Capítulo 10
Pablo me tomó de los brazos y me levantó del suelo. Sin mediar palabra me tiró sobre la cama, cayendo boca arriba. Con prisa fue hacia mi falda y la desabrochó.
- Tranquilo –le dije.- Ten paciencia.
- Ya tuve demasiada paciencia contigo.
No había forma de detenerlo. No importaba de que lo acabase de chupar, Pablo aún seguía caliente. Ahora era el turno de desnudarme, tal como él me había dicho que sucedería. Arrancó mi falda de un tirón y me dejó en bragas. Mis zapatos fueron los siguientes en dejar mi cuerpo, quedando solo con una prenda para proteger mi entrepierna.
Con sus manos sobre mis muslos, Pablo me abrió las piernas y se acercó a mi vagina. Sentí su aliento tibio sobre mi clítoris y mi cuerpo se estremeció. Cerré los ojos para poder disfrutar mejor del momento en que su boca se posaría sobre mi vagina. Pablo me hizo esperar varios segundos que parecieron eternos, sintiendo solo su aliento sobre esa parte tan sensible de mi cuerpo. Pensé que se lanzaría de una a lamerme y besarme pero Pablo se estaba vengando por todo lo que yo lo había provocado al posarme frente a él en bikini.
- ¿Qué esperas? –le dije de mal modo.
- ¿No me decías que tenía que tener paciencia? –dijo riéndose.
- Cambié de opinión. Quiero sentirte ahí abajo, ya mismo.
- Tú no me das órdenes –me dijo.- Recuerda tu posición.
- Perdón –le dije con prisa.
No iba a discutir con él, ya que tenía razón. Él era quien decidiría que hacer conmigo.
- Por favor, ¿puedes besarme ahí abajo? Por favor, te lo pido. Necesito sentir tus labios, tu lengua…
Pablo me besó inmediatamente sin dejar que terminase de rogarle. Gemí al sentir sus labios en mi húmeda vagina y como su lengua se deslizaba de arriba abajo por todo a su lado.
- Ahhhh… si, así, me gusta –gemí.
Mis gemidos incitaron a Pablo a darme lengüetazos con más velocidad, mientras yo me retorcía de placer en la cama. Una y otra vez la hábil lengua de Pablo hacia que mi cuerpo se estremecería. Su lengua no fue lo único que uso Pablo para darme mi merecido, sino que poco después un dedo solitario se apareció por mi vagina y exploró mi entrada. Un poco tímido, entró solo hasta el primer nudillo, pero no tardó mucho en penetrarme por completo. Con ese dedo y con su lengua Pablo me estaba volviendo loca.
- Si, si, si –le dije-, me encanta lo que estás haciendo, sigue así.
No creo que haya entendido lo que balbuceaba, ya que mi cuerpo estaba fuera de control, pero Pablo era muy inteligente y supo que quería más de lo mismo. Quería que siguiese con esa lengua lamiendo una y otra vez por todo el exterior de mi vagina, que prestara mucha atención a mi clítoris y que su dedo me penetrara una y otra vez.
Mi respiración iba en aumento con cada lengüetazo que recibía y con cada entrada que hacía su dedo dentro de mí. Era una actividad física muy exigente y necesitaba recuperar el aliento, pero no podía. El orgasmo que estos últimos días mi cuerpo me había pedido a gritos estaba ahora al alcance. Solo un poco más, era lo único que pedía. Iba a lograrlo, estaba muy cerca…
- Ahhhhh…
Mi cuerpo tembló al sentir como el placer irradió desde mi clítoris hacia todo mi cuerpo. Mi cuerpo colapsó frente al máximo placer que una mujer puede sentir. Esa lengua maravillosa de Pablo merecía un monumento por haberme dado un orgasmo digno de recordar por toda la vida. No pude más que admirar a un macho viril como era Pablo, a quien había pensado en un principio demasiado joven para hacer lo que estábamos haciendo, pero que ahora me demostraba que tenía experiencia más que suficiente para satisfacer mis necesidades. Si antes tenía dudas ahora todas ellas desaparecieron.
Quedé unos segundos quieta, disfrutando del placer en mi cuerpo. Pablo se dio cuenta que necesita un descanso de la estimulación, por lo que ya no seguía tocándome ahí abajo, sino que se acercó a mi rostro. Apenas lo sentí cerca lo tomé con fuerza de la cabeza y lo besé con fuerza, ingresando mi lengua bien dentro de su boca y sorprendiéndolo por lo agresiva que estaba siendo. Pablo no permitió que siguiera con mi embestida sino que, como correspondía, tomó control del beso y su lengua atacó a la mía, recordándome otra vez más cuál era el lugar que me correspondía. Él era mi amo y yo su sumisa.
- ¿Sabes que va a suceder ahora?
- Si –le dije-, sé lo que vas a hacer conmigo. Vas a penetrarme con ese miembro grande que tienes y vas a darme muy, pero muy duro.
Pablo sonrió al ver que había acertado en la respuesta. Lo mejor estaba por venir.