El Espíritu Divino se apoderó de mí
1Y yo, Juan, humilde siervo del Señor, tuve una segunda visión. Caí en éxtasis y el Espíritu de Dios se apoderó de mí. Y me dijo: «No temas. Yo habito en ti por la gracia del Padre. Procedo de Él y soy Él. Y a Él te conduciré. Soy su presencia. Soy un Monitor de Misterio. Te abriré camino hacia la Isla de Dios y verás lo que muy pocos mortales han visto. Escribe después cuanto veas y escuches, para que tus semejantes conozcan y confíen. El camino que te mostraré es el camino del Paraíso. Otros muchos, antes que tú, han emprendido esta larga marcha hacia la Perfección. La muerte es la señal que os pone en movimiento. Pero tu vuelo hacia la Isla Nuclear de Luz será como un sueño. No estarás sometido a la realidad. No deberás estacionarte ni esperar en las infinitas moradas que separan esta vida encarnada de la presencia paradisíaca de Dios. Ese largo peregrinaje lo cubrirás por ti mismo, cuando así sea dispuesto por su infinita Sabiduría».
Y yo pregunté: «¿Cómo haré semejante viaje, si no estoy muerto?». Y el Monitor de Misterio que me habita me cubrió con su ropaje de luz y fui uno con él. Y en mi visión escuché su voz por segunda vez. Y era mi propia voz. Y él dijo: «No temas. Yo soy el poder y la sabiduría. Él está en mí y yo en ti. Él te llama. Te bastará con desearlo. Yo te envolveré por dentro y por fuera».
Los siete universos del Señor
Y envuelto en su luz fui arrebatado hacia lo alto. Y sentí gran espanto al volver la vista hacia tierra, ya que mi cuerpo, como dormido, yacía en la tierra. Y vi alejarse mi casa y también la ciudad en la que habito y después los campos y toda la tierra. Y el azul del cielo desapareció igualmente y me vi envuelto en las tinieblas de lo desconocido. Y vi la Luna y el Sol y miríadas de estrellas, pero su luz no era suficiente para despejar la negrura. Y esa negrura era como el azabache y se propagaba a lo largo y a lo ancho. Y el Monitor de Misterio habló de nuevo: «Éste es tu primitivo hogar: un universo entre universos. Uno entre cien mil. Y esos cien mil universos apenas son nada».
Pero yo no comprendí. Y asistí maravillado al paso veloz de aquellos millones de nebulosas estrelladas, de soles como hornos y de mundos y de lunas de mil tamaños diferentes. Y pregunté dónde se hallaba el Paraíso. ¿Quizá en el centro de aquellos cien mil universos? Y el Monitor dijo: «La obra de Dios escapa a los límites del conocimiento de los hombres. Estos cien mil universos que ahora cruzas sólo son una isla de vida en el Gran Universo. Reciben el nombre de Superuniverso. Otros seis como éste giran en torno al Gran Universo y cada uno de esos Superuniversos está formado por otros cien mil universos, todos ellos palpitantes de gloria y de sabiduría. Limítate a admirar la obra del Padre porque es inútil su comprensión».
El Gran Universo del Señor
Y en mi visión, arropado por la luz del mensajero divino, aquellos cien mil universos quedaron atrás. Y la negrura se hizo más tenebrosa. Y aquel Superuniverso —mi primitivo hogar— apareció ante mí en toda su gloria, como una rueda de luz, girando como un torbellino y flotando en la nada por la misericordia de Dios. Y vi otra muestra del poder divino, tan inmensa que no existen palabras para describirla. Otra rueda de luz, infinitamente mayor que la rueda del Superuniverso, parecía flotar y girar y palpitar en medio de la negrura de la nada. Y a su alrededor estaban los siete Superuniversos, como gotas de agua salpicadas de un mar. Y todo guardaba un grande y sublime orden. Y cada Superuniverso, los siete, eran iguales. Todos como ruedas blancas de luz, girando en torno a la gran rueda central. Y pregunté por segunda vez dónde se hallaba el Paraíso. ¿Quizá en el centro de aquella gigantesca rueda? Y el Monitor contestó: «Esto que ves es sólo parte de la obra de Dios. Sus dimensiones reales escapan al conocimiento de las criaturas evolucionarías del tiempo y del espacio. Esa gran rueda de mundos a la que te aproximas por la gracia y la benevolencia del Padre recibe el nombre de Gran Universo. En ella se contienen todos los cuerpos celestes habitados y por habitar, así como el espacio que los rodea. Todo cuanto has visto y te dispones a ver forma el Gran Universo. Pero, aun así, la obra de Dios es mucho más. En los confines del Gran Universo se abre otra parte de la creación increada. Es el espacio exterior, tan profundo que no es posible concebirlo. En él se preparan nuevos universos, Superuniversos y Grandes Universos. Y llegará el día en que criaturas como tú, de tan humilde origen, seréis llamadas a poblarlo y elevarlo hacia la Suprema Perfección. Y toda esta infinita obra divina —el Gran Universo y el llamado espacio exterior— recibe un último nombre: el Maestro Universo. Pero la obra de Dios es mucho más».
Viaje por el Gran Universo del Señor
2Y en mi visión, la gran rueda de mundos que llaman Gran Universo se extinguió ante mis ojos. Y no supe comprenderlo. Y el Monitor que me habita habló y dijo: «No temas. El Gran Universo del Señor es perfecto. Nada ha cambiado, aunque los ojos de tu espíritu crean lo contrario. Hemos penetrado en las fronteras de sus fronteras. Dos anillos de mundos oscuros abrazan y rodean al Gran Universo, haciéndolo invisible al resto de los Superuniversos que lo escoltan y circundan. Uno rueda en sentido vertical y el segundo lo protege en horizontal. Son circuitos inhabitados, tan poderosos que nada escapa a su poder: ni siquiera un rayo de luz. Estos cuerpos oscuros equilibran y hacen estable la gran rueda interior de mundos. Y su número y tamaño son tales que la mente de un mortal necesitaría mil vidas para contarlos».
Y guiado por la invisible llamada de la Isla Eterna del Paraíso, el Monitor de Misterio atravesó conmigo los anillos de mundos oscuros y gigantes. Y el más sublime de los éxtasis se apoderó de mi espíritu. Frente a mí, humilde siervo del Grande entre los Grandes, aparecieron siete anillos de luz, tan inmensos y majestuosos que no caben en intelecto humano alguno. Y de nuevo pregunté si aquél era el Paraíso. Y la presencia divina dijo: «La obra de Dios escapa a las cortas fronteras de las mentes de sus hijos evolucionarios. Estos siete cordones de esferas perfectas reciben el nombre de Universo Central de Havona. Pero no son el corazón del Gran Universo. El primero de los anillos suma treinta y cinco millones de esferas. El último, más de doscientos cuarenta y cinco millones. Y esos mil millones de esferas son perfectas en su naturaleza y todo cuanto en ellas vive y se desarrolla es igualmente perfecto. Son las postreras moradas de las legiones de hijos de Dios que se encaminan a la Isla Eterna de Luz. Ése también será tu hogar en el futuro de los futuros».
Las puertas del Paraíso
3Y al cruzar los siete anillos de esferas perfectas de Havona, mi Dios y mensajero se detuvo. Y en mi visión vi cómo se arrodillaba y yo me arrodillaba en él. Y ante mí surgieron las puertas sin puertas del Paraíso. El centro del Gran Universo se alzaba ante mí y su luz era cegadora. Entonces supe que mi viaje había llegado a su fin. Y la voz del divino Monitor de Misterio anunció: «No está en mi poder que trasciendas los límites de las 21 esferas sagradas que rodean y guardan la Isla Eterna de Luz. Ante ti se levanta la Gloria de la Casa del Padre. Ése es tu verdadero destino y el destino de todos los hijos del Altísimo. Escribe cuanto veas y escuches porque te hallas en lugar sagrado».
De esta forma supe que la Isla Eterna de Luz —llamada también Casa del Padre e Isla Eterna del Paraíso— no es fruto de la imaginación o del deseo de los mortales, sino una realidad física, sublime e indescriptible. Y el Monitor de Misterio habló así: «Esas esferas que tienes ante ti y que giran alrededor de la Isla Nuclear de Luz forman los tres circuitos trinitarios. Son las puertas de la Casa del Padre. Cada una de esas 21 esferas es un horno del que parten las energías organizadoras vivientes. Todas llevan un nombre y todas están al servicio del Padre, del Hijo Creador y del Espíritu Infinito».
Y vi cómo aquellas esferas, siete primeras, siete segundas y siete terceras, eran en verdad como pequeños puntos de luz al lado de la Casa del Padre. Y el mensajero divino que me habita dijo: «No pretendas entender lo que, por tu tiempo, ni siquiera existe. La Isla Eterna del Paraíso es tan inmensa, tan gloriosa y bella que sólo los afortunados que ya han culminado su carrera ascensional podrían sentirla: nunca describirla. A tus ojos se asemeja a una infinita rueda o isla de luz y con ello basta. Es su presencia real lo que debe llenarte de esperanza. Hacia ella, lenta pero progresivamente, voláis cuantos habéis sido creados y distinguidos por el amor del Padre».
Y en mi visión me fue dado conocer que el Paraíso existe independientemente del tiempo y que es el centro eterno del Gran Universo y que de él nace el espacio y cuantas energías físicas son y sostienen lo creado. Y su gran eje es un sexto más largo que su pequeño eje y que determina el Norte astronómico absoluto. Y todos los cuerpos celestes que fueron, son y serán se miden y orientan según la Casa del Padre.
Todo lo espiritual es real
4Y de las 21 puertas del Paraíso vi salir otros tantos jinetes alados. Doce pasaron de largo, derramando la vida a su paso. Eran los sembradores divinos de los espacios creados e increados. Los otros nueve me llamaron por mi nombre. Y el primero dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Bondad. Escribe cuanto veas y escuches. Esto es lo que hay escrito en la primera puerta: "Los seres y las cosas espirituales son reales. También lo es la Casa del Padre. Ella es el centro de lo creado y el lugar donde moran el Padre Universal, el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito. Aquí habitan también sus asociados divinos"».
Y el segundo heraldo de Dios dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Belleza. Esto preside la segunda de las puertas del Paraíso: "La Isla de Luz es el corazón cósmico del Maestro Universo. Nada le iguala en belleza y perfección. Ésta es la casa material y espiritual de la Trinidad. Ésta es la Residencia Divina"».
Y el tercero de los jinetes alados dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Verdad. Escucha lo que en ella se anuncia: "He aquí la Casa de la Deidad. La presencia personal del Padre habita en el centro mismo de la superficie superior de esta morada circular. Y junto al Padre se halla el Hijo y ambos son revestidos por la gloria del Espíritu Infinito. Él habita, ha habitado y habitará perpetuamente esta Isla Nuclear de Luz. Siempre le hemos encontrado en ella y así será, incluso más allá del no-tiempo. Éste es su hogar. Ésta es la Casa del Padre. Ésta es nuestra Casa"».
El camino hacia el Paraíso
Y el cuarto emisario dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Sabiduría. Esto fue grabado en la cuarta puerta: "Sólo las personalidades de la Divinidad conocen los caminos del Paraíso. Pero todos estáis llamados a ser Dios. Todos encontraréis el sendero hacia el corazón del Maestro Universo. Todos amaneceréis en la Morada del Padre. Al igual que el buen piloto sabe hallar los rumbos y los puertos, así, los hijos del Altísimo, siempre guiados por la presencia divina que los habita, sabrán navegar por los universos de los universos hasta descubrir el gran resplandor central de la Casa de Dios. Tú, que has llegado hasta aquí, sabes ahora que las promesas divinas nunca son estériles"».
Y el quinto enviado dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas del Supremo Amor. Esto dice la quinta puerta: "Cuanto aquí leas, aquí permanecerá por toda la eternidad. Nada puede modificar la esencia y el emplazamiento de la Isla Eterna. Los ríos de vida que de ella entran y salen y las corrientes de energía que de ella manan son los cimientos de la Creación. Sin la Casa del Padre, todo sería caos"».
La capital de Dios
Y el sexto dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Infinitud. Cuanto figura escrito en la sexta puerta corresponde a la verdad. Ésta es la capital de Dios. Ésta es la capital de los reinos materiales y espirituales: la más excelsa e infinita de las moradas y sedes. Todo rey tiene su trono. Éste es el trono del Supremo Rey».
Y el séptimo de los jinetes alados dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Rectitud. Esto reza sobre la séptima de las puertas del Paraíso: "Sólo aquí existe la quietud. Sólo la Isla Eterna permanece inmóvil. Sólo ella, en su inmovilidad, es causa de todo movimiento"».
Y el octavo dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Justicia. Escribe lo que proclama el dintel de la octava puerta de la Casa del Padre: "He aquí el camino hacia el Alto Paraíso. He aquí el camino hacia el Bajo Paraíso. El primero es el universo de las actividades personales y de la Trinidad. El Absoluto Incondicionado habita en el segundo"».
Y el último de los jinetes alados dijo:
«Juan, no has llegado en vano hasta las puertas de la Suprema Misericordia. Escucha mi voz, la del heraldo de la novena puerta. Así fue escrito sobre la eternidad: "Todo nace en la Casa del Padre Universal. El espacio brota del Bajo Paraíso y el tiempo, del Alto Paraíso. Aquí no hay tiempo. Olvida otras realidades, otros tiempos y otros mundos. Ésta es la realidad de un mundo sin tiempo. La Casa del Padre es el no-espacio. Sus superficies son absolutas y sus servicios inconmensurables, dignos de la Suprema Misericordia. En ella te encuentras"».
Y en mi visión supe que las otras doce puertas de la Isla Nuclear de Luz son puertas selladas y que sólo se abrirán en el no-tiempo.
El absolutum
5Y los mensajeros de Dios retornaron a sus puertas. Y el Monitor de Misterio siguió arrodillado ante la majestad del Paraíso y yo en él. Y el Dios que me habita y que me había conducido hasta las 21 esferas santas, puertas todas de la Casa del Padre, puso en mis manos el cofre de la Verdad del Paraíso. Y al abrirlo hallé en él la Ley de la Gran Morada de la Deidad. Y fue Él quien leyó la Ley «Escribe después lo que escuches. Esto es lo que es y lo que guarda lo que se levanta ante ti. Ésta es la revelación de Dios. Esto es la Isla Nuclear de Luz. Juan, escucha le que fue escrito antes del tiempo y del espacio».
Y esa Ley decía:
«La Casa del Padre es física y espiritual. Su naturaleza física no tiene réplica en el resto de lo creado. Esa sustancia física es una organización homogénea de potencias. Esta materia prima del Paraíso no está muerta ni viva. Es llamada absolutum y es la expresión original no espiritual de Dios. Se define por sí misma: es el Paraíso y no existen dos Paraísos».
El Alto Paraíso
«Esto es el Alto Paraíso. Tres esferas divinas lo constituyen: la esfera de la Presencia de la Deidad, la esfera Muy Santa y la esfera Santa. El intelecto de las no Deidades no puede penetrar ni soportar la Presencia Divina; sólo adorarla.
»Esto es la esfera Muy Santa: una casi infinita región que circunda a la esfera primera —la de la Presencia de la Deidad— y que ha sido reservada para el culto, la trinitización y el logro espiritual superior. Nada físico o material, nada de lo creado en los universos del Gran Universo, puede sobrevivir en la esfera Muy Santa. Ni siquiera las máximas creaciones intelectuales. He aquí el reino del Espíritu Superior. Los peregrinos del tiempo y del espacio sólo conocen la esfera Santa y así será más allá del no tiempo».
Y la Ley de la Gran Morada de la Deidad dice: «Esto es la esfera Santa: las siete casas paradisíacas del padre. Suman siete y todas giran alrededor de la esfera Muy Santa. La primera, la muy próxima a la esfera Muy Santa, es habitada por los hijos nativos del Paraíso y de Havona.. La segunda es residencia de los hijos de los siete Superuniversos del tiempo y del espacio. Tus hermanos aguardan aquí su definitiva ascensión. Y la segunda de las moradas paradisíacas del padre fue dividida en siete moradas y en ellas cumplen su destino legiones de seres espirituales y miríadas de criaturas ascendentes. Y cada una de las siete grandes moradas de la esfera Santa está consagrada a la Felicidad y al avance en la Perfección de los hijos evolucionarios de cada uno de los siete Superuniversos del Gran Universo. Y la Ley del Paraíso dice que esas siete regiones de la esfera Santa apenas si se han llenado. Porque cada una de esas siete moradas es fruto del Amor y de la Infinitud de Dios. Y la Ley dice: Cada morada de la esfera Santa será dividida en unidades residenciales. Y en cada una morará un billón de grupos activos de hijos glorificados. Y mil unidades residenciales serán una división. Y cien mil divisiones serán una congregación. Y diez millones de congregaciones serán una asamblea. Y un billón de asambleas serán una gran unidad. Y siete grandes unidades serán llamadas unidades maestras. Y así será hasta el infinito. Y la Ley dice: Y aun así, las siete moradas de la esfera Santa seguirán sin colmarse. Y ni siquiera se llenarán con las multitudes de hijos glorificados que nacerán en el futuro eterno».
El Bajo Paraíso
6Y esa Ley decía: «Sólo la Deidad conoce el Bajo Paraíso. Todo cuanto aquí ha sido recogido nace de la revelación divina. Ninguna criatura —perfecta o evolucionaría— ha penetrado jamás los misterios de las antípodas del Alto Paraíso. Nadie reside en el Bajo Paraíso. Ni siquiera la Deidad Absoluta. La revelación dice que es el seno de todos los circuitos de energía física y de la fuerza cósmica. Es el corazón del poder físico y el eterno manantial del oleaje energético que conmueve el Maestro Universo. En su centro se instala la zona oscura e inescrutable de la Infinitud. Y otra región de Misterio rodea al misterio de la Infinitud. Y en el borde exterior del Bajo Paraíso fluye la Fuerza y la Fuerza de las Fuerzas que todo lo alimenta. Es el brazo y el aliento del Maestro Universo. Y la revelación dice: "Este horno de Fuerza está formado por tres anillos concéntricos. El primero e interior asume las actividades energéticas de fuerza de la Isla Nuclear de Luz. El exterior asume las funciones del Absoluto Incondicionado. El segundo anillo apenas si ha sido revelado a los hijos del Todopoderoso"». Y la Ley dice:
«Esto es el primer anillo de la superficie exterior del Bajo Paraíso: un corazón eterno e invisible que bombea la energía precisa hasta los límites del espacio físico. Él dirige y modifica las energías de fuerza. Y esa fuerza-madre del espacio ingresa por el sur y fluye por el norte».
Y la Ley dice:
«Esto es el anillo central de la superficie exterior del Bajo Paraíso: un corazón eterno e invisible que pulsa, regulando los espacios vacíos e intermedios del Maestro Universo. La realidad no ha sido revelada y permanece en el misterio. Sólo ha sido escrito que pulsa».
Y la Ley dice:
«Esto es el tercer anillo de la superficie del Bajo Paraíso: un sol indescriptible e infinito que irradia en todas direcciones, alcanzando los límites extremos de los siete Superuniversos y los vastos e incomprensibles dominios del espacio increado. Este sol responde a la voluntad y a las directrices de las Deidades infinitas, cuando éstas actúan como Trinidad. Todas las formas de fuerza y todas las fases de energía circulan por el Maestro Universo, regresando al Paraíso por rutas precisas. Las pulsaciones de esta zona exterior de la Isla Nuclear de Luz se repiten en ciclos de proporciones gigantescas. Y la Ley dice: durante un billón de años de los mundos del tiempo y del espacio, esta fuerza es centrífuga. Y durante un billón se vuelve concéntrica. Y esas manifestaciones de fuerza espacial son universales».
Y la Ley dice:
«Y todas las fuerzas y la materia no son más que una sola cosa. Y todo nace del Bajo Paraíso. Y todo regresará a él. Y esa expansión y contracción del espacio sucede cada dos billones de años del tiempo de los mundos evolucionarios».
Y del cofre de la Verdad del Paraíso surgió la tercera y última revelación sobre la Ley que lo describe y gobierna. Y ésta es la Ley del Paraíso Periférico:
«La Isla Nuclear de Luz —la Casa del Padre Universal— no sólo la forman el Alto y Bajo Paraísos. También el Periférico cumple su papel».
«Esto es el Paraíso Periférico: las áreas de partida y desembarco de las legiones de hijos del Santo entre los Santos. Esto dice la Ley: la Isla Eterna termina bruscamente en su periferia. Y sus dimensiones son tan inimaginables que sus ángulos terminales resultan poco menos que imperceptibles».
El Alto y Bajo Paraísos, inabordables
«No han sido hechos el Alto y Bajo Paraísos para el pie de los hijos de Dios. Ambos son inabordables. Sólo el Periférico ha sido dispuesto para los supernafines transportadores y para el resto de los franqueadores de espacios y de tiempos. Aquí llegan y de aquí parten los Mensajeros Solitarios y cuantos hijos de Dios son y serán. Aquí tienen su hogar los siete Maestros Espíritus. Aquí, en el Paraíso Periférico, han sido levantados los inmensos parques históricos y proféticos, que contienen el pasado de cada uno de los Hijos Creadores y de sus respectivos universos locales del tiempo y del espacio. Y son siete trillones los que ya emergen en la periferia de la Casa del Padre. Y con todo, esos siete trillones de parques no son ni el cuatro por ciento de lo que la gloria de Dios tiene establecido. Y la gloria del Padre es infinita».
Es por todo esto que ha sido escrito: «El ojo no ha visto, el oído no ha escuchado y el pensamiento de los mortales no ha percibido las cosas que el Padre Universal ha preparado para aquellos que sobreviven a la vida de la carne sobre los mundos del tiempo y del espacio». Quien tenga oídos, oiga la Ley que rige y describe las muchas moradas de la Casa del Padre.
El Paraíso: la meta final
7También ha sido escrito: «En la Casa de mi Padre hay muchas moradas». Ése es el destino de cuantos han sido creados con voluntad. Ésa es la meta de los altos y de los perfectos, de los mortales y de todas las personalidades espirituales que rigen, gobiernan o sostienen los mundos perfectos y los mundos del espacio y del tiempo. Pero ese destino supremo no se alcanza con la muerte. La carrera ascensional para las criaturas evolucionarias e incluso para legiones de hijos creados en perfección es lenta y dilatada. La radiante Presencia del Padre se aloja en la Isla Nuclear de Luz. No os engañéis con las promesas de las religiones de los mundos del tiempo y del espacio El sueño de la primera muerte conduce a la luz; nunca a la Suprema Luz. Antes es preciso recorrer el ascendente camino de la Infinitud. Y el Paraíso es el centro geográfico de la Infinitud. El Paraíso es la residencia eterna, gloriosa y real del Padre. No una entelequia. Su morada es el modelo de todas las moradas. El Paraíso es la sede universal de cuantas actividades tienen que ver con la personalidad Es la fuente central de todas las manifestaciones de fuerza y energía espaciales. Todo cuanto ha existido, existe y existirá procede de la morada del Padre. El Paraíso es el corazón de toda la Creación. De él procedemos y a él retornaremos. Todo mortal que descubra a Dios y se comprometa en su búsqueda habrá emprendido un camino sin retorno. El único camino: el de la Isla Nuclear de Luz «¡Benditos todos aquellos que se sientan peregrinos del Paraíso!».