Capítulo 5

Tienes un aspecto de mierda ―apuntó.

―Gracias. ―Un cosquilleo me pasó de la nuca a la cara. Alcé las manos para colocarme cualquier mechón que estuviera despeinado. No sabía si reírme o llorar por la brutal sinceridad de Dane. Tanto él como Jake eran más directos de lo que me gustaría.

―Puede que sea por la humedad que hay en la sala ―aclaré―. Aquí hay mucha gente.

Ese era el momento perfecto para sacar información.

―Si sois parientes, ¿por qué no os lleváis mejor?

Dane se encogió, pero tardó poco en recuperar el aplomo.

―¿No hay malentendidos también en tu familia?

―No. Y esto es más bien una guerra hostil y duradera.

―No siempre ha sido así. Cuando mi familia se mudó aquí, era deprimente estar en un lugar nuevo. Jake acababa de lanzar su compañía de software y estaba haciendo cosas increíbles. Salíamos mucho juntos y nos hicimos buenos amigos.

―Entonces ¿por qué está tan en contra de que esté contigo?

―¿Además de porque está celoso? ―Miró hacia el borde de la mesa con la mirada perdida―. Es por algo que ocurrió hace dos años.

―¿Qué pasó? ¿Le quitaste la novia o algo así?

Dane sonrió y asintió, confirmando mis sospechas.

Hizo una pausa y se frotó la nuca.

―Algo así. Esta chica... Alice. ―Su voz se fue apagando al tiempo que se puso serio y fijó la mirada en la mesa.

El corazón me latía con fuerza y sentí una punzada de celos en el estómago. No sabía quién era Alice, pero quería estrangularla. Era la misma chica a la que había mencionado la semana anterior. No quería saber nada de ella, pero mi lado más curioso aprovechó la ocasión. Algo me decía que tenía que oír la historia de Alice, no importaba lo reacia que fuera.

―Bueno, no pares ahí ―le presioné―. ¿Quién es? Necesito saberlo.

―Salieron mucho tiempo. Estoy hablándote de que llevaban juntos unos cuatro años antes de que yo viniera aquí.

―Vale ―dije, dejando que la voz se elevara al final de la palabra.

―Cuando llegué a la ciudad, los tres nos juntábamos mucho. Éramos amigos, o eso creía yo. Pero al final ella se me lanzó una noche que Jake trabajaba hasta tarde.

Se me encogió el estómago mientras giraba un medallón de plata entre los dedos. Dane sólo estaba a la mitad de la historia y yo tenía dudas. Crucé los brazos entretenida.

―¿De verdad esperas que me crea eso? A mí me pareces bastante ligón. ¿Estás seguro de que no hay algo más en esa historia?

Levantó las manos en actitud defensiva.

―Hay más de tres mil millones de mujeres en el mundo. ¿Por qué coño iba a elegir justo a la chica con la que salía mi primo? Eso sería un ardid descarado para quitársela. Nunca jugaría a ese juego.

―Eso son bobadas, Dane.

―Llámalo como quieras, yo no tenía ningún interés en esa chica. Y hasta hoy en día, sigo sin saber si tomé la decisión correcta al escondérselo todo a él. No sabía cómo afrontarlo, así que no lo hice. A lo mejor fue una decisión de mierda, pero ignoré el problema y se hizo más grande. Bueno, pues una noche ella se emborrachó demasiado en una fiesta familiar. Se me tiró encima descaradamente delante de él y montó un espectáculo increíble cuando la rechacé. Él se enfadó.

El corazón empezó a latirme despacio y se me hizo un nudo en la garganta. Eché un vistazo a Jake, que estaba hablando con un grupo de tres hombres jóvenes. No me extrañaba que se comportara de forma tan rara con respecto a las citas. Se había rendido. Pobre Jake.

―Le rompió el corazón después de una relación de cuatro años.

―Sí. Cuando me disculpé al día siguiente, las cosas sólo empeoraron. Rompió con ella, dejó de hablarme y nadie en la familia supo nada de él en seis meses.

―Bueno claro, porque tenía la confianza hecha trizas ―le informé―. Así que por eso insiste tanto en que tú y yo nos mantengamos alejados ―murmuré.

Todo se volvió más claro. Su reticencia a cortejar a una mujer, su actitud posesiva, su insistencia en que se firmara un contrato oficial… Por primera vez en nuestra extraña relación, entendí las cosas.

Dane adoptó un aspecto distante.

―Yo me sentiría igual si viera a mi chica hablando con el mismo tío que casi me roba a la última.

Sentí un peso en el estómago. ¿Debería haberme sentido halagada por el comportamiento celoso de Jake? Todo se basaba en el dolor del pasado. No se trataba de mí.

―Esa es la cuestión, yo no soy su chica. Sólo tenemos este extraño acuerdo comercial.

Asintió.

―Sí. Los últimos dos años han sido todo contratos. El hombre ya no tiene ni idea de cómo salir con una mujer. Me duele ver que te trata así.

Tenía sentido. Había un motivo detrás del caos: Jake estaba herido.

Dane era muy maduro para su edad. Era el hermano mayor que nunca tuve. Bueno, no exactamente, pero algo parecido. Era tan protector como Jake, pero de una forma sana.

Se me encogió el corazón en el pecho. Jake era un tipo de hombre diferente. Era multimillonario, así que esa era su forma de afrontar el dolor. Simplemente gastaba dinero para eliminarlo. La cuestión era…

―¿La sigue queriendo?

Apreté los labios y esperé la respuesta.

―Esas cosas no desaparecen.

Con el corazón destrozado, me recliné en la silla. Ojalá estuviera en casa y pudiera enroscarme en mi cama y cerrar las persianas durante dos semanas. No dije nada.

―Pero a decir verdad, no creo que quede mucho de ese sentimiento. No teniendo en cuenta cómo te mira. Es otra vez lo mismo que con Alice.

Me enfadé. ¿Cómo podía compararme con su ex? No se parecía en nada a mí. Yo nunca intentaría seducir al amigo o al hermano o al primo de nadie. Alcé la barbilla.

―Yo no soy Alice.

―Claro que no. Eres una chica agradable. Por eso deberías estar conmigo.

Sentí que un dolor me ardía en la base de la cabeza. ¿Qué cojones decía? ¿No acabábamos de hablar de eso? Volví el cuello hacia un lado y lo giré para que crujiera.

―Eres más mujeriego de lo que te crees. ¿Cómo puedes sentarte aquí y soltarme toda esa historia y después…?

―¿Chloe? ―Me miró con ojos inexpresivos.

Detuve mi discurso.

―¿Qué?

―Era broma.

Se me formó una sonrisa en la cara, aunque sólo le creí a medias. ¿Debía dejar de intentar comprender a Dane? Cada hombre a su tiempo. Además, no había ningún futuro con Dane. Era un tío genial, pero faltaba esa atracción magnética. Necesitaba un amigo más que otra complicación en la vida. De todas formas, no pude evitar reír por su estupidez.

―Vale.

―No voy a perseguir a una chica que tiene algo con mi primo. Sólo estoy aquí para ayudar.

No estaba segura de si fiarme de eso, pero al menos había descubierto quién era Alice. No había tratado bien a ninguno de los dos. ¿Le había interesado sólo el dinero? Esa familia era una de las más ricas de Estados Unidos. Una cazafortunas como ella podría pasar de un miembro a otro hasta que hasta que estuviera bien cuidada por todos ellos.

Los hombres de esa familia eran totalmente adictivos. Eran muy dominantes y tenían un aire de superioridad. ¿Acaso era yo una cazafortunas? ¿O era adicta a ese hombre?

―Jake está hecho polvo, pero es un buen tipo ―me dijo―. Y yo también.

―Yo diría que a los dos os falta algún tornillo ―argumenté.

Sonrió de lado.

―¿Y a ti no?

Mmm... Tal vez. Esos días ganaría yo sin duda. Sentía el cerebro como si lo hubiera metido en una secadora.

―Tengo mis momentos. ―Apoyé los codos en la mesa―. Bueno, ¿y Alice sigue yendo a alguna fiesta o la familia la echó para siempre?

―Esa es la cosa. Aunque ha sido una pesadilla tratar con ella, la familia sigue invitándola. Los viejos hábitos nunca mueren. ―Señaló hacia la pista de baile―. Está justo allí.

La adrenalina me corrió por las venas y mis piernas saltaron de la silla por cuenta propia. Registré la pista, buscándola. Qué idiota. No tenía ni idea de cómo era.

―Siéntate, Chloe ―me ordenó Dane.

Me puse rígida. ¿A quién le importaban las apariencias en un momento así? Bueno, a lo mejor a mí sí. Volví a poner el culo en la silla y pedí detalles.

―¿Quién de todas es?

Levantó una ceja.

―La que está hablando con tu hombre.

Mis ojos buscaron a Jake a toda velocidad y después se posaron en una rubia alta y escultural. Mierda. Era la misma con la que había estado antes. No me sorprendía.

Le tocó el hombro y lo miró como si tuviera todo el derecho de hablar con el ex al que había manejado a su antojo en el pasado.

Y por la expresión del rostro de Jake, había picado el anzuelo.

―¿Ahora quién es la idiota? ―murmuré con un susurro inaudible. Se me rompió el corazón y los ojos se me inundaron de lágrimas.

La ex pareja, como si estuviera planeado, volvió la mirada en dirección a nosotros. Intercambiaron unas cuantas palabras, se giraron y se dirigieron hacia donde nos encontrábamos.

«Mierda, no».