ESCENA SEGUNDA
DICHOS Y LA BELLA.
LA BELLA:
Buenos días, señores…
TONINO:
Hermosa joven, ¿sabréis decirnos dónde estamos y adónde conducen estos dos caminos?
LA BELLA:
Éste diréis, que éste ni es camino ni conduce a parte alguna.
TONINO:
¿Qué os decía yo?
EL PRÍNCIPE:
Guarda, y no confíes.
LA BELLA:
¿Sois forasteros en estas tierras? Si necesitáis descanso y refrigerio, puedo ofreceros mi casa, mejor diré, la de mi marido, que está a poca distancia. Todas esas tierras que veis desde aquí son suyas, como todo el lugar vecino. Se tendrá por muy dichoso en recibir y agasajar a señores tan principales…
TONINO:
Somos felices…
EL PRÍNCIPE:
Tente. Que ese marido de que habla y esos lugares y esa casa deben de ser de algún ogro terrible.
TONINO:
No me parece que la mujer tenga nada de ogra… Es muy cortés y afable.
EL PRÍNCIPE:
Como todos los ogros.
LA BELLA:
Vaya, ¿queréis seguirme?
TONINO:
Vamos, andando. Que las provisiones se agotaron y yo tengo un hambre con el paseíto…
EL PRÍNCIPE:
No, yo no voy… Yo iré por este otro camino.
LA BELLA:
¡Estáis loco…! Si os sorprende la noche, os asaltarán los lobos o ladrones, y sólo hallaréis una miserable cabaña en que vive una vieja loca.
EL PRÍNCIPE:
¿Qué te dije? Alguna hada buena que se presenta en figura de vieja, como todas las buenas hadas. Éste, éste es mi camino.
TONINO:
Señor… No hagáis locuras… Señor preceptor, interponed vuestra autoridad.
EL PRECEPTOR:
Dejadme, dejadme leer… No es posible que las cartas estén equivocadas… Hasta saber de fijo en dónde estamos, no me moveré de aquí.
LA BELLA:
¿Pero estáis locos? Estos lugares están muy frecuentados por leñadores y cazadores furtivos, y hasta llegar a las tierras de mi marido no estáis seguros…
EL PRÍNCIPE:
¡Ah, mujer falsa! ¡Cómo adivino tus intenciones!
LA BELLA:
¿Qué dice?
TONINO:
No hagáis caso… Pero, señor preceptor, ved que el Príncipe quiere aventurarse solo por esos andurriales.
EL PRECEPTOR:
Tú no debes dejarle.
TONINO:
¡Ah! ¿Y vos?
EL PRECEPTOR:
Yo desconfío de todo. Tan malo me parece este camino como el otro. Yo aquí os espero, entregado a la lectura… El que primero llegue a poblado será servido de enviarme aviso de cómo se encuentra.
TONINO:
¡Pues sí que sois para sacar de apuros!
EL PRECEPTOR:
Este camino me parece muy malo y esta mujer no me inspira confianza alguna. Sus ofrecimientos, su insistencia en llevarnos a su casa, sin conocernos…
TONINO:
¡Lucidos estamos! El uno con sus libros de ciencia y el otro con sus cuentos, y yo muerto de hambre.
LA BELLA:
Vamos…, que pronto se hará de noche… y yo he de volver a mi casa… Sabed que mi marido es el más principal señor en veinte leguas a la redonda…, el más rico, el más poderoso. ¡Aunque me veáis vestida humildemente…!
EL PRÍNCIPE:
¡Oh! ¡Allí veo a la buena vieja, el hada benéfica…! No hay que dudar… Corro a su encuentro. No me sigáis… Iré yo solo.
TONINO:
¡Nada! ¡Y se marcha! ¡Gran cachaza la vuestra!
EL PRECEPTOR:
¡La tuya!
TONINO:
¿Qué cuenta daremos a Sus Majestades de nuestro Príncipe…?
EL PRECEPTOR:
¿Qué cuenta darás tú? Yo sólo estoy encargado de su educación.
TONINO:
¡Pues si os parece buena educación que tire por donde mejor le parezca…!
EL PRECEPTOR:
Ya volverá cuando el camino le parezca largo y trabajoso…
TONINO:
Sí; pero si antes le comen los lobos o le matan algunos bandoleros…
LA BELLA:
Fue una locura dejarle partir. ¡Señor! ¡Señor!
TONINO:
Sí, echadle un galgo… Pues yo no le sigo… Llevadme a vuestra casa, que me muero de hambre y de sed.
LA BELLA:
No os pesará.
TONINO:
Coma yo, y aunque vuestro marido sea un ogro y vos una ogra…
LA BELLA:
¿Qué locura decís?
TONINO:
Nada, nada. El hambre, que me hace desvariar… (Aparte). Si quieren comerme, me cebarán antes, para que esté más sabroso… ¿Os quedáis aquí?
EL PRECEPTOR:
Sí. Aquí espero noticias vuestras. Iré con el que haya encontrado mejor acomodo.
TONINO:
Pero ¿no tenéis hambre?
EL PRECEPTOR:
Yo no necesito más que alimento espiritual…
TONINO:
¡Buen provecho! Vamos andando.
LA BELLA:
Seguidme.
EL PRECEPTOR:
No es posible que la Real Academia de Ciencias se haya equivocado.
Mutación.