Capítulo 2 - El día de autos
Eras feliz y no lo sabías… Un tsunami catastrófico está a punto de arrollarte, de arrastrarte, de darte golpes hasta en el carnet y aún a veces recuerdas esa calma previa a la hecatombe. Qué feliz eras…
Pues hoy es el día en el que se alinean los planetas contra ti y van a trabajar tu autoestima. Le van a hacer un “peeling” hasta la raíz.
A mí ya me ha pasado varias veces, es uno de esos momentos en los que parece que la vida a tu alrededor pasa a cámara lenta y oyes las voces distorsionadas. Uno no quiere ver ni oír lo que está sucediendo y el cuerpo debe ser que ralentiza el momento para mayor disfrute.
¡Te ha tocado! Y no es el gordo de la lotería ni una herencia de una tía lejana. Te van a echar. ¡¡No!! ¡¡Te están echando!! Tu mente rechaza el cuerpo extraño pero te está pasando. Casi te arrancas la epidermis de la pierna a través del pantalón para verificar si estás en un mal sueño pero no, está ocurriendo aquí y ahora.
Da gracias que no te han despedido por WhatsApp, o mediante un correo electrónico de esos con acuse de recibo, no, te lo estás comiendo en vivo y en directo. No mires a los lados, es para ti.
Joder, qué momento desagradable dónde los haya, que palo sin parangón, qué momento duro en el que de repente te encuentras pensando cómo le digo yo esto a mi madre, a mi marido o a mi mujer. Y te viene a la cabeza esa peli buena con título evocador… “Los lunes al Sol”.
El mundo se te viene encima como una ola devastadora y te golpea, te golpea y te vuelve a golpear. Y cuando crees que ya ha pasado, te vuelves a pellizcar y te vuelve a arrastrar y te mete golpes donde tú no sabías que te podía doler. ¿Por qué yo?
Al principio identificas al verdugo y vomitas sobre él toda tu ira, luego a la estructura que representa y tiene detrás, el conjuro satánico realizado contra tu persona… y el vómito se convierte en un aliento de fuego y llamas que no deja títere con cabeza. Dios, saca de mi cuerpo todo este veneno y rabia que escupo por la boca y proyéctalo en acabar con ellos ¡Mátalos a todos!
Y como un dragón exhausto, un hilo de humo agota tu capacidad de odiar y te miras. Estás desencajado. Has recibido una paliza psicológica y estás agotado. Échalo todo, no dejes nada dentro y… ¿Dónde voy mañana? Te preguntas sin saber muy bien qué responder. Y ahora, sientes un gran alivio. La responsabilidad sale de tu cuerpo inerte y deja una sensación placentera. Es la semilla buena. Guárdala.
Estás lleno de golpes de los que no se curan con “Reflex”. Son golpes profundos, al interior de tu razón, a la dignidad, al principio de tus valores, y aquí empieza tu castigo. El más duro, porque te lo vas a hacer tú. Y no hay mayor forma de infringir dolor que desde el profundo conocimiento de uno mismo y de tus puntos débiles. Vas a sufrir si sigues por ahí.
Personalmente creo que es necesario hacer un buen análisis de qué ha pasado y por qué hemos llegado a esta situación, pero no te obsesiones. Y es más, ni siquiera creo que debas hacerlo ahora, estás muy sesgado y dolorido. Déjalo para cuando puedas pensar.
Recibirás miles de llamadas, mensajes, muestras de cariño, condolencias, comprensión... gente que ya ha pasado por lo mismo e intenta tranquilizarte. No sabrás muy bien cómo se han enterado, da igual, en estos tiempos este tipo de noticias corren como la pólvora. Conserva en tu memoria todas las conversaciones positivas y de esperanza por si más adelante tienes que tirar de ellas. Todo este apoyo hará que sigas en la burbuja de "esto no me está pasando a mí" y será bueno para mantener tu autoestima alta.
Hoy no te quedes solo. Pide a alguien que te quiera que se quede a tu lado. No hacen faltan palabras. Me gusta la gente que con o sin motivos te buscan, que sin mirarte te quieren y sin ataduras se quedan. Hoy los necesitas.
Tómate algo si es menester y duerme.