INTRODUCCIÓN

Te ruego que disculpes mi voz ronca y carcomida, que finalmente también ha sucumbido al paso de los años. Y tampoco te extrañes si toso repetidas veces. A estas alturas ya me he convertido en un bardo demasiado anciano como para seguir recitando poemas y cantando gestas con el mismo esplendor que en mi juventud. Ni siquiera podré acompañar el relato con los acordes de mi inseparable lira, pues mis dedos ya no conservan la agilidad de antaño.

En mis años dorados yo era considerado como el bardo de mayor prestigio, lo que me llevaba a recorrer grandes distancias, siempre de aquí para allá, reclamado por los reyes de las múltiples tribus celtas. Jamás decepcioné a ninguno y, a la conclusión de cada actuación, siempre me colmaban de atenciones y halagos.

La historia que voy a contarte es tan antigua que se remonta a nuestros orígenes, incontables generaciones atrás. Pese a ser muy extensa, es la que con más frecuencia me hacen repetir. Yo me conozco cada detalle de memoria y no me canso de narrarla, solo por ver la reacción de la audiencia. Si eres observador, te darás cuenta de que el presente relato deja entrever en su fondo el espíritu celta como ningún otro, aunque en mis días, por desgracia, este ya se encuentre a punto de extinguirse.

Normalmente he contado esta historia a un selecto grupo de personas, cuando no ante amplias multitudes. No obstante, y haciendo una excepción, en esta ocasión lo haré solo para ti. Quiero tener esta deferencia porque así me lo has pedido y porque me consta el gran interés que el tema te despierta. Además, para mí esta será la última vez. Apenas me quedan fuerzas y siento que la muerte ya me espera para iniciar mi viaje de tránsito hacia el Otro Mundo.

Prepárate pues, porque la narración va a dar comienzo. Cuando termines de escucharla, no olvides transmitírsela después a tus propios nietos e hijos. Solo de esa manera podremos evitar que el espíritu del legado celta caiga jamás en el olvido…