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EL teléfono hizo que saliera de su habitación y se precipitara escaleras abajo. Apenas se oyó la tercera señal, cuando lo descolgó, adelantándose a su tía, que salía de la cocina frotándose las manos en un delantal.
—¿Sí? —gritó.
La voz de Nigel Whalley le restó un mucho de entusiasmo. Faltando menos de una semana para la graduación, esperaba otra llamada. A pesar de ello reaccionó con rapidez.
—Hola, señor Whalley. ¿Qué hay?
—Buenas noticias para ti y para Los Quarrymen —dijo Whalley al otro lado del hilo telefónico—, pero antes de firmar nada, quería estar seguro.
—Seguro, ¿de qué?
Tía Mimi regresó a la cocina.
—De que todo va bien —puntualizó Whalley—. He oído decir que has vuelto a quedarte sin batería.
John se mordió el labio inferior. Habría sido mejor si su agente no se hubiera enterado del nuevo desaguisado. Intentó mostrarse sereno, y esta vez lo consiguió.
—¡Ah! ¿Es eso? ¿No pensará que le hemos echado sin tener un sustituto?
—Creía que se había ido él.
—Ido o echado, es igual. Usted sabe que necesitamos un guitarra y un batería auténticos, con posibilidades. Tenemos un buen elemento, pero cuando ganemos algo más, seguro que podremos pagar a alguno de los que ahora mismo están funcionando bien. ¿Qué hay de los contratos para el verano? Faltan menos de tres semanas para…
—Ése es el motivo de mi llamada —le interrumpió Whalley—. Las buenas noticias. Ya tengo apalabrados una docena de conciertos, y hay posibilidad de una semana en un club.
—¿La Caverna?
—¡Qué más quisiera yo! —dijo resignado Whalley—. De momento vamos a conformarnos con menos, pero es seguro y con buenas perspectivas.
—¿A cuánto la noche?
—A comisión: un tanto por ciento sobre lo que se recaude. Como ves, depende de lo bien que lo hagáis y de la gente que metáis cada noche.
—¿No habrá problemas con lo de la edad?
—Que Paul se meta en el rincón oscuro —bromeó Whalley. Y agregó—: ¡Bah, no hagas caso! El noventa por ciento de los grupos que ha aparecido en Liverpool están formado por chicos jóvenes. ¿Quién va a meterse con eso? Tú déjame a mí lo de los permisos. Cuando estéis actuando, ya veremos qué pasa, ¿de acuerdo?
John no lo tenía tan claro, y tampoco lo de actuar a comisión. Siempre se escondían consumiciones, o se decía que la mitad de la gente no había pagado la entrada. Amigos. Whalley tendría que vigilar. Era su problema.
—Está bien —aceptó John—. Supongo que hay que probarlo.
—Será un verano decisivo para vosotros, Lennon —aseguró Whalley—. ¿Cuándo acabas con esa dichosa escuela?
—Si no hay problemas, y no cae algún suspenso, la graduación será la semana que viene.
—Ánimo, chico, consíguelo —exigió la voz del agente a través del auricular—. Te llamaré mañana, y será mejor que no me falles con lo del nuevo batería.
Se despidieron y colgaron a la vez. Tía Mimi reapareció por la puerta de la cocina. Tía y sobrino se miraron con hondura de tiempo y de sentimientos.
Sobraron las palabras.