Hace años, muchos, casi tantos como cargo sobre mis espaldas, un maestro de escuela me dijo, nos dijo:
—Ahora, y hasta que medie septiembre, cuando no sepáis qué hacer, escribid un libro.
Pregunté:
—¿De qué clase?
Sonrió:
—De piratas malayos o de enanos gigantescos.
Y mirando a Petunia (hoy a punto de ser abuela), dijo:
—De cómo serán los cinco hijos que quieres tener y de qué coliflor saldrá el mozo que ha de enamorarte.
Se volvió a Carlos (hoy ya descansa en paz) y sugirió:
—La historia de un hombre que inventa cualquier chirimbolo, algo que aún no hay pero de lo que luego nadie podrá prescindir.
Se puso el sombrero, cogió el bastón, le dio una estocada al aire y dijo:
—También podría ser sobre lo que se mueve a vuestro alrededor, las personas, los duendes, el viento, etc., etc., etc…
Saludó y se fue de vacaciones.