Pasquinada

Cuando fui a Pirangi, le conté la historia a Antonieta. Magnolia andaba por la calle del Barro muy requerida debido a su flamante desfloramiento.

Doña Julia la había maldecido, rogando que le cayesen encima todas las plagas del mundo:

—¡Dios te castigue, perra! Peste, que el hambre y la guerra te acompañen en el camino, yegua. Te vas a echar ahora abajo de los machos. No podías esperar a tu novio, estabas muy apurada… La lepra te llene el cuerpo.

Y ni una palabra sobre Osorio, que se restablecía en la plantación.

Sólo Antonieta tuvo una frase única, un comentario, una definición, que es la mejor pasquinada que yo oí en mi vida:

—Ese Osorio… es como resto de enema que el culo arroja.