20

 

 

Despierto y obviamente estoy atada con un lazo azul. ¿Qué les pasa a estos ángeles? ¿No se supone acaso que son buenos? ¿Que no andan por ahí atando e inyectándole a la gente? La sangre no parece haber dormido a mi conciencia que no para de regañarme a toda máquina: tú no eres “la gente” ¡eres un maldito demonio! ¡Ellos pueden hacer eso y mucho más contigo! ¿Cómo no lo viste venir? Es cierto. A veces me cuesta asumirlo. Claramente la flecha que me impactó estaba cargada con sangre de ángeles. Y recién ahora, después de vaya a saber uno cuanto tiempo, mis funciones vuelven a mí. Desde que me he convertido, me resulta más fácil recuperarme, aun así, no se cuánta sangre ha corrido por mis venas esta vez, ni cuánto tiempo hace que estoy aquí, pero siento todavía sus efectos. Vuelvo a mirar el lazo azul. Por alguna extraña razón siento que podré deshacerme de él en cuanto los efectos de la sangre se eliminen de mi sistema. Me pregunto quién está aquí conmigo, aunque lógicamente se que Lauren es uno de ellos. ¿Acaso Lauren me atacó y luego atacó a Matt? Bueno, el lo tiene bien merecido. Ojalá estén inyectándole sangre también. Quiero ver si él puede recuperarse de eso tan rápido como yo. ¡Al menos, sabrá lo que se siente el muy maldito! Parpadeo más de una vez hasta intentar descubrir dónde me encuentro. Esto de aparecer siempre en un lugar distinto está fastidiándome aunque esta vez es mucho mejor que la anterior, al menos la estúpida de Lauren me ha metido en la cama de una lujosa habitación. Podría quedarme a descansar un buen rato aquí, si no fuera claro, porque un maldito ángel quiere torturarme.

La puerta de la habitación se abre y por el umbral ingresa ella junto con… ¿Matt!? ¿Qué demonios? ¡Esa no la esperaba! ¿Qué hace él con Lauren? ¿Acaso ellos…? Miles de interrogantes me vienen a la mente. Luego recuerdo las palabras de Cero…“si Matt está manejando este tipo de magia, entonces él también tiene sus aliados. Algún fuerte hechicero o demonio está de su lado”. Oh No. No es a un demonio a quien tiene de su lado. Es Lauren. El está siendo ayudado por ella, por los poderes del cielo. Por eso es más poderoso de lo que debería. ¿Pero por qué? Lauren me odia, eso está claro y ama a Tácito. Sé que haría todo por recuperarlo, ¿pero esto? Aliarse con Matt para… ¿destruirme? ¿Con Matt? ¿Cómo puede arriesgarse tanto? ¿Y a cambio de qué? Hay algo que no logro encajar.

—Y bien bella durmiente —Matt se acerca y me deposita un asqueroso beso en la sien. Me sonrío pensando en cómo voy a castigarlo por todo lo que ha hecho—. ¿Ya estás lista para lo que viene? —su sonrisa me provoca nauseas.

—Soy consciente de mi belleza Matt, no necesitas decirlo todo el tiempo, intenta ser más original la próxima, quizá así logres llamar mi atención…al menos una vez —lo provoco y su sonrisa nauseabunda desaparece de su rostro—. Y con respecto a lo que viene. ¿Cómo puedo saberlo? No es mi fuerte lo de adivinar el porvenir, por lo que no puedo responderte si estoy lista para algo que no se. Deja ya de jugar al misterioso, no tienes nada. ¡No eres nada! —le grito.

Su rostro se endurece y se acerca a mí con total furia. Oh sí. Siento el golpe latir en su mano. Me sujeta del brazo y me sienta en la cama. Con la palma de su mano derecha totalmente abierta, me golpea haciéndome girar la cabeza hacia un lado mientras escucho la risa de Lauren que observa más alejada.

—No vuelvas a hablarle así a tu líder —masculla—. Y menos aún, a tu futuro dueño.

La risa sale desde mis adentros como si hubiese estada atada al látigo azul y hubiese sido liberada por su golpe. Creí que jamás iba a reír tanto en la vida.

—¿Mi dueño? No sé que es más gracioso. Si lo que dices o tu rostro de “en verdad creo que voy a serlo” —río más fuerte esta vez.

Se acerca nuevamente y me golpea con los nudillos haciéndome girar hacia el otro lado. Puedo soportar altas cantidades de dolor, pero ahora, con la sangre de algún ángel fluyendo en mi interior, estoy algo débil todavía y siento cada golpe.

—¿Cómo te atreves? —protesto no tan fuerte como hubiese querido mientras siento el ardor de mis mejillas—. Vas a pagar por cada uno de tus actos, imbécil.

Otro golpe. Este me tira a la cama dejándome de costado.

La sangre me hace ver tan patéticamente débil. Ellos han encontrado la forma de mantenerme frágil. Necesito una solución o siempre que lo quieran, me arrojarán un dardo con el veneno y me tendrán a su merced.

—Más. —le ordena Matt a Lauren.

Ella se acerca y vuelve a suministrarme otro tanto más de sangre. Mis ojos se vuelven pesados otra vez. He pasado por esto muchas veces en tan poco tiempo y reconozco cuando comienza a surtir efecto. Mi cuerpo se duerme. Otra vez, parto hacia el mundo del sueño, esperando recuperar mis sentidos antes de que puedan dañarme de forma permanente.

 

 

—Piensa en mí sirena. —susurra Tácito en mi sueño.

Lo hago, pero estoy tan enojada que no me causa el efecto de siempre.

—¡Ada! —otra vez su voz —¡Ya deja de bloquearme! —me ordena.

—¿Bloquearte?

—Si. Tú. Estás bloqueándome. Deja de estar enfadada, hablaremos de eso luego. ¿Dime dónde estás?

Sólo escucho su voz pero no puedo verlo, lo que hace que en mi estado, parezca más una alucinación.

—¿Enfadada? ¡No estoy enfadada! Estoy…—no puedo encontrar la palabra para definir esta tremenda sensación de ira y a la vez angustia que me provoca todo el asunto de que él sea un maldito ángel y yo un condenado demonio que jamás podrá tenerlo— desilusionada. —musito al fin.

—¡Ada! Hablaremos de eso luego, sólo dime dónde estás ¡estoy buscándote como un loco! —me grita.

—¡Bien! —no estoy segura de si está o no en mi mente pero a estas alturas no tengo muchas alternativas—. Estoy en una lujosa habitación, con Matt.

—¿Ada? —hasta en mi mente su voz suena como perturbada por la sola idea— deja de jugar conmigo, estoy buscándote…ya dime dónde estás.

¿Qué? ¿Él esta creyendo que lo estoy inventando?

—Lo siento, ángel —aun en sueños siento ganas de provocarlo—. Sé que deseabas que fuera en tu cama donde pasara esta noche, pero por alguna razón, estoy en una habitación con Matt.

—Adabel… —está furioso— Deja de jugar conmigo he dicho. ¡Esto es enserio! Por tercera vez, ¿dónde diablos estás? —repite cada palabra como deletreándola.

—¿Diablos? Muy oportuno. ¿Sabes que ángelll? —estiro la L para que resuene lo que es— esto también va en serio. Realmente estoy en un cuarto. Matt está aquí, con…Lauren. ¿Qué les sucede a ustedes? ¿No hay ángeles suficientemente buenos allá arriba?

—¿Lauren? —no puedo verlo pero sé que está apretando los dientes. Puedo apostar a ello. Hace un silencio procesando mis palabras—. Ellos están tramando algo ¿estás bien?

—No lo sé. Matt me ha golpeado varias veces y por culpa de la estúpida de tu ex que se la pasa inyectándome sangre de quien sabe que ángel, estoy tan débil que no puedo siquiera soltarme de este estúpido lazo azul —suspiro—. Creo que no. No estoy muy bien que digamos. Deberían reunirse allá arriba y evaluar estas prácticas.

—¿Sangre…?

—Si. Sé que soy un demonio pero creo que no es justo. Ella es un ángel. ¿Cómo puede estar haciendo uso de la sangre de sus…amigos?

—¡Ada ya deja de hablar! ¿Cuántas veces te han inyectado?

—No lo sé. Unas dos o tres veces creo. No estoy segura. Quizá cuatro.

Hace un silencio.

—Eso es mucho —suspira—. Intenta mantener la calma. No malgastes energías, la sangre corre en ti muy rápido y te debilitará aún más si te esfuerzas. Necesito más detalles del lugar. ¿Reconoces algo? ¿Algo que haya llamado tu atención?

—Mmm ¡Si! El techo…es negro completamente. Y tiene pequeñas lucecitas como…estrellas. No estoy segura de eso. Quizá estoy demasiado intoxicada.

Ya no responde, y creo que todo ha sido un sueño.

Todo esto está volviéndome loca. Matt, que no para de secuestrarme y amenazarme con que va a destronarme y ahora encima dice que será mi dueño. ¡Qué idea tan asquerosa! Lauren, que al parecer está tan desquiciada como él y ahora se le da también por secuestrarme. Aún no se que otras intenciones, además de quitarme del camino con Tácito tiene ella para aliarse con Matt pero aquí están los dos, inyectándome y lastimándome. Haré que paguen por esto. Y Tácito…—suspiro con sólo pensar en su nombre— Este maravilloso, seductor y dulce joven, del cual creo haberme enamorado perdidamente, resulta ser un ángel. ¡Un ángel! De todas las criaturas que existen en este y el resto de los mundos, él tiene que ser un ángel. Uno de mis enemigos naturales. Uno de los que luchará para salvar su reino tanto como yo lucharé por el mío. La idea de él y yo enfrentándonos hasta la muerte, casi me hace convulsionar. ¿Por qué? Esa pregunta que se ha instalado y no deja de perseguirme. ¿Cómo terminará todo esto? Mi cuerpo reposa pero mi mente está tan activa. Piensa en cada posibilidad, deseando que alguna de ellas, por más improbable que parezca, sea la que nos haga funcionar. ¿Por qué? Una y otra vez me lo pregunto, pero una y otra vez, no hallo la respuesta.

 

 

Reconozco este aroma. Esa fragancia exquisita que hace que pierda la cabeza. El perfume de Tácito. ¿Otra vez estoy soñando? No. Se siente demasiado real. Intento moverme pero mi cuerpo se niega a terminar con el descanso que experimenta. Estoy tan cómoda, respirando su perfume, saboreándolo. Suspiro y sé que se dibuja una gran sonrisa en mi rostro. Puedo sentirla.

Algo que parecen ser dedos me recorren la espalda. Entonces caigo en la cuenta de que duermo boca abajo. Otra vez mi sonrisa se instala disfrutando el momento. Luego, un suave beso. Oh si, definitivamente debo estar soñando. Suave y delicioso se posa sobre mi espalda, una y otra vez en distintos puntos, recorriendo mi piel. Me muevo lentamente saboreando las cosquillas que me genera tal contacto.

—¿Duele? —mi hermoso ángel pregunta.

—¿Qué cosa? —respondo con mi sonrisa acampando en mi boca.

No sé de qué me habla pero aun en sueños, tiene esa capacidad de exaltarme, de provocarme hasta que mi corazón se pregunte si quedarse o salirse de mi pecho.

—Los golpes… ¿te duelen sirena?

¿Golpes? ¿Qué golpes?

Abro los ojos y descubro que no estoy en un sueño esta vez. Lo primero que veo es la ventana del cuarto de Tácito y al voltearme él está ahí, acariciándome, con su mirada afligida, respirando sobre mi piel… ¡desnuda! ¿Por qué estoy desnuda? ¿En su cama? ¿Qué diablos sucedió aquí? Debo haber expresado todo eso en cada gesto. Rápidamente y casi de un salto me cubro con las sábanas y me incorporo en la cama para no estar tan…indefensa.

—¿Qué sucede? —continúa— de todas las opciones, el silencio no es algo que hubiese esperado de ti sirena. —veo como se mordisquea los labios y la chispa vuelve a encenderse entre nosotros.

—¿Por qué? —le pregunto mirándolo directo a los ojos y sé que sabe que me refiero al por qué de todo. Aun así, se limita a responder el por qué de mi estadía en su casa...en su cama.

—Fui por ti. Te dije que lo haría. —sus ojos se entristecen.

—¿Cómo supiste donde estaba? ¿Qué pasó luego?

—Tú me lo dijiste. Cuando dejaste de bloquearme —creí que se trataba de una alucinación, pero evidentemente él se había metido en mi mente—. Ellos te tenían sirena. —lo miro desaprobando su modo de llamarme. Lo capta— Ada —corrige—. Esa habitación…viví con Lauren allí un tiempo. Cuando la nombraste, la reconocí al instante.

—Oh. ¿Viviste con Lauren?

Otra nueva información. Nunca me lo había dicho.

—Nunca lo preguntaste. —responde a mi pensamiento.

¿Acaso está leyendo mi mente? Espero que no haya leído cada pensamiento sobre él. —la idea hace que me ruborice de inmediato.

—¿Estás metiéndote en mi cuerpo? Me siento... Invadida.

Además de molesta, desilusionada y frustrada por no poder tenerte.

—No. Sólo creo que te conozco lo suficiente para saber lo que piensas.

—¿Pero puedes hacerlo? —le inquiero y el arquea las cejas, ambas al mismo tiempo.

—¿Meterme en tu cuerpo? —sonríe y se muerde el labio—. Con tu permiso puedo hacerle muchas cosas.

Él realmente va a enfermarme. Todo el calor del infierno sube hasta mi cabeza y explota por cada uno de mis poros. Creo que estoy completamente roja y no precisamente de vergüenza.

—Puedo si, leer tu mente sir…Ada —continúa—. Pero no quiero. Y no voy a hacerlo a menos que tú me lo permitas.

—Bien. Sigue. ¿Cómo llego aquí?

—Ellos te han hecho daño —su mirada se entristece—. Te inyectaron demasiada sangre y cuando llegué, Matt aún estaba golpeándote.

Lo miro en silencio.

—Con el látigo —continúa— en tu espalda. —su mirada se llena de furia y está haciendo lo de las mandíbulas.

Lo siento. Aún siento el ardor de los golpes. Ese maldito…

—Puedo sentirlo…pero no lo recuerdo —frunzo el ceño intentando recordar algo—. Creo que he estado demasiado dormida.

—Él pudo matarte Ada —se acerca a mí, con su mirada fría pensando en esa posibilidad. Me estremezco ante tu cercanía. Estoy completamente desnuda, en su cama, cubierta solo por las sábanas, con su perfume y él acercándose peligrosamente, esto esta poniéndose difícil—. Te inyectaron más de lo que cualquier demo…cualquiera como tú, hubiese podido tolerar. Eres muy fuerte, afortunadamente.

Parece dolido, furioso y muy alegre de verme despierta.

Me levanto de la cama y me envuelvo más en las telas. Me sonrojo al ver como él me observa deambular por la habitación vistiendo solo sus sábanas de seda. Me acerco hasta el espejo y me volteo para verme la espalda. La boca casi me llega al suelo cuando veo marcas en forma de líneas que van y vienen por cada centímetro de mi piel, todavía en carne viva. No siento dolor, pero por alguna razón, las marcas no desaparecen. Mi boca permanece abierta en señal de asombro varios segundos. No puedo creer lo que veo. Matt me ha atacado y abusado de mí de una manera realmente cruel. Y eso es mucho decir viniendo de mí. Ese maldito…

—¿Cómo no he sanado aún? —me sorprende ver los rastros del ataque. Nunca antes he tenido cicatrices en mi cuerpo.

—El látigo…—es un arma demasiado fuerte, equivale casi a una espada celestial con la que enfrentamos a los de tu…clase —parece no poder asumir que yo soy un demonio, que él es un ángel, o ambas—. Con un arma como esa más la sangre…Ada si no me hubieses dicho dónde estabas…—no puede terminar las frases—. Lauren debió conseguirlo. Ella por alguna razón está enredada con Matt. Nada bueno le espera.

—¿Qué harán con ella?

No creí ser capaz de preocuparme por ella, pero finalmente lo hago. Al fin y al cabo ella no es más que una mujer despechada y dolida por la falta de amor. En cierto punto me siento de igual modo. Puedo comprenderla. Aun así deseo darle una lección.

—Ya no podrá volver —baja la mirada—. Ella está dominada por…la oscuridad.

Está desilusionado.

Dejo de mirarme la espalda castigada y decido que éste es quizá el mejor o más bien, el único momento donde podemos hablar con la verdad. Me aferro a las sábanas que me cubren y camino en silencio, recorriendo su cálida habitación. Un lugar donde imaginé pasar más tiempo del que realmente tuve con él.

—Debo hablar con Amanda. —musito.

—No debes. Ya lo he hecho yo. Apenas te traje aquí la llame para informarle que estás bien y aquí.

Me dejo caer frente a él, quedando sentada sosteniendo las sábanas y apoyo mi cabeza contra la pared. Frente a mí, mi ángel se sienta en la cama, a sabiendas del interrogatorio que se aproxima. Parece estar listo para decírmelo todo, y yo, también lo estoy. Necesitamos esto.

—Lo solucionaremos —murmura entre suspiros—. Debes confiar. —su mirada se posa en mis ojos desconfiados y sé que intenta hacer que le crea.

¿En verdad lo cree?

—¿Cómo? —le pregunto solo para saber su creativa respuesta.

—No lo sé —susurra con sinceridad y frustración—. Ada…todo esto...simplemente sucedió, no estaba en mis planes... Tú…—su voz se entrecorta con el avance del relato, sus rostro se tensa y sufre al oírse— tú apareciste en mi vida y me cambiaste. Yo…simplemente  no pude manejarlo. Aún no puedo.

—Pero… ¡eres un ángel! —le grito buscando que finalmente lo entienda y mis ojos desconcertados buscan respuestas explorando en los suyos— ¿Cómo pudiste siquiera acercarte a mí sin intentar lastimarme?

—Tú eres algo más que un demonio —me sacuden sus palabras y la forma en la que las pronuncia, con el dolor de la pérdida de lo que hubiese sido nuestra gran historia de amor—. Jamás podría lastimarte.

—¿Y qué crees que haremos? Sabes que tendremos que enfrentarnos. He sido creada para luchar contra tu mundo. He creado una alianza y me he convertido en un demonio más poderoso para ello.

—Lo sé. Ni los virtuosos pudieron contra ello.

—Los ángeles de las virtudes ¿dices?

—Si.

—¿Cómo trabajan exactamente?

—Son portadores de una virtud que contrarresta el mal de su protegido. Por ejemplo la virtud de la envidia es la caridad. Enviamos ángeles caritativos de todo tipo con Amanda cuando la elegiste. Intentaron por todos los medios que ella se conectara con alguno de ellos y no se convirtiera en un colaborador, pero fue totalmente en vano. Y así con el resto de tus aliados.

No puedo evitar dibujar una sonrisa de triunfo en mis labios.

—¿Qué tipo de ángel eres? Ahora sí quiero llegar al fondo de esto. Ya no puede ser peor.

—Ahora, un enviado. —dice con la voz apagada y como desilusionado de serlo mientras fija sus ojos en los míos.

Luego un silencio invade la habitación por un momento.

—Y… ¿a qué se dedican los enviados? —lo sé perfectamente pero necesito confirmación.

—A muchas cosas. Sobre todo, a proteger a los humanos de la oscuridad. A llevar adelante las misiones divinas.

Parpadeo reflexionando en eso último que dice. Creo que sí puede ponerse peor.

—¿Cuál es tu misión?

—Era. —musita.

—¿Cuál? ¡Dímelo! —le grito mientras me levanto imperiosamente del suelo evaluando su reacción.

Camina hacia mí y en un segundo se acerca lo suficiente como para que pueda sentir su perfume invadiendo mi espacio físico. Algo que a pesar de todo, no puedo dejar de saborear.

—Destruirte —me dice casi con vergüenza—. Esa siempre ha sido mi misión. Yo también estoy predestinado. También soy un elegido —se muerde las mandíbulas con fuerza haciendo que las sienes se muevan producto de la bronca que lo invade. Se acerca más y yo me paralizo completamente intentando procesar cada palabra pero no puedo…—me toma el rostro con ambas manos y me arroja esa mirada irresistible directo a los ojos. Esa mirada que tiene acceso directo a todas mis emociones—. No puedo —me dice sobre mi boca y estoy completamente muda, solo quiero besarlo—. Jamás podría lastimarte.

Apoya su frente sobre la mía y lanza un largo suspiro que deja ver algo de alivio tras haberme contado su verdad. Entonces la sangre se me hiela al recordar las palabras del Señor tenebroso: “Algún día, un ser tan poderoso como tu vendrá en cuerpo de hombre a buscarte... debes encontrarlo antes y destruirlo, pues es quien pone en riesgo nuestro reino”

¿Acaso él…? ¿Tácito está planeando algo más conmigo? ¿Es él quien va a destruirme y está intentando seducirme para luego llevarlo a cabo?

A toda velocidad, salgo de su trampa mortal mientras me mira con agonía

—¿Cuáles son tus verdaderos planes? No intentes que crea que te importo y que por eso no puedes destruirme. Hay algo más, dímelo. —le ordeno con ímpetu tras recordar esas frías palabras.

—Ya te lo he dicho —musita con desilusión—. Destruirte Ada. Todo este tiempo ésa ha sido mi misión. Una que no cumpliré aunque me cueste la vida.

¿La vida?, pienso.

—La vida —ratifica sacándome de mis pensamientos—. Porque no podré vivirla si tú no estás conmigo.

Mi piel se eriza en una milésima de segundo. Él está hablándome con el corazón en la mano, entregándomelo, confesando hasta la última gota de su agonía. Le creo. Sé quien es mas allá de lo qué es. Quizá esta sea la última vez que tendremos la oportunidad de hablar, de conocernos, de entender el punto de cada uno.

Finalmente, habiendo reflexionado un poco al menos en todas sus palabras, decido que es hora de relajarme e intentar averiguar más sobre nuestros muy diferentes mundos. Con el sentado ahora donde antes yo lo estaba, camino hacia la cama arrastrando las sabanas y me siento más relajada, para continuar nuestra conversación.

—¿Qué hay de ella? —le digo cada vez más curiosa.

—¿Lauren?

—Si.

—¿Qué quieres saber?

Me pauso tomando coraje

—¿La quisiste?

—No de la forma que ella esperaba. —me sonrojo al pensar que quizá quiso decir “no como a ti“.

Él nota que yo ya estoy más tranquila y me sonríe con dulzura.

—¿Y su extorsión?

—Lauren y yo hemos estado juntos mucho tiempo —¡Lo sabia!—. Ella descubrió que eras la elegida e intentó provocarte para que les muestres a todos que eras tú nuestro principal enemigo. Ella fue quien te hizo creer que Matt y Amanda estaban juntos en la fiesta. Creyó que tú sentías algo por él y acertadamente reaccionaste —me sonrojo al hablar de mi pequeño romance con Matt y él presiona los dientes molesto—, pero escapaste ese día y aunque corrió tras de ti, no pudo lograrlo. Poco después, también descubrió lo que sentía por ti y comenzó a chantajearme. Debía volver con ella o de lo contrario me acusaría ante los ángeles.

—¿Les temes? —entrecierra los ojos— ¿A tus ángeles? —elijo esta pregunta sobre la “¿que sientes por mi?”

—No tanto como a perderte Ada. Si ella hubiese abierto la boca en ese momento…hubiese sido demasiado fácil.

—¿En ese momento? —ninguna explicación me parece suficiente. Él llena todas mis lagunas. Todo lo que me he estado preguntando todo este tiempo, al fin halla sus respuestas.

—Eras muy débil entonces. Ahora...has cambiado. —otra vez la desilusión en su voz.

—No lo sé... Quiero decir, sé que he cambiado, pero aún me siento tan…humana. —suspiro y él se sonríe ante mi respuesta pero no aporta nada más.

—¿Qué tipo de ángel eras antes?

—Un virtuoso.

—¿En verdad? ¿De qué virtud?

—Todas. —susurra.

—¿Alguien te dio demasiado trabajo?

Me mira en silencio y parpadea lentamente.

—No pudiste lograrlo ¿verdad? —le pregunto.

—No —responde frustrado—. Pero todo es por algo.

Lo miro ceñuda. ¿Por qué siento que estoy involucrada en eso?

—¿Qué tengo que ver con eso?

—Todo —suspira—. Fui tu virtuoso. Durante tus siete vidas. —confiesa.

¿Siete vidas? ¿Conozco a Tácito hace siete vidas? ¿Por qué nunca dejaré de informarme sobre mi misma?

—¿Qué? —es todo lo que puedo decir.

—Si. Tú eres la elegida, porque viviste siete vidas continuas de pecado. En cada una de esas vidas, fuiste gobernada por un mal distinto. Uno cada vez. Tu última fue la peor. Cegada por la envidia cometiste el peor de los crímenes. Mataste. Y con eso, cumpliste tu propio sacrificio —eso explica por qué Amanda es mi aliada más cercana. Ella representa a la envidia y su sacrificio ha sido el más grave porque será un demonio de muerte. El único de mi alianza y el más fuerte. La parte más demoniaca de mi misma—. Intenté rescatarte, pero no pude. Lo siento. —me dice afligido.

Como si de haberlo hecho hubiese cambiado algo. Él seguiría siendo un ángel y en todo caso, yo una simple humana. Estaríamos igual que ahora, solo que jamás lo hubiese conocido.

—¿Y apareciste en cada una de mis vidas para intentar revertir el mal en mi?

—Si.

—Pero no pudiste. ¿Por qué entonces eres tú el elegido de los ángeles?

—Porque…consideraron que yo te conocía lo suficiente. Que podría rastrearte y destruirte rápidamente. Y es verdad. Sé todo sobre ti —me recuerda cuando me lo dijo en la fiesta—. Pero cuando volví a verte…No pude, Sirena.

Reanuda sus intentos de acercarse. Llega a mí e instintivamente y casi en un intento de auto preservación, huyo de su proximidad. Puedo ver como se sonríe ante mi nerviosa reacción. Camino y vuelvo a posarme frente al espejo para examinarme. Las cicatrices parecen haberse instalado. El látigo azul debe ser realmente poderoso.

—Sanarás. —su voz me acaricia el cuello y de pronto compartimos el reflejo del espejo.

Corre mi cabello hacia un lado y deposita un suave beso en mi espalda. Mi cuerpo vibra desde mi interior. Cada molécula de mi ser se convulsiona. Sus manos masajean mi cuello y desliza la sábana con la que me cubro. Sus masajes son tan irresistibles. Todo su contacto, tan esperado. Me giro para verlo. Esta vez sus ojos arden de deseo, puedo ver a través de ellos y sé que él ve a través de los míos. Ambos queremos lo mismo. Él a mí y yo a él.

—Te deseo —su respiración se agita pero su voz mantiene esa mezcla de dulzura y determinación que lo caracteriza—. Eres mi mundo, aquí, ahora. Tú, y yo…nuestro mundo.

¡Si! Eso es lo que necesitamos, un nuevo mundo. Uno donde él y yo podamos amarnos y ser felices juntos.

—Leo…yo…—él respira tan cerca que mi corazón está a punto de salirse por sí mismo de mi pecho y caer en sus manos—. Esto no está bien. —musito.

Pero antes de que pueda seguir pensándolo, me aprieta contra su pecho y me planta un beso para callarme. Cedo. Al fin él y yo, juntos. Lo necesito junto a mí. Lo deseo. Olvido lo que somos y el lugar que tenemos que ocupar. Ya tendremos tiempo para evaluar todo aquello. Pero ahora, sencillamente deseo pertenecerle, y que él me pertenezca. Nos besamos interminablemente. Nuestras bocas parecen haber sido diseñadas la una para la otra. Tácito acaricia cada centímetro de mi piel, aún escondida entre las sábanas. Luego, me toma del cuello con ambas manos, me mira a los ojos…esos ojos…y con una leve pero divertida sonrisa, recorre con sus manos, toda mi espalda haciendo que todo el vello de mi cuerpo se erice a su paso.

—Leo…yo…nunca hice… esto —le digo con nerviosismo—. Nunca he estado con nadie.

No sé que habré hecho en mis anteriores vidas, pero en esta, nadie me ha tocado. Nunca.

Me mira incrédulo. Frunce el ceño como preguntándose a sí mismo el por qué de mi confesión.

—Nunca. —repite mientras continúa observándome con asombro.

—No... —digo sonrojándome por lo tonta que seguramente estoy viéndome en este momento—. ¿Y… tú lo has hecho alguna vez? —sonríe ante mi estúpida pregunta. Es obvio que sí lo ha hecho pero estoy demasiado nerviosa para pensar con claridad.

—Nunca. —me susurra mirándome la boca.

¿Qué?

—¿Nunca has tenido sexo? —arqueo ambas cejas con incredulidad manifiesta. Aunque no sé cómo se manejan en su mundo. Quizá ellos no puedan hacerlo. ¿No lo tienen permitido?

—No he dicho eso sirena —está sonriendo como nunca antes. Como no entiendo nada me limito a poner un gesto que le demuestre que así es y me quedo en silencio—. Nunca hice el amor. —le susurra a mi oído.

Me estremezco. Mi cuerpo erupciona en mi interior. Me acomoda el pelo tras las orejas para despejar mi rostro al tiempo que aprieta con fuerza las mandíbulas. Sus ojos están fijos en los míos y otra vez las llamas se adueñan de mi cuerpo. Con la caricia de sus manos, deja caer las sábanas que me vestían, liberando mi cuerpo desnudo ante su mirada ardiente. Mi corazón no para de latir con fuerza y el calor del deseo inunda todo mi interior. Él no deja de observarme mordisqueándose los labios…esos labios…y con un ágil movimiento se quita la remera negra dejando su hermoso pecho al aire libre. Observo su contorneado cuerpo por un momento. Su pecho se contrae y se levanta producto de su profunda respiración y siento cómo su corazón late al mismo ritmo que el mío. Está nervioso. Como yo.

—Eres tan bella Ada…—suspira haciendo un escaneo total de mi cuerpo.

Me acerco más y como si de pronto la experiencia hubiese venido a mí para ofrecerme su ayuda, comienzo a desabrochar los botones de su pantalón. Estoy nerviosa, inquieta, expectante, pero aún así todo fluye con total naturalidad entre nosotros. Las prendas caen al suelo y Tácito me toma de la cintura y comienza a besarme apasionadamente. Me alza en sus brazos y yo me aferro a él con la fuerza de mis piernas, como si mi vida dependiera de ello e iniciamos el corto pero intrigante viaje hacia la cama sin dejar de besarnos. Cae sobre mí en la cama y ambos reímos disfrutando del momento. Suspira y me observa con seriedad como si se dijese algo a sí mismo.

—¿Estas bien? —me susurra.

— Mejor que nunca. —respondo con una sonrisa sincera.

—Mejor que nunca. —repite murmurando y me besa lentamente cada rasgo, con dulzura y deseo al mismo tiempo.

Recorre mi cuello a los besos y desciende por todo mi cuerpo acariciándome y haciéndome consciente de todas las sensaciones placenteras que desconocía hasta el momento. Luego de recorrer cada centímetro de mi piel, me sujeta la cabeza con ambas manos y se detiene a mirarme. Nos contemplamos fijamente, expresando hasta la última emoción. Y justo en ese instante de completo entendimiento, me hace suya. Y lo hago mío. Y ahí estamos, amándonos, al fin, usando nuestros cuerpos para demostrárnoslo todo, para sentirnos. Y en este momento, puedo decir con total seguridad que soy completamente feliz.

 

 

—¿Estás bien?

Tácito espera con ojos curiosos mi respuesta recostado. Está apoyando su cabeza sobre una de sus manos a mi lado en su cama. No puedo creer que me lo pregunte. Todo ha sido perfecto. No esperaba que suceda de esta forma. Había fantaseado mil veces con nuestro primer encuentro, pero ha superado cada una de mis ideas. Las imágenes de nuestro mágico momento íntimo me vienen a la mente y me pierdo en ellas. Tácito me ha hecho suya y no solo de un modo físico. Lo soy entera. En cuerpo y alma. Le pertenezco.

—¿No estoy sonriendo lo suficiente?

¿No ve lo completamente feliz que me encuentro?

—Mmm no lo creo. Muéstrame tus dientes —larga una risita que me inspira a reír mostrando todos los dientes de mi boca—. Eso está mejor. —susurra sin apartar la vista de mí.

El silencio nos abriga por un momento y sé que él está a punto de iniciar un interrogatorio.

—¿Qué? —digo esperando que me arroje sus pensamientos.

—Nunca —repite— muerde sus hermosos labios intentando disimular una sonrisa. Parece que hay pequeños detalles de mi nueva vida que desconoce y confirmar que en verdad nunca he estado con nadie, lo ha alegrado demasiado. Me volteo levemente y apoyo el peso de mi cuerpo en mis brazos. Niego con la cabeza—. ¿Qué sucedió con Matt? Creí que había algo entre ustedes.

Tomo la almohada y le doy un golpe con ella.

—Esos… no son temas sobre los que debes indagar a una mujer. Y ya te he dicho que… lo mío con Matt…—hago una mueca al recordar que alguna vez tuvimos algo—. fue un simple coqueteo sin siquiera llegar a un beso. Algo…de lo que tampoco deberíamos estar hablando ahora. —me sonrojo al caer en la cuenta de que estoy en su cama, hablando de otro hombre.

—¿Un beso eh? ¿Deseabas que Matt te besara? —su sonrisa desaparece de su rostro y ahora está algo…celoso.

—No lo sé. No lo recuerdo bien —miento y me muerdo los labios. Recuerdo perfectamente que sí, alguna vez había soñado con eso. Y hasta creí que él me había besado en la fiesta de disfraces, algo que se encargó de negarme rotundamente después. ¡Ese sí que fue un beso!—. No fue importante. —intento restarle importancia.

—¿Lo vi besarte en la escuela, recuerdas? —se acerca para observar más de cerca mi reacción. Lo recuerdo. Fue el día que los celos por Lauren casi me destrozan el estómago. Pero eso si que no significó nada en absoluto.

—Si, no fue nada —no quiero admitir que lo había hecho a propósito—. Matt y yo no hemos tenido nada. Sólo fue una idea mía…—¡mi bocota!

—¿Una idea? —su ceño se frunce y ahora sí que está estudiándome para detectar mentiras. Debo salir de esto ahora. ¿Por qué no pude callarme?

—Bien. Voy a explicártelo —carraspeo—. Solo una idea. Creí que él me había besado en la fiesta de disfraces que armé para mi cumpleaños. Pero…—me observa con una sonrisita dibujada disfrutando de cómo yo le narro los acontecimiento— no lo hizo. Él mismo me lo confesó luego.

Se queda en silencio un momento.

—Intentas decir que alguien anduvo por ahí besándote así sin mas ¿y tú ni siquiera sabias quién fue? —vuelve a fruncir el ceño y me divierte que le afecte tanto.

—Supongo. —digo libremente.

Tácito y yo no estábamos juntos entonces así que no tiene por que importarle lo que yo haya estado haciendo en mi fiesta.

—¿Si? —su expresión se ablanda y se está divirtiendo mucho también.

—¡Si! —exclamo—. Alguien me besó y jamás supe quien era. ¿Y sabes qué? —su sonrisa se expande y toca su labio con la lengua mientras me escucha—. ¡Me encantó!

Estalla en risas e inclina la cabeza hacia atrás para liberar la carcajada que ha estado conteniendo.

—¿Sabes qué? —me acaricia la espalda hasta la cintura—. Te veías increíblemente sexy vestida de ángel.

¿Cómo lo sabe? ¿Ha estado en la fiesta? Recuerdo sentir enemigos cerca ese día.

—Estabas allí. Si. Pude sentirte. —concluyo.

—También yo señorita “quiero mi beso” —me paralizo tras sus palabras.

¿Acaso él...? ¿Él fue quien me beso? Él fue quien me besó, me respondo. Recuerdo pensar para mí misma esa frase, dicha como una plegaria hacia el deseo de ser besada por Matt.

—Tú…—ya no puedo decir más nada.

—Si. Yo… no pude resistirme, lo siento. —suspira fuertemente y encoge los hombros graciosamente.

Sus ojos se llenan de deseo al recordar ese día y los míos de vergüenza al descubrir que ha sido él, aunque debo admitir que estoy encantada.

—Ahora que lo dices…recuerdo que lo más sorprendente fue la energía entre nosotros, fue como si nos conociéramos. Justo como...ahora. Lo sentí. Sentí lo que había entre ambos en ese beso… ¿Cómo te atreviste? —le arrojo la almohada nuevamente.

—Ya te lo he dicho. No pude resistirme. Te vi de pie sobre la escalera, tan hermosa y me deje llevar. Solo…sucedió Ada, nunca pensé que podría hacer algo así —reflexiona sobre ello en silencio un segundo—. Me transformas. Haces que haga cosas…que no corresponden —se acerca y se coloca encima de mí nuevamente. Me quedo en silencio, contemplándolo, disfrutando de estar bajo ese cuerpo mientras él me acaricia dulcemente y nuestras respiraciones se mezclan.

Nuestras bocas vuelven a fundirse en un beso más apasionado aún que todos los anteriores, incluyendo el de la fiesta, y otra vez nos entregamos al placer de nuestros cuerpos. Esa sensación que jamás creí que sería tan intensa y que ahora deseo tenerla con él tantas veces como sea posible. Puedo pasarme el resto del día metida en su cama, aunque pensándolo bien, podría pasarme la vida entera aquí. Luego de haber llegado a la gloria otra vez, me acurruco contra su pecho y me entrego al sueño, ésta vez, con la sonrisa instalada en mi satisfecho rostro.