Capítulo 9
Tras su partida, Loukanos dejó el campamento velado por un profundo pesar. Estoy decidido a no dejar que eso nos empañe el ánimo; llamo a mis hombres y luego de un rato estamos entrenando. Las armas que Loukanos trajo no son nuevas pero son muy buenas, forjadas con gran precisión, el acero es de los mejores. También los escudos, aunque algo abollados en la superficie puedo notar que son bastante gruesos y pesados... excelente arsenal sin duda.
Talos gira con su espada formando un arco extendido sobre la cabeza pero yo lo bloqueo con el escudo y lo empujo hacia atrás con toda mi fuerza. Luego es Geordi quien me tira al suelo con su lanza, se carcajea de mi mientras caigo, pero al llegar al suelo le pateo la pantorrilla y se desequilibra, aprovecho el instante para levantarme en un parpadeo y cuando se percata lo tengo arrinconado contra un árbol con mi daga en su cuello. Keleos se acerca silencioso por mi espalda pero lo noto, me agacho veloz y en un giro lo empujo con mi escudo. Luego de eso los ánimos ya están recuperados, un poco agitados conversando con expresiones más vivaces, observo a Delphos y a Caitus mientras giran y se bloquean en un constante martillear metálico que va y viene haciendo eco en el claro.
—Oye Caitus, ¿vas a dejar que el viejo te patee el trasero?— Talos grita con una carcajada que nos contagia a todos. Caitus sin inmutarse se sacude la tierra y el pasto que le cubren el quitón y el cabello cuando Delphos lo derribó poco antes.
—¿ Qué pasó niño, ya estás cansado?— suelta Delphos mientras arremete en una serie de giros y ataques, Caitus los rechaza con gran velocidad, uno y otro en un despliegue de borrones plateados. Ambos están bañados en sudor, pero ninguno se repliega. Me impresiona la forma en que Delphos se mueve, cada movimiento va cargado de una increíble fuerza y gran agilidad. Cuando lo conocí, hace doce años ya era viejo, mucho de lo que sé, ha sido él quien me lo ha enseñado. Nunca nos dice qué edad tiene, es su gran secreto, no importa cuántas veces se lo pregunte su respuesta es siempre la misma « Tengo la edad de mi espíritu muchacho, y mi espíritu aún es un cachorro», luego de un tiempo dejé de preguntar.
Ya más tarde, cansados y sudados bajamos al río a refrescarnos. Mis ojos vuelven continuamente a la pequeña hondonada donde pasé la noche con April. Los recuerdos pululan inquietos en mi mente; el suave toque de su piel contra la mía, es como tocar el mismo cielo. Miro hacia hacia arriba, un resplandor rojizo se extiende a lo largo, velado con finas franjas blancuzcas de nube. Difícilmente puedo contener todo esto que siento y me recorre como una fuerza torrencial.
—¿ No tengo idea de en qué estás pensando muchacho, pero debe ser algo muy bueno?— Abruptamente salgo de mi abstracción, una risa maliciosa se forma en los labios de Delphos mientras mira con disimulo para abajo de mi cintura. Me apena sobremanera y me sumerjo rápidamente en el agua para calmar mi arrebatado miembro— ¿Es difícil cierto?, hace demasiado tiempo que no pruebo una buena mujer, necesito una lo más pronto o si no voy a estallar— se lanza en el agua con fuerza y luego emerge sonriente— no sé tú Bastiaan, pero ésta noche pienso ir a buscar algo de acción.
—Hum, supongo que a Tibas, no creo que sea buena idea— le digo, pero a la vez no puedo impedírselo, tiene razón, no están hechos de piedra.
—Deberías hacer lo mismo niño, se nota que te hace falta— me lo dice como un consejo amistoso, lo cierto es que tiene razón, me hace falta...pero es ella, su voz, su presencia lo que más quiero.
—Suerte con eso, pero no vayas sólo, sé que Talos, Geordi o Keleos pueden acompañarte, eso les va a subir mucho el ánimo— digo sonriendo, una visita al lupanar no era mi idea de diversión, pero ellos no opinaban lo mismo, no era raro que frecuentaran ese tipo de lugares. Además lo decía para que se cubrieran las espaldas. La probabilidad de encontrar a soldados de la guardia es muy grande.
—¿ Seguro que no vienes?, está a una hora a caballo, volveremos antes del amanecer.
—Totalmente, trata que Geordi logre subir al caballo cuando vayan a regresar, ya sabes como se pone— en más de una ocasión tuvimos que salir corriendo para sujetarlo, por lo general buscaba subirse al techo más próximo y lanzarse de cabeza o buscar pelear con quien sea totalmente enloquecido. Al final quedaba tirado como una piltrafa en alguna zanja lodosa y nosotros con la espada en mano evitando que lo mataran por boca floja.
—Como quieras, ¡ Bien muchachos, tallen bien esas espaldas, nos vamos para Tibas!, ¿ Qué dices Caitus? , podemos conseguirte una deliciosa mujercita de pechos firmes como melones— pone sus dos palmas curvadas sobre el pecho, los demás sonríen haciendo gestos obscenos.
—Muy amable tu invitación...pero no gracias, prefiero quedarme aquí, el campamento no puede quedar solo, ya sabes— gira su cabeza y me mira con cierta sorna en su expresión— éste señor insiste en pasar las noches fuera.
—¡No hagan ninguna estupidez !— les grito mientras se ponen sus ropas junto a la orilla.
—¿Entonces como se supone que nos divirtamos Bastiaan?— replica Talos con una sonora carcajada, su enorme barba negra gotea empapada mientras termina de ponerse el quitón.
—¡Hasta mañana!— nos dicen a Caitus y a mí mientras marchan cuesta arriba.
—¿Seguro que no quieres acompañarlos?— pregunto a Caitus al quedar solos.
—Revolcarme con rameras no es mi estilo Bastiaan, y lo sabes— continuamos un rato más en silencio, tan sólo se escuchan algunas aves revoloteando...la constancia del río acompañándonos— imagino que ésta noche también estarás fuera— suspira frustrado, no es una pregunta.
—Te lo diré, lo prometo... sólo dame un poco de tiempo— respondo a la pregunta que quiso hacer y al final dejó ahí flotando en el río junto a nosotros.
—Es sólo que yo creí... pensaba que me tenías más confianza— el resentimiento envuelve su tono.
—Pues ahora necesito que lo hagas, necesito tu confianza y tu ayuda. Eres como mi hermano, nunca he dudado de eso y espero que tu tampoco lo pienses. Por eso es indispensable que me ayudes... debo... necesito ver a mi madre cuanto antes.
—Te doy mi palabra de que está en buenas manos...
—Eso no lo dudo...es algo más. Debo preguntarle algo, sólo ella puede darme la respuesta que necesito.
—Como quisiera saber que demonios tienes en esa maldita cabeza— replica despacio, su rostro se torna más relajado, incluso la sombra de una sonrisa aparece con levedad—. ¿Cuando quieres que partamos?
—Puede ser muy riesgoso...voy sólo— digo con determinación.
—Bueno mi señor—enfatiza el señor con bastante elocuencia— cuando tu padre me entregó para ser tu sirviente me hizo jurar por lo más sagrado que siempre iba a ser más que una sombra para ti, que nunca, por ningún motivo te dejaría sólo.
—Lo aprecio mucho...no sabes cuanto. Pero no puedo permitir que te expongas por mi culpa, eso jamás me lo perdonaría.
—Hice el juramento Bastiaan, no puedo romperlo, aunque eso signifique que tenga que seguirte a escondidas.
—Como si pudieras pasar inadvertido— me río con alivio, siempre he contado con él, hacer el viaje de cuatro días hasta Tisius va a ser más soportable a su lado— te escuchas como toda una legión en marcha a la media noche— ahora él es quien se carcajea, me da un codazo mientras salimos tiritando del agua, ya el sol se puso y no lo había notado. Otra vez sucumbo a la ansiedad, ésta noche quiero hacer algo diferente para April...me siento apenado por no haberlo pensado anoche, qué clase de hombre debe pensar que soy. Quiero demostrarle cuanto me importa y lo mucho que la quiero... sí la quiero, no... más bien la amo. Qué fascinante y maravilloso es poder vivir este sentimiento de nuevo, con un suspiro de profunda dicha me encamino senda arriba tras los pasos de mi mejor amigo.
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—Por Dios... no puedo creerlo— susurra, su rostro es un amasijo de sentimientos que van desde la incredulidad, al asombro y por último al éxtasis total— April, esto es...lo más cool que he escuchado en la vida, creí que algo como eso sólo pasaba en las películas...
—Pues no es una película, tienes que creerme cuando te digo que tampoco es cool, es...frustrante... y doloroso, separarme de él es lo más fuerte que he tenido que soportar desde...
—Lo siento...soy muy insensible— se disculpa mientras corre los restos de comida a un lado y se coloca frente a mi sobre la mesa, toma mi cara con su mano y la levanta, su rostro ahora es de preocupación— es sólo que esto es...lo más asombroso que he visto en toda mi vida, pero...discúlpame— susurra.
—Tranquila, soy yo la que tiene que controlarse— la miro con cariño— me alegra que lo sepas, es un gran alivio poder tenerte a mi lado y poder hablar de ello.
—También me alegra, ahora sé que no eres una maníaco-depresiva— ríe, la atmósfera se aligera a nuestro alrededor.
—Qué gusto— me levanto de la alfombra, llevo tanto rato sentada sobre mis piernas que me hormiguean, me tambaleo ligeramente a un lado. Comienzo a recoger el desorden de comida sobre la mesa...
—Déjame...yo lo hago— dice Emma mientras me quita suavemente los vasos que estoy sujetando, sonríe con picardía y me guiña un ojo— es hora de que te vayas a la cama.
—¡Qué mal pensada eres!— le respondo con fingido reproche.
—Bueno... si yo fuera tú no desaprovecharía ni medio segundo, y menos con esa magnífica criatura que está como para...
—¡ Emma!— exclamo entornando los ojos.
—¡ Hay perdón!— dice sin sentirlo en absoluto. Se acerca sonriendo divertida para darme un breve beso en la mejilla— ¡ Buenas Noches!...¡ah !, dale saludos de mi parte— termina de decir en voz alta.
—Lo haré, buenas noches— marcho a mi habitación mientras ella queda tras de mi tarareando Sex on Fire de Kings of Leon...¡ qué exasperante es a veces!
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Ya tengo todo listo, no es mucho pero dadas las circunstancias... Caitus me observa con recelo cuando paso frente a él. Está tallando una rama con su cuchillo frente al fuego de la pequeña hoguera. Lo miro y me disculpo con la mirada.
—Ya sé...tengo que confiar en ti— dice con voz cansina, baja la mirada y continúa en su labor.
—¿ Vas a estar bien?— pregunto sintiéndome culpable.
—No hay cuidado...ya lárgate— dice sonriendo de mala gana.
Comienzo mi camino...de nuevo hacia abajo. Paseo la mirada a mi alrededor, todo luce diferente... más hermoso. La luna está ligeramente oculta tras unas nubes que prometen lluvia. Quiero que todo sea perfecto, temo que la lluvia pueda arruinarlo. Recuerdo una canción que mi padre cantaba, cuando yo era tan sólo un pequeño de cinco o seis años. Esthios puede llegar a ser muy caluroso y seco en verano, pero cuando el invierno se asienta las lluvias no dan tregua... pueden pasar hasta semanas sin que el agua amaine.
Mi padre solía cantarla cuando llevaba mucho tiempo así, lloviendo como si los mismos dioses hubieran abierto un enorme agujero en los cielos, yo no podía salir a juguetear con los otros niños o los animales de la granja porque el lodo lo hacia casi imposible. Y también porque entre más ropa sucia era más ropa que no se secaba aunque las lavanderas hicieran todo lo posible. Mi madre les pidió en más de una ocasión que botaran mis túnicas pues era más fácil conseguir otras a que aquel maldito tiempo permitiera que algo se secara. Él siempre dijo que esa canción servía para ahuyentar a la lluvia. Por supuesto nunca funcionó...su recuerdo me arranca una carcajada de alegría pero también de nostalgia. ¿Como iba la canción?... ¡ Ah si!
Que tus rayos me calienten
Que tu luz me ilumine
Para que todo crezca verde y dorado
Aparta las aguas insistentes
Sólo por un momento
Para que florezca y resplandezca
Todo lo que siempre he amado
Llego a la ribera del río, cantando muy por lo bajo. Los recuerdos de mi infancia teñidos de profundo afecto y cariño son reemplazados por otros mucho más recientes, cargados de esperanza, dulzura y deseo... No tardará en aparecer, ansioso me muevo rápidamente, es mejor que empiece a arreglarlo todo.
*******
Camino por entre los arbustos...el pasto se percibe fresco y suave bajo mis pies. Me quité las sandalias y ahora las llevo colgando por encima de mi hombro, bamboleándose contra mi espalda. La noche está fresca y pacífica. Tengo que controlar el paso para no salir corriendo a su encuentro, la ansiedad me carcome. Trato de distraerme estudiando mi entorno. Es un bosque frondoso y antiguo... casi mágico. ¿ Pero qué digo? por supuesto que hay magia en ésta tierra, yo soy prueba fehaciente de ello, sino estaría tan sólo durmiendo en mi cama.
Los árboles se elevan altos, sisean sus hojas al toque de la brisa. Un movimiento llama mi atención, cuando volteo la cabeza a mi derecha veo un desfile de luciérnagas resplandecer debajo de ellos, sus luces fluctuando en un baile silencioso e intermitente.
Casi tropiezo con un tronco caído pero logro recuperar el equilibrio justo a tiempo. El aire huele a verdor...a vida. Conforme me acerco también el aire se llena de un aroma diferente, es como madera quemada pero ésta tiene un delicioso matiz perfumado, algo dulce.
Al llegar a la linde del bosque me quedo pasmada. Todo está tan...hermoso, no puedo creer lo que estoy mirando. A lo largo de la orilla del río, sobre las rocas más grandes hay pequeñas fogatas colocadas con gran cuidado, unas cuatro o cinco, chispeando y consumiéndose con gracia. Una pequeña tienda está dispuesta por debajo de un gran árbol, es rústica, como de piel, pero luce hermosa a la luz de una fogata más grande ubicada al centro del claro, la madera reluce incandescente y chisporrotea entre las flamas naranjas y broncíneas; de ahí es de donde proviene el perfume que antes noté. Bastiaan está en cuclillas...de espaldas a mí. Lleva una túnica diferente, ésta es color ciruela por lo que puedo apreciar, su ancha espalda se marca a través de la tela, casi puedo delinear sus músculos con la mirada, esos que he recorrido con mis manos, fuertes como el acero mientras se tensan bajo mi toque... los destellos dorados y rojizos de su cabello hacen que algo se retuerza en mi interior. Está haciendo algo pero no logro ver lo que es desde mi posición.
Sabe que estoy aquí, se levanta muy despacio... siento que mi corazón está teniendo problemas para cumplir con sus funciones de bombeo. Se voltea y me mira...es hermoso y deslumbrante...estoy boquiabierta ante tal visión. Su rostro dice tantas cosas, exactamente las mismas que yo estoy sintiendo. Veo sus pies desnudos caminar a mi encuentro.
—Gracias por honrarme con tu presencia— su voz es grave, penetrante, una sonrisa radiante ilumina sus facciones, toma mi mano con suavidad y la voltea, planta un ligero beso cargado de mil palabras justo donde sobresalen pálidas las líneas cerúleas de mis venas— acompáñame— susurra contra mi piel. Con gran dificultad logro articular palabra mientras lo sigo por aquel escenario tan encantador.
—Todo esto, ¿lo hiciste para mí?...¡qué detalle tan romántico!— siento el ardor de las lágrimas saltar en mis ojos.
—Me disculpo por no poder recibirte con algo mejor pero...— una sombra apenada oscurece sus ojos a la vez que se detiene abruptamente.
—Bastiaan...— susurro tomando su precioso rostro en mis manos— jamás... nunca nadie había hecho algo tan adorable como esto... gracias...— las silenciosas lágrimas me ganan, las siento tibias al caer por mis mejillas.
Una expresión de orgulloso alivio recorre su cara, suspira profundamente y me envuelve en un abrazo fuerte, lleno de calidez. Escucho nuestros corazones fuertes y nerviosos. Somos como dos adolescentes entusiastas...pero esto es mucho... mucho más, nuestros cuerpos se reconocen, nuestras almas revolotean jubilosas cuando se juntan, siempre he escuchado eso que dicen, «como almas gemelas» ó «mi otra mitad», puede sonar trillado para muchos, de hecho a mi me lo parecía, pero ahora lo estoy viviendo, he hallado mi otra parte...miro hacia atrás y hago un recuento mental de lo que ha sido mi vida, trabajando siempre, buscando "peros" para estar sola, para huirle a los hombres como me reclamó Sara la otra vez, reconozco ahora que tenía razón...todo era por él, siempre fué él...desde antes de saber de su existencia ya lo amaba, mi destino siempre tuvo su nombre.
Atrapa mi boca con sus labios, su aliento cálido llenándome por completo, un cosquilleo se esparce por mi cuerpo y baja...justo para ubicarse entre mis piernas. Nuestra respiración se agita en fracciones de segundos, los gemidos acalorados escapan ahogados, nuestras lenguas se arremolinan en una danza feroz. Detiene el beso abruptamente y posa su frente contra la mía...me habla con palabras entrecortadas por la agitación.
—Estoy perdido... no puedo...pensar en nada... no puedo casi respirar April... como voy a soportar cada día sin que estés conmigo, estoy atado a ti...cada latido de mi corazón grita tu nombre...— asalta mi boca de nuevo, sus besos son potentes y apasionados.
—Siempre... soy tuya... siempre lo he sido...— sonrío feliz , totalmente desecha entre sus brazos, es el beso más largo que nos hemos dado hasta ahora. Jadeantes nos separamos buscando aire, el rostro de mi hermana aparece de pronto frente a mi— antes que lo olvide, mi hermana... Emma, te envía sus saludos—. Me mira con cierta suspicacia incrédula, luego su risa aparece enorme y adorable en su cara.
—¿ Le hablaste de mí?— pregunta. Me pierdo en el brillante añil de sus ojos.
—Luego te lo explico— digo sonriendo al ver su expresión,me siento en una burbuja de gozo total— ¿ Qué ibas a mostrarme?— pregunto animada.
Me toma de nuevo de la mano y me conduce al otro lado de la fogata. Sobre una superficie circular metálica, están colocados diversos alimentos sobre unas anchas y gruesas hojas; veo lo que creo que es queso, algo de pan y nueces diversas. En el extremo hay una especie de bolsa de cuero, parece contener algo pues se ve algo inflada. Sin poder contener la curiosidad extiendo mi mano y la toco, me recuerda a un colchón de agua.
—¡Ah!...el vino— dice mientras se agacha para luego tender el odre en mis manos— no tengo jarras— se disculpa en voz baja. En el borde tiene un tapón, Bastiaan lo remueve y me lo ofrece. Le sonrío mientras lo sujeto. El líquido se vierte cálido y delicioso por mi boca. De soslayo me percato que está abstraído mirándome, su rostro está lleno de la misma ansiedad que el mío. No soy experta en vinos, pero puedo asegurar sin ningún temor que éste es uno que no tiene nada que envidiarle a una botella de Richebourg Grand Cru, una vez lo probé y es muy bueno pero ridículamente costoso. Doy otro sorbo, lo mantengo un poco en la boca para disfrutarlo un poco más — ¿ Te gusta?
—¡Mmmmmm! me encanta...gracias— le devuelvo el vino, lo pone de nuevo donde estaba. En un movimiento suave me toma por la cintura...está tras de mi, remueve mi cabello hacia un lado y me besa con tortuosa lentitud el cuello, cierro los ojos...sólo soy consciente de sus grandes manos sujetándome contra su cuerpo. Siento sus labios atrapar el lóbulo de mi oreja, su aliento cosquilleando contra mi piel— me estás torturando— le susurro muy por lo bajo suelta una ahogada risa cerca de mi oído.
—¿ Te gusta... o no?— resopla sugerente— porque a mi me encanta...
—Me fascina...— respondo con dificultad— tú...todo esto que hiciste... es...
—Nada... ni todos los tesoros del mundo serían suficiente para demostrarte esto que siento— dice con un gruñido exitado.
—Ya lo haces— me volteo, ahora estamos de frente mirándonos— no necesito todos los tesoros del mundo, porque te tengo a ti... eres más de lo que puedo desear— me pongo de puntillas para darle un casto beso en la boca— se ve delicioso, ¿ puedo?— digo señalando los comestibles cuidadosamente dispuestos.
—Claro, ven...siéntate junto a mi— la hojarasca está amontonada, Bastiaan puso una especie de manta sobre ella lo que le da un efecto acolchonado— ¿ qué te gustaría probar primero?— sus facciones relucientes con ilusión.
—¡Queso... me encantan los quesos!— Toma el cuchillo que siempre lleva consigo, parte una porción pequeña, juguetón me lo acerca a la boca, está exquisito.
—Bueno ¿ no?— pregunta con ansiedad.
—Mucho...es mi turno— cojo su cuchillo y rebano un trozo, lo tomo con la mano y se lo pongo despacio en la boca, lo mastica despacio sin dejar de mirarme— ¿ está rico?
—Demasiado— una tímida sonrisa flota en su rostro.
Pasamos un rato comiendo y hablando. Me habla de sus padres y de cuando era pequeño. A pesar de que su madre era parte de la familia del rey, su hermana para ser más exactos, vivían alejados de la vida del palacio, lo más que podían. Su padre fué un oficial de la guardia por casi veinte años; pasaba pequeños períodos en casa cada cierto tiempo, el cuál dedicaba a su esposa y al pequeño Bastiaan. Proveniente de una familia de criadores de animales y hacendados enseñó a su hijo todo lo que tenía que saber. Aunque fuera por poco tiempo Bastiaan fué felíz en su vida en la hacienda, pues a los trece años partió con su padre para unirse a las filas del magnánimo ejército de su majestad y tío Aegelis Segundo.
Nunca recibió ningún tipo de favoritismo, aunque tampoco lo buscaba. Se ganó a pulso su posición como Oficial primero de la guardia a la edad de veinte años, pero, aunque como él mismo dice ningún rango hace a un hombre invulnerable en la batalla, él era igual que los demás soldados que peleaban a su lado, todos estaban ahí por un propósito común pero lo que más los unía era todo aquello que estaban perdiendo o ya habían perdido, sus familias, hijos, sus hogares y en cualquier momento también... la vida.
—Así los fuí conociendo...son grandes hombres— su expresión me dice lo mucho que los tiene en estima— me han salvado más veces de las que puedo contar, y Caitus...bueno él es como mi hermano.
—Cuando lo conozca, le daré las gracias.
—¿ Porqué?— pregunta extrañado.
—Porque te ha cuidado bien y ahora estás aquí... conmigo— musito mirándolo algo acalorada, supongo que el vino es el causante, pero no estoy convencida.
—Entonces yo también tengo mucho... mucho más que agradecerle— sentados donde estamos me acerca hacia él, puedo sentir sus latidos fuertes contra mi espalda. Elevo la vista al cielo e inspiro profundamente, podría estar así por el resto de mi vida. Me pregunto por esos dioses que Bastiaan ha mencionado antes, ¿ estarán ahí realmente? ... ¿ Serán ellos los causantes de que esto esté sucediendo?, si es así... también debo darles las gracias.
—¿ Qué me ibas a decir... de tu hermana, tengo curiosidad?— dice cerca de mi oído.
—Sólo que soñó...con nosotros dos, mucho antes que yo lo hiciera— no quiero pensar mucho en lo que Emma me contó de su sueño recurrente, no tengo que ser una pitonisa para saber que su sueño significa algo que no me gusta, algo que está por venir, espero con todas las fuerzas de mi corazón que se equivoque.
—Hum, cada vez esto se pone más extraño, tu otra hermana también ¿ cierto?. Me pregunto a qué juegan los dioses, parece que se divierten jugando con nosotros— suspira mirando al cielo también— aunque ésta es la única ocasión en que estoy feliz de que lo hagan— susurra en mi oído muy bajo, lentamente recorre mis brazos con sus manos tibias. Mi espalda se arquea involuntariamente contra él, de nuevo ésta sensación... la corriente eléctrica que me recorre y aturde... un leve gemido escapa de mi boca. No lo dudo por un segundo...ni mil vidas serían suficientes para saciarme de él.
Me pongo de pie con lentitud y bajo la mirada hacia él, desde abajo me observa con ojos fervientes, luminoso su rostro lleno de deseo. Camino en dirección al río, me detengo justo en la fina arenilla húmeda, las pequeñas fogatas que Bastiaan colocó sobre algunas de las piedras aún están encendidas pero su fulgor ha mermado un poco dando un aspecto etéreo y ominoso al lugar. El agua está fresca, no fría como lo imaginé, la suave música del correr del agua me llena de paz. Inspiro con fuerza...siento el limpio aire llenando mis pulmones. Me doy la vuelta para mirarlo...está sentado justo donde yo estaba junto a él, no puedo descifrar su expresión, son muchas las emociones que juegan en su rostro pero todas me dan seguridad y confianza.
En un movimiento rápido me desprendo de la ropa, manteniendo siempre el contacto con su mirada. Jamás había hecho nada así, pero con él no siento más nada que hervor y deseo. Lo veo reaccionar, asombrado... su embeleso es embriagador. Se pone de pie y mientras camina hacia mi va arrancándose su quitón, lo tira a un lado, el aire se me escapa de los pulmones; la luz naranja y bermejo del fuego me permite observar el relieve de su cuerpo, alto... bastante más que yo, la dureza de cada músculo sobresale en su piel ahora ambarina por efecto de la luz. Fuego en sus ojos... combina perfecto con los rizos carmesíes de su cabello... es como una escultura en carne y hueso y es todo mío.
Me toma con fiereza entre su brazos, besándome igual, la intensidad es abrumadora y delirante. Su pene está gloriosamente erecto, puedo sentirlo contra mis muslos, igual que su vello púbico rozándome...haciéndome cosquillas, jadeo de anhelo dentro de su boca... está hambriento de deseo, nos ahogamos en los frenéticos movimientos de manos y lenguas. Lo quiero dentro de mí, estoy febril, demasiado excitada... de pronto siento la lluvia caer sobre nosotros, tibias y enormes gotas repentinamente nos toman por sorpresa. Salimos de nuestra abstracción, vemos al mismo tiempo hacia el cielo, la precipitación es fuerte, rápidamente mi cabello cae mojado pegándose a mi espalda.
Bastiaan empieza a reír, yo no puedo evitar hacerlo también, sus hermosos rizos caen goteando a ambos lados de su cara, me mira con su enorme sonrisa que paraliza mi corazón, sus ojos ensanchados y juguetones, me da un beso casto, recojo mi ropa mientras me sujeta de la mano, corremos hacia la tienda debajo del árbol, al pasar también recojo su túnica para luego lanzarnos jadeantes en su interior. No puedo contener mi diversión, demasiado agitados reímos juntos. Adentro está seco y acogedor.
Aguardamos un poco para contemplar la lluvia caer con fuerza afuera, volteo el rostro para mirarlo una vez más, en un parpadeo estoy sentada a horcajadas sobre él...lo beso con tanta intensidad que siento el corazón a reventar. Sus manos se pasean frenéticas por mi cuerpo, luego descansan sobre mi trasero apretándome contra él. Me froto contra su dureza, los gruñidos impacientes salen de su boca llenándome del calor de su aliento. Me elevo ligeramente, tomo su exquisito miembro en mi mano, guiándolo... penetra ardiente...despacio, un gimoteo débil de absoluto placer brota de mi. Muevo las caderas en círculos, colmada de sus caricias. Pronto encontramos el ritmo, todo se reduce a este momento. La fuerza de sus jadeos se eleva por encima del rumor de la lluvia que cae afuera.
—Mi amor...¡Ahhhhh!— grita entre gemidos— eres mi diosa... A...pril—. Me sujeta con suavidad por la cintura y en un segundo estoy debajo de su cuerpo. Sale de mi de un tirón para besarme los pechos con ternura, al momento siento su ligera barba hacerme cosquillas entre los muslos, el calor de su boca sobre mi sexo es enloquecedor, la suavidad de su lengua me lleva a sensaciones que nunca había experimentado. Sus manos me sostienen a ambos lados de la cadera mientras recorro su cabello suave y húmedo con mis dedos. La entrega es total, no sólo mi cuerpo... también mi alma es suya.
Vuelve a penetrarme, me azota con fuertes embestidas, yo me pierdo en un caudal de nuevas emociones, jamás hubiera imaginado que podía sentir esto, que mi cuerpo fuera capaz de reaccionar como lo hace cuando él me toca. Al besarme saboreo nuestra unión, sus labios levemente salados, es una locura. Mis dedos se encogen... estoy cerca del orgasmo, Bastiaan arremete una y otra vez mientras acaricia la dureza de mis pezones... su mano se posa sobre un lado de mi cara y la deja ahí mientras se corre con una fuerza descomunal, no tardo en seguirlo... mi sexo se convulsiona con delicioso placer...grito su nombre entre cada pulsación. Cae sobre mi con respiración agitada, lo abrazo con fuerza, beso su frente... sus mejillas. Levanta la mirada sonriendo con ojos de triunfo.
—Que bueno que traje esto— extiende el brazo para alcanzar una piel que estaba amontonada en una esquina y la coloca sobre ambos, nos acurrucamos juntos buscando el calor del otro— mejor...¿ cómo te sientes?— me susurra.
—Felíz...—suspiro con satisfacción— gracias...— Se acuesta de medio lado, apoyando la cabeza sobre su brazo. La lluvia apagó el fuego, la oscuridad apenas me deja distinguir su rostro, aunque puedo notar que sonríe— Te amo— le digo en un susurro, totalmente segura del sentimiento.
—Y yo a ti— susurra de vuelta, suspira con deleite y me envuelve con su brazo. Casi de inmediato me doy cuenta de que está dormido, su respiración es regular y pesada—. Pobrecito— digo acariciándolo aunque sé que no puede escucharme— debe estar agotado... cierro también los ojos, dejando que su calor me envuelva.
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No importa la fuerza con que azote mi caballo, parece que no avanza. Estoy desesperado, el sudor me corre debajo de las capas de ropa, tanto la pobre bestia como yo respiramos con gran agitación. Está oscuro, los charcos de luz de luna son lo único que me sirven de guía. Un remolino de brisa me trae un olor conocido, al girar en el camino mis peores temores surgen como una pesadilla. Las espesas columnas de humo se elevan imponentes hacia la negrura de la noche. Las personas corren enloquecidas de un lado para otro pero la fuerza del fuego es crueldad absoluta.
Todavía tengo esperanzas. Desmonto enloquecido, buscando. El humo hiere mis ojos, penetra en mi cuerpo provocándome arcadas, ignoro los gritos que me dicen que no entre...que ya es demasido tarde. El calor es sofocante pero no me rindo. Parece que el tiempo se prolonga ferozmente, después de muchas vueltas la encuentro, la tomo del piso... donde yace, comienzo a buscar una salida. Mi corazón casi estalla con el esfuerzo, el espeso humo me tiene mareado. Una puerta desdibujada aparece delante de mi, me lanzo hacia afuera... la tos me convulsiona con demasiada fuerza, entonces me volteo para mirarla...
Despierto de golpe, siento el cuerpo bañado en sudor pegajoso. Tardo unos instantes para recuperarme del sobresalto y recuerdo, la busco pero no está... estoy sólo. A mi lado yace el enorme cuchillo sobre el quitón cuidadosamente doblado, con una pequeña flor roja encima. La tomo en mi mano y la acerco a mi nariz. Afuera el día es gris y nublado, las gotas residuo de la lluvia caen con fuerza sobre mi refugio. No pude verla irse...eso me golpea fuertemente.
—April — susurro su nombre al frío del amanecer.