CAPITULO XII
Patricia Melvin pegó un chillido y saltó de la cama abandonando la almohada.
«Oh, no, a ti no puede pasarte eso, Patricia Melvin. Pero ¿qué has estado haciendo?
Ese hombre se aprovechó de ti.»
Hizo un gesto como de echarse a llorar. Pero se mordió el labio inferior y logró contener sus lágrimas.
Se levantó de la cama y empezó a pasear de un lado a otro.
¿Qué significaba aquel sueño en que Rock Foster salía a su encuentro?
Ella había dicho que le odiaba con todas sus fuerzas. Y le había llamado el mulo más mulo de todos los mulos. Y luego, ¿qué? Luego besos.
Se peinó, se cubrió con una bata y bajó la escalera. Spencer Melvin estaba desayunando.
—Buenos días, padre.
—Buenos días, Patricia.
La joven le dio un beso en la mejilla y se sentó.
—Padre, ¿qué hay de Rock Foster?
—Ahora mismo voy a salir con mis hombres en su busca, Te lo traeré como tú quieres, atado como una oveja.
—No, padre.
—¿Es que has cambiado de opinión? Está bien, sí no quieres humillarlo, yo me ocuparé de eso.
—No, padre.
—¿Prefieres que lo mate? De acuerdo, me lo cargaré.
Patricia gimió:
—No, padre.
—Entonces, ¿qué demonios quieres que haga con él?
Ella, distraída, dijo:
—Quiero que se me desboquen los caballos y saltar del pescante para que él me recoja y me dé los besos que me dio.
—¿Cómo has dicho, Patricia?
La joven se dio cuenta de que había hablado distraída.
—¿He dicho algo?
—Casi nada. Has dicho que te dé los besos que te dio. Y también has hablado de caballos.
—Padre, ha ocurrido una cosa espantosa.
—No me digas que ese hombre y tú... ¡Patricia! ¿Voy a tener un heredero?
—¿Qué monstruosidad se le ha ocurrido, padre? ¡Entre Rock Foster y yo no ha pasado nada de eso!
—Caramba, me has dado un buen susto. Creí que como ese tipo es tan aprovechón, había llegado a...
—¡No sigas, padre...! Eso todavía no ha pasado.
—Dices que todavía no ha pasado como si fuese a ocurrir.
—Eso es lo que más me gustaría en el mundo.
—¡Patricia!
—Mediante una boda.
—¡No le entiendo, Patricia!
—Yo tampoco me entendía a mí misma, pero ya me entiendo.
—¿Y qué es lo que te entiendes?
Patricia miró a su padre fijamente a los ojos.
—Quiero al mulo.
—Pues vete a por él a la cuadra.
—¡El mulo es Rock Foster!
—¡Patricia!
—Sí, padre, dime lo que quieras. Pero estoy enamorada de ese hombre.
—¡Oh, no!
—Oh,, sí.
—¡Patricia, ten formalidad! Ya estás prometida.
—Padre, no me hables de Alex Morris.
—¡Es el hijo de un banquero de Kansas City y está al llegar!
—Por mí, ya se puede volver a Kansas City.
—Patricia, he tenido relaciones comerciales con Richard Morris durante años...
Conozco a Alex y es un tipo muy simpático.
—Yo no lo he visto en mi vida.
—Te gustará.
—Papá, no quiero casarme con Alex Morris.
—¿Te das cuenta de que he soñado con ese matrimonio desde hace años?
—Tú habrás soñado con Alex Morris, pero yo he soñado con Rock Foster y ha sido esta noche.
—¡Patricia, no debiste soñar con ese aventurero! ¡Tú misma te lo debiste prohibir!
—¿Crees que una persona puede elegir sus sueños?
—Cariño, ¿por qué no eres más comprensiva? He sostenido una lucha a muerte con ese bandido de John Harlow. Tú sabes lo que me ha costado impedir que acabe con nuestras ovejas. ¡Y he vencido, Patricia! ¡He vencido a John Harlow! ¡Me ha tenido que soportar!
Pero ahora es necesario que tengamos el apoyo del banco.
—¿Para qué?
Spencer hizo un gesto con las manos como si estrangulara a alguien.
—¡Para acabar con John Harlow! —sonrió fríamente—. Richard Morris es también el banquero de John Harlow y si te casases con su hijo Alex, conseguiré que retire todos los créditos a Harlow. ¿Te das cuenta? Harlow no podrá operar. Se irá al infierno. Y en un plazo más o menos largo, las tierras de Harlow serán mías. Algún día, John Harlow entrará en esta habitación cubierto dé harapos y me dirá: «Por favor, Spencer, cómprame mis tierras o me saltaré la tapa de los sesos.»
—Padre, siento estropear tus planes. Pero yo no me caso con Alex Morris. Si me caso con alguien, será con Rock Foster.
—Pero ¿qué tiene ese hombre que no tenga Alex Morris?
—No lo sé. Yo no conozco a Alex Morris.
—Yo te lo describiré. Es rubio, guapo y sinvergüenza. Lleva una vida alegre con las girls.
—¿Y ésa es la clase de marido que me has buscado?
—Alex Morris acabará con las girls cuando se case contigo. ¿Dónde va a encontrar una mujer como tú?
—Padre, no me convences. Si Alex Morris es un granuja, seguirá siendo un granuja aunque se case. Ah, no, yo no pienso estar en mi casa sola por las noches, esperando que mi marido aparezca, hasta las tres o las cuatro de la mañana, después, de haberse corrido una juerga con una girl. Prefiero esperar a Rock Foster.
—O sea que a él le consientes lo de las girls.
—¡No, no he querido decir eso!
—¡Pero lo has dicho!
—Padre ¿por qué no eres más comprensivo? Alex Morris me importa un pimiento, ¿lo oyes? ¡Un pimiento! ¡Y a quien yo quiero es a Rock Foster!
—¿No te has hecho la pregunta, Patricia?
—¿Qué pregunta?
—¿Qué opina el señor Foster de todo eso?
—No lo sé.
—Ya di en el clavo. Tu estás enamorada de Rock Foster. Pero ¿y él? ¿Te quiere?
Patricia hizo un geste de tristeza.
—No lo sé, padre. No lo sé. Me he comportado con él horriblemente. Le he llamado hasta mulo.
—Le llamaste justamente lo que se merecía.
—Es un hombre, padre, y qué hombre.
—Tiene una cabeza y dos piernas como los demás.
—No, padre. No tiene lo mismo que los demás. Posee algo muy especial. Un encanto, una seducción, un...
—No sigas, hija mía. No sirve para nada que estés enamorada de él, mientras él no esté enamorado de ti.
—Yo lo enamoraré.
—¿Cuándo?
—Hoy mismo.
—Ah, no, eso no lo voy a consentir.
—Padre, me voy a vestir ahora mismo. Iré a la ciudad. Hablaré con Rock Foster.
—¿Y ,qué le vas a decir? —Spencer la parodió—. «Estoy loca por usted, señor Foster.
¿Se casa conmigo?»
—Dices cosas horribles, papá.
—¿Qué le vas a decir?
—¡No lo sé! Pero lo sabré cuando esté a su lado.
—Patricia, creo que vas a dar un paso en falso.
—Tienes que ayudarme.
—¿Ayudarte? ¿Quieres que vaya contigo a la ciudad y le diga a ese granuja: «Señor Foster, tenga compasión de mi hija, sea usted mi yerno y deme nietecitos»?
—¡No quiero esa clase de ayuda! ¡Es otra la que necesito!
—¿Cuál?
—John Harlow y sus hombres quieren acabar con Rock Foster, lo mismo que tú querías acabar con él. Tienes que detener a Harlow.
—De modo que ahora debo sostener una batalla con John Harlow para salvar la vida de Rock Foster.
—Sí, padre.
—Esto es gracioso.
—Padre, está en juego la felicidad de tu hija.
—¡Está en juego la idiotez de mi hija! ¡Debes casarte con Alex Morris! ¡Ese es tu hombre!
—No, padre. Ya te he dicho que Alex Morris me importa…
—¡Un pimiento!
Patricia le dio un beso en la mejilla y continuó con su cara junto a la de él mientras decía:
—Rock Foster es el hombre que siempre he estado esperando.
—Pues debió retrasarse un poco más para darte tiempo a caparte con Alex Morris.
—Voy a visitar a Rock.
—Hablas como si fueses a la guerra.
—Tienes razón. Voy a sostener la gran batalla de mi vida. Del resultado de ella dependerá mi futuro. Deséame suerte.
—No puedo desearte suerte cuando vas a echar por tierra todos mis planes.
—Tú eres importante sin necesidad del banquero Morris. Has demostrado a Harlow que no puede contigo. Demuéstrale que tampoco puede acabar con el hombre del que tu hija se ha enamorado.
La joven, con un gesto dramático, salió de la estancia y corrió a su alcoba para vestirse e iniciar su viaje para la conquista de Rock Foster.