarea en concreto, ahora tienes que morir.

Disparó sin más, pero la bala se incrustó en la puerta debido a que, en el último momento, Sinjon se tambaleó un poco y en su aristocrático rostro apareció una expresión de sorpresa.

—Qué… —dejó caer la pistola, y se llevó las manos al pecho—. Qué… inesperado —poco a poco, casi con gracilidad, cayó de rodillas al suelo.

Tess miró a su padre sin entender lo que había pasado, cómo había pasado; antes de que pudiera reaccionar, el cíngaro le agarró el brazo con fuerza y se escudó tras ella mientras le ponía un cuchillo al cuello.

Jack ya se había agachado a por una de sus pistolas, pero el arma no servía de nada contra el cuchillo que la amenazaba.

—¡Dispárale! —le gritó Sinjon, que seguía arrodillado, mientras la sangre le brotaba por las comisuras de la boca—. ¡Dispárale! ¡Obedece, patético bastardo! ¡Dispárale!

—¿Qué me dispare a mí, a su propio padre? ¡Lo dudo mucho! —dijo el cíngaro con voz triunfal, antes de lanzar a Tess hacia Jack con un fuerte empujón e internarse corriendo en la arboleda.

—¡Le tengo! —exclamó Will Browning, que llegó en ese momento a la carrera con Dickie Carstairs y Wadsworth siguiéndole jadeantes colina arriba.

Tess se apartó de Jack, que estaba mirando con el rostro pálido como la muerte hacia la oscuridad que acababa de tragarse al cíngaro, y gritó con apremio:

—¡No, dejad que se vaya! ¡Dejad que se vaya!

Will se detuvo y se encogió de hombros.

—Como la dama desee; en cualquier caso, ese condenado bosque está muy oscuro y no tengo mi cuchillo. Lamentamos la demora, pero todas las puertas estaban cerradas y hemos tardado demasiado en percatarnos de que nuestro hombre había huido. En fin, Jack, al menos hemos logrado nuestro objetivo… Jack, ¿te encuentras bien?

El marqués estaba tumbado de lado en el suelo con los ojos cerrados, e intentó limpiarse la boca cuando tosió con dificultad y de sus labios brotó más sangre. Tenía el cuchillo de Will Browning clavado en la espalda.

Tess estaba luchando por asimilar lo sucedido. Le costaba creer que aquella situación fuera real. Sinjon Fonteneau había sido derrotado, y estaba claro que no era inmortal. ¿Cómo era posible que alguna vez le hubiera admirado?, ¿qué hubiera tenido miedo de él? Era un hombre, nada más que eso.

Se agachó junto a él y le ordenó:

—No te mueras, aún no. ¿Es cierto lo que ha dicho ese hombre?, ¿él es el padre de Jack? Por eso buscaste a Jack, ¿verdad? Para controlar a su padre y, llegado el día, poder utilizar al uno contra el otro. Aunque quizás no sea más que otra de tus retorcidas mentiras… ¡Maldita sea, contéstame!

Él abrió los ojos y la miró con una sonrisa grotesca, una sonrisa burlona… y fue así como Sinjon Fonteneau, marqués de Fontaine, murió y se llevó consigo al infierno tanto sus mentiras como sus verdades.

Will Browning le empujó el hombro con el pie para tumbarlo boca abajo, y le quitó el cuchillo de la espalda. Tess sintió náuseas al oír el desagradable sonido de la afilada hoja deslizándose contra el hueso y, mientras ella tragaba la bilis que le había subido por la garganta, Browning limpió el cuchillo en el abrigo de Sinjon y volvió a guardarlo en la bota.

Todo había acabado ya, ese era el fin de la historia. El que se creía el hombre más brillante del mundo se había quedado al fin sin tretas, trucos y mentiras interesadas, y yacía en el suelo con sus pálidos ojos abiertos y sin vida y el rostro ensangrentado.

Tess miró a Jack, que seguía con la mirada fija en la arboleda como si el hecho de haber presenciado la muerte de Sinjon no le importara lo más mínimo. Daba la impresión de que estaba ausente, de que para él no había nadie a su alrededor… ni siquiera ella.