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Lejos de los campos rojos y las aguas lentas que siento todavía, la dulzura rezuma en la piedra y las preguntas de los hombres se elevan como humo en las aldeas más lejanas.
Hay un enjambre de gallos que en las mañanas más grises del invierno de mayo lanzan hacia nosotros las redes de sus cantos.
Hay círculos de sangre que giran en los ríos buscando una salida desde siempre.
Y muchachas hermosas, asesinadas a carcajadas mientras la orquesta humilde se alejaba tras los árboles.
¿Quién podrá desvelar la razón del absurdo? ¿Cuál será el hombre que entienda el dolor que subyace en nosotros?
La rendición avanza entre tapias de barro: ved las carretas de bueyes en que los hombres transportan su soledad.
Lejos de los campos rojos y las aguas lentas, el aceite humedece mi voz y la sospecha de lo dulce cercano pone en ella preguntas de bronce.