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(Tres segundos de súbito silencio total mientras empieza a crecer la luz lentamente. Nítido, el timbre de un teléfono. Le responde la voz de un contestador automático.)

(Calla la voz, abruptamente, demasiado abruptamente. La iluminación es total y ante nosotros se encuentra el ámbito del personaje que denominaremos muchacho. Están el muchacho y el profesor, quietos, como si acabaran de llegar.)

(Pausa.)

(El mecanismo del contestador se pone en marcha.)

(El muchacho da un salto hasta el teléfono y, de manera abrupta, pone el volumen a cero. El profesor lo observa, perplejo, culpable, pero impertinente.)

(Pausa.)

(El profesor no puede evitar un gesto de sorpresa.)

(El muchacho sale. Pausa. De nuevo suena el teléfono: una, dos, tres veces. Se pone en marcha el contestador, pero no se oye la voz. El profesor se acerca y sube el volumen.)

(Al otro extremo de la línea cuelgan. El profesor está doblemente sorprendido.)

(Pausa.)

(El muchacho rompe el disquete mirando a la cara al profesor, desafiante.)

(Se vuelve y se va definitivamente. Una vez fuera el muchacho grita con rabia.)

(Se queda mirando hacia el lugar por donde ha salido el profesor, tenso, a punto de saltar. Entonces suena de nuevo el teléfono. Esta vez no espera a que se dispare el contestador automático. Coge el auricular con brusquedad, rápidamente.)

(Se superpone el sonido de otra conversación telefónica que eclipsa sus voces. Mientras dura la nueva llamada el muchacho continúa hablando, sin que se oiga lo que dice, durante un momento al menos. Y a continuación se hace la oscuridad. Por tanto, es en la oscuridad, sobre todo, donde se desarrolla la conversación anónima.)