Capítulo 14

Tess observó con atención el plano que Jack había dibujado del interior del número nueve de Cleveland Row. La configuración de la casa era muy sencilla, casi todas las habitaciones daban a un amplio pasillo central. Las únicas excepciones eran la cocina, que estaba en la parte de atrás de la casa, y un pasillito de servicio situado entre el pequeño salón y el comedor contiguo. Habían ido a estudiar el terreno el día anterior. Habían optado por no entrar y confiar en lo que ambos recordaban del interior, pero habían contado ventanas y tomado nota de las puertas que había, y también habían buscado posibles puntos estratégicos en el tejado de la casa de enfrente.

Lo cierto era que disponían de varios planos y bosquejos: de las calles aledañas con sus respectivos nombres, de cada uno de los cuatro lados del edificio y de todas las elevaciones.

Incluso habían llegado a contar cuánto tardaba en hacer una nueva ronda el vigilante nocturno, que lo máximo que iba a poder hacer era estorbar.

Quizás debería sentirse avergonzada de sí misma, pero lo cierto era que había disfrutado mucho. A lo largo de los años había planeado cientos de incursiones, engaños, ardides, situaciones hipotéticas, y cualquier otra cosa que se le pasara por la mente. Había estado estudiando tácticas mientras otras jóvenes de su edad aprendían a vestir a la moda y preparaban un plan de batalla para adentrarse en la temporada social londinense y cazar a un marido.

Ella había disfrutado ejercitando su mente, poniendo a prueba su ingenio contra su padre mientras él hacía de perseguido o de perseguidor. Lo había hecho para practicar, por el placer y la satisfacción del juego en sí. En el año previo a la muerte de René, no solo había ayudado a trazar los planes, sino que había sido incluida a menudo en su implementación, y había aprendido una cosa: Su padre no perdía nunca, ella no le había vencido ni una sola vez.

—¿Aún sigues estudiando eso? —le preguntó Jack, al entrar en la sala.

Ella no tenía ni idea de dónde había estado, se había marchado horas atrás. ¿Tendría que haberle preguntado adónde iba?, ¿tendría que habérselo dicho él por voluntad propia?

Habían avanzado mucho, pero aún les quedaba un largo camino por recorrer.

Se dio cuenta de que le temblaba la mano, así que se apresuró a dejar el dibujo sobre la mesa. No quería que él se diera cuenta de lo nerviosa que estaba, aunque casi nunca se le escapaba nada.

—Creo que deberíamos incluir a tus amigos —le dijo, mientras él se sentaba en una esquina del escritorio—. No quieres que yo entre contigo en la casa y lo entiendo, de verdad que sí. No dudo de la valentía de Wadsworth, pero seguro que el señor Browning y el señor Carstairs están más preparados para… para lidiar con una situación como esta.

—¿Has olvidado que es probable que uno de ellos haya estado dándole información a Sinjon sobre mí? Prefiero saber quién me cuida las espaldas y no tener que preocuparme por recibir una puñalada a traición, me doy por satisfecho si cuento con la ayuda de Wadsworth; aun así, me di cuenta de que era un error excluirles por completo, y por eso me he encontrado con ellos esta mañana. Dickie estará aquí —se inclinó un poco hacia delante y puso el dedo en el dibujo de las calles—, y Will aquí. Jeremy se colocará en el callejón de detrás del edificio, y tú permanecerás aquí.

Lo último lo añadió con un tono severo que la puso a la defensiva; a juzgar por cómo la miraba, estaba claro que no estaba dispuesto a ceder.

—No estás indicándome ningún punto del plano.

—Eso se debe a que tu implicación en esto se limita a la planificación. Cuando digo «aquí», lo digo de forma textual. Permanecerás en esta casa a la espera de mi regreso triunfal… o mi regreso a secas.

Tess se dio cuenta de que, en el fondo, había sabido desde el principio que él intentaría algo así, pero en esa ocasión no estaba dispuesta a quedarse atrás y enloquecer de preocupación mientras él arriesgaba su vida.

—Ni lo sueñes, Jack. Dije que no interferiría y voy a cumplirlo, pero no te atrevas a pensar siquiera que puedes dejarme al margen de esto. No voy a permitírtelo.

—¿Qué no vas a permitírmelo? —se apartó del escritorio y la fulminó con su mirada más amenazante—. Te sugiero que reformules esa frase, señora mía.

—¿Estás intentando intimidarme? No te molestes, no me impresionas ni lo más mínimo. Yo nunca me amilano cuando sé que tengo razón —se puso en pie y apoyó los puños contra el escritorio—. Se trata de mi padre, ¡mi padre! Intentó secuestrar a mi hijo; asesinaron a mi hermano por su culpa, porque nos ocultó que nos enfrentábamos al cíngaro y nos hizo creer que estábamos tratando con un francés inepto que quería vender secretos de su país que ya debían de estar obsoletos; ha hecho todo lo posible por echar a perder mi vida, la vida de mi hijo… nuestras vidas, Jack, la tuya y la mía… si es que no lo ha logrado ya, porque, si vuelves a decirme que no tengo derecho a participar en la misión de esta noche, tú y yo seguimos siendo polos opuestos en cuanto a la imagen que tenemos el uno del otro. Esta lucha es tan mía como tuya; de hecho, puede que sea incluso más mía que tuya.

—¿Estás lista para verle morir?, ¿para ver cómo le mato? Porque eso es algo que podría suceder, Tess.

Ella luchó por mantener la compostura.

—Serías incapaz de hacerlo.

—Sinjon cuenta con eso, pero tú no deberías hacerlo —le contestó él con frialdad.

Tess se dio cuenta de que estaban volviendo a lo mismo de antes… a quién era él, a por qué estaba con ella en ese momento. Lo cierto era que no había ido a buscarla por voluntad propia, y eso era algo que ella no podía quitarse de la cabeza: si la decisión hubiera estado en manos de Jack, era posible que no hubieran vuelto a verse jamás.

—¿Por qué?, ¿porque tienes órdenes? —no pudo evitar sobresaltarse cuando él dio un súbito puñetazo en la mesa.

—¡No, no es por eso! ¡Es porque quiero verle muerto! ¿Tu hijo? También es hijo mío, y Sinjon te convenció de que me ocultaras su existencia para poder utilizarlo cuando le conviniera. El que viajaba en el carruaje cuando intentaron secuestrar a Jacques era mi hermano; el que murió en aquella callejuela de Whitechapel no solo era tu hermano, también era mi amigo; era mi vida la que escudriñó como si yo fuera un bicho bajo una lente, me manipuló y me moldeó hasta convertirme en uno de sus títeres, y ahora resulta que me insinúa que tiene una supuesta información sobre mí para que mate por él. Puede irse al infierno, Tess, y ahí es a donde quiero enviarle. No creas que voy a mantenerle con vida para que pueda intentar manipularnos de nuevo, porque no voy a hacerlo. Hay una parte de mí que no quiere ir a ese lugar esta noche, que quiere hacer lo que él no esperaría jamás: desentenderme de todo y dejar que se enfrente él solo al cíngaro.

—¿Por qué no lo haces?

—No lo sé —admitió, sin la furia que había teñido previamente sus palabras—. Ni siquiera sé por qué he dicho algo así, quizás se deba a un comentario de Puck que no puedo quitarme de la mente.

Ella rodeó el escritorio y le puso la mano en la mejilla. Seguía muy enfadada con él, pero le amaba tanto… estaban en guerra contra Sinjon, pero ella también estaba enfrentada consigo misma y Jack seguía luchando contra los demonios que le atormentaban.

—¿Qué te dijo?

Él giró la cabeza y le besó la palma antes de tomar sus manos entre las suyas.

—Que ya es hora de dejarlo todo atrás. Hace mucho tiempo que estoy… lleno de furia, pero no sé si puedo ponerle fin a esto si no lo dejo zanjado.

—¿Aún estamos hablando de Sinjon, o se trata de algo más?

Él enarcó las cejas y admitió:

—Para ser un hombre que ha pasado la vida guardando con celo sus secretos, da la impresión de que en estos últimos días el mundo entero sabe más de mí que yo mismo. Me creía capaz de dejar atrás lo que fuera, en cualquier momento dado. Creía que era preferible estar solo.

Tess intentó no reaccionar. Sabía que lo que él estaba diciendo era cierto, pero no quería oírlo.

—Entiendo.

—Lo dudo mucho —le contestó, con una sonrisa llena de ironía—. Para ser un hombre que tiene tan poco de lo que enorgullecerse, da la impresión de que soy endemoniadamente orgulloso. Vivir la vida según mi propia conveniencia, me convencí a mí mismo de que no necesitaba nada más. Creía que nada ni nadie me llegaría al alma, que no permitiría que así fuera —le apretó las manos antes de admitir—: Qué equivocado estaba.

Con qué facilidad lograba superar todas sus defensas aquel hombre…

—Jack, no hace falta que…

—Sí, claro que sí, y ahora es un buen momento para ello —el dolor que reflejaba su voz era palpable— ¿Cómo…? ¿Cómo demonios pude alejarme de ti? Cada vez que te miro, cada vez que te toco… esta vez tendrás que ser tú la que se aleje de mí y, aunque lo hagas, te seguiría aunque fuera de rodillas. ¿Tienes idea de cuánto me aterroriza eso?, ¿sabes el miedo que me da necesitar tanto a alguien, saber que no tendré nada si tú te vas? ¿Sabes el terror que siento al saber que aún puedo perderte?

Él sacudió la cabeza al ver que de sus ojos escapaba una lágrima, y la siguió con la mirada mientras le bajaba por la mejilla. Estaba claro que se sentía culpable por haberla hecho llorar, pero, aunque a Tess le habría gustado poder decirle por qué lloraba, lo cierto era que ni ella misma sabía la razón. Quizás era por los años perdidos y por lo distintas que habrían sido sus vidas si él le hubiera dicho en aquel entonces lo que acababa de admitir. Según él, Puck le había aconsejado que lo dejara todo atrás. Ella misma también tenía que dejar atrás el pasado, pero dolía, y mucho; por mucho que deseara mirar hacia delante sin más, aún estaba intentando superar el dolor de aquellos años de soledad.

Él le soltó las manos, se acercó a la chimenea y se detuvo bajo el retrato del hombre que no era su padre.

—Jamás te pediría que te quedaras conmigo, Tess. Creí que podría ordenarte que lo hicieras, que podría valerme de Jacques para convencerte si no me quedaba más remedio, pero no puedo hacerlo. No… no sé qué es lo que hay entre nosotros. Creo que ninguno de los dos lo sabemos, y tampoco sabría decir si es suficiente para subsanar los errores que cometí. Sinjon se limitó a aprovechar mis puntos débiles, era yo el que tenía que superar mis limitaciones.

—Los dos hemos cometido errores, yo me negué a escucharte —le dijo, consciente de que ella también tenía parte de culpa—. Si hubiera sido más fuerte, Sinjon no habría podido convencerme de que eras culpable de lo que le sucedió a René. Quizás habría podido decirme a mí misma que yo no era culpable en cierta medida, sabía que tú jamás habrías insistido en que se cambiara el plan si no te hubieras creído enamorado de mí. No eres el único que tiene remordimientos que le atormentan. Creo que, con el tiempo, podemos calmar nuestra conciencia en lo relativo a ciertos temas, pero Sinjon es una parte de nuestro pasado que debemos resolver para poder escapar de sus garras. Se trata de un asunto malévolo que acabaría por destruirnos si no lo dejáramos zanjado.

—Sí, ya lo sé. Me encantaría creer que Puck está en lo cierto, que deberíamos dejar atrás lo que podamos y olvidarnos del resto, pero no puedo. Tiene que haber un final antes de que haya un nuevo inicio, al menos para mí. No quiero ocupar mi puesto junto a Jacques y a ti mientras aún existen sombras entre nosotros.

Tess no supo si iba a poder articular palabra, así que se limitó a asentir. Era la segunda vez que veía a Jack vulnerable de verdad, la primera había sido el día en que él se había arrodillado delante de su hijo y había vacilado antes de acariciarle el pelo. Tal y como le había pasado en aquella ocasión, sintió que se le rompía el corazón al verle así, pero no podía decírselo.

Lo que él estaba pidiéndole no era su lástima, aunque aún no estuviera preparado para pronunciar las palabras… y ella no estuviera lista para escucharlas. Había oído todo lo que él era capaz de decirle por el momento, y sería cruel presionarle para conseguir algo más. No era el momento oportuno.

—De acuerdo, Jack, al menos estamos de acuerdo en esto. Vamos a zanjar todo lo relacionado con Sinjon, el cíngaro y tu familia y dejaremos atrás todo lo demás, al margen de cómo resolvamos lo que hay entre nosotros. Empezando esta noche —volvió a sentarse tras el escritorio, agarró el plano de las calles, y se obligó a centrarse en la tarea que tenía entre manos—. Browning estará apostado en la entrada de la callejuela donde estuvimos tú y yo hace dos días y Carstairs se colocará en el portal de enfrente del número nueve, así que yo estaría a salvo si esperara en tu carruaje en esta esquina. Así no estaría en medio del meollo, pero tampoco quedaría excluida. Estaría cerca, y Wadsworth podría venir a por mí cuando consideres que no hay peligro. No puedo quedarme aquí esperando, me volvería loca.

—Eso es poco menos que admitir que deseas plantarle cara a Sinjon.

—No deseo volver a verle, no quiero oír su voz ni sus mentiras, pero tengo que hacerlo y eso es algo que tú deberías entender mejor que nadie. Por favor, Jack.

Él volvió a acercarse al escritorio antes de admitir:

—Hay otra forma de hacerlo. No puedo creer que esté diciendo esto, pero tienes razón. ¿Quién soy yo para impedir que estés presente en el desenlace de todo esto?

Con aquellas palabras consiguió captar toda la atención de Tess, que se relajó a pesar de que aún estaba impactada tras oírle admitir cuánto la necesitaba. Sabía que él solo sacaría a la luz esa necesidad en la oscuridad de la noche a menos que ella le indicara que ya estaba preparada, pero de momento tenía que concentrarse en los asuntos pendientes que tenía con su propio padre, un padre que se había convertido en el enemigo de los dos.

—¿Vas a permitir que te acompañe?, ¿podré estar dentro de la casa contigo cuando entren todos?

—No. Como no entraba en mis planes permitir que vinieras conmigo, he dejado que creyeras que mi intención era estar dentro de la casa, pero eso es imposible. Habrá demasiados ojos observando, y Sinjon lo sabe. Estamos abocados a una pelea en la calle, un enfrentamiento desagradable y caótico en el que no tendrá cabida la sutileza. Sinjon ocupará un asiento de primera fila para contemplar el espectáculo, y estará listo para escapar en medio de la confusión si las cosas no salen según sus planes.

Tess contempló ceñuda los planos.

—¿Realmente crees que va a ser en la calle? Admito que el lugar elegido no acababa de convencerme, las ventanas tienen barrotes y hay una única puerta trasera. No es una posición ventajosa. Yo no la habría elegido, y dudo mucho que el cíngaro entrara por voluntad propia en un lugar con el que no está familiarizado y en el que Sinjon cuenta con todas las ventajas; en cualquier caso, me parece un plan muy arriesgado, incluso chapucero. No está a la altura de un estratega como Sinjon.

Alzó la mirada hacia Jack y vio en su rostro la expresión pensativa que en alguna ocasión la había molestado, pero que en ese momento la intrigó. Estaba absorto en sus pensamientos, daba la impresión de que era ajeno a todo lo que le rodeaba.

—¿Me has oído, o me has tomado la delantera?

—¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta antes? Estamos equivocados, Tess. Lo que acabas de decir lo demuestra.

Ella se puso de pie y se acercó a él.

—¿Qué es lo que he dicho?

—Has recalcado lo buen estratega que es Sinjon. «Me resultáis conocido, caballero». Después de pronunciar esas palabras, se supone que debo emerger de entre las sombras y hundir el cuchillo en el negro corazón del cíngaro, ¿verdad? ¡Qué sandez tan melodramática! ¿Qué sucederá cuando yo acabe con ese tipo, Tess? Sinjon me dice quién soy antes de entregarnos la Máscara de Isis en un alarde de generosidad, nos da su bendición y nos desea una vida dichosa, y parte rumbo a quién sabe dónde para empezar de cero junto con lo que quede de su maldita colección… No, no me lo creo. Cuando lo analizo punto por punto, no me creo nada.

—¿Cuál es tu teoría?

Él esbozó una sonrisa pesarosa al admitir:

—Por desgracia, creo que Sinjon se ha pasado de listo y esperaba que fuéramos más sagaces de lo que somos.

—¿Por qué? Los dos convinimos en que el único sitio donde a un necio jamás se le ocurriría buscarle es uno en el que ya haya estado, y eso nos conduce de vuelta a Cleveland Row. No puedes estar hablando en serio —le habría encantado que nada de lo que Jack acababa de decir sonara plausible.

—La verdad es que creo que estoy hablando muy, pero que muy en serio. Sugiero que examinemos el asunto con calma.

Tess lanzó una mirada hacia el reloj que había sobre la repisa de la chimenea, un reloj cuyas agujas marcaban que ya eran más de las doce del mediodía. Si se habían equivocado, les quedaba muy poco tiempo para averiguar la respuesta correcta.

—De acuerdo. Empieza por el principio, que supongo que en este caso sería el cíngaro.

—El regreso del cíngaro, para ser exactos. Tenemos claro que ese tipo llevó a cabo el robo del museo a modo de desafío, y que dejó allí su tarjeta de visita para que Sinjon supiera que había regresado. Como respeta a su mentor, no le ataca en su guarida, prefiere hacerle salir a cielo abierto y acicatearlo para que cometa un error.

—Pero Sinjon no comete errores.

—Exacto. Sinjon traza planes, dos como mínimo para cada posibilidad, y tiene mucho donde elegir. Sabe que el cíngaro espera que él venga a Londres para atraparlo, así que opta por desaparecer y se lleva la Máscara de Isis por si todo sale mal y se ve obligado a huir del país. Eso suponiendo que realmente se llevara esa cosa, puede que en ese saco no llevara más que un montón de ladrillos y que la máscara esté oculta en algún lugar de tu casa. No le hacía falta llevársela, lo único que él necesitaba era que yo creyera que la máscara no estaba allí y vinculara su ausencia con el anuncio del Times.

—¿Tuvo intención desde el principio de incluirte a ti en su plan para matar al cíngaro?

—Claro que sí; fuera como fuese, siempre tuvo la intención de hacerme regresar en caso de que me necesitara. Supongo que revelarme la existencia de Jacques era el as que se guardaba en la manga, pero al final no le hizo falta usarlo. Él sabía que Liverpool no tardaría en enterarse de su desaparición, y la lógica dictaba que yo sería el elegido para rastrearle.

—Y así logró poner al cíngaro en tu camino. Sinjon siempre tuvo la intención de que fueras tú quien se deshiciera de él en caso de que regresara a Inglaterra, sus dos pupilos enfrentados bajo su atenta mirada… como bichos bajo una lente, tal y como tú dijiste.

—Exacto. Él sabía que lo primero que yo haría sería ir a tu casa y encontraría a Jacques, sabía que le seguiría el rastro hasta Londres y que me negaría a dejaros a nuestro hijo y a ti desprotegidos en la campiña. Si estoy en lo cierto, ese es un dato importante, porque así le dejamos el camino libre para ir a por su colección. Pero entonces nos acercamos demasiado. No sé cómo, pero lo hicimos y por eso mandó a sus secuaces a secuestrar a Jacques para conseguir mi cooperación a cambio de la liberación del niño.

—Pero la jugada no le salió bien, y no ha tenido más remedio que volver a cambiar sus planes —empezaba a sentirse esperanzada por primera vez en días—. Por lo menos no estamos poniéndoselo fácil. Entonces escribió la carta, que seguro que no era la que tenía pensada en un principio.

Jack sirvió dos vasos de vino mientras repasaba mentalmente sus suposiciones.

—Sí, esa condenada carta en la que me ofrece la información que se supone que tiene a cambio de que le mantenga con vida y acabe con el cíngaro. No hay duda de que sabe dónde aguijonear. Insinuar que está enterado de la identidad de mi padre es el método perfecto para llamar mi atención y nublar mi juicio, pero no es más que una mentira. Lo único que sabe es lo que yo mismo le dije la noche en que nos conocimos, nada más. Está intentando utilizar mi pasado para controlarme.

—No pienses en eso, tenemos que centrarnos en su plan respecto al cíngaro. Esperemos que ese tipo haya visto el anuncio de Sinjon; de no ser así, sería una pérdida de tiempo regresar al número nueve de Cleveland Row. ¿Crees que es posible que el cíngaro no haya respondido al anuncio?

—No, vio el anuncio y entregó su respuesta en persona. ¿Te acuerdas del lacayo de librea?, ¿el pelirrojo?

—Eh… sí, y recuerdo que dijiste algo que no alcancé a entender. ¿Ese hombre era el cíngaro?, ¿cómo lo sabes?

—Por dos razones: En primer lugar, he visto disfraces muy parecidos en el teatro; en segundo lugar, ningún lacayo está tan bien alimentado. Es tan arrogante y teatrero como le describió Sinjon, además de temerario.

—Sí, eso salta a la vista, pero sigo sin entenderlo. Si Sinjon no va a estar en Cleveland Row esta noche, dónde va a… ¡Dios mío!

—Sí, en el único sitio donde a un necio jamás se le ocurriría buscarle. En su propio terreno, un terreno que seguro que habrá preparado a conciencia, el lugar que mejor conoce y donde se siente más cómodo. Seguro que siempre tuvo la certeza de que su antiguo pupilo iría a buscarle a su casa y trazó sus planes de acuerdo a esa teoría, pero lo que hizo el cíngaro fue retarle para lograr que saliera a dar la cara, así que él está devolviéndole el favor al atraerle a su guarida. De ese modo se completa el círculo. Va a ser una carrera contra el tiempo, Tess, y un verdadero desastre si me equivoco, pero creo que estoy en lo cierto. Sinjon no estaba mintiendo por completo en la carta que nos dejó. En ella nos dijo dónde iba a estar, pero nosotros no supimos verlo.

—Y en este momento está apostado en su telaraña en casa, a la espera de que llegue el cíngaro y tú le mates en su nombre, y resulta que tú y yo estamos aquí, en Londres. Qué extraño, Jack. En esta ocasión ha estado a punto de pasarse de listo, ¿verdad?

—Suponiendo que yo esté en lo cierto. En cualquier caso, tengo que alertar a los demás, ten en cuenta que es posible que me equivoque. Si tu padre y el cíngaro se presentan esta noche en Cleveland Row, solo Dios sabe lo que puede llegar a suceder. No sé si Will está capacitado para enfrentarse a alguien tan preparado como el cíngaro.

—Estoy convencida de que estamos en lo cierto —le aseguró ella con firmeza, antes de echarle una ojeada al reloj—. Escribe tu nota y que Wadsworth pida que alisten los caballos mientras me cambio de ropa, estaré lista para partir en diez minutos.

—Que sean once —le dijo él, antes de abrazarla y besarla con pasión.

Ella se aferró a su cuerpo, sintió que aquel abrazo le daba fuerza y valor.

—Gracias, Tess —le dijo él al oído, sin dejar de abrazarla—. Gracias por confiar en mí. Por primera vez desde que empezó todo esto, tengo la sensación de que estamos en el camino correcto.

Ella le besó en el cuello antes de que la soltara, y comentó:

—Bien sabe Dios que ya hemos tomado suficientes caminos equivocados, es hora de ver adonde nos conduce este.

* * *

Eran cinco horas o más en carruaje, tres a caballo. Tenían tiempo, siempre y cuando el cíngaro se ciñera al horario establecido por Sinjon y llegara a las diez a la casa. La cuestión era que Jack no sabía si aquel tipo iba a respetar las reglas del juego de su antiguo mentor; de hecho, él mismo estaba harto de seguirle el juego.

Miró a Tess, que estaba sentada a su lado en el carruaje vestida con camisa y pantalón, y se preguntó si estaría pensando en lo que iban a hacer si la casa estaba vacía, o en el hipotético caso de que encontraran allí el cuerpo sin vida de su padre. ¿Qué pasaría si la muerte la privaba de la confrontación a la que ella creía que tenía derecho?

Se sintió un poco culpable por albergar la esperanza de que las cosas sucedieran así, ya que eso le libraría de tener que acabar con Sinjon él mismo. Porque lo cierto era que había tomado una decisión: Fuera como fuese, el marqués de Fonteneau iba a morir aquella noche. Aquel tipo ya había vivido lo suficiente.

Estaban a punto de salir de la ciudad. En breve llegarían al punto de encuentro acordado con Wadsworth, que les esperaba con sus monturas, y no tendrían tiempo para conversar.

—Wadsworth por poco me da un abrazo de agradecimiento cuando le he dicho que no hacía falta que se disfrazara de nabab —dijo, para acabar con el tenso silencio—, pero debo advertirte que ya se había aplicado el jugo de nuez de betel en las manos y el rostro para prepararse; con suerte, recuperará su palidez habitual en una semana. La verdad es que me alegra que el disfraz sea innecesario, porque no tuve en cuenta que tiene los ojos azules. Solo habría sido convincente como nabab en una sala muy oscura.

Ella sonrió porque eso era lo que él quería lograr, pero siguió con los puños fuertemente apretados sobre el regazo.

Jack se había dado cuenta de que era demasiado peligroso que ella fuera a lomos de su yegua, y tampoco era prudente llevar a los caballos sujetos tras el carruaje por si Will o Dickie estaban vigilando la mansión de Grosvenor Square. Sabía que estaba quemando todas sus naves al dejar al margen de su plan a sus supuestos compañeros y que, si su deducción respecto al paradero de Sinjon era errónea, sus días de trabajo a las órdenes del Gobierno estaban contados; de ser así, ¿qué era lo que le deparaba el futuro? Era posible que, tal y como le había pasado a Sinjon, todos los secretos gubernamentales de los que estaba enterado le pusieran en el punto de mira de Liverpool.

Tess posó la mano sobre la suya antes de decir:

—He permanecido callada para que pudieras pensar con tranquilidad, con la esperanza de que se te ocurra algo brillante. ¿Tienes algún plan?

Él sonrió al recordar algo que le había dicho Puck.

—Según mi hermano, él es el cerebro y yo los músculos; como él no está aquí, albergaba la esperanza de que se te ocurriera algo brillante e infalible.

—Me temo que he sido egoísta y me he limitado a pensar en lo que voy a preguntarle a Sinjon, aunque sé que él solo va a ofrecerme mentiras.

—Sus mentiras serían más agradables que las verdades, aunque dudo que él sepa diferenciar las unas de las otras a estas alturas —le contestó él, justo cuando el carruaje empezó a aminorar la marcha para detenerse—. No es necesario que hables con él, no necesitas ni sus mentiras ni sus verdades.

Ella le fulminó con la mirada al oír aquello.

—¿Es eso lo que sientes respecto a tu madre? Creía que habíamos llegado a un acuerdo, Jack. Por eso estoy aquí, tú mismo lo dijiste. Por fin estamos en el camino correcto.

—No acordamos en ningún momento lo que íbamos a hacer al llegar a nuestro destino. No puedo prometerte nada. Si se desencadena una lucha, no voy a arriesgar ni tu vida ni la mía por salvar la de Sinjon. No merece salvarse.

—¡No me refería a eso! —le espetó ella con indignación—. Recuerda que no vas a esa casa en calidad de verdugo, ¿o es que eso es lo que quieres?

—Tess…

La portezuela del carruaje se abrió y apareció el rostro de Wadsworth, un rostro más marrón que rosado y de ojos azules.

—¡Permiso para acompañaros, señor! —le pidió, en un tono digno de un sargento mayor.

—Deja que venga, no sabemos si el cíngaro va a llegar solo —le susurró Tess.

Jack se volvió a mirarla y asintió al ver lo tensa que estaba.

—Permiso concedido. Gracias, Wadsworth.

—¡Gracias a vos, señor! ¡Le debo una a ese canalla por intentar llevarse al señorito Jock, señor!

—Muy cierto, eso es algo por lo que todos queremos que pague —admitió Jack, mientras ayudaba a bajar a Tess—. ¿Estás armado?

—¡Hasta los dientes, señor!

Después de aquella vehemente exclamación, Wadsworth esbozó una sonrisa que dejó al descubierto unos dientes que parecían inquietantemente blancos en su rostro oscurecido por la nuez de betel.

—En ese caso, ¿qué haces ahí parado? ¡Pongámonos en marcha!

—¡Sí, señor!

—Espero que hable más bajito cuando estemos cerca de la casa, no queremos pregonar a los cuatro vientos nuestra llegada —comentó Tess, mientras Jack la ayudaba a montar.

—Tienes razón, después hablaré con él. No te preocupes, obedecerá sin dudarlo las órdenes que se le den —esquivó su mirada mientras hablaba; con un poco de suerte, estaría demasiado sumida en sus pensamientos como para poder leer los suyos.

—¿Y yo no?

—Me gustaría creer que lo harías, porque así te ordenaría que volvieras a meterte en ese carruaje y regresaras a Londres, pero estaría malgastando mi aliento, ¿verdad?

—Ya estás malgastándolo, te sugiero que pases las próximas horas ideando formas de capturar a dos hombres muy peligrosos.

—Así que «capturar», ¿no? ¿Insistes en eso? Por el amor de Dios, ¿no vas a rendirte hasta que me comprometa a no dañar ni un condenado pelo de sus cabezas?

—Supongo que en realidad me da igual lo que hagas con el cíngaro, siempre y cuando pague por la muerte de René. Me trae sin cuidado si acaba en la horca o con un cuchillo clavado en el corazón.

—De modo que ahora tengo tu permiso para matarle, ¿no? Qué bien, me alegra saber que sirvo para algo.

Ella se encogió de hombros en un gesto que a Jack le pareció tan elocuente como enloquecedor.

—Sí, pero la cuestión es si están sirviéndose de ti. Está claro que Sinjon quiere que muera, pero no de cualquier forma. Él quiere que seas tú quien acabe con él. ¿Por qué?

—No había pensado en ello, pero, para serte sincero, me importa un bledo lo que Sinjon quiera; en este momento, mi único objetivo es que tú y yo sigamos con vida —después de aquellas cortantes palabras, fue a montar a lomos de su caballo y lo condujo hasta la yegua de Tess—. Querías formar parte del plan y yo fui tan idiota como para permitirlo, pero no te interpongas en mi camino. Voy a hacer lo que sea necesario, eso es algo que siempre has sabido.

—Por fin oímos la verdad. Vas a esa casa con el propósito de matar. No puedes ver más allá de eso, ¿verdad? No te importan las respuestas. Dices que sí porque crees que eso es lo que quiero oír, pero no es cierto. Lo único que quieres es que todo se esfume, esa ha sido siempre tu respuesta. Hacer que todo se esfume y, en caso de que no sea posible, alejarte sin más. ¿Cómo es posible que creas que así se soluciona algo? Lo único que consigues es convertirte en un asesino… a las órdenes de Liverpool o de Sinjon, ¿qué más da?… y puede que también en un cobarde. Piensa en ello durante el trayecto, Jack Blackthorn. ¡Piensa en ello!

Hundió los talones en los flancos de su montura y se alejó al galope por el camino, así que Jack y Wadsworth no tuvieron más remedio que salir tras ella para intentar alcanzarla.