Capítulo 3

El pelo rubio y largo le caía por los finos hombros mientras caminaba hacia nosotros. Parecía una supermodelo de pasarela. Era el sueño de todo hombre: rasgos faciales menudos, figura femenina, brazos elegantes. El corte del vestido mostraba sus piernas esbeltas y era exactamente igual de segura que Jake.

La cabeza le llegaba a la altura de los ojos de él y no necesitaba llevar unos supertacones para alcanzarlo. En comparación, mis piernas eran anchas y gruesas. Yo necesitaba habilidades de bailarina y unos cuantos centímetros extra en los zapatos para poder susurrarle algo al oído.

¿Por qué coño la estaba trayendo hacia aquí? Gracias a Dios la sala era grande, así que podía planear una ruta de huida. Esto no me gustaba. Ni un poco.

¿Por qué me estaba comparando con una mujer que estaba en otro nivel? Jake la quería a ella. Por eso estaban juntos. Porque eran pareja.

Se me hinchó la nariz y me puse rígida. Los celos se abrieron paso en mi interior, pinchándome hasta agonizar.

Seguía enamorado de ella después de todos esos años y yo no tenía ninguna posibilidad frente a esa mujer.

«Vete, Chloe. Discúlpate y busca una salida. Hazlo».

Hasta ese momento había estado evitando la mirada de Dane, pero ahora mis ojos se posaron en él y le rogué en silencio que me sacara de allí.

Debió de leerme la mente. Se acercó más a mí y puso su mano sobre la mía.

―¿Quieres salir a tomar el aire?

Moví la boca, pero no me salieron las palabras. Me aclaré la garganta y lo volví a intentar.

―Sí, eso estaría genial ahora mismo.

Evité la mirada de Jake mientras me giraba para salir con Dane. Llegamos hasta la puerta antes de que oyera la voz de Jake tronar a mi espalda.

―Everett ―bramó―. ¿Qué coño te crees que haces?

Dane abrió la boca para responder y yo le detuve levantando la mano. Siempre que Dane viniera a rescatarme, Jake aprovecharía la oportunidad para atarme a él. Tuve que salir de esa por mí misma. Me puse firme.

―Me está acompañando fuera, lejos de todo este jaleo.

―Y una mierda.

―Madre mía, Jake ―le interrumpió Dane―. ¿Cuántas mujeres necesitas?

―No tengo que responder a esa estupidez ―gruñó Jake―. Intentas enrollarte con todas las mujeres que me importan.

Dane dio un paso adelante.

―¿Qué haces aquí presentando la una a la otra?

Jake bajó los párpados y relajó los hombros. Pasó la mirada de la rubia a mí.

―Alice quería conocerla.

El corazón me latió con fuerza en el pecho. ¿Qué diablos querría de mí? Se me agolparon los pensamientos, intentando comprenderlo.

Jake miró hacia adelante y posó sus ojos en los míos.

―Chloe, esta es Alice ―nos presentó―. Alice, esta es Chloe.

Esperé que añadiera la parte de «mi pareja», pero no lo hizo.

Alice me tendió una mano; tenía hecha la manicura. Separó los labios para mostrar su dientes perfectos y relucientes.

Dane inclinó la cabeza hacia un lado, levantando una ceja con desconfianza.

Vacilé antes de ofrecerle la mano. Ojalá pudiera rodearle el cuello con ella en lugar de estrechársela. Planté una enorme sonrisa en mi cara y fingí cordialidad.

―Hola, ¿qué tal?

Se inclinó hacia abajo, como si estuviera hablando con un niño.

―Chloe, soy Alice. Encantada de conocerte.

Se me tensó el estómago y sentí un escalofrío en los costados. Su sonrisa era demasiado sincera y me pilló con la guardia baja. O no había notado el sarcasmo en mi voz o no le había importado.

Me analizó y se pasó unos mechones de pelo por detrás de la oreja.

―Debes de estar preguntándote por qué he hecho que Jake te detuviera. ―Hizo una pausa―. Sólo quería que supieras que no hay absolutamente nada entre nosotros y que si lo quieres, es tuyo.

¿Quién le había dado a ella el puesto de celestina? Si ella apenas podía encargarse de su propia vida. Y de todas formas, ¿quién iba a fiarse de lo que dijera ella? Me prometí que cerraría los oídos mentalmente. Era una inútil y yo no quería formar parte de eso.

―Gracias por la información ―respondí y me di la vuelta para salir.

Se me formó un nudo en el estómago. No estaba de humor para fingir que todo eso era normal. Los tres estaban locos. Los cuatro, contándome a mí. Lo único que quería en ese momento era irme a casa, darme un baño largo y meterme a la cama. Pero Jake había insistido en que me fuera a casa con él. ¿Qué iba a pasar? ¿Una pelea en el coche? ¿Que me manipulara para convencerme de que no podía vivir sin él? Me di la vuelta y la miré, con la cara tensa por intentar no fruncir el ceño.

―¿Te ha dicho él que lo digas?

Se dio unos suaves golpes con el nudillo en la boca.

―Claro que no.

Como si se le hubiera ocurrido de repente, se giró hacia Dane y sonrió.

―No sabía que estarías aquí.

Algunos mechones de pelo se le deslizaron por el hombro mientras se acariciaba el antebrazo. Reprimí las ganas de poner los ojos en blanco cuando vi que su mente manipuladora estaba tramando algo.

Dane evitó su mirada y me miró a mí al responder.

―Yo sí soy parte de la familia ―le recordó.

Ella levantó la cabeza y después cruzó los brazos por encima del pecho.

―Claro. Sólo que creía que habías cogido el jet para ir a las Caimán.

―Pues no. ―Ladeó la cabeza y fijó la mirada en una pared vacía que tenía delante―. Lo he pospuesto.

Se formó un incómodo silencio entre los cuatro. Las respuestas de Dane eran demasiado breves para que dieran pie a una conversación y Alice lo miraba fijamente con tanto deseo en los ojos que hizo que el aire se tornara viciado y húmedo.

Jake la fulminó con la mirada, con el labio levantado en una mueca de asco. ¿Cómo podía seguir con ese juego delante de él?

¿Y él por qué lo permitía? ¿Cómo podía ser que ella se saliera con la suya? Jake a mí me manejaba como si fuera ganado, pero cuando se trataba de Alice, era tan débil como una bolsa de plástico volando al viento.

Un dolor me atravesó las sienes. Ver cómo esa gente se relacionaba me ponía enferma. Me disculpé y salí a tomar el aire.

Jake me agarró el brazo. Me quedé mirando la mano con la que me sostenía. ¿No era la misma con la que había tocado a otra mujer cinco minutos antes?

Se le formó una arruga entre sus gélidos ojos.

―¿Adónde vas?

―Lejos de este ambiente tóxico ―afirmé soltándome.

Necesitaba salir de ese agujero que había creado. Parpadeé para contener las repentinas lágrimas y me abrí paso a través de la muchedumbre. En cuando mis pies tocaron el exterior, solté el aire que había estado conteniendo y recibí de buena gana la ligera humedad que me rozó la piel. No llevaba más que un vestido que me llegaba hasta los pies y los brazos estaban desnudos ante el frío de la noche.

No oí sus pasos, pero sentí la dureza de sus fríos dedos de acero rodeándome el brazo.

―Deja que me vaya, Jake ―le ordené sin darme la vuelta―. Alice te está esperando ―dije, volviéndome de nuevo hacia la enorme entrada principal.

Se estremeció e hizo una mueca.

―Acaba con este juego, Chloe.

Intenté deshacerme del nudo que tenía en la garganta al tiempo que una ola de frustración me atravesaba el abdomen.

―¿Yo? Esto lo has creado tú.

―Ven aquí. ¿Tienes frío, cariño? ―Dejó de apretar y me acarició el brazo antes de acercarme a él. Me frotó la espalda, haciendo que temblara aún más.

―Vamos a zanjar toda esta mierda y volvamos a mi casa.

Me quedé sin respiración. Su contacto no se asemejaba al de ningún otro hombre. Firme, decidido, dominante. Cerré los ojos e intenté no sucumbir. Se me tensaron los músculos de las mejillas.

―¿Por qué haces esto?

Apretó los labios, llevó una de sus fuertes manos a mi trasero y apretó.

―Porque me haces sentir bien.

«No, Chloe. Detén esta locura».

Me aparté.

―¿Y ella?

Levantó una ceja y lanzó una mirada a la acera.

―Me hace sentir como una mierda. Está enamorada de mi primo y no quiere estar conmigo.

Crucé los brazos por debajo del pecho. No iba a dejar pasar ni una.

―Pero tú sí que quieres estar con ella.

Negó con la cabeza y se pasó los dedos por el pelo.

―Es complicado. Está metida en la familia. Mi madre quiere que volvamos juntos, aunque sabe lo que pasó. Dice que la gente comete errores y que tengo que perdonarla.

Metí los labios hacia adentro. «Madre mía». Nunca había hablado con la señora Sutherland, pero parecía ser una de las personas más frías del mundo. No me imaginaba cómo sería recibir consejos sentimentales de ella.

―¿Y tú qué opinas?

―Alice es una auténtica zorra. ―Escupió las palabras y después relajó los hombros.

Oculté las ganas de sonreír y seguí presionándole para obtener más respuestas.

―¿Entonces por qué sigues juntándote con ella?

Su cuerpo se puso rígido, hizo una mueca y apartó la mirada.

―No puedo evitarlo si quiere venir a hablar conmigo. Es una fiesta y todas las miradas están puestas en mí. ¿Qué quieres que haga?

―Alejarte. ¿Cómo vas a dejar esto atrás si no lo haces? Es tu ex. ¿No ves que algo no encaja en todo esto?

Se inclinó hacia atrás y estiró el cuello a derecha e izquierda.

¿Cómo podía ser un hombre con tanto poder tan débil cuando estaba con mujeres? La pregunta se me quedó grabada en la mente, sorprendiéndome de un modo inconcebible.

Sus ojos se posaron en los míos y su expresión se endureció.

―¿Y tú qué?

―¿Sí? ¿Y yo qué?

―¿Por qué siempre estás con mi primo? Cada vez que levanto la vista os veo a los dos congeniando como si fuerais dos amigos que llevan tiempo sin verse. ¿Es que quieres estar con él? Quieres tirártelo, ¿es eso?

Me puse rígida, cerré los ojos y volví a abrirlos para empezar de nuevo.

―Dane Everett estaba a mi lado cuando necesité a alguien que me salvara de este caos.

Se me aproximó por detrás, quedando muy cerca de mí.

―¿Estás pensando en cambiarme por él?

El corazón me latía tan fuerte que podía oírlo.

―¿Por qué iba a hacer eso?

Se burló.

―Porque eso es lo que hacen las mujeres, Chloe. Pasan de un hombre a otro, exprimiéndonos a todos hasta que estamos secos y sin un duro.

Se me escapó una rápida carcajada de entre los labios. Bajé las cejas hasta que dejé de verlo. ¿Era ese el motivo por el que hacía contratos? ¿Para poder hacerlos pedazos cuando una de nosotras, tiranas ansiosas de dinero, se pasara de la raya? No me molesté en hacer ningún comentario sobre su opinión de las mujeres, así que en lugar de eso volví a centrarme en su problema con Dane.

―Sólo es un amigo, nada más.

Adoptó una actitud más decidida y levantó la ceja.

―Te subo el salario.

Se me aceleró el pulso y sentí que la adrenalina penetraba en cada célula de mi cuerpo.

―¿Cómo puedes siquiera hablar de dinero en un momento así?

Se inclinó hacia adelante mientras soltaba una carcajada angustiada.

―¿Un momento cómo? Esto es sólo un negocio, ¿no?

Apreté las yemas de los dedos contra los pequeños manojos de nervios de la nuca y masajeé.

―Deja de volver mis propias palabras contra mí. Puedo conseguir este tipo de dinero de cualquier parte. Sin dificultad.

Y era cierto. Lo único que tenía que hacer era vivir como Alice y pasar de un multimillonario a otro.

Se humedeció los labios y me miró por encima.

―¿Ah, sí? ¿De quién? ¿Crees que puedes ir saltando por ahí y tirarte a un par de tíos más para conseguir este tipo de dinero? Everett no va a hacer ni la mitad de lo que yo he hecho por ti.

Sentí que la ira me corría por las venas e inundaba mi cuerpo. ¿Cómo se atrevía? Yo ni siquiera quería sexo. Me había llevado a la ruina y ahora decidía restregármelo en la cara. Puse recta la espalda y estiré el cuello.

―No necesito que haga nada por mí porque lo creas o no, mis pensamientos no se centran en el dinero como los tuyos. Y tampoco necesito sexo.

Arrugó la nariz y dejó escapar un rápido suspiro.

―Debes de estar delirando si crees que no lo necesitas como todos los demás. Mírate en un puto espejo, Chloe. Anhelas las dos cosas.

El húmedo aire nocturno me acarició mientras me esforzaba por llevar oxígeno a los pulmones. «No necesito esta mierda». Negué con la cabeza y levanté las manos.

―Mira, no sé qué es lo que firmé, pero no puedo soportar esto. Me está matando, así que tiene que acabar.

Sus fríos ojos azules se clavaron en los míos.

―¿No puedes soportar tu trabajo? ¿Es eso lo que estás diciendo?

Tomé aire y puse los pies con firmeza en la acera.

―Estoy diciendo que no te soporto a ti.

Los brazos le cayeron a los lados del cuerpo y bajó la mirada. Parecía dolido.

Se me formó un nudo en la parte posterior de la garganta que me impedía respirar.

Se le contrajeron los músculos de la mandíbula al tiempo que un gruñido gutural emanaba de sus labios.

―Tienes mi dinero, mi polla y mi atención. ¿Qué más quieres?

Todo se detuvo mientras un denso silencio llenaba el aire entre nosotros.

―¿Qué cojones quieres, Chloe?

Las costillas empezaron a oprimirme el corazón y un frío repentino me envolvió los hombros. Negué con la cabeza y miré hacia otro lado con la vista perdida.

―Tengo que irme.

―Claro, te vas ahora que he pagado todas las facturas del hospital de tu padre. Eres una sanguijuela igual que Alice. Pensaba que podríamos ayudarnos entre nosotros, pero si crees que te irá mejor sin mí, adelante. ―Levantó una ceja y me dirigió una dura mirada―. Se acabó.

Sentí un hormigueo en la nariz cuando los ojos se me empezaron a llenar de lágrimas. Quería decir algo, pero las palabras se me atragantaron en la garganta. Volví corriendo adentro antes de darle la satisfacción de ver cómo me hundía.

Me quité las lágrimas calientes con las manos y mantuve la cabeza hacia abajo. ¿Me había pasado? Nunca le había visto tan enfadado. Daba igual. Todo esto estaba condenado al fracaso desde el principio.

Me sobresalté al notar una mano en el brazo. Creí que Jake me había seguido, pero se trataba de Dane.

Se inclinó hacia a mí y contempló mi rostro febril. Se le formó una arruga entre los ojos.

―¿Ha sido él el que te ha hecho esto?

―No, no pasa nada. Se ha terminado. Hemos roto una relación que nunca hemos tenido.

La mandíbula de Dane se tensó, giró la cabeza hacia un lado y miró hacia la puerta.

―Por suerte.

Una mezcla de sudor y lágrimas me cubría la cara. Me pasé una mano húmeda y pegajosa por la piel y me sequé las mejillas.

―Adiós, Dane. Dile a Alice que ha sido un placer conocerla.

Levantó los hombros y dio un paso adelante.

―Espera. Deja que te lleve a casa.

Era la mejor propuesta que me habían hecho en toda la noche. Asentí y le di las gracias.

Acepté la mano que me tendió y dejé que me llevara lejos de la persona que había tomado mi corazón y lo había roto en un millón de pedazos. Llegamos al aparcamiento y no tardó nada en abrir su furgoneta y ayudarme a entrar. En cuestión de minutos estábamos en la carretera de camino a mi casa.

Después de un rato, miró hacia un lado.

―Me tienes aquí si necesitas hablar. ―Su voz era baja y reconfortante.

Negué con la cabeza, hundiéndome en el asiento. Era un lío. Quería olvidarme de todo.

Asintió y continuó por una avenida con palmeras a los lados. Aparte de eso, las únicas palabras que intercambiamos fueron mi dirección. Sentí que la tensión que tenía en los hombros disminuía cuando me bajé del coche.

Tiró de mí para darme un abrazo de lado.

―No sé qué es lo que ha ocurrido allí, pero Jake acaba de perder a una mujer maravillosa. ―Sacó la cartera de su bolsillo trasero, cogió una tarjeta de negocios y me la ofreció―. Llámame si necesitas cualquier cosa.

Asentí, le di un beso rápido en la mejilla y vi cómo se alejaba conduciendo hasta que lo perdí de vista.

Cerré los ojos temblando. Todo ese asunto era ridículo. Si acababa de liberarme de un horrible contrato vinculante, ¿por qué no me sentía más libre?

FIN DE LIBRO 5

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