ESCENA CUARTA

DICHOS, LA VIEJA, TONINO Y EL PRECEPTOR.

EL REY:

¿Qué gente es ésa?

EL PRÍNCIPE:

Es mi comitiva, señor.

EL REY:

Extraño acompañamiento de un príncipe.

TONINO:

Os escapasteis de la posada. Locos anduvimos hasta dar con vos.

EL PRÍNCIPE:

Vi el palacio de mi princesa, y emprendí solo el camino… Ya sabía yo que mi hada no tardaría en buscarme. He aquí el hada, princesa, que me trajo hasta aquí. Saluda a mi esposa, a mi princesa…

LA VIEJA:

¡Cómo! ¿Estáis casado?

TONINO:

No vi hacer matrimonio tan de prisa…

EL PRÍNCIPE:

Así leí que fueron siempre los casamientos de los príncipes.

LA VIEJA:

¡Pobre joven! ¿Y conocíais a vuestra novia?

EL PRÍNCIPE:

De toda mi vida. Es la hija menor de un rey: la que es siempre bella y virtuosa… Tú lo sabes bien, hada mía… Ya ves que todos los trabajos concluyeron. ¿A qué esperas para mostrarte en tu verdadera forma?

LA VIEJA:

¡Ay, ay! ¿A qué espero? A que tengas juicio. ¿Tú no sabes lo que se dice de estas hijas del Rey…? Tú no eres de estas tierras, y no las conoces… La menor es una tarasca.

EL PRÍNCIPE:

¿Aún quieres exponerme a otras pruebas?

LA VIEJA:

Hasta mis soledades llegó la fama de su falta de juicio y crianza. ¿Crees en mí?

EL PRÍNCIPE:

Siempre.

LA VIEJA:

Pues deja a mi cargo este asunto. ¡Ah, señoras princesas…! Al entrar aquí oímos lamentarse a vuestros criados… Tres lindos animales que eran vuestro recreo se habían escapado de sus jaulas…

HIJA 1:

¡Mi tití!

HIJA 2:

¡Mi cotorra!

HIJA 3:

¡Mi rata blanca!

LA VIEJA:

Los criados lloraban, porque temen ser castigados muy duramente…

HIJA 3:

Los haré matar. ¿Verdad, padre mío?

HIJA 1:

Bastará con despedirlos. ¿No es eso?

HIJA 2:

No. ¡Pobre gente…! Un animal no vale la pena de causar un dolor a nadie…

LA VIEJA:

¿Qué decís ahora?

EL PRÍNCIPE:

Mi princesa no tiene buen corazón…

LA VIEJA:

Esperad. Al entrar dejé caer unas monedas…, todo mi caudal… ¿Qué haré para recobrarlo?

HIJA 3:

Id a buscarlas.

HIJA 1:

Yo mandaré que las busquen los jardineros.

HIJA 2:

¿Dónde cayeron? Venid conmigo, y yo las buscaré.

LA VIEJA:

¿Qué os parece?

EL PRÍNCIPE:

No es mi princesa la que tiene mejor corazón.

LA VIEJA:

Esperad. El Príncipe trae tres regalos para las princesas. Una joya, un libro y una flor. Él no sabe cuál ofrecer a cada una… Elegid vosotras.

HIJA 3:

Yo, la joya.

HIJA 1:

Yo, el libro.

HIJA 2:

Yo, la flor.

LA VIEJA:

La que eligió la joya piensa en parecer bien a todos. La que eligió el libro piensa en parecerse bien a sí misma. La que eligió la flor, en que sus hermanas parezcan bien, porque piensa en los demás y no en sí misma… ¿Qué dices ahora?

EL PRÍNCIPE:

Que ésta es mi princesa, y tú el hada buena que me enseñó a vivir.

LA VIEJA:

Por vieja, y no por hada.

HIJA 3:

¿Consentiréis que así me desprecie? Debéis declarar la guerra al Rey su padre.

EL REY:

No. La cuarta paliza, no. Yo me alegro de que tu hermana sea la preferida. Os lleváis la mejor perla de mi corona.

HIJA 3:

Le sacaré los ojos.

EL REY:

Calla, basilisco. Yo no quería deciros nada; pero los cuentos… son cuentos…

EL PRECEPTOR:

Embustes, mentiras… No hay más verdad que la ciencia.

TONINO:

No hay más verdad que echarse a lo que salga.

EL PRECEPTOR:

Vuestros padres llegan.

EL PRÍNCIPE:

¡Qué alegría!

EL REY:

¡Oh! Mi excelente amigo…