Día 18
¿QUÉ HACER CON LOS ITALIANOS?
Reconozco que la pregunta le podrá sonar algo ofensiva a un oído delicado. ¿Qué es esto? ¿Un simple particular interpelando a un pueblo entero, pidiéndole cuentas por el uso de un voto que, para regocijo de una mayoría de derechas cada vez más insolente, ha acabado haciendo de Berlusconi amo y señor absoluto de Italia y de la conciencia de millones de italianos? Aunque, de verdad, quiero decirlo ya, el más ofendido soy yo. Sí, precisamente yo. Ofendido en mi amor por Italia, por la cultura italiana, por la historia italiana, ofendido, incluso, en mi pertinaz esperanza de que la pesadilla llegue al final y de que Italia pueda retomar el exaltador espíritu verdiano que fue, durante un tiempo, su mejor definición. Y que no me acusen de estar mezclando gratuitamente música y política, cualquier italiano culto y honrado sabe que tengo razón y por qué.
Acaba de llegar la noticia de la dimisión de Walter Veltroni. Bienvenida sea, su Partido Democrático comenzó como una caricatura de partido y acabó, sin palabra ni proyecto, como un convidado de piedra en la escena política. Las esperanzas que en él depositamos fueron defraudadas por su indefinición ideológica y por la fragilidad de su carácter personal. Veltroni es responsable, ciertamente no el único, aunque en la coyuntura actual el mayor, del debilitamiento de una izquierda de la que llegó a presentarse como salvador. Paz a su alma.
Sin embargo no todo está perdido. Es lo que nos dicen el escritor Andrea Camilleri y el filósofo Paolo Flores d’Arcáis en un artículo publicado recientemente en El País. Hay un trabajo por hacer junto a los millones de italianos que ya han perdido la paciencia viendo cómo su país es arrastrado cada día que pasa hasta el ridículo público. El pequeño partido de Antonio di Pietro, el exmagistrado de Manos Limpias, puede convertirse en el revulsivo que Italia necesita para llegar a una catarsis colectiva que despierte a la acción cívica lo mejor de la sociedad italiana. Es la hora. Esperemos que lo sea.