Capítulo 14
Em
Kit llamó por fin, a las cuatro de la madrugada.
—¿Pero qué es lo que pasa? —preguntó, por una vez sin una nota juguetona en su voz—. Acabo de mirar mi teléfono móvil y hay como cien mensajes. Quiero saber en qué me he metido antes de hablar con papá. ¿Crees que debería esperar un par de horas a llamarle, para pillarle despierto?
—No, no esperes —le susurré, pues la casa estaba llena de gente y no quería despertar a nadie—. Alguien intentó matar a Shade ayer en Boise. Swinger ha muerto. No solo eso, han atacado algunas de las casas del club, también en Portland. Nos temíamos que te hubieran matado o secuestrado o algo así.
—Oh, Dios mío —respondió—. Voy a llamar a papá ahora mismo.
Cortó la llamada. Me dejé caer de nuevo en mi cama y me cubrí los ojos con el brazo. Menudo desastre. Diez minutos después volvieron a llamarme.
—¿Estuviste con Hunter anoche? —preguntó Kit con voz de incredulidad total—. Papá dice que te llevó a casa. ¿Qué coño está ocurriendo? Es como si al mundo entero lo hubieran vuelto del revés mientras yo estaba ahí en la cama, dale que te pego.
—Sí, estuve con Hunter —respondí.
—¿Quieres contarme los detalles? —preguntó ella.
—Creo que no los sé ni yo —respondí—. Hicimos el amor, pero antes de poder hablar de nada, empezaron a bombardearnos a llamadas y ya se montó la de Dios. Hunter me llevó a casa y se marchó. Espero que me llame hoy.
—No me gusta nada tener que decir esto, pero ¿has considerado la posibilidad de que esté jugando contigo de nuevo? —dijo Kit, en voz baja—. Ya sé que fui yo la que te arrastró a su casa el fin de semana pasado, pero entonces no pensé que hubiera peligro. Ahora ha muerto gente. Esto es muy mal asunto, Em, y papá dice que los Devil’s Jacks podrían estar detrás de todo. Quiere que volvamos a casa.
—Hunter no está jugando conmigo —repliqué con firmeza—. Tendrías que haber visto cómo reaccionó anoche, estaba totalmente conmocionado. Su presidente también ha muerto, junto con otro de su club. A ellos les han dado aún más fuerte que a nosotros.
—Santo Dios, la Virgen, el Niño y los que faltan —dijo Kit—. Esto está muy jodido.
Difícil estar en desacuerdo.
—¿Dónde estás? —le pregunté—. Supongo que papá te habrá dicho que te vengas a casa de Cookie. Aquí es donde nos refugiamos por el momento. La sede del club de Portland se inundó, al parecer. Nadie salió herido, pero una bala le dio a la tubería, precisamente. Muy extraño.
—Deke ha enviado a alguien a buscarme —respondió Kit—. No sé si iré a clase mañana. Papá quiere que me den algún tipo de baja temporal, por motivos familiares, o algo así. La semana que viene es la fiesta de Acción de Gracias, así que tendré un pequeño margen. Mi plan era acercarme a Coeur d’Alene el miércoles, justo antes de la fiesta, pero incluso si regreso a la escuela, iré para allá nada más salir de clase. Sé que no es muy propio de mí, pero quiero estar con papá, Em. Esta mierda da miedo y no me gusta nada que esté solo.
—Papá nunca está solo —gruñí, en respuesta.
—Ya sabes a qué me refiero —explicó ella—. Siempre te ha tenido a ti cerca para echarle una mano. Ya sé que es todo un presidente de un club de moteros, y de mucho cuidado, pero las dos sabemos lo solo que se siente a veces. ¿Por qué te crees que se trae a casa a todas esas perdedoras con las que se acuesta?
—Porque está calentorro —dije, con tono neutral—. Yo no pienso volver. Me he marchado de allí por primera vez en muchos años y él usará esto como excusa para intentar mantenernos en casa. Sabes que lo hará.
—No eres una esclava ¿sabes? —respondió ella—. Puedes irte cuando quieras.
—O quedarme aquí —dije a mi vez—. No han disparado a las mujeres y, si es seguro para Cookie, es seguro para mí. Prefiero quedarme en Portland y seguir adelante. No pienso asumir riesgos estúpidos, pero tampoco voy a quedarme encerrada para siempre.
—Estás dejando que las hormonas te nublen la mente —me respondió ella, sin contemplaciones—. El tema es Hunter, pero no es más que un hombre, Em, y hay millones más por todo el país. Un rabo es un rabo.
—No solo se trata de Hunter, Kit —argüí—. Bueno, de acuerdo, tal vez se trate un poco de él, pero también está el hecho de que he luchado mucho para irme de casa. No soy como tú, no soy fuerte ni independiente. Si regreso, tal vez me quede y no quiero.
—Seguiremos hablando cuando llegue allí —concluyó Kit, con un suspiro—. Están llegando. Me siento mal por el chico con el que acabé anoche. Me había dicho que me prepararía el desayuno, pero creo que voy a dejarle una nota. No vale la pena despertarle.
—Eres una zorra —gruñí.
—Tal vez —repuso ella—, pero él es una mierda en la cama. Es mejor así. Te veo en un rato.
***
Hacia las nueve de la mañana, en la cocina reinaba el calorcito y los olores agradables. Cookie y yo estábamos preparando una montaña de tortitas, mientras Kit cortaba fruta. Deke y el resto de los hermanos estaban celebrando un consejo de guerra en la sala, así que cerramos las puertas correderas para darles privacidad. Silvie estaba sentada a la mesa, enfrascada en sus dibujos y cantando una extraña e inacabable canción sobre las hadas de la pizza.
No podía parar de mirar mi teléfono móvil. Ni rastro de Hunter. No me sorprendía especialmente, ya que imaginaba que estaría en su propio consejo de guerra en aquellos momentos. Solo esperaba que estuviera a salvo.
—Creo que Kit tiene razón —decía Cookie—. Deberías ir con ella a Coeur d’Alene. Si lo tuyo con Hunter es real, seguirá siéndolo dentro de un par semanas, cuando ya tengamos una idea de qué es lo que está pasando.
—No pienso volver a casa —declaré, con voz firme—. Me costó mucho irme, de verdad. No quiero volver a caer en los viejos hábitos. Allí mi vida es demasiado cómoda y permito que me asfixie poco a poco. Soy más feliz aquí y no creo que vaya a estar más segura en Coeur d’Alene. La verdad es que no sé si iré para Acción de Gracias. Tal vez tenga otros planes.
Cookie y Kit se miraron entre ellas.
—Ya sabes que siempre estoy a favor del sexo —dijo Kit, tanteando el terreno, y Cookie la golpeó con un trapo.
—Esa boquita —le dijo.
—Lo siento —prosiguió Kit—, creo que es estupendo que Hunter y tu conectarais bien, pero estás haciéndote castillos en la cabeza, hermanita, y eso no es muy inteligente.
—Yo voy a vivir en un castillo cuando crezca —anunció Silvie.
—Buena suerte —murmuró Cookie—. Si dejo la cafetería cerrada un día más, no podremos permitirnos una casa.
—¿De verdad está la cosa tan mal? —pregunté, sorprendida y ella sacudió la cabeza con gesto de frustración.
—No, pero ya sabes lo que quiero decir —respondió—. Me fastidia que Deke se comporte como si fuera mi jefe. No, gracias. Soy la única propietaria.
Sonreí de medio lado.
—Los moteros están locos —dijo Kit, con gesto de exasperación—. Van en plan hombre primitivo y toda esa mierda. Os juro que jamás me veréis con uno de ellos. La vida es demasiado corta para permitir que un hombre te controle.
—Y mira por dónde, tú eres la que está intentando convencerme de que vuelva a Coeur d’Alene —aproveché para decir—. Te das cuenta de que aquello está infestado de moteros ¿no?
Kit abrió la boca para responder, pero en aquel momento sonó el teléfono de Cookie y todas nos quedamos expectantes. ¿Qué podría ser ahora?
—Es Maggs —anunció nerviosa, al tiempo que contestaba—. Eh, nena ¿qué hay?
Cookie escuchó durante un minuto, con los ojos cada vez más abiertos, y de pronto lanzó un fuerte grito y comenzó a dar saltos de un lado a otro. Un segundo después se abrió de golpe la puerta de la cocina e irrumpió Deke, pistola en mano. A Cookie le corrían lágrimas por las mejillas, pero sonreía de oreja a oreja.
—¡Bolt viene a casa! —gritó—. Le han dado la condicional. Es un puto milagro. ¡Le dejan volver a casa!
Kit y yo nos abrazamos, dando gritos de alegría. Deke se apoyó contra el marco de la puerta y, por primera vez en mi vida, le vi sonreír.
—Ya era hora de tener alguna buena noticia —dijo—. Joder, no lo esperaba. El estado de Idaho no suele conceder la condicional a los que no admiten los cargos.
—¡Déjame hablar con Maggs! —le rogué a Cookie y extendí la mano para que me diera el teléfono, que ella me pasó entre risas.
—¡Maggs! —casi grité al auricular—. No puedo creerlo. ¿Cuándo lo supiste?
—Me llamó el viernes por la tarde, pero me pidió que no dijera nada —me explicó—. Ardía en deseos de contároslo, chicas, pero no me ha dado permiso hasta hace un momento. Creo que quería dejar atados algunos asuntos, no sé exactamente qué. La audiencia sobre su condicional fue hace dos semanas, pero las decisiones no se toman de inmediato. No creíamos que fuera posible. Él no ha admitido ninguna acusación y ya sabéis cómo son estas cosas. En realidad se supone que solo tienen en cuenta su comportamiento dentro, pero el tribunal hace lo que le sale de las narices.
—¿Y cómo lo ha conseguido? —pregunté, sorprendida.
—No lo sé —dijo Cookie, echándose a llorar—, ni me importa. Solo sé que viene por fin a casa. Por fin. Me voy. Tengo que hacer un montón de cosas, llamadas, de todo. Por supuesto le prepararemos una gran fiesta. ¿Vendréis, verdad?
—Claro —respondí—. Dios mío, pues claro que iré.
Kit pedía a su vez el teléfono. Por el rabillo del ojo vi cómo Cookie abrazaba a Deke, mientras otros hermanos iban entrando en la cocina.
Gracias a Dios.
Algo así nos hacía falta. Muchísima falta.
***
Por la noche, Hunter me mandó finalmente un mensaje. No me había dado cuenta de lo nerviosa que estaba hasta que sonó mi teléfono móvil. Las palabras de Kit no habían dejado de taladrarme la cabeza, haciéndome dudar de él.
Hunter: ¿Qué tal estás? No puedo llamar, no tengo privacidad.
Yo: Bien. Aún en casa. Kit apareció por la mañana y también está bien. Mi padre quiere que vuelva a CDA, claro. Kit ha pedido la baja temporal en sus clases.
Hunter: ¿Vas a ir?
Yo: ¿Tengo una buena razón para quedarme? Habíamos decidido mantenernos a distancia, pero luego pasó lo de la otra noche. No sé lo que hay entre nosotros.
Esperé su respuesta, conteniendo la respiración. No habíamos hablado del futuro, ni de nosotros. Nunca había sido un secreto que él quería sexo conmigo, pero yo no era tan estúpida como para pensar que aquello significaba algo serio.
Sin embargo, tenía esperanzas. Antes de que todo se fuera a la mierda la noche en la que me secuestró, hablábamos a diario. Nos gastábamos bromas, nos reíamos y yo sentía que podía contarle cualquier cosa. No habíamos pasado mucho tiempo juntos, en persona, pero eso no quería decir que no hubiéramos compartido tiempo. Eso contaba también ¿no?
Hunter no contestaba. Mierda. ¿Había cabreado a todo el mundo solo por un revolcón? Durante un horrible minuto creí que iba a ponerme a vomitar.
El teléfono vibró de nuevo.
Hunter: Lo siento. Estoy con mucho lío por aquí. Espero que sí tengas una buena razón para quedarte en Portland. Acabo de hablarle a todo mi club sobre ti. Les he dicho que quiero que seas mi dama. Skid puede irse a que le jodan con sus estúpidos motivos para separarnos. Espero no haber hecho esto para nada.
Suspiré y sentí que la tensión se disipaba dentro de mí. Hasta aquel momento no había entendido bien lo que había entre nosotros y lo que dijo me causó un fuerte impacto. Le había dicho a su club que me quería como su propiedad.
Joder, eso equivalía prácticamente a una declaración.
Yo: Casi me da un ataque al corazón. Por un rato pensé que lo nuestro había sido solo cosa de una noche. ¿Tu dama? Eso es un gran paso... y me gusta cómo suena.
Hunter: Para nada es cosa de una noche. Necesitamos un poco de tiempo para estar juntos, para hablar. Esto es una locura.
Yo: Y que lo digas. Ser la chica de Hunter... ¡uau!
Hunter: Así de claro. ¿A dónde creías que nos llevaría todo esto? No te ofendas, Em, pero estar juntos es algo demasiado peligroso y alocado como para que merezca la pena solo por sexo. A la mierda con eso. Quiero hacer las cosas bien. ¿Estás conmigo?
Esperé un minuto, preguntándome si no habría perdido la cabeza. Tal vez. Desde luego que sí. No me importaba.
Yo: Estoy contigo. Mi padre, en cambio, podría matarte.
Hunter: Que lo intente. Ya pensaremos algo.
Yo: ¿Estás seguro de que tu club lo aceptará? Parece tan irreal...
Hunter: No están encantados, pero lo asumirán. Para tu información, no estaré en casa durante un par de días. Ahora tengo que irme, pero intentaré llamarte en cuanto pueda. No te vuelvas loca si ves que tardo en hacerlo. Está todo muy jodido ahora mismo.
Yo: No te preocupes por mí. Más bien cuídate tú.
Hunter: Y tú también. Muchas cosas están en el aire, pero estoy contigo, Em. No lo dudes nunca ¿de acuerdo? Pase lo que pase y oigas lo que oigas. ¿Lo prometes?
Yo: Lo prometo. Besos y abrazos.
Guardé el teléfono. Ser de Hunter, su dama, su «propiedad». ¡Uf! A mis amigas Marie y Sophie les había costado trabajo entender lo que suponía, pero yo había nacido en el seno de un club de moteros y sabía muy bien lo que Hunter me estaba proponiendo. Llamarme así significaba mucho más que ofrecerme un anillo, significaba que había asumido la responsabilidad por mí y por todas mis acciones ante su propio club.
Por mí, la hija del presidente de los Reapers, a pesar de que mi padre y sus hermanos llevaban en guerra desde antes de mi nacimiento.
Hunter me había entregado su vida. Con todas las letras.
***
El lunes por la tarde estábamos Cookie y yo sentadas en la cocina, jugando a las cartas. Hunter no había vuelto a contactar conmigo y ya hacía tiempo que la cabeza había dejado de darme vueltas por la emoción. Ahora estaba simplemente aburrida.
—Ya estoy cansada de colorear —intervino Silvie—. Quiero ir al parque.
—Y yo —respondió Cookie—, pero hoy tenemos que quedarnos en casa, nena. ¿Por qué no vas a tu cuarto, a escoger un libro? Tráetelo y te lo leeré enseguida. Mientras vas, voy a hablar un minuto con Em acerca de un asunto de la cafetería.
—De acuerdo —dijo la niña y saltó de su silla. Cookie se inclinó hacia mí en cuanto Silvie abandonó la habitación.
—Me estoy volviendo loca —confesó en voz baja.
—Al menos la cafetería ya está abierta —comenté, tratando de aparentar animación, aunque con poco éxito. También yo notaba que se me estaba yendo un poco la cabeza.
—Pero solo por ahora —replicó ella, bastante enfadada—, no pueden hacerse pedidos y hará falta, aunque de momento tengamos bastante materia prima. Estoy pensando en decirle a Deke que se marche con los demás chicos. Si han tenido una inundación en el club, es su problema, no el mío. Creo que ya es hora de que este operativo se traslade a otro sitio.
Abrí mucho los ojos.
—¿Hablas en serio? —le dije.
—Sí —respondió ella, mirando hacia la sala de estar—. Soy una prisionera en mi propia casa y ¿sabes lo peor? Esta no es mi lucha. Ya no formo parte del club. Bagger está muerto y llevo sola casi un año. Deke no tiene ningún derecho a aparecer por aquí y tratarme como si fuera propiedad del club. Puede que haya sido la mujer de Bagger, pero eso ya se acabó. Él no va a volver.
—No sé qué decir —respondí—. No sabía que te sentías así respecto al club.
Cookie suspiró, sacudió la cabeza y dejó caer sus cartas.
—No me siento así —dijo—. O sí, no lo sé. Simplemente estoy cansada de estar aquí, metida en casa, cuando tengo un negocio que atender. No me acuesto con nadie y no me siento más joven cada día. ¿Sabes? Hace solo once meses que Bagger murió, pero antes de eso estuvo movilizado durante diez meses. Llevo sola una eternidad, Em, o al menos eso es lo que siento. Estoy cansada de ser una buena Reaper, fiel guardiana del recuerdo de un hombre a quien su puta guerra le importaba más que su familia.
La miré, de nuevo con los ojos muy abiertos. No sabía qué decir. Nada. Oí un carraspeo, miré y vi a Deke en la puerta.
—Ah, hola, Deke —saludé.
—Joder —dijo Cookie por su parte y se dio la vuelta para mirarle. Entonces se puso de pie y salió sin decir nada más.
Extraño.
Deke caminó hasta la mesa y apoyó las manos en ella. Su cara quedó a dos palmos escasos de la mía.
—¿De qué coño va todo esto? —inquirió, con voz helada. Dios. ¿Tenía algún aspecto que no fuera terrorífico?
—No tengo ni idea —susurré, sorprendida—. En serio. Estábamos aquí tan tranquilas, jugando a las cartas, y ella empezó a hablar. Nunca la había oído decir algo así antes. No tenía ni idea...
Deke asintió con la cabeza y después se sentó frente a mí. Cruzó los brazos sobre el pecho y después me miró detenidamente, como si yo fuera una especie de insecto. La verdad, lo único que yo esperaba era no mearme en los pantalones del miedo que me daba. No bromeo.
—Tenemos que hablar —dijo por fin.
—¿Sí? —repuse.
—Tu padre quiere que vuelvas a casa —continuó—. Deberías haberte ido ayer con Kit.
—No voy a volver —respondí—. Coeur d’Alene ya no es un buen sitio para mí.
—Escucha, niña —me dijo Deke con voz fría y seca—. Hunter te está utilizando. Sé que no te gusta la idea, ya que probablemente hiere tus sentimientos o alguna mierda por el estilo, pero es un hecho. Este club, tu club, está siendo atacado. No estamos seguros de que sean los Jacks quienes están detrás del ataque, pero sí sabemos una cosa. La última vez, cuando buscaron un eslabón débil, fueron a por ti. Ya te tragaste la mierda de ese tipo en una ocasión. Ha demostrado ser un mentiroso que no tiene reparos en utilizar a una mujer para sus fines. ¿No crees que es una gran coincidencia que estuviera contigo la noche en que todo empezó? Los Jacks podrían estar intentando enfrentarnos al cártel en beneficio propio. Es fácil ver que te está utilizando para que creamos que ellos son víctimas también y así poder sorprendernos en otro ataque por sorpresa.
—¿Y qué hay de su presidente? —pregunté—. Han matado a dos de sus hombres, Deke.
—Eso es lo que ellos dicen —respondió él, reclinándose en su silla—, pero lo único que dice la poli es que mataron a dos hombres. Sabemos que su club se está desintegrando. Su vicepresidente, Burke, ha asumido el poder, pero no hay garantía de que pueda mantenerlos unidos. Al menos así es como yo lo interpreto. Todo indica que los Jacks han liquidado a sus propios hombres. Luchas de poder.
Sacudí la cabeza.
—Tú no viste la cara de Hunter cuando se enteró de todo —le dije—. Era de verdad, Deke. No tenía ni idea.
—Lo dice la chica que mantuvo contacto por Internet con un miembro de los Devil’s Jacks durante casi tres meses, sin enterarse de nada —replicó Deke—. Usa el cerebro, Em. No actúes de nuevo como una idiota. Simplemente vete a casa y olvídate de él.
Me puse de pie poco a poco, conteniendo las lágrimas, y salí de la cocina con toda la dignidad que fui capaz de reunir. Estaba de acuerdo con Cookie. Deke tenía que marcharse.
No me gustaba ni un pelo.
Martes
Yo: Estoy harta de estar encerrada en esta casa. No nos dejan hacer nada. Ni siquiera Kit está tan encerrada en Coeur d’Alene.
Hunter: No atacaron el club de allí y está mucho más al norte. No es lo mismo, pero te entiendo. Vuelvo mañana a la ciudad. ¿Te veré?
Yo: Fijo.
Hunter: Creo que podré llamarte esta noche. No consigo estar a solas ni un minuto y te echo mucho de menos. Quiero oír tu voz. No dejo de pensar en esa boquita sexy que tienes y en el aspecto que tendría con mi rabo dentro.
Yo: Mmm.
Hunter: No te preocupes. Me ocuparé de ti, nena. Estoy que ardo por quitarte la ropa y meterte desnuda en mi cama. Yo sí que no te dejaría salir en un mes.
Yo: Bueno, si me lo pones así... Ok :)
Mi teléfono sonó a las diez de la noche. Ya casi había descartado la posibilidad de que Hunter me llamara, así que, cuando vi su número, casi me caí de la cama de la emoción.
—Hola —saludé, tratando de no parecer demasiado ansiosa —. ¿Cómo estás?
—Agotado —respondió él—. He ido a California y he vuelto un par de veces en estos días. Odio admitirlo, pero tal vez sea hora de aparcar la moto y escapar un rato de la jaula. No me gusta nada el invierno en Oregón.
Reí.
—Aún no ha llegado el invierno y aquí al menos no hace tanto frío como en Coeur d’Alene —le dije—. Anoche nevó por primera vez, según Kit. Quiere saber si voy a ir a casa por Acción de Gracias.
—¿Y qué le has dicho? —preguntó.
—Aún no he hecho planes —le respondí, con cautela—. He pensado que es mejor esperar a ver cómo va todo. Estoy deseando verte otra vez.
Había tantas cosas de las que teníamos que hablar... Además, ninguno de los dos tenía casa propia donde pudiéramos estar a solas. ¿Estaba sugiriendo que pasáramos juntos las fiestas? Eché un rápido vistazo a los mensajes que había recibido, por si todo había sido una alucinación.
—El sentimiento es mutuo, créeme —dijo Hunter—. Dios, he estado pensando en hablar contigo todo el día y ahora que tengo un poco de privacidad, estoy que me caigo. Lo siento, nena.
—No te preocupes —dije—. Si quieres ya hablo yo y tú escucha. He pensado mucho en ti y en todo lo que haremos cuando estemos juntos de nuevo. Quiero que sea algo especial, así que he investigado un poco.
—¿En serio? ¿Y haces esas «investigaciones» con otro chico? —dijo y, aunque su voz sonaba cansada, percibí también un matiz algo diferente.
—Sí, claro —dije, echándome a reír—, con tantos hombres como hay en esta casa... Los Reapers no cuentan, sobre todo los pesados. No, lo que he hecho es descargar un libro para sacar unas cuantas ideas.
—Parece interesante —murmuró Hunter—. ¿Qué tipo de ideas?
—Bueno, ya sabes que no tengo mucha experiencia —respondí—, así que he pensado que para hacerlo bien, el amor quiero decir, sería buena cosa leer un manual y he comprado uno en Internet, Guide To Getting it On. Es muy interesante. Por ejemplo ¿sabías que la mayor parte de los hombres tienen mayor sensibilidad en la parte del pene más cercana a la cabeza que en la otra parte?
—No he investigado a la población en general, pero no me sorprende —comento él, con tono divertido.
—Por eso es tan importante que, cuando por fin te tenga solo para mí, me dedique en primer lugar a explorar la cabeza durante un buen rato —dije—. Creo que es el... a ver, espera, que miro mis notas... ¿frenillo? Ya sabes, ese pequeño...
—Nena, dos cosas —me cortó, entre risas—. No uses la palabra «pequeño» cuando hables de mi rabo ¿de acuerdo? Y tampoco digas la palabra «frenillo». Nunca. No es que haya algo que dicho con tu voz no resulte sexy, pero por alguna razón está bloqueando la imagen que empezaba a formarme en mi cabeza.
Fruncí el ceño. La última vez que habíamos practicado el sexo telefónico, él había tomado la iniciativa. Aquello era más difícil de lo que pensaba.
—Bueno, de acuerdo, dice que debería explorar con calma esa pequeña hendidura en la parte inferior —continué—. Mira, he pensado que podría empezar por pasarte la lengua por todas partes, para hacerme una idea de lo que hay antes de hacer nada más.
—Creo que eso funcionaría —dijo él, en voz más baja.
—Tengo una teoría —añadí—. Según el libro, algunos hombres prefieren que las mujeres usen sobre todo la punta de la lengua. En cambio a otros les gusta más que la saquen entera y rocen toda la parte inferior de la cabeza del pene, mientras el hombre empuja hacia dentro de la boca.
Oí cómo Hunter carraspeaba con fuerza.
—Sí, no estaría mal —comentó y creí oír cómo se bajaba la cremallera del pantalón. «Ojalá sea así», pensé, ya que, de lo contrario, me daría un poco de corte continuar deslizando la mano bajo mi pantalón de pijama.
—Pues esta es mi teoría —proseguí—. El libro dice que la mejor manera de averiguar lo que el hombre prefiere es preguntar y entiendo que tal vez sea lo más eficaz, pero creo que sería más divertido experimentar y decidir por mí misma. Ya sabes, varias pruebas al azar que me permitan reunir gran cantidad de información...
—Vas a matarme, nena —gruñó Hunter—. Menos información y más lamer, por favor.
—Un segundo —le dije—. Voy a por mi vibrador antes de continuar.
—Joder.
—Sí, esa es la idea general —repuse.
Rodé sobre la cama, saqué mi arma secreta y la conecté, a un nivel bajo. No lo quería muy fuerte... al menos no al principio.
—Bueno, me preocupa un poco lo de tu tamaño —le dije—. El libro me aconseja lamerte bien por todas partes, hasta que estés duro y bien húmedo. Entonces puedo colocar la mano en la parte de abajo para controlar y que no entres muy a fondo al principio. ¿Crees que eso funcionaría?
—No nos hará daño probar a ver —dijo Hunter—. Joder, me encanta tu voz, nena. ¿Estás usando ya tu vibrador?
—Mmm —susurré—. Me lo estoy apoyando contra el punto clave en este momento, solo para calentarme un poco. Me estoy imaginando lo que sentiré la primera vez que pruebe tu sabor. Estoy un poco nerviosa, así que antes de meterte dentro de mi boca, voy a explorar un poco la rajita que tienes en la punta. Ya sabes, probar esa primera gotita de tu jugo... Creo que un poquito así bastará para hacerme una idea de su sabor. No sé si me apetece tragármelo o no.
—Nena, me importa una mierda que te lo tragues o no —dijo él, con voz muy tensa—, pero no pares de hablar.
Me reí. Me sentía poderosa.
—Mi intención es poner la potencia del vibrador un poco más fuerte —dije—. Ahora lo estoy frotando arriba y abajo, por toda mi abertura, pero me siento muy vacía por dentro. Me encantaría que estuvieras aquí, Hunter. Nunca olvidaré lo que sentí la primera vez que entraste en mí. Me dolió un poco, pero fue increíble. ¿Sabes que aún me duele un poco?
—Nunca había sentido nada tan bueno como tu carne alrededor de mi rabo —dijo Hunter—, es la puta verdad.
—La buena noticia es que pronto volverás a sentirla —dije—. Ojalá pudieras sentirla ahora mismo.
—¿Por qué no te metes un dedo dentro, para ver cómo va la cosa? —propuso él. Dejé el teléfono en la almohada, junto a mi oído, y me dispuse a seguir sus instrucciones.
—Bueno, para empezar, ya estoy bastante húmeda —murmuré, cerrando los ojos—. Creo que pensar en chupártela me pone caliente. ¿Eso significa que soy una puta?
—Solo en el mejor sentido de la palabra —respondió Hunter—. ¿Puedes oír cómo me la estoy sacudiendo? Te juro que le estoy dando tanta caña que suena como un tren de mercancías.
Oh, mierda. Aquello me acertó en el centro de la diana. Jadeante, me metí otro dedo dentro y busqué mi punto G. Como me ocurría siempre, no conseguí alcanzar el famoso punto.
Por suerte, ahí tenía el vibrador para compensar.
—Siento un cosquilleo que recorre todo mi cuerpo y estoy muy tensa —dije—. Aún no estoy ahí, pero llegaré pronto. Me gustaría sentir tu peso sobre mí.
Inspiré hondo, porque el vibrador había rozado un punto especialmente sensible. Sentí que mis músculos se tensaban y eché hacia delante las caderas.
—Me estoy acercando, Hunter —dije.
—Liam —dijo él—. Llámame Liam. Joder, quiero estar dentro de ti. Mierda. ¡Joder...!
—Liam —jadeé, mientras arqueaba la espalda—. Mierda, no puedo esperar a hacer esto en persona.
Sentí un rugido junto a mí.
—¡Me corro! —oí casi gritar a Hunter—. Joder. JODER.
Liam no paraba de lanzar jadeos de placer junto al teléfono. Yo imaginaba el rabo en su mano y la leche saliendo de él, disparada hacia arriba. Empecé a meterme y a sacarme los dedos, más y más fuerte, imaginando que eran los suyos. Sentí una gran tensión en el centro de mi placer, mis músculos internos se contrajeron y finalmente mis caderas se separaron de la cama, mientras explotaba.
—¡Aahhh! —resoplé, pegada al teléfono.
Me llevó un par de minutos recuperarme.
—En el sexo telefónico eres muy buena —comentó Hunter al cabo de un rato, con voz muy ronca.
—Gracias —susurré—. Te echo de menos.
—Yo también —repuso el—. Lo siento, nena, estoy agotado y el haberme vaciado así no me ayuda, precisamente.
—Vete a dormir —le dije—. Aún estaré en Portland cuando vuelvas. Te lo prometo.
Miércoles por la mañana
Hunter: Me sabe a mierda tener que decirte esto, pero estoy en California otra vez. Creía que podría volver hoy, pero han surgido asuntos por aquí.
Yo: Está bien. Lo entiendo :(
Aquella tarde estaba en la cocina, mirando nerviosa cómo Cookie se afanaba de un lado para otro en la cocina. Quería ofrecerle mi ayuda, pero me echaba un poco para atrás, porque no paraba de farfullar sobre los hombres, el control y lo mucho que necesitaba volver al trabajo.
Entendía su frustración.
Por lo que sabía, no estaba ocurriendo nada de nada. Deke no abría la boca, pero Kit había oído cosas en Coeur d’Alene. Al parecer los Reapers estaban divididos respecto a la autoría de los ataques. No pocos pensaban que se trataba del cártel del sur, pero tampoco podían descartar que hubieran sido los Jacks.
Hasta el momento no habían encontrado pruebas que demostraran una cosa o la otra. Hasta que lo consiguieran, habría muchas preguntas en el aire y los Jacks seguirían siendo sospechosos. ¿Había roto la tregua el club de Hunter? ¿Teníamos que responder?
Nadie lo sabía.
Mientras tanto, Deke no permitía a Cookie ir a trabajar a su local ni a mí tampoco. Para mí la cosa no era muy grave, porque solo había cubierto algunos turnos según se necesitaba, pero ella aseguraba que todo estaba manga por hombro en su ausencia y a Deke no parecía importarle.
En la parte positiva, los chicos del club habían regresado a su sede, lo que significaba que la casa estaba por fin libre de moteros. Aún tenían que reparar los daños causados por el agua, pero ya se podía estar allí. Era un gran alivio. Cookie no quería que su casa fuera un blanco para posibles ataques e incluso Deke había tenido que reconocer que en eso no le faltaba razón.
Sin embargo, continuaba manteniendo a varios Reapers de guardia en la casa para que nos protegieran y él también dormía allí casi todas las noches. Silvie se había trasladado a la habitación de Cookie, así que tenía una cama libre —claro que, con ropa de color rosa y muñecos de peluche.
Aparentemente Deke no estaba para preocuparse de aquellas cosas.
Hacia las seis se abrió la puerta principal y entró él. La imagen me recordó a una teleserie de la década de 1950, solo que en nuestro caso con pistolas, bandas mafiosas y vidas en juego. Cookie salió de la cocina con expresión decidida y con una bolsa de plástico llena de cosas en la mano.
—Deke, tenemos que hablar —dijo con tono ominoso y me tendió la bolsa—. Em ¿puedes echarle un ojo a Silvie? Aquí hay un almuerzo preparado y fruta, por si tiene hambre. No sé cuánto tiempo voy a tardar.
Asentí rápidamente con la cabeza.
—¿Aquí o en su habitación? —quise saber, preguntándome cuál sería la distancia más segura. Aquello me daba mala espina.
—Mejor en la habitación —respondió Cookie. Deke se volvió hacia el aspirante que había dejado de guardia con nosotras desde la mañana y que nos miraba, incómodo.
—Puedes largarte —le dijo, indicando la puerta con la barbilla—. Ya controlo desde aquí.
El aspirante y yo nos miramos y estoy segura de que tuvimos el mismo pensamiento. La tercera guerra mundial estaba a punto de estallar en aquella cocina. Deseé poder irme con él. Sin embargo, agarré a Silvie y me la llevé a mi habitación.
Desde allí oí la moto del aspirante, que se alejaba. Cobarde.
—Tengo hambre —dijo Silvie—. Mamá me deja comerme el postre primero.
Sí, claro. Abrí la bolsa y saqué una de esas cajas de envasado al vacío con jamón y queso cortados en lonchas, galletas saladas y una chocolatina.
—Cómete primero el jamón y las galletas —le dije mientras lo abría y después me pregunté por qué me molestaba en decírselo: seguro que el chocolate era más sano que aquel queso insípido y que parecía hecho de cera. Saqué una barrita de cereales de mi bolso y lamenté no haber traído una Coca Cola Zero o algo así, para acompañarla.
Durante la siguiente hora le leí a Silvie cuatro de sus libros infantiles y después le puse una película de dibujos en el ordenador. La dejé abstraída delante la pantalla y salí a inspeccionar la situación. Oí un grito procedente de la cocina y el ruido de algo que se hacía trizas contra la pared.
Regresé de puntillas a la habitación.
Hacia las ocho, Cookie llamó a la puerta.
—Lo siento —dijo. Tenía el pelo enmarañado y las mejillas enrojecidas.
—¿Deke está aún aquí? —pregunté, en voz baja.
—No —respondió—. Ha llamado a alguien para que venga a vigilar. Creo que tenía algún asunto por ahí
—¿Todo bien? —pregunté, cautelosa, y ella se encogió de hombros.
—No estoy segura —dijo—, pero esta noche ya no volverá. Vamos a ver qué pasa mañana. Pienso ir al trabajo y, si tiene dos dedos de frente, no intentará detenerme.