Expediente 4.

Nombre del occiso: Maritza Herrera

Edad: 29 años

Causa de muerte: Asesinato

Fecha de deceso: 17 de diciembre de 2015

Entrevista a: Irma Paredes

Parentesco: Mejor amiga/Asesina

Esta vez tuve que salir de la comodidad de mi consultorio para realizar la entrevista, me encontraba en la sala de visitas del Centro de Readaptación Social de la ciudad, en donde esperaba que la presa Irma Paredes se reuniera conmigo.

Era mi primera entrevista en campo y estaba ansioso por hacerla. Vi como una mujer morena de cabello corto y vestida en un overol color caqui se sentaba en la silla que estaba frente a mí.

—Buenas tardes, soy el psicólogo Jesús María Rodríguez Jaramillo y vengo a realizarle una entrevistarla con fines académicos sobre el asesinato de su amiga Maritza Herrera.

La rea me regaló una sonrisa amable, no parecía una mujer peligrosa pero ella había cometido uno de los crímenes más sanguinarios sucedidos en la ciudad.

—¿Qué quiere saber Doc?

—Todo lo ocurrido aquella noche — respondí nervioso por la historia que estaba por escuchar.

La rea se cruzó de manos mientras me analizaba, algo en mí le dio confianza para hablar y contar su historia sin tapujos-

—Maritza y yo fuimos compañeras en la universidad y también éramos mejores amigas. Personalidades muy diferentes pero nos complementábamos, ella era muy sociable y solía salir con más de un hombre a la vez, mientras que yo era más retraída e intelectual. Ese día era el final del semestre y decidimos pasar a su casa a tomar unas copas.

—¿Maritza vivía sola?

—No, vivía con su mamá pero en ese momento estaba de viaje por Francia. Su papá ya había fallecido y solo estaban sus fieles compañeros dos hermosos cachorros.

—¿Qué fue lo que pasó cuando llegaron a su casa?

—Lo primero que hicimos fue abrir una botella de tequila y brindar porque habíamos pasado todas las materias. Pusimos música, reggaetón que nunca ha sido mi favorito pero a ella le encantaba y comenzamos a bailar. A nosotras nos gustaba beber mucho, era como tocar el cielo y nos olvidábamos de todos los problemas que teníamos. Comenzamos a planear un viaje para las vacaciones de verano, esa fue una pequeña discusión entre nosotras porque ella quería elegir una playa y yo una ciudad con algún atractivo cultural, hasta que decidimos dejarlo al azar lanzando una moneda al aire y gané yo. La noche transcurrió rápidamente y cuando nos dimos cuenta estaba amaneciendo, decidí quedarme a dormir en su casa y no exponerme a manejar en estado de ebriedad. Cuando me desperté miré mi reloj y eran las once de la mañana. Maritza dormía a mi lado con su cabello chino cubriéndole la cara, así que me levanté y fui a la cocina por un vaso de agua, una aspirina y algo para comer. Me senté en uno de los bancos mientras comía una manzana y observé en la cocina, unos cuchillos delgados y filosos que me llamaron la atención. Siempre he tenido fascinación por las cosas cortantes, tomé el más grande y con él fui partiendo mi manzana hasta que acabé con ella. Quise hacerle una broma a mi amiga así que subí corriendo las escaleras, me senté sobre la cama a su lado y le quité el cabello del rostro. De repente mi mirada se desvió a sus labios carnosos que todavía seguían pintados de rojo como el color de la sangre y de una estúpida broma pase a imaginar mil cosas en mi mente que se desconectó por completo en ese instante. Como si una chispa fundiera todas mis neuronas y me desquiciara hasta clavarle sin razón ni motivo alguno el cuchillo en la garganta.

La naturalidad con la que aquella mujer acababa de describir aquel asesinato me pareció perturbadora. Su postura y su gesto no esgrimían ningún signo de culpabilidad o arrepentimiento, aquella mujer me aterrorizaba.

—¿Qué pasó después de que le enterraste el cuchillo a Maritza?

—Ella despertó de inmediato espantada y me vio. La sangre salía del corte de su garganta y de su boca, era del mismo color que su lápiz labial. Ella se estaba ahogando con su sangre. Ella no imaginaba qué había pasado. Yo lo veía todo como en un tercer plano, era yo la que sostenía el cuchillo pero no sabía lo que había hecho. Mi amiga murió rápido, segundos fueron los que pasaron para su muerte. Me quedé sentada observándola y comencé a tratar de despertarla pero ella ya se había ido. No podía dejar que la policía me atrapara así que la primera idea que tuve fue cortar el cuerpo en varios pedazos y tirarlo a la laguna donde hay cocodrilos; intenté cortar las piernas pero al llegar al hueso el cuchillo ya no pudo seguir cortando y en los brazos pasó lo mismo. Tuve mucho miedo porque sabía que si me descubrían iría a la cárcel, así que me bañé, lavé mi ropa, dejé a Maritza muerta sobre su cama y me llevé los vasos donde estaba mi ADN y el cuchillo con mis huellas. Salí por la puerta de inmediato, cerré y no volví a esa casa.

—¿Cómo descubrieron el cuerpo?

—Yo la asesiné un 17 de diciembre y su mamá la descubrió tres días después cuando regresó de su viaje. No tardaron mucho en saber que había sido yo, Maritza le había avisado a su mamá que yo me quedaría en su casa a dormir esa noche y encontraron mis huellas dactilares por toda la casa.

Todavía Irma no mostraba algún signo de arrepentimiento o culpabilidad, estaba sentada tranquilamente frente a mí y sin realizar movimiento alguno. Las preguntas se agolpaban en mi mente.

—¿Habías planeado asesinarla?

—No, nunca en mi vida pensé que yo podría llegar a matar a alguien.

—¿Por qué decidiste enterrarle el cuchillo?

—No tuve algún motivo, simplemente lo hice.

Mi curiosidad no pudo más, esto era algo que quería preguntar desde que tomé la decisión de ir al reclusorio a entrevistar a Irma.

—¿Te arrepientes?

—Sí, pero ya pasó y no lo puedo cambiar. Extraño mucho a Maritza pero le quité la vida, así que no vale la pena mortificarme. Lo hecho, hecho está - sentenció aquella mujer.

La mente de Irma estaba muy dañada o demasiado lúcida. Asesinar de esa manera y luego hacerle más daño al cuerpo de un ser amado hasta casi dejarlo mutilado no es un acto de una persona sana, pero por otro lado el desprendimiento con el que hablaba de aquel hecho sin negarlo, sabiendo y aceptando las consecuencias, me sorprendía.

Salí de aquella entrevista con muchas preguntas no realizadas, preguntas que eran más para satisfacción de mi morbosidad que en beneficio del estudio, por eso mejor las guardé para mí.