28.          Aiden

 

Aiden subió las escaleras hasta el apartamento lentamente, sabiendo que lo que tenía que decirle a Aurora iba a romperle el corazón. Abrió la puerta con lentitud, justo para ver que su hermano se apresuraba a soltar a Aurora, a quién tenía abrazada. Aiden examinó la expresión de ambos, intentando vislumbrar lo que había pasado entre ellos. No pudo hacerlo y se avergonzó de haberlo intentando. Era él quien había pedido a Gabriel que la consolara, porque era lo que ella necesitaba, así que montar una escena de celos era de lo más inapropiado.

¡Hola! —saludó quedamente.

¿Qué has averiguado? —preguntó Aurora con la voz ronca por las lágrimas que había derramado.

Él frunció el ceño y, sabiendo que necesitaba unos minutos antes de enfrentarse a hablar con ella, comentó:

Tengo el informe del caso. Déjame que me duche y me cambie y os lo explicaré todo.

 

Los ojos de Aurora se llenaron de preocupación, pero respiró profundamente y asintió con la cabeza, sin querer presionarle. Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no volver a derrumbarse y volver a echarse en los brazos de Gabriel en busca de consuelo. Sin embargo, este comprendió y cubrió la mano con la suya, entrelazando sus dedos, mientras le decía a su hermano:

Te esperamos. Prepararé café.

 

Aiden apareció de nuevo en el salón diez minutos más tarde, que a Aurora se le antojaron una eternidad. Llevaba el cabello mojado, unos jeans limpios y una camiseta blanca; y Aurora recordó que tenía el mismo aspecto que cuando se despertó a su lado, cuando la había consolado. Pero hoy habían sido otros brazos los que la habían hecho olvidar y, aunque no hubiera pasado nada entre ellos, Gabriel tenía razón, había estado en su interior, en su mente y en su corazón, comprendiendo lo que necesitaba. Había estado sola mucho tiempo, siendo fuerte, pero ahora es como si todo a su alrededor fuera tan abrumador que necesitara el apoyo que los dos hermanos le brindaban para sobrellevarlo. Con ellos era capaz de sentir una serenidad que no había podido tener desde que su familia muriera. Era como estar en casa.

La voz de Gabriel la sacó de sus cavilaciones, preguntando en su lugar:

¿Qué ha pasado?

Aiden intercambió una mirada cómplice con su hermano Gabriel apoyó su mano sobre la de Aurora y le indicó con la mirada que era el momento de ser sincero. Aiden suspiró. No era la primera vez que daba malas noticias, pero este caso era diferente, porque todo lo que explicara provocaría más sufrimiento a la mujer a la que amaba. Pero tenía que hacerlo, así que le dijo con suavidad:

David se suicidó en su apartamento. Aprovechó que su compañero de apartamento estaba trabajando. Fue este último quien lo encontró al regresar a casa. David debía tener muy claro lo que iba a hacer, ya que escribió su confesión en una nota que dejó abierta en la pantalla de su móvil.

¿Por qué no la escribió a mano? —se interesó Gabriel.

Me temo que nadie nos puede dar respuesta a eso.

Aurora tembló, sintiendo que el dolor de su pecho se multiplicaba y Gabriel le pasó el brazo por el hombro, mientras ella insistía con voz ahogada:

Nada de esto tiene sentido. Habíamos quedado, quería que arregláramos las cosas.

Sé lo duro que es esto para ti, pero en la nota David se confesó autor de los dos crímenes, por motivos pasionales y encontramos fotografías de ambas chicas en su cartera.

Ella le miró boquiabierta, sintiendo que todo su cuerpo se paralizaba mientras protestaba:

¿David un asesino pasional? Es imposible. Él no era así…

Lo lamento, pero ya te dije que a veces bajo las fachadas más amables se esconden los peores asesinos.

Pero me llamó… —insistió ella—. ¿Por qué lo hizo si iba a suicidarse?

No lo sabemos, quizá quería vengarse de ti porque estabas detrás de su pista y te citó para hacerte daño; pero al final cambió de idea. Es difícil saber lo que se oculta tras la mente de alguien así.

Aurora sintió una punzada en el corazón, recordando todo lo que había vivido con él, su amabilidad, su cariño, su fortaleza ayudando a su padre hasta su último aliento de vida. Por ello retuvo las lágrimas que luchaban por volver a salir e insistió:

Te repito que David no era así. Y voy a buscar pruebas que lo demuestren.

No, Aurora, no vas a hacer nada, el caso está cerrado.

¡Pero es que no tiene ningún sentido! —protestó ella, sin poder reprimir un sollozo. Hundida, se tapó la boca con las manos y permaneció cabizbajo unos segundos, mientras los recuerdos la inundaban.

Ninguno de los dos hermanos se atrevió a hablar y ella susurró:

David nunca se había fijado en Christie o Annie, me aseguró que apenas las conocía y yo le creo. No sé cómo han llegado hasta su cartera esas fotografías, pero estoy segura de que no eran de él.

Se interrumpió un momento para tomar aire, y después miró a Aiden implorante mientras le decía:

Tienes que creerme. Cuando me llamó estaba preocupado, pero no había culpabilidad en su voz. Y él jamás hubiera escrito una nota en su móvil, ni siquiera le gustaba escribir mensajes cortos. Recuerdo que las noches que pasábamos de guardia en el hospital hacía caligrafía para entretenerse, odiaba escribir a máquina y por eso sé que él no habría dejado jamás una nota de suicidio en un móvil. Lo siento, Aiden, sé que crees que me equivoco, pero el chico que tú describes y el que yo conozco son demasiado diferentes para tratarse de la misma persona.

Él se pasó la mano nerviosamente por el cabello, sopesando durante unos minutos lo que ella le decía. Después comentó:

Si lo que dices es cierto, podría tratarse de algo mucho más grave. El asesino verdadero podría haber matado a David y organizado todo para que pareciera el suicidio de un perturbado.

El corazón de Aurora dio un vuelco y ella apretó la mano sobre el pecho, en un intento de aliviar el dolor. Por muy feliz que le hiciera saber que hasta Aiden se planteaba que David pudiera ser inocente, que hubiera sido asesinado era igualmente terrible. Tendría que haber un límite en las desgracias que podían asolar a una persona. David era amable, generoso, paciente y comprensivo. Escondía bajo su timidez una inteligencia notable y una gran capacidad de conversación cuando estaba con alguien que le inspiraba confianza. Había sido siempre un buen chico, a pesar de que su vida había sido dura y había perdido a todos los que amaba. Una persona así no debería sufrir tantas tragedias. Las lágrimas lucharon por brotar de nuevo en sus ojos, pero algo las detuvo. A través del nudo de su garganta preguntó:

¿Reabrirás la investigación?

Aiden sintió que sus ojos suplicantes se clavaban en él y contestó:

Hablaré con Ben y le explicaré todo lo que me has dicho. Pero no puedo prometerte nada, la policía no funciona a base de intuiciones. Pero te prometo que buscaré pruebas que demuestren la inocencia de su amigo. Y de paso pediré que vuelvan a solicitar la orden de registro de la academia, para saber quién tenía acceso a esas fotografías. A raíz de la muerte de David la anularon.

Mientras lo decía se levantó y cubrió su mano con la suya mientras le decía:

Te agradezco mucho que lo hagas.

Él sonrió y ella añadió:

Debo ir a casa a cambiarme.

No tienes por qué trabajar hoy —le recordó Gabriel, que se había levantado y estaba a su lado.

Si me quedo en casa me tumbaré en la cama y no pararé de llorar. Así que prefiero venir a trabajar, al menos me distraeré —confesó ella.

En ese caso, me parece bien. Y me encargaré de que siempre tengas una tranquilizadora copa a mano. Por cierto, ¿quieres que te acompañe? —sugirió Gabriel.

No es necesario. Estaré bien, de verdad —denegó ella.

Aiden les observó y, aunque nuevamente sentía que estaba lanzando a Aurora en brazos de su hermano, se obligó a decir:

En realidad, aunque tu teoría me parece poco creíble, prefiero que Gabriel te acompañe —la interrumpió Aiden—. Yo volveré a comisaría a ver qué encontramos… Esta noche hablamos.

 

Cuando Aiden había salido y Gabriel apenas si había comenzado a ponerse la chaqueta, su teléfono móvil comenzó a sonar. Era un proveedor reclamando que estaba en la puerta del bar. La miró indeciso y esta comentó acariciando con suavidad su cabello con la mano:

No hace falta que me acompañes a casa, estaré bien. Me daré una ducha, me cambiaré de ropa y estaré de vuelta antes de que te dé tiempo a echarme de menos.

Gabriel vaciló y el teléfono volvió a sonar. Aurora insistió:

Estaré bien, te lo prometo.

De acuerdo, pero ten el teléfono a mano y llámame si ves cualquier cosa sospechosa.

Ella le ofreció una sonrisa todavía afectada por el peso de la culpa y musitó:

Lo haré, y gracias por cuidarme.

Gracias por dejar que te cuide.

Sus manos se rozaron un momento, solo los dedos jugueteando, pero sirvió para que Aurora supiera que él siempre estaría allí para ella. Y tenía que reconocer que, por mucho miedo al destino que tuviera, eso le gustaba.