Capítulo 12
Me desperté sin saber exactamente qué hora era ni cuánto tiempo había dormido. Pablo no estaba acostado en la cama conmigo, sino que estaba parado vistiéndose.
- No te quise despertar –me dijo-, pero me tengo que ir. Tengo un trabajo que realizar en otra casa.
- ¿Un trabajo como el que has hecho conmigo? –le pregunté con algo de celos.
- No, nada de eso –me dijo riéndose-. Voy a pintar una pared en la casa de dos ancianos. Necesito el dinero.
- Si es por dinero yo te puedo dar.
- ¿A cambio de sexo?
Pablo se rió al decirlo pero para mí no era una broma. Había sido tan bueno lo que disfruté con él que estaba dispuesta a pagar por volver a experimentarlo otra vez más.
- Puedes hacer otros trabajos aquí. Tengo muchas otras cosas que puedes reparar.
- Hablando de eso, me olvidé mencionarte que la ducha ya esta reparada y ya no pierde.
- Había pensado que te habías olvidado de eso.
- No, la había arreglado y luego vine directamente aquí a buscarte.
- Debería pagarte por la reparación, entonces –le dije y me levanté de la cama para ir en busca del dinero.
- No te preocupes por eso, puedo volver otro día.
- ¿Piensas volver?
- Claro que pienso volver. No te vas a deshacer de mí tan fácilmente.
Pablo ya estaba vestido, con sus pantalones y camiseta ajustada. Se veía más hermoso que antes. Me acerqué para despedirlo y Pablo me tomó del rostro y me dio un beso apasionado que me dejó sin aliento.
- Si no tuviera que irme, volvería a darte otra vez duro hasta el cansancio –me dijo al dejar de besarme-, pero el deber llama.
Me quedé viéndolo salir por la puerta de la habitación. Estaba con una sonrisa en el rostro, como una tonta enamorada. Pablo me había dado todo lo que mi ex marido me había quitado. Volví a darme cuenta de que en realidad era una mujer atractiva y que podía calentar a un hombre incluso tan buen mozo como Pablo. Mi cuerpo volvió a experimentar el placer de un orgasmo, algo que mi marido no me había dado por varios meses, incluso cuando estábamos juntos. Y logré sentir el placer que solo puede ofrecer un miembro del tamaño de Pablo. Esas eran unas enseñanzas que jamás volvería a olvidar.