Capítulo 15 - Caminante no hay camino...
Pienso que enseñar a montar en bicicleta es una lección de vida, que todo padre y madre deberían dar a sus hijos. Es una semejanza a la vida sin igual. Tienes que enseñarle algo que le va a servir para siempre, y es la teoría del equilibrio. Bueno, es mi teoría del equilibrio. Siempre he creído que en el medio está la virtud. No me gustan los radicales.
La criatura, con más miedo que otra cosa, le dice a su padre que quiere aprender a montar en bicicleta sin "ruedines". Los motivos que le llevan a pedirlo son indescifrables, pero me inclino por pensar que es más para evitar la mofa del resto de ciclistas que por convicción propia. Da igual. En otros casos son los propios padres los que toman la determinación, y aquí mejor no confesar el motivo. Prefiero la primera, cimienta mejor. Pero nuevamente es indiferente.
El hecho es que tienes que convencer a tu hijo a superar el miedo. El miedo que florece después de tres o cuatro intentos. Y llega el momento en que prefiere la burla de los semejantes antes que el más que previsible castañazo que se avecina. En mi caso, no les dejé que desistieran, animándoles y motivándoles. Bueno y diciendo que no soltaría el agarre ni muerto. Ellos confiaron. Se sentían seguros, porque sabían que su padre nunca les traicionaría…
Y tú sabes que estás mintiendo, que le vas a soltar, que vas a mentir, pero por una buena causa: por su bien.
La segunda tarea complicada es convencerle de que deje de mirar al suelo, una tendencia normal. Nos gusta saber dónde pisamos. Y la tercera y más importante, es enseñarle a poner la vista al frente. Mi consejo experto ya en estas lides es que uses una cuesta ligeramente inclinada hacia arriba. El trabajo es mayor pero también lo es la fuerza que tiene que imprimir y así no dejará de pedalear. Las cosas que se consiguen con esfuerzo se valoran más. Como la vida misma, en un entorno cambiante, no podrás dejar nunca de empujar hacia adelante porque si no te caerás. El equilibrio lo consigue porque no deja de moverse con la vista al frente. Y que sean su padre o su madre los primeros que le dejen volar, solo, a expensas de que se “esmorre” es algo muy bonito y como reza la lección, es para siempre. El que aprende a montar en bicicleta lo hace para toda la vida. Ya no hablo de la satisfacción que da ver a tu polluelo haciéndose valer por sí mismo. Además ya tiene una deuda con su padre, que sólo podrá pagar con sus propios hijos.
Para valorar el equilibrio, también tendrás que enseñarle los excesos. Bueno, estos los descubrirá fácilmente él solo. Yo recuerdo con horror aquel primer empacho de Sugus. ¿Y ese pedo de pacharán? Debo de tener todavía las venas por dentro como las almendras garrapiñadas. No he vuelto a necesitar azúcar en el café desde aquella hazaña…
Y es verdad que algunas veces perdemos la confianza de saber montar y en este caso sólo tendremos que poner la bicicleta en una pendiente, ahora cuesta abajo (cerciorarse del buen funcionamiento de los frenos…es algo que agradecerás más tarde) y dar la primera pedalada, enérgica, larga y después la segunda, ya afianzando la posición y siempre con la mirada al frente…
La pirámide más alta se construyó poniendo una primera piedra. Por algún sitio hay que empezar. Así que hoy es el día. Vence todo atisbo de pereza y empieza lo que te has propuesto. ¡A por ellos que son pocos y cobardes!
Empieza con la planificación de qué vas a hacer, qué materiales vas a necesitar, con quién tienes que contar y vete escribiendo las pequeñas tareas que tienes que llevar a cabo. Poco a poco. Tienes que sentir que aunque los pasos parezcan pequeños al principio, son pasos. Ya correrás más adelante. De momento hay que andar.
Lo que te hayas propuesto, sea lo que sea, ya lo ha hecho otra persona antes. Casi seguro. Por tanto vete a la fuente, indaga, busca y encuentra. Le haces todas las preguntas necesarias. Pero es mejor preguntar cuando uno ya ha empezado el camino y se ha encontrado con las primeras piedras. Comprobarás que tu mentor (él no lo sabe pero tú ya le has nombrado tu padrino en esta nueva aventura) pasó por la misma tesitura en algún momento pasado y la resolvió. Ni bien ni mal, a su manera, pero ahí tienes ya una experiencia, que no digo que sea la que hay que repetir. Lo que destaco es que ya tienes otra forma distinta de hacer o de ver las cosas. Si vas mezclando experiencias, con vivencias y alguna que otra lectura, las probabilidades aumentan así como tus posibilidades de coger un mejor camino.
Esta técnica te evitará errores consabidos y te permitirá dar pasos firmes. Cuenta que algunos van a ser para atrás, pero son necesarios para avanzar.
Cuando uno tiene claro el destino es muy fácil elegir o descartar los pasos que no debes dar.
Evita la frustración, los callejones sin salida. Vete construyendo desde abajo, sin prisa pero sin pausa. Dedica un tiempo concreto al día. Si va a ser tu actividad principal ponte un horario. Y céntrate sólo en eso durante el tiempo que te hayas propuesto. Si es una actividad complementaria, lo mismo. Con menor intensidad o frecuencia pero con dedicación. La rutina y la constancia en este caso irán creando poco a poco un hábito que terminará dando sus frutos.
Lo que ya te avanzo que no funciona es pegar tiros a troche y moche. Un día a tope y quince sin hacer nada. Mientras, hago otras tres cosas distintas y me cojo un par de días de asueto. Porque parece que no, pero esto del paro cansa mucho. Foco y disciplina. Foco y disciplina. ¡Señor, sí, señor!
A mí desde pequeño me enseñaron a no estar preocupado. Si algo te preocupa hijo, ocúpate. Y es verdad, la preocupación no es más que un runrún en la cabeza que puede llegar a ser tan grande como una montaña y, sin embargo, si te ocupas de resolver algo, tarde o temprano, lo conseguirás.
¿Qué pasa cuando te has propuesto algo y no tienes experiencia? Nada, sólo que te va a costar más. ¿Y por qué coño me empeño en hacer algo que no tengo ni puta idea? Esta pregunta te vendrá repetidamente a la cabeza si escoges esa ruta. Te verás más perdido que Carracuca. Y si la respuesta es que me hace feliz, estás obligado a seguir adelante. Te lo agradecerás. Cualquier otra respuesta es cuestionable. Estoy hablando del proyecto. Si la respuesta es que tengo que comer, pagar las facturas, etc. será tu ocupación principal y lo que estarás construyendo debajo de las sábanas será tu sueño. Como el preso que espera que todos se duerman para cavar el túnel hacia la libertad. En este caso tendrás que dedicarle quizás menos tiempo, nada más. Habrá que seguir firme el camino de la felicidad, pero comiendo. Que la vida se ve mucho mejor con la tripa llena.
Fernando me dice, hay una vida mucho mejor, pero es carísima. ¡Jajaja!
Otra cosa que tienes que hacer es quitarte de en medio a todos aquellos que te roban tu tiempo o si eres tú mismo quitarte de en medio cualquier distracción. Cierra Facebook, deja el móvil, las cañas… y dedica tiempo de calidad a tu proyecto. No cantidad. Eso es lo que hacen muchos en el trabajo, llenar dieciséis horas. Porque tú y yo sabemos que currar todos los días dieciséis horas es imposible. El que está todo ese tiempo cuenta los descansos del partido, la prórroga, la previa y los seis cafés que se toma al día. Hay muchas madres que trabajan media jornada y producen más que tres o cuatro de estos de dieciséis horas. Y les pagan la mitad de la mitad. Josde…
Cuidado con los falsos amigos. Que con el cuento de yo te voy a ayudar, te la “encaloman” doblada. Qué feo, intentar aprovecharse del parado. Ya que no haces nada… No te preocupes ya me lleno yo mi tiempo con lo que yo quiero. Si no estás atento, ya sabes, te puedes volver el recadero mayor del reino sin oficio ni beneficio. ¡Quita, quita!
Aliméntate del ánimo que te dan las personas que te quieren. Cuando alguien empieza algo nuevo lo más normal es que sin mala intención el personal se descuelgue con advertencias de los peligros y dificultades con las que te vas a encontrar. No les hagas caso, primero no lo hacen de mala fe, es la naturaleza humana y segundo la mayoría hablan por hablar. Tienen un primo que lo intentó y se la pegó. Lo mejor, pídele el teléfono del primo y vete a hablar con el susodicho. Eso sí que te ayudará a entender las circunstancias del primo y si realmente hizo honor a su parentesco. Esa experiencia sí te sirve, para bien o para mal. Y luego están los incondicionales, que digas lo que digas o hagas lo que hagas, ellos te apoyan, te animan y te auguran un futuro prometedor. Pues mira, yo prefiero estos últimos, porque a sabiendas que lo dicen para animarte, te están generando confianza e ilusión. Y estos son nutrientes muy necesarios para tu proyecto.
Y con los entendidos en la materia tendrás que poner el filtro anti ego, anti vanidad, anti arrogancia, anti estoy encantado de conocerme y tú, mierdecilla que has venido a beber de las mieles de los dioses, hoy te perdono, te perdono la vida porque soy clemente. Bueno, pues le quitas toda la gilipollez que les adorna y les extraes el jugo, la esencia de lo que te han dicho es muy valiosa. Si te lo tomas de manera personal posiblemente acabes propinándole un mandoble con la mano abierta. Y créeme no es una buena forma de ser recordado. De algunos no conseguirás nada. Sólo una lección también valiosa: No ser como ellos cuando estés arriba.
Vete tachando tareas realizadas e incorporando nuevas a tu cuadernillo/Excel. De cada una que realices saldrán dos o tres nuevas y eso irá cimentando y dando forma a tu sueño. Te ocupará. ¡Ah! y vete celebrando hitos. Por pequeños que te parezcan, son logros conseguidos con el sudor de tu frente. Cuando te pregunten ¿qué tal vas? Respondes enérgico y con decisión: “de puta madre”. Si tú te lo crees, lo conseguirás.
Y si lees este libro ¡bribón! desde el calor de un trabajo, quiere decir que eres previsor y te adelantas a los posibles acontecimientos. Créeme, harás muy bien en ir construyendo tu plan B. Nunca se sabe. Yo también pensaba que a mí nunca me iba a tocar…
Se hace camino al andar decía Machado.