Expediente 6.-

Nombre del occiso: Sergio Gutiérrez

Edad: 15 años

Motivo de muerte: Ahogamiento

Fecha de deceso: 20 de mayo de 2015

Entrevista a: Carlos Gutiérrez

Parentesco: Tío

Ese fin de semana había viajado junto con mi novia a unas cabañas junto a un río. Ella había organizado aquel viaje con motivo de distraerme del estrés de mi tesis. Pasé un fin de semana mágico junto al amor de mi vida en donde recorrimos la orilla del río trepando piedras y viendo hermosos paisajes. Encontramos una casa que parecía fantasmal con la que yo me divertí molestándola al grado en que no pudo dormir aquella noche por el miedo. Sin embargo aquel fin de semana contemplando las maravillas naturales y sintiendo el agua pura y fría correr por mis pies y manos al roce con las de ella fueron momentos indescriptibles. Ese viaje realmente me sirvió para relajarme y poner en orden todas mis ideas para continuar con mi ardua investigación, me la pasé casi toda la noche acostado en una hamaca afuera de la cabaña bebiendo mezcal con naranja y sal de gusano, hasta que quedé profundamente dormido y ella tuvo que levantarme para llevarme a la cama.

Por la mañana preparamos las maletas para nuestro regreso a casa y desayunamos en el exterior deleitándonos una vez más con la vista al río. La invité a sentarnos una vez más a la orilla de éste y mientras caminábamos hacia allí, noté que en una roca cercana había una taza roja y comencé a bromear con que los pescadores habían estado tomando en esa diminuta taza, ella observó unos metros más allá de la taza y vio una cruz cerca de nuestra cabaña, enseguida se espantó. Yo me acerqué a leer las letras grabadas sobre la cruz y descubrí que pertenecían a un joven de 15 años.

Mientras subía las maletas a la camioneta decidí investigar sobre aquella muerte. Me dirigí a la recepción y me encontré con un señor de aproximadamente 40 años de edad al cual le pregunté sobre la cruz que habíamos encontrado una hora antes.

—Les ofrezco disculpas si se espantaron con ese descubrimiento — Dijo aquel hombre a mi novia y a mí.

—No se preocupe, actualmente estoy haciendo un estudio sobre las causas de una muerte repentina y me gustaría saber si aquel joven que se menciona en la cruz entra dentro de este tipo.

—Yo pienso que sí señor, mi sobrino no debía morir aquel día ni de aquella manera.

El hombre se presentó como Carlos Gutiérrez, nos invitó a pasar a una oficina privada y nos sirvió café de olla, muy tradicional en aquel poblado, perfecto para la ocasión de esa mañana fría.

—Mi sobrino era un adolescente brillante, acaba de ganar una beca del 100% en el mejor colegio del país. Estaba por iniciar la preparatoria cuando mi hermana, su esposo y sus hijos vinieron a pasar el fin de semana acá, a las cabañas. El chico amaba estar aquí y sus papás lo trajeron para premiar su dedicación en la escuela.

—Es una lástima que una vida tan prometedora llegara a su fin a tan temprana edad — Le comenté y él asintió mientras bebía de su café

—Ese día nunca será olvidado en este pueblo, se movilizó todo la población para poder encontrar a Sergio.

—Por favor, si no es mucha molestia ni atrevimiento, ¿me podría contar los hechos de aquel día? — Pedí de la manera más amable.

—Ellos quisieron quedarse en la cabaña más pequeña que es donde ustedes durmieron anoche. Cuando entraron estaba adornada con globos de helio y en el comedor había un pastel de chocolate hecho por mi esposa para Sergio, fue nuestra sorpresa para él. En nuestra familia celebrábamos los logros pequeños o grandes de cada miembro, y este era muy probablemente el logro más grande de algún miembro de nuestra familia. Prendimos el asador y mi sobrino se acostó en la hamaca, estaba muy pensativo pero eso era parte de su personalidad, en cambio su hermanita Carito era pura espontaneidad. Ella jugaba con su juego de té a la orilla del río, sentada con sus muñecas mientras les servía en pequeñas tazas rojas agua de río.

Cuando Carlos mencionó las tazas rojas mi novia se exaltó demasiado y enseguida mi mente viajó hasta la cabaña donde estaba la pequeña taza roja que habíamos visto sobre la piedra cerca de la cruz. Decidí creer que había sido una simple casualidad.

—Mi sobrino adoraba a su hermanita y ella a él, a pesar de que él era cinco años mayor que ella nunca peleaban. Carito comenzó a gritar porque una taza había sido arrastrada por el río y Sergio se acercó a ella para consolarla, pero la niña insistía en que era su juguete favorito. Mi sobrino observó el camino de la taza hasta que chocó contra una piedra al otro extremo del río y ahí se quedó varada. Al muchacho se le hizo fácil subirse a la improvisada tirolesa que habíamos construido para diversión familiar, llegar al otro extremo del río y rescatar la taza. Todos lo vitoreábamos y Carito gritaba de felicidad, cuánto amaba a su hermano. Esa tirolesa había sido el entretenimiento de los niños, eran como changos jugando con ella en vacaciones. En su regreso fue que ocurrió la desgracia. Sergio venía a medio camino cuando la polea de la tirolesa, a la que ocasionalmente le dábamos mantenimiento, se trabó en el cable lo que provocó que él resbalara y cayera sobre una piedra golpeando su espalda. La corriente del río enseguida lo arrastró y lo hundió. Todos gritamos y corrimos en su ayuda pero ni siquiera pudimos encontrarlo. Por horas lo buscamos con ayuda de pescadores, rescatistas y locales, con la esperanza de que estuviera vivo sostenido en alguna piedra. Estaba anocheciendo cuando encontramos su cuerpo cerca de la cascada entre dos grandes piedras, se había ahogado.

—Lo siento mucho — fue lo único que pude decirle al señor Carlos después de algunos segundos de silencio.

—Ante los designios de Dios no podemos hacer nada - comentó y en mi cabeza lo primero que pensé es que debía haber alguna manera de prevenir para evitar aquellas muertes.

Nos despedimos de aquel amable hombre, regresamos curiosamente a aquella cruz y no encontramos la taza roja, pensé que alguien debió llevársela mientras platicábamos con Carlos.

En el camino de regreso a casa estuve en silencio, por mi mente pasaban los ruidos extraños que había escuchado la noche anterior mientras dormía y que me despertaban exaltado, todos los atribuí a sonidos de la naturaleza. Entre aquellos sonidos escuché risas cerca de la ventana donde mi novia y yo dormíamos. Ahora que lo pienso tal vez el alma de Sergio sigue en aquella cabaña, y yo hasta dormí en la misma hamaca que él antes de su muerte.

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Anoté todo cuanto me fue dicho por los familiares de los fallecidos acerca de su comportamiento el día de su deceso. Algunos ya no recordaban mucho, en algunos casos habían pasado varios meses de ese momento, otros simplemente inventaban algunas cosas obvias, otros lógicamente habían sido tan golpeados moralmente que no podían recordar nimiedades de ese día y que podían ser importantes en mi investigación.

Por más que analizaba una y otra vez cada entrevista, cada dato, no podía encontrar información que me permitiera probar mi hipótesis de que existían una serie de factores comunes en las personas que tienen una muerte inesperada el último día de su vida.

Tenía todo muy bien estructurado y como en una tesis aceptas o rechazas la hipótesis de tu estudio, estaba a nada de concluir que se rechazaba la hipótesis alternativa de mi tesis, que es el nombre que se le da a la que plantea el investigador. Y argumentar que dadas las evidencias recopiladas mediante la entrevista, se aceptaba la hipótesis nula que es el nombre que se le da a aquella que niega la hipótesis alternativa o planteada por el investigador. Estaba a escasos minutos de quedarme dormido sobre mi computador personal cuando comencé a escribir la conclusión de que “no existía algún factor común en las personas que tienen una muerte inesperada, en el último día de su vida”. De repente escuché una voz en la habitación que me decía claramente “NO”. Creó que fue el viento que entraba por la ventana de mi recamara que dejé entreabierta. No creía yo en cosas de fantasmas, me resultaba inverosímil que alguien fallecido pudiera volver a tener contacto en la tierra, podría ser más bien una sugestión por el tema que estaba tratando en mi tesis.

En ese momento recordé lo aprendido en todos mis cursos de metodología de la investigación y sobre todo aquella frase de Popper “toda teoría puede ser refutada”.

¿Acaso el que yo no creyera en algo significa que no existe?

Aquellos conceptos que aparecían en mi mente lograron distraerme y evitaron que cayera rendido sobre mi escritorio. Me levanté para irme a recostar a mi cama y descansar, interrumpí la redacción de la conclusión de mi tesis hasta aclarar bien mis dudas.

Por la mañana retomé la elaboración de mi tesis, me urgía titularme, revisé otra vez mis apuntes y la metodología que usé. Todo parecía bien hecho, el único detalle que podía argumentar en mi contra algún sinodal es que el tipo de instrumento que usé para recopilar la información, que era la entrevista a familiares de los fallecidos, era hasta cierto punto una forma no tan directa de obtener información de primera mano de la unidad de estudio. La información más directa de primera mano sería tener una grabación o alguna forma de observación del día de la muerte de cada uno, pero ¿cómo podría saber qué día va a pasar este acontecimiento para poderlo registrar?

¡Imposible!

La otra opción sería entrevistar directamente a las personas fallecidas, pero no había forma de poder hacerlo ¿O sí?

¿Cómo podría comunicarme con alguien que ya no vive?

Me quedé meditando aquellas interrogantes por espacio de algunos minutos…

Sí, sé que suena lo más estúpido del mundo, aún más que el tema de mi tesis.

Pero no tenía otra alternativa, tenía que agotar todas las opciones posibles para recopilar información y poder concluir mi estudio. Así que contacté a varias personas que afirman dedicarse a esto, médiums, videntes, chamanes, brujos.

No creo en estas cosas, pero mi estudio si bien no podía probar mi hipótesis, quizá podía probar científicamente, en la parte de la validación, que no existe quien pueda tener contacto con alguien ya fallecido. Para tal fin medí científicamente el porcentaje de eficiencia de cada persona, sometiéndolas a varias pruebas para ver cuál tenía más aciertos.

Siempre pensé que eran charlatanerías, pero si podía probar que alguna de estas personas lograba descifrar de manera precisa ciertos aspectos de la vida de alguien que ellos desconocen, entonces pudiera ser certera la información que pudiese recabar mediante ellos. Aunque esto solo lo hacía para agotar las instancias probables de obtener información, porque en mi punto de vista muy personal me parecía imposible que se pudiera tener contacto con la muerte.

Así probé con más de una decena de supuestos interlocutores y el resultado fue sorprendente, sí, sorprendentemente erróneo, ninguna de ellas pudo tener una efectividad mayor al veinte por ciento, eso era menos efectivo que lanzar una moneda al aire y adivinar al azar lo que iba a pasar.

Pensé que era una locura, sin embargo si había un lugar conocido de dominio popular en estos menesteres y mundialmente famoso, era precisamente el pueblo más mágico de México y del mundo, Catemaco, Veracruz.

Sin embargo, tan solo recorrí dos lugares y me desanimé, las preguntas eran las más obvias y generales, hasta en la forma de engancharte eran muy obvios preguntando cosas muy vagas, “¿usted tiene problemas de dinero?”, hasta el presidente de la república tiene problemas de dinero en México, eso no era una particularidad.

Lo único que sí parecía mágico era el lugar, esa hermosa e inmensa laguna con una maravillosa isla llena de changos, que pude disfrutar al recorrerla como parte de la ruta de regreso a casa la cual rodea la laguna formando un paisaje indescriptible.

Paré antes de perderla de vista en un puesto donde vendían tegogolos que es lo más típico del lugar y que es una delicia al paladar. El pescador que atendía el local sin voltear a verme mientras me servía mi orden y partía unos limones, lanzó aquellas palabras.

—Yo te puedo ayudar a tener éxito en tu proyecto.

Aunque de entrada me sorprendió, sonaba a otra apuesta en falso clásica, como la promesa de un mejor trabajo. Un proyecto era algo general que podía ser casarme, titularme, divorciarme, tener sexo con una europea, qué se yo, esa palabra podría abarcar muchas cosas.

—¿Ah sí? y ¿cómo? ¿Con una limpia? — sonreí, tratando de seguirle su juego y hasta mofarme un poco.

—No, contactando a las personas que te pueden dar la información de tu investigación.

 

Me dejó helado aquella contestación, ya no parecía una generalidad, ni mucho menos una adivinanza, aquel pescador parecía tener un don para ver más allá de lo visible.

Apliqué con él la prueba que le hice a todos los anteriores chamanes y videntes. El resultado fue sorprendente, 93% de efectividad para saber hechos de personas ya fallecidas cuyos datos yo conocía anticipadamente de una tercera fuente que era alguna persona cercana al difunto. Incluso el porcentaje podría ser mayor debido a que probablemente alguno de los familiares pudo haberse equivocado al recordar algún hecho en la vida del difunto, y no el pescador.

Parecía ser el instrumento ideal para llevar a cabo mi investigación, así que hice hasta lo imposible para convencerlo de que me apoyase en mi trabajo.

Emocionado por haber encontrado la fuente más objetiva que podría tener para este caso, me apuré a definir muy bien las variables que estudiaríamos de ese último día en que vivió cada persona usada en la muestra inicial.

Aquella mañana me dirigí hasta la dirección que aquel hombre me había proporcionado ubicada a las afueras del pueblo y a orilla de una montaña. Al llegar a mi destino, me encontré frente a la puerta de una choza a la que di dos golpes y enseguida el pescador me abrió.

—Te estaba esperando — Dijo y observé su vestimenta toda blanca y sus pies descalzos.

Lo seguí hasta el comedor en donde tenía acomodadas seis velas blancas, me senté frente a él y saqué mi grabadora de la mochila que llevaba.

Me pidió que en hojas blancas escribiera los nombres completos de cada una de las personas que deseaba contactar, un nombre por hoja. Fue colocando cada hoja debajo de cada una de las veladoras, seis nombres, seis velas.

La primera vela que prendió fue la que tenía el nombre de Juan Carlos, mi escepticismo no me dejaba emocionarme, pero aun así me encontraba nervioso y con miedo.

Escuché que el pescador decía algunas palabras, pero su susurro era tan bajo que no podía distinguirlas, de pronto la llama de la vela se elevó aproximadamente un metro, lo que me hizo correr mi silla hacia atrás muy asustado.

—No te asustes, él está aquí, sé que este caso es muy especial para ti por tu tío fallecido — comentó el pescador y enseguida me pregunté cómo podría saber que el caso de Juan Carlos guardaba mucha similitud con el de mi tío favorito, yo nunca mencioné ese hecho. Entonces mi mente perdió toda incredulidad y comencé a creer en este proceso.

—¿Cómo estás? — fue lo primero que pregunté y no estaba dentro de las preguntas que había planeado, pero mi corazón necesitaba saber que todo estaba bien.

—Dice que está bien, que conoce a tu tío y que te manda a decir que también se encuentra muy bien que es lo que de seguro deseas saber -

Cuando el pescador me dijo aquello, ya no hubo dudas, él no era un fraude y ahí de algún modo que yo no entendía y contrario a mis creencias, me estaba comunicando con Juan Carlos.

—¿Qué pasó el día de tu muerte?

La llama de la vela bajó un poco su intensidad mientras veía que el pescador cerraba los ojos, intuí que estaba interpretando la respuesta.

—Su respuesta es que fue un domingo maravilloso junto al amor de su vida

—¿Tenías algún problema que te aquejaba?

—De salud expresa que ninguno, su problema fue que lo despidieron del trabajo y por lo tanto su jubilación no llegaría. Dice que tenía miedo de decepcionar a su esposa cuando le dijera que no podrían cumplir su sueño de irse a vivir al campo.

—¿Qué sentiste al morir? — Cada que preguntaba algo el pescador cerraba los ojos y entraba como en un pequeño trance, con leves vibraciones de su cuerpo, como escuchando lo que le decía Juan Carlos para luego repetírmelo.

—Él sintió que en un segundo sin darse cuenta porqué, el peso de sus hombros y el miedo habían desaparecido-

—Ay Juan Carlos — suspiré

—Él quiere pedirte que ayudes a Sonia a superar su dolor y dice que a cambio calmará las preocupaciones de tu tío acerca de ese estudio que estás realizando.

—Por supuesto que lo haré, te agradezco mucho lo que haces por mí — respondí seguro de hacerlo.

Entonces la llama de la vela fluctuó unos segundos y posteriormente se apagó dejando un hilo de humo donde antes hubo fuego.

—Se ha ido — me comunicó el pescador y quedé inmóvil, en silencio pensando que realmente había tenido noticias de mi tío, me emocionaba poder compartirlas con mi familia y que en un futuro podía usar este medio para acercarme a él.

Me levanté lentamente y salí a respirar aire puro, necesitaba unos minutos para recuperarme del gran impacto. Debía continuar con la investigación, no podía seguir perdiendo el tiempo, así que entré una vez más al lugar de las sesiones y comenzamos con la siguiente. En esta nueva sesión decidí que seguiríamos el orden en que había realizado las entrevistas a los familiares, así que era el turno de Manuel Efraín.

Esta vez no escuché las palabras que el pescador decía, esperé pacientemente a que la llama se alzara pero no sucedió, observé cómo se apagaba para enseguida prenderse y quedar de tamaño normal.

—Cada espíritu se presenta de manera diferente, Manolo ya está aquí con nosotros — me explicó al ver mi cara desconcertada, asentí.

—Hola Manolo, mi nombre es Jesús María Jaramillo y le hice una entrevista a tu madre Doña Lila con respecto a tu muerte y los hechos que le precedieron — creí que lo mejor sería presentarme ante todos los sujetos de mi investigación. — Estoy aquí para saber más acerca de tu deceso y lo que viviste en esos últimos momentos de tu vida.

—Él siente que murió de la manera más estúpida — respondió el pescador con molestia, al parecer el pescador no solo recibía comunicación de los difuntos sino que también sentía casa expresión de ellos.

—Explícate por favor.

—Cuenta que aquel día había discutido con su madre por su vicio, le había prometido a ella que dejaría el tabaco terminando el fin de semana pero era una falsa promesa. Sentía miedo de abandonar lo único que lo calmaba, con lo que liberaba el estrés y le daba una sensación de paz. Pensó mientras manejaba su vehículo cómo podría dejar aquello que había sido un bálsamo de felicidad en su vida hasta ese momento.

—¿Realmente en algún instante consideraste dejar de fumar?

—Sí, pero tenía miedo de hacerlo, de perder el control de esa gran ansiedad que sentía sin el tabaco.

—Tu mamá está bien, te extraña mucho — mencioné esas palabras y la flama se apagó.

No hubo petición alguna, simplemente Manolo había cortado comunicación conmigo. En ese momento vi mi reloj y noté que ya eran las 4 de la tarde, las horas pasaron volando y yo no lo había notado. El médium me explicó que se necesitaba mucho tiempo para que un espíritu pudiera comunicarse con él y que era un desgaste físico muy fuerte porque roba su energía, aunque no lo parezca es un proceso exhaustivo.

Le rogué que hiciéramos dos más y después de mucho insistir accedió a mi petición. Nos tomamos un breve receso para comer unos deliciosos frijoles con arroz y una mojarra frita antes de comenzar de nuevo las sesiones. Durante la comida me contó que él tiene el don de contactar a los muertos desde que era un niño, no lo ha usado nunca para obtener ganancias porque siente un profundo respeto a los difuntos y a el don que Dios le regaló.

Conmigo lo estaba usando para hacer lo que él llama una buena obra y ayudar a prevenir decesos inesperados en un futuro.

Era el turno de mi amigo Ignacio Campuzano, mientras el médium lo invocaba yo no dejaba de abrir y cerrar mis puños. Estaba a punto de hablar con mi gran amigo, todavía seguía procesando su pérdida y estaba a punto de hablar con él para después perderlo una vez más.

La ventana se abrió de golpe y un aire fresco entró a través de ella provocando que la llama casi se apagara.

Nadie tuvo que decirme que él estaba ahí, pude sentir su presencia junto a mí como si estuviera apoyando su mano sobre mi hombro derecho como cuando se sentaba en la banca de la escuela detrás de mí para pedirme que le explicara algún tema que no había entendido.

—Hermano — dije sonriendo

—Ignacio está riendo y quiere que te pregunte ¿En dónde dejaste el barril de cerveza que quedó de esa noche?

Me reí a carcajadas, él siempre pensando en una cerveza. Recuerdo que él fue quien me inculcó el gusto por aquella bebida fermentada y desde entonces siempre que nos veíamos teníamos que beber al menos una cerveza.

—No lo sé, creo que Silva se lo llevó en su camioneta pero con todo lo que pasó creo que a nadie le importó ese detalle cuando estábamos destrozados por tu muerte. Pero cuéntame hermano ¿Qué diantres pasó el día de tu muerte?

—Él cree que ya le tocaba.

—¿Te tocaba? ¡Tenías toda la vida por delante!

—Ignacio dice que ese día mientras manejaba todo el futuro pasó por su mente, tenía muchas expectativas para iniciar su vida de nuevo pero también pavor de no tener la capacidad de lograrlo. Es su último recuerdo antes de morir. Me pregunta ¿cómo esta Moni?

—Caray hermano, Moni está bien, muy hermosa. Conoces su carácter y está enojada con la vida por lo que te sucedió pero está relativamente bien. Dice que va a vivir la vida por los dos.

—Te pide que le digas que la ama y que está muy bien.

—Se lo diré, desearía que estuviera aquí conmigo para que tú mismo se lo dijeras porque creo que nadie me creería esta locura que estoy haciendo.

—Ignacio se tiene que ir, sólo pasó a saludarte y decirte que vas a encontrar la respuesta que buscas y te felicita anticipadamente por el éxito que tendrás el día de tu examen profesional.

La ventana se cerró y en ese instante dejé de sentir la presencia de mi amigo, una lágrima escurrió a través de mi mejilla, todavía tenía tanto que decirle y preguntarle, pero el tiempo no era infinito. Me resigné a saber que estaba bien y que todavía pensaba en una buena plática acompañada de una cerveza. Por eso pensé que en cuanto tuviera unos minutos libres bebería una en su nombre.

La siguiente sesión me aterraba, tenía que enfrentarme a una mujer asesinada por su mejor amiga, no podía ni imaginar lo que debió sentir al momento de abrir los ojos y verla con el cuchillo en la mano mientras ella se ahogaba en su propia sangre.

El ambiente se tensó cuando Maritza llegó a hacer contacto conmigo, sentía una pesadez en el aire inexplicable, un golpe continuo se escuchó sobre la puerta, a veces leve a veces fuerte, durante esta experiencia muy aterradora.

Una vez más me presenté y le expliqué mi motivo para llamarla, también le conté sobre la entrevista que le había hecho a su amiga Irma, lo cual creo que tampoco le agradó porque el golpeteo en la puerta fue más rígido y de horror.

—Ella sí sabe por qué su amiga la mató. — Me comentó el médium con la voz cortada a diferencia de las demás sesiones.

—¿Por qué? — Pregunté sin rodeos y ya no sé si por mi investigación o por la curiosidad que sentía de saber cuál había sido la razón que orilló a alguien a tan fatal desenlace.

—En su historia menciona que esa noche cuando estaban muy tomadas su amiga la besó y ella siguió el beso mientras subía de intensidad hasta llegar tener relaciones sexuales. Ella no era lesbiana pero le había gustado lo que pasó porque nunca había sentido tanta satisfacción física. Irma le pidió que iniciaran una relación a lo que ella le respondió que no sabía si aceptar o no, que sentía mucha vergüenza de lo que la gente pudiera decir y de lastimar a su madre con la noticia. Se durmió y cuando despertó solo vio a su amiga con un cuchillo en la mano y sentía que no podía respirar pero no sabía ni porque, la razón la descubrió quizá unas fracciones de segundo antes de morir, al ver que todo era sangre y que su cuello se sentía caliente bañado de la misma y con cortaduras. De cierta manera se siente culpable de lo que le pasó. — La intensidad del golpeteo subió a su máximo para después descender a uno muy leve con la última revelación de culpa.

—Maritza tú no eres culpable, debes dejar ir ese sentimiento. — Mientras mencionaba aquellas palabras escuché nítidamente un llanto desolador detrás de la puerta. — La única culpable es Irma porque no supo darte tiempo y lidiar con el temor que sentías a tomar una decisión.

—Maritza te pide que busques a su madre y le digas que ella está bien y que está con su papá.

—Lo haré, dile que no tenga duda de ello.

En ese momento le pedí al médium que terminara esa sesión, ya había obtenido lo que necesitaba y la presencia de Maritza me estaba afectando profundamente. Pude sentir cómo ella se aferraba a mí para quedarse aquí y ese efecto me debilitaba había robado toda mi energía, así que tuve que dejarla ir.

Regresé exhausto esa tarde a mi hotel, no pude dormir aquella presencia aún se aferraba a mí y me lo hizo saber prendiendo y apagando la televisión de mi cuarto de hotel en donde no había señal sino una estática que me provocó tanto miedo como para no levantarme a desconectar el aparato.

Murió tan joven y de una manera tan brutal que era lógico que esa energía negativa fuese demasiado intensa como hasta manifestarse de manera tangible.

Para distraerme, tomé mis notas y me puse a analizar la información recopilada hasta el momento. Los primeros cuatro expedientes entrevistados de la muestra total de seis que realizamos exhaustivamente ese primer día, no mostraba un factor común de manera aparente, quizá no lo había o quizá las variables elegidas o la manera en que estaba agrupándolas no era la adecuada. Creo que me estaba enfocando en variables más cuantitativas que cualitativas, ya que los resultados eran los mismos que en las entrevistas a los familiares; no existía correlación alguna entre esas variables cuantitativas por lo cual se podía concluir que no existía un común denominador el último día de vida en quienes mueren de manera inesperada, entonces seleccioné otras variables para medirlas de manera menos lógica como el estado de ánimo o las relaciones afectivas.

Analizando los datos de manera más cualitativa el estudio comenzaba a vislumbrar algunas características frecuentes del comportamiento de los sujetos estudiados.

Aquellas narraciones parecían aportar cosas destacadas pero faltaba analizar los últimos dos casos para determinar si también había esa clase de comportamiento, con lo cual ya podía se podía concluir y generalizar que aquella característica que bien podríamos llamarla cualidad o sentimiento, era una constante en el comportamiento el último día de su vida en las personas que mueren de manera inesperada en un rango de edad de 15 a 45 años.

Cuando más concentrado estaba en mi trabajo, recordé que ese día era la entrega del título profesional de mi vecino Marco que estudió Diseño Gráfico en la Universidad Istmo Americana, como no pude asistir me metí al Facebook para mandarle un mensaje de felicitación. Al terminar revisé su muro y su último post era algo rebelde como lo fue siempre su pensamiento, diferente al de los demás, “Mejor una soga que una corbata”. De seguro asistió vestido a su estilo a tan importante evento y desechó la formalidad que tanto detestaba.

De repente de madrugada la esquina derecha del colchón de mi cama se hundió como si alguien se hubiera sentado sobre él y sentí la presencia de Maritza más fuerte que antes, tomé la cruz que mi madre me había regalado 4 cumpleaños atrás y comencé a rezar por primera vez en mi vida. La cama se sacudía mientras yo rezaba hasta que poco a poco aquella presencia se fue debilitando hasta desaparecer. Ahora más que nunca creía en dios y en su poder infinito.

Por la mañana me apuré a llegar a la casa del médium, cuando lo hice él ya me estaba esperando en la entrada con un café servido en una taza de barro, el efecto que provocó la bebida en mi cuerpo fue reconfortante.

Mientras bebía café revisé mi cuenta de Facebook para ver si mi vecino había leído su felicitación, el médium observó como de mi rostro brotaba una lágrima, me cuestionó qué pasaba y solo le dije que un amigo acababa de fallecer y no ahondé más. Mi amigo Marco Tulio Reyes se había suicidado cuando tenía todo el éxito por delante, quizá no pudo enfrentar el miedo de una sociedad con tantos estereotipos, así era él, así será recordado.

Después de beber dos tazas de café, y sentirme más relajado, comenzamos la sesión una vez más, el caso de Camila me tenía muy intrigado, al igual que en el caso de mi vecino Marco, seguía sin entender qué había pasado por su mente para darse por vencida.

Cuando llegó no hubo señales de ningún tipo, simplemente el médium me dejó saber que Camila ya estaba con nosotros, una vez más me presenté y comencé con el interrogatorio.

—¿Tenías alguna enfermedad psicológica?

—Ella respondió que no, por el contrario estaba muy feliz porque tenía todo en la vida.

—¿Entonces por qué lo hiciste Camila? ¿Por qué te quitaste la vida?

—Ella cuenta que cuando llegaron al metro vio a un hombre que había conocido dos meses atrás con quien había tenido relaciones en una noche de copas cuando ella y su novio se habían separado temporalmente.

—Eso no lo sabía, tu prometido no me comentó nada. — Dije

—Él no lo veía como una separación, para él fue como un descanso que yo necesitaba antes de aceptar su propuesta de matrimonio. Cuando vi a aquel hombre, recordé la noche en que estuvimos juntos y deduje que existía la probabilidad de que mi bebé pudiera ser suyo lo cual me aterró.

En mi cabeza recordé cómo Fernando creía que ellos tenían la relación perfecta y cómo se sentía el hombre más dichoso del mundo, sentí pena por él porque aquella idea no se acercaba a la realidad.

—¿Por qué creíste que el bebé podría ser de aquel hombre?

—Camila se siente avergonzada por lo que sucedió, me explica que estaba aburrida de que Fernando la complaciera en todo, sentía que no había pasión entre ellos y por eso decidió tomarse un tiempo. Cuando conoció a aquel hombre decidió ser espontánea y dejarse llevar, aquella noche tuvieron sexo hasta que amaneció y ella regresó a su casa. Con Fernando solo tuvo relaciones dos veces antes de descubrir que estaba embarazada lo cual hacía que no tuviera la certeza de la paternidad de su bebé.

—¿Y por qué te quitaste la vida? Todo pudo haberse solucionado.

—En su cabeza todo sucedió muy rápido, ante aquel recuerdo supo que el momento que estaba viviendo con Fernando tal vez era falso. Supo que debía contarle sobre su aventura pero el miedo que sintió ante la idea de perder a aquel hombre que la amaba más que a su propia vida y que era lo más grandioso que ella había conocido aunado a la vergüenza que sentiría su familia y al pavor de perder todo lo que había construido por tantos años, hicieron que su cabeza se desconectara en aquel momento y su cuerpo actuara de manera involuntaria haciéndola saltar a las vías ante su propia incredulidad de lo que estaba haciendo.

Asentí y apagué la grabadora, aquella confesión me había dejado perplejo. Es normal que en cada relación los involucrados la vivan de manera diferente, pero el abismo entre ambas realidades era inmenso. Me prometí ayudar a Fernando a superar pronto su pena para continuar con su vida y obvio a vivir toda la vida con ese secreto resguardado, aquel buen hombre merecía estar en paz y ser feliz.

En ese momento mi novia me llamó al teléfono móvil, estaba aterrada porque en su departamento había escuchado a un bebé llorar, le pedí que saliera de allí y fuese a casa de su mejor amiga, que yo regresaba esa noche para explicarle lo que estaba realizando en estas sesiones que muy probablemente tenían relación con esos eventos.

Al momento de terminar la llamada con mi novia, risas infantiles se escuchaban afuera de la cabaña mezclados con el llanto de una mujer. El médium me explicó que el alma de Camila estaba pepenando por haberse quitado la vida y la de su bebé, que ese era su castigo y que probablemente de vez en cuando se haría presente en mi vida, lo cual me consternó, me quede paralizado con aquella aseveración, yo creí que todo era una sugestión de mi mente.

Encendí una vez más la grabadora y le pedí al médium iniciar nuestra última sesión, quería volver a casa para ver a mi novia y abrazarla.

Él sacó una pequeña taza roja y la puso sobre la hoja con el nombre de Sergio y encendió la vela, me quedé atónito al ver aquella taza, la misma que había visto a cientos de kilómetros sobre una roca afuera de mi cabaña donde pase el fin de semana con mi novia.

Sergio no tardó en hacer presencia, parecía que estaba ya esperando por su momento.

No me presenté porque el médium me dijo que el chico ya sabía mi nombre y el motivo por el cual yo estaba ahí. Así que lo único que hice fue indagar en lo sucedido aquel día.

—Aquel día él no estaba de humor para cuidar de Caro pero aun así decidió ayudarla a rescatar su taza de té. Cuando la tuvo en sus manos inició el camino de regreso. Me cuenta que vio a su familia completa echándole porras desde el asador y sintió miedo de algún día defraudarlos, un miedo que no había sentido nunca antes, aunado a su mente llegó el pensamiento de aquella beca que había ganado y que era una gran responsabilidad y todos creían que él era lo mejor que le había pasado a la familia, pero él no se sentía así. Se distrajo con esos temores y muy probablemente el no tensar de manera adecuada aquel cable provocó que la tirolesa se atorara y el tirón que incitó lo hizo caer sobre una piedra en el río para después llevárselo la corriente. Pasó varios segundos luchando para sacar su cabeza del agua y tomar aire pero su cuerpo no le respondió más aún que su espalda se había dañado con el fuerte impacto contra la roca, hasta que sus pulmones se llenaron de agua, soltó la taza y perdió el conocimiento.

—¿Por qué me estabas esperando? — Pregunté estando completamente seguro de que él había dejado esa taza sobre aquella piedra. Como queriendo contarme su historia. Además debía aceptar que aquella noche que pasé junto a mi novia en la cabaña pude escuchar la voz de un adolescente llamándome al río.

—Él quiere que busques a Carolina y le digas que no fue su culpa, desde ese día ella sufre una depresión que la tiene al borde de una enfermedad mental.

—Te prometo que lo haré muy pronto muchacho, no tengas duda de ello.

Se despidió deseándome buena suerte en mi proyecto y apagué la grabadora. Por fin había acabado con las sofocantes sesiones, el médium me sirvió otra taza de café y con el primer sorbo la vida volvió a mi cuerpo exhausto. Al terminar me acompañó a la puerta y al despedirnos me extendió aquella taza roja.

—La encontré hace un par de días en la puerta de mi casa, él te estaba esperando para ayudarte en tu proyecto.

Tomé la taza para partir de aquel lugar místico y mágico con la seguridad de que mi proyecto tendría una respuesta, con la idea en mente de que aparentemente también en estos últimos casos esa característica que tanto había buscado estaba presente.

Justo en la puerta recordé lo acontecido a mi vecino y amigo Marco Tulio Reyes, y le pregunté al médium si podíamos hacer una sesión también de él, aprovechando que también cumplía con los requisitos de mi estudio, creo que lo hice más por la curiosidad de saber que había pasado y poder despedirme de él.

El médium me dijo que por ningún motivo me aconsejaba hacer eso, el evento estaba muy reciente, de seguro el alma de Marco se encontraba aún en la etapa de negación y ni siquiera sabía en qué lugar se encontraba, y lo peor aún que en esos momentos son los de más ira y energía negativa de cualquier difunto, además de la forma en que se dio el fallecimiento podíamos desatar fuerzas incontrolables, me dio una palmada en el hombro y me dijo que fuera a descansar.

Me llevó casi un mes cumplir con cada una de las peticiones que me habían hecho en cada sesión los difuntos, lo cual retrasaba un poco mi titulación pero era un compromiso que adquirí y tenía que hacerlo, así como ellos me habían apoyado para mí investigación.

Cada día al llegar a mi consultorio volvía una y otra vez a escuchar las grabaciones que hice de cada entrevista para realizar anotaciones y registrar indicios frecuentes en el comportamiento de cada uno de los casos el día de su muerte.

Aquel día no fue la excepción, llegué a trabajar con los indicios que ya tenía y llevaba semanas estructurando.

¿Eureka?

Tarde unos minutos en dirigirlo, volvía una y otra vez a mis anotaciones en mi libreta y parecía no creerlo, dudaba aun de cada resultado y luego me sentí estúpido.

¡Que inocente!, cómo pude no ver ese factor común desde las primeras entrevistas con los familiares de los fallecidos, si ahí estaba implícita, ahora si podía gritar

¡Eurekaaaaaaaaa!

Estrené mi traje nuevo color negro, iba muy acorde con el tema hasta cierto punto mortuorio de mi tesis, cuidé de cada detalle, la camisa blanca perfectamente planchada, la corbata totalmente nueva y lisa de ese color rojo intenso como la sangre que tanto le agrada a mi madre.

Ahí estaban los tres sinodales que había elegido para aquella difícil misión de todo estudiante universitario que es presentar la tesis. He visto jóvenes que por temer a este momento pasan años sin presentar su examen profesional aun cuando tienen ya todo listo para hacerlo, he visto alumnos brillantes quebrarse en un momento así y hasta estallar en llanto, otros tan sólo quedan completamente bloqueados y no pueden expresar ni una sola palabra, esto es lo peor que he visto.

Yo me sentía muy tranquilo y más porque de sinodales había elegido obvio a mi asesor de tesis quien estaba completamente de acuerdo con mi proyecto y los dos catedráticos que más me habían apoyado en mi carrera, la Dra. Rosario Cruz y la Psicóloga Dione Dolias, quienes aun y cuando sabían de mi pasión por la psicología pusieron muchas objeciones para poder presentar este trabajo pero lo logré, quizá predijeron un poco de lo que acontecería ese día y me estaban protegiendo en lugar de estorbar en mi estudio como lo llegué a pensar días antes del examen.

Todos los asistentes quedaron callados en el auditorio al terminar mi disertación, al parecer ese factor común que más bien era una emoción y que aparecía en todos los casos de la muestra seleccionada de las personas el último día de su vida, causaba consternación entre el público presente.

Mi examen era a puertas abiertas y había congregado por lo sensacionalista del tema, que estuviera casi lleno, de un total de 150 personas que es la capacidad máxima del auditorio de la facultad de psicología, había aproximadamente 110 personas y solo se veían algunos espacios vacíos.

De repente una angustia inmensa comenzó a recorrerme por todo el cuerpo, comencé a sudar frío, sentía que la corbata poco a poco se apretaba automáticamente asfixiándome lentamente al tiempo que sentí unos leves golpes en el pecho.

Por mi mente pasaron las palabras de aquella sesión de Juan Carlos

“Él quiere pedirte que ayudes a Sonia a mejorar y dice que a cambio calmará las preocupaciones de tu tío acerca de este estudio que estas realizando.”

¿A qué preocupación se refería?

Volteé a ver a los 3 sinodales presentes, su cara era de desaprobación total, hasta de mi asesor de tesis, por mi mente pasó quizá ya de último recurso aprobar por mayoría mi examen, pero eso sería mucho para lo terrible que mi mente estaba pensando.

También pasó por mi mente por un segundo la extraña casualidad de haber encontrado aquella taza roja y luego volverla a encontrar con el pescador.

Lo que más angustiaba era hacer el ridículo frente a más de cien personas, y de defraudar a mi familia completa que se encontraba ahí en ese momento y que yo era su máxima esperanza, habían viajado de todas partes de la república donde se encontraban para estar presentes en un evento que era considerado muy importante para la familia.

Ahí estaba ella también, en primera fila, mi novia, qué miedo sentí de decepcionarla y que dejara de quererme por ser un perdedor.

Sentí mucha angustia de decepcionarlos, y cuando esa palabra pasó por mi mente, quede en shock, como si al instante todo se detuviera.

Sentí miedo, demasiado miedo, como sintieron Juan Carlos, Ignacio, Manolo, Maritza, Camila, Sergio o Marco el último día de su vida, quizá ellos aparecieron en mi tesis para prevenirme o quizá lo hicieron para llevarme hasta aquí a propósito para usarme y ayudarlos a cerrar sus círculos y reunirme otra vez con ellos o estar con ellos, por eso tanta casualidad.

En ese prolongado silencio solo escuchaba a lo lejos una voz que gritaba muy fuerte y desesperada.

Y me parecía tan familiar.

Me parecía idéntica a la primera voz que yo escuché en mi vida, que gritaba con un dolor indescriptible.

¡Llamen una ambulancia, llamen una ambulancia rápido por favor!