Capítulo 2
Puedo escuchar el timbre del teléfono, es como un murmullo sordo y lejano. Estoy de pie junto a mi cama tratando de buscar una respuesta lógica a lo que está pasando. Algunos trazos del sueño son vagos...perdiéndose en la espesa bruma de mi mente, otros son más claros y precisos, tangibles como el que parece latir entre mis dedos. Siento un escalofrío extenderse por mi cuerpo, pero curiosamente no siento temor ni nada parecido, tal vez ya estoy tocando fondo y me encuentro hablando sola en medio de la calle.
El insistente timbrar del teléfono me saca un poco del aturdimiento. Corro algo mareada a la sala y descuelgo el teléfono mientras tomo asiento en el mullido sofá. La voz gritona de Caroline me recibe al otro lado de la bocina haciéndome dar un respingo.
—¡ Buenos días dormilona!— me saluda con su habitual entusiasmo— tengo más de cinco minutos llamándote, pensaba que me estabas ignorando a propósito— agrega con tono divertido.
—¿ Cómo crees?, me encanta que me revienten los tímpanos a primera hora de la mañana— contesto sardónicamente.
—Bueno discúlpame, pero nunca logro acertar a que hora te puedo encontrar en tu apartamento, estos malditos horarios, todavía no los entiendo— dice desenfadadamente.
—Sí, eso te pasa por haberte ido a vivir al otro lado del mundo. Y dime ¿Cómo va tú búsqueda espiritual?
—Espero que no te estés burlando hermanita— dice con fingido tono amenzador— pero va muy bien, gracias por preguntar, de hecho estoy estudiando filosofía del yoga. No tienes idea lo mucho que he aprendido, además...— sigue hablando y hablando. Mi hermana vive en la India, se mudó hace unos dos años atrás. Ella es algo así como un espíritu libre. En nuestra familia nunca fuimos religiosos, nos considerábamos más bien espirituales. Caroline siempre lo llevó más allá, no sólo lo cree, lo vive, es divertido verlo hasta en su forma de vestir. Sabe leer las cartas y acierta por lo general en sus predicciones; al ver a una persona puede decirle su signo zodiacal seguido de las cualidades propias de ese signo, sea verdad o no, debo admitir que no solo a mi me impresiona. Su manera extrovertida y su energía son contagiosas.
—¿Me estás escuchando?— pregunta interrumpiendo mis divagaciones.
—¿ Ah...qué?— No puedo dejar de darle vueltas al colgante, deslizo mi pulgar, arriba y abajo por el diseño intrincado de su superficie— lo siento…tengo la cabeza en otro lado, ¿qué decías?
—Sabes que no puedes engañarme, dime que ocurre, ¿ quieres?— su voz adquiriendo un tono más serio.
No estoy segura de si debo contarle lo del extraño sueño, o lo del collar. No me preocupa que piense que he enloquecido, de todas formas creo que es mejor esperar a ver que ocurre.
—De verdad no es nada, he tenido mucho trabajo estos días. Ya sabes como es— digo tratando de teñir mi voz con la tranquilidad que para nada estoy sintiendo en este instante.
—Supongo que debe ser agotador pasar tantas horas leyendo manuscritos y esas cosas, ¿no te cansas de tu trabajo? yo no duraría ni media hora en tus zapatos, pienso que deberías darte un tiempo libre, ¡ahh ya sé!— grita dañando mi sistema auditivo aún más— tienes que venir April, tienes...que...venir— dice con pausado melodrama— te encantará, podríamos hacer muchas cosas, además hace mucho que no te veo.
—Me gustaría mucho lo admito, pero en éste momento sería imposible. Ya veremos.
—No lo pienses mucho, necesitas un poco de espontaneidad en tu vida— grita algo que no entiendo, otra voz le responde al fondo, tiene compañía— debo irme, que tengas lindo día hermanita. Por cierto lo olvidaba, anoche soñé contigo— dice casualmente.
—¿Ah sí y que soñaste?— le pregunto un poco intrigada, para ella los sueños son parte importante en la vida, están inextricablemente unidos al destino, el universo y esas cosas.
—Bueno, ya sabes lo enredados que son los sueños, pero de lo que estoy segura es que estabas con un hombre, con cabello rojo, había fuego y algo más...¡ah sí!— exclama cuando recuerda el detalle que se le estaba escapando— te daba un obsequio pero no podía ver lo que era, fué un sueño medio pornográfico pero...
—Mierda— susurro por lo bajo, mi respiración se acelera, eso no lo esperaba.
—¿ Qué dijiste?
—Un colgante... un colgante con...una piedra roja— murmuro casi perdiendo la voz— eso es lo que viste ¿cierto?— Caroline enmudece al otro lado de la línea.
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Esthios llevaba más de mil años en una tensa paz. Cada habitante era consciente de que las alianzas entre los estados eran cada vez más débiles. Los rumores de un levantamiento se intensificaban. El General Temístides se había establecido al poder en base a sus numerosas conquistas, absorbiendo incluso a tierras que iban más allá de la península de Darios…sanguinarias y crueles conquistas, que ni siquiera el mismo Rey Aegelis aprobaba, aunque lo que el rey pensara u opinara no era algo que a Temístides le preocupara, él era al final el que decidía el curso de todo el estado.
—¡Madre!— hago una reverencia al entrar en sus aposentos. Veo el cariño en su mirada, tengo más de año y medio lejos del estado, como oficial mayor de un contingente de soldados fui enviado a las fronteras del sur, constantemente debo ausentarme dejando sola a mi madre.
—¡ Hijo mío! que bondad infinita de los dioses permitir que pueda verte de nuevo— su figura consumida me recibe con ojos cansados pero felices— ¿como... es posible que estés aquí?— pregunta algo desconcertada.
La miro con afecto, no puedo evitar sentir un nudo en el estómago. No es lo mismo que te digan que tu madre está muy enferma a tener que verla ahí postrada con tus propios ojos.
—Un mensajero...—digo con voz suave tratando de no perturbarla en su lecho— Parece que Aegelis ordenó una misiva, vine lo más rápido que he podido— le sonrío tranquilizador. Estoy sentado en un banco junto a la enorme cama. La habitación iluminada por candelabros empotrados en las paredes…acogedora, todo está ordenado en su lugar justo como lo recordaba.
Los sanadores han estado pendientes al igual que mi tío, pero las noticias no son nada favorables, tarde o temprano los malestares de cabeza serán demasiado para que su cuerpo los resista. Prácticamente no puede alimentarse, todo lo devuelve. Me han dicho que incluso hay días en que el más fino rayo de luz es la peor de las torturas para ella y las incoherencias... las blasfemias, eso es muy duro de escuchar, dicen que en ocasiones parece no reconocer ningún rostro.
—Cuéntame ¿como van los asuntos en las fronteras?... paso entre éstas paredes cada día, ya nadie me dice nada— aunque su cuerpo estaba débil, siempre ha sido una mujer de presencia fuerte y decidida, la recuerdo en sus mejores tiempos— lo último que he sabido es que parte de la flota fué atacada, pero nada más— se ve frustrada, puede palparse en su voz— creo que eso es algo que no debería preocuparte ahora madre— quiero sonar relajado, acaricio despacio sus finos cabellos plateados— además ahora que he vuelto…espero poder pasar juntos todo el tiempo que tenemos sin hablar de nada más que de nosotros— tomo su delgada mano entre las mías más grandes y fuertes...manos callosas por tantos años empuñando las armas.
—Sí eso me encantaría, espero que puedas quedarte más tiempo ésta vez— frunciendo el ceño…con cautela me pregunta— ¿Y tú...cómo estás?— por supuesto ella sabe el peso de esa pregunta sobre mi...lo que significa. Pero sé que no puede evitar preocuparse. Un nudo doloroso se forma en mi garganta, me aclaro antes de hablar—. El tiempo...sana las heridas— una mueca se extiende por mi rostro, el débil intento de una sonrisa— estoy muy bien madre, gracias por preocuparte, puedes estar tranquila.
—Escucharte decirlo me alegra mucho Bastiaan— pero sé que no puedo engañarla, dicen que nunca se engaña el corazón de una madre, ella sabe que las cicatrices que llevo en mi cuerpo, nunca serán tan grandes y dolorosas como las que cargo en el corazón— ¿puedes?— alarga el brazo señalando una caja de madera sobre el hogar, es antigua...labrada con exquisito detalle.
Se la acerco con sumo cuidado, la había visto antes cuando era sólo un niño. Siempre me he preguntado que hay dentro de ella.
—Quiero que conserves esto, ha pertenecido a nuestra familia por muchísimos años, yo... iba a dársela a...bueno— sé que no quiere mencionar su nombre— no tengo más hijos que tú y quiero que la conserves... tal vez algún día…— pero no puede terminar de decirlo, una mueca de absoluto dolor le contorsiona el rostro, unos gritos horribles...imposibles de contener escapan a través de sus secos labios.
—¡Ayuda! ¡Alguien rápido ya !— grito mientras salgo corriendo como enloquecido hacia la puerta, pero los sanadores ya vienen a mi encuentro con celeridad cargando sus medicinas, hierbas y otras cosas que no soy capaz de distinguir en mi desesperación. No me permiten quedarme, así que tengo que esperar afuera de la habitación. De pronto me siento demasiado cansado, acuno en mis brazos la pequeña caja de madera que mi madre me ha dado, no sé el porqué pero no tengo en éste momento la fuerza ni el deseo de abrirla, siento que debo esperar a que sea ella la que termine de decirme cuales son sus intenciones al entregármela.
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—Es una lástima, una gran pena en verdad... quisiera tener la solución pero sólo podemos esperar hijo— no me cabe la menor duda de que mi tío lo siente de verdad, si algo tengo claro es que ama mucho a su hermana tanto como ella a él— sé que no sirve de nada pero, ella agradece que hayas vuelto igual que yo— agrega al estrecharme en un abrazo paternal.
—Yo también anhelaba volver a casa, ha sido mucho tiempo en verdad, no me gusta pasar tanto tiempo lejos— nos reunimos para tomar vino en sus habitaciones, es un encuentro agradable a pesar de las circunstancias— no puedo decirte lo agradecido que estoy de saber que has estado cuidando tan bien de mi madre— digo elevando mi copa en gesto de invitación, el tibio vino corre agradablemente por mi garganta.
—Ni siquiera pienses que tienes algo que agradecer— me dice Aegelis con expresión preocupada, su frente atravesada por gruesas arrugas— supongo que estarás aliviado que ésta noche por fin vas a descansar en una cama cómoda después de estar durmiendo en tiendas sobre raíces y piedras— exclama con sus brillantes ojos, buscando alivianar la conversación.
—En realidad no lo había pensado, creo que ya me acostumbré a las raíces y a las piedras— replico en tono de broma— dicen que está descansando mejor, ¿hace cuánto enfermó?— cuestiono sin evitar volver de nuevo al tema, me angustia sobre manera el estado de mi madre.
—¡Ahhh! fué poco después que debiste partir— dice recordando— estaba lloviendo mucho, era muy tarde por la noche, aún no entiendo como no la vieron los guardias al salir. Elenora apareció al día siguiente en el patio, mojada y diciendo cosas sin sentido. Los sanadores pensaban que podía ser la fiebre lo que la hacía decir aquellas cosas, pero luego...después volvió a ser ella de nuevo, hasta que empezaron los malestares de cabeza. Una pena en verdad..una pena— su tono dejando en evidencia su dolor.
¿Porqué los dioses siempre se ensañan de ésta forma? mi madre y mucho antes que ella también mi padre. Y aún fresco en mi memoria está ella y... la criatura…
—Y dime Bastiaan ¿ ya pensaste que harás ahora que regresaste? Temístides dice que las fronteras al sur están mucho más que seguras, me gustaría tenerte aquí conmigo, como mi consejero, ¿que opinas?— murmura tentativamente— hay mucho por hacer, el estado se está expandiendo, hay que organizar muchas cosas y debemos enfrentarnos a los disturbios...
—Tu ofrecimiento es muy generoso tío— interrumpo cautelosamente— no tengo como agradecer todo lo que has hecho por mi madre y por mi pero— hago una pausa reflexiva— quiero establecerme…llevar a mi madre conmigo, hacer algo diferente con mi vida, tengo las tierras que me dejó mi padre, me gustaría administrarlas y a ella…cuidarla hasta que los dioses decidan que la hora ha llegado— sin mencionar que lo último que quiero es ser partícipe de algo que tenga que ver con palacio, Temístides y las intrigas que pululan venenosas dentro de éstas paredes.
—¡ Oh bueno! no te negaré que me decepciona un poco tu respuesta— murmura con expresión derrotada— pero supongo que tienes razón, de hecho esperaba que esa fuera tu respuesta, siempre hemos contado con tu lealtad y servicio por todos estos años, espero que encuentres esa vida que tanto anhelas sobrino— chocamos las copas y damos por terminada nuestra pequeña reunión.
Ocho días…sólo ocho días y estaré camino a mis tierras. Aegelis generosamente ha dispuesto sanadores, también suficiente servidumbre y provisiones para el largo camino. No será sencillo con el delicado estado de mi madre, pero ruego vehemente por que ella pueda soportar el largo viaje.
Ésta noche estoy muy inquieto, supongo que son las ansias por el inminente viaje. Faltan sólo cuatro días para dejar la ciudad e iniciar una vida diferente, Zyrathos está a seis días de distancia. Vuelvo por fin a mis tierras, pero llevo tanto tiempo lejos que mis recuerdos son borrosos, algo distantes…de hace toda una vida atrás. Recuerdo que había sido muy felíz, por corto tiempo pero ahí la había conocido e iniciado una vida juntos. Es desafortunado el hecho de haber sido enviado a las batallas...haber estado lejos por tantos años. Nada es más valioso que el tiempo, siento una culpa inmensa por haberlo perdido estando lejos. En realidad sé que no es mi culpa, era el precio del deber que tenía que cumplir, no había modo de evadirlo, pero ese jamás va a ser consuelo suficiente.
El sueño llegó en algún momento. Tal vez haber estado pensando en Eranthe antes de caer dormido me hizo soñar con ella. Fué hermoso. La encuentro dormida, eso me llena de ternura, me poso sobre ella suavemente, tenerla en mis brazos de nuevo, su piel...su calor...pero hay algo distinto, algo que no había notado, puedo verla, la esbeltez de su cuerpo...su cabello caoba cayendo largo a ambos lados de su rostro blanco como el marfil, nuestras miradas se encuentran con deseo…azul y marrón…agua y tierra. Me hallo en un lugar desconocido, es un extraño aposento en el que sé que nunca había estado antes. Pero eso no importa, porque ella está aquí...conmigo. Siento un dolor profundo en el corazón, sé que no puedo quedarme por mucho tiempo, lo que más quiero es dejar de sentirme tan sólo pero como...
—¿Quiero llegar a ti pero no puedo?— le digo con tristeza. Todo se vuelve borroso, al abrir los ojos la mañana entra a raudales por las ventanas, dándome la bienvenida a un nuevo día.