18

 

 

Parece ser que Cero no necesita muebles para su casa. Todo el interior está vacío y oscuro. Señala con su dedo el hogar a leña y lo enciende en un segundo, trayendo algo de luz y calor al lugar. Luego, con otro movimiento, hace que aparezcan dos cómodos sillones, en los que ambos nos acomodamos para nuestra conversación.

—Estamos alertas Ada, solo hazme saber si algo sucede. —me dice Mike en mi mente.

—Lo haré.

Cero se percata de mi conversación con Mike.

—¿Por qué tanta desconfianza, mi bella princesa? —me pregunta con su grave y escalofriante voz—. ¿Por qué supones que voy a dañarte?

—Ayudaste a Matt a secuestrarme —lo acuso—. Eso hace que suponga varias cosas.

—Mi bella princesa, he trabajado con tu padre durante tanto tiempo… Pertenezco al mismo lugar que tú, estoy de tu lado.

—¿Mi padre? —le pregunto desconcertada levantando una ceja—. Creí que lo único que te unía a él era el pacto de concebirme.

Enciende una pipa y comienza a fumar, largando humo por ella al tiempo que yo recuerdo aquella vieja escena en donde Cero le dice a mi padre que pueden concebirme con su ayuda… Mis padres no podían tener hijos. No hubiesen podido jamás porque mi madre tenía un problema en su organismo que se lo impedía. La noticia devastó a mi madre y la llevó a la locura y al borde del suicidio. Es entonces cuando mi desesperado padre (influenciado por quién sabe qué demonio), se reúne con Cero y hacen un pacto de obediencia. Cero los ayuda a concebirme, y mis padres deben contribuir a mi formación para la batalla, y entregarme a los demonios en cuanto le sea solicitado. Pero ellos se enamoran de mí e intentan sacarme de mi destino como sea. Elena me lo ha mostrado cientos de veces e incluso, me ha explicado como Zafiel, un blanco muy poderoso, interviene para ayudarlos a mantenerme alejada. Cuando éste último es interceptado por los demonios, el hechizo se deshace y me libera de once años de influencia humana. Es ahí cuando sucede lo del joven frente a mi ventana y al fin mis padres entienden que deben llevarme con Elena.

—No es de Ben, de quien estoy hablando. —me quita de mi ensimismamiento consciente de lo que ven mis ojos.

Su declaración hace que mi piel se erice de abajo hacia arriba y vuelva a hacerlo.

—¿Mi padre es…? —le pregunto interrumpiendo la frase al darme cuenta de cómo va a acabar la historia.

El Señor tenebroso es mi padre.

—Así es —responde con tremenda naturalidad—. El Señor de las tinieblas, el Amo de todos los demonios y del infierno, ése, es tu verdadero padre. Llevas su sangre Adabel. Y no solo eso, también él te ha elegido para derrotar a los ejércitos blancos.

Cero está echándome una verdad en la cara. Una verdad que no hace más que intimarme a ocupar mi lugar. Una verdad que me deja en claro quién soy y hacia donde debo ir. Yo no soy una simple elegida, un simple peón de una guerra ajena, soy una verdadera princesa. Y por más escalofriante que eso parezca ahora, en el fondo, en lo más profundo de mí ser, lo sabía. Y sobre mis espaldas, la gran responsabilidad del triunfo pesa tanto ahora, que duele.

Ya está hecho. Mi verdadera identidad se ha incrustado en mí a la fuerza y no necesito dedicarle más tiempo al tema. Quizá porque cada vez que lo pienso, se me tensan cada uno de los músculos. Soy una princesa pero no quiero serlo, ésa es la verdad y por eso la revelación me ha hecho fruncir el ceño en lugar de plantarme una sonrisa triunfal. Comienzo a caminar de un lado al otro, y suspiro juntando fuerzas para desviar la conversación.

—Si no ayudaste a Matt ¿Por qué él me mantuvo oculta en tus tierras? Me resulta algo extraño que no supieras de mi...visita —continúo mientras observo como sonríe y sigue echando humo por la pipa.

—Sabía que vendrías. Él me lo dijo. Pero me engañó. Matt dijo que nos entregaría unos ángeles que mantenía bajo su poder si a cambio, yo le permitía ocultarte unos días. Argumentó que ángeles de alto rango los perseguían. Sólo intentaba protegerte —se excusa—. Luego de unos días de no saber nada de ti, decidí ir para asegurarme que todo estuviese bien. Él y yo tuvimos una ligera conversación pero no pude ver nada extraño. Sabía que Matt estaba ocultando algo, por lo que creé un hechizo para visualizarlo. Fue así que descubrí que te mantenía cautiva inyectándote sangre de ángeles, dejándote totalmente débil e indefensa. Volví en tu búsqueda, pero para cuando llegué al lugar, tanto Matt como tú habían desaparecido.

—Los ángeles nos alcanzaron —expreso—. Matt y yo nos escapamos en distintas direcciones.

—Lo sé. Envié a un viejo amigo a buscarte. Él estará siempre a tu servicio para cuando lo necesites.

—¿Un viejo amigo?

—El ave negra que te llevó a casa. Él será tu amigo. Sabrá cuando necesitarás de él y estará a tu servicio.

Cero está empezando a gustarme. Me relajo en el sillón junto al hogar encendido.

—Matt me quiere fuera —prosigo— ¿Por qué?

—Él quiere ser quien lidere la misión. Cree que tú no serás capaz de lograrlo.

—No puede. No ha sido elegido.

—Lo será si se deshace de ti. Por suerte pudiste escapar. Iba a intentar convencer a los demonios de que lo mejor será que él sea quien guíe a los ejércitos oscuros, una vez que tú hayas desaparecido. Seguirá insistiendo Adabel, debes ser cuidadosa. Hay mucho en juego princesa, de ahora en más, no puedes equivocarte demasiado. Tus aliados son fuertes y fieles, sabes elegir. Ellos sabrán ayudarte.

—Lo sé —respondo entre suspiros—. Matt me tiene en sus manos. Tiene a Elena y Alex atrapados en algún tipo de hechizo y sé que intentará extorsionarme. Uno de mis muchachos tuvo la visión. Ilusioné a Alex una vez para salir de un entrenamiento y ellos están atrapados de alguna forma en esa creación. Por eso estamos aquí. Necesito encontrarlos. Necesito tu ayuda.

—Te ayudaré —me dice con seguridad—. Pero ten en cuenta que si Matt está manejando este tipo de magia, entonces él también tiene sus aliados. Algún fuerte hechicero o demonio está de su lado. Deberás ser cautelosa. Voy a ayudarte a entrar en la ilusión, pero es todo cuanto puedo hacer por ti, tendrás poco tiempo para encontrarlos y salir de ahí. No puedo asegurarte que todo salga bien, deben estar custodiados. Tampoco puedes ir acompañada. Serás tú contra todo lo que te enfrente. ¿Podrás hacerlo?

—Lo haré. —digo sin titubeos.

Debo hacerlo. No hay opción.

—Dile a tu aliado, el que tuvo la visión, que visualice nuevamente ese lugar, con la mayor cantidad de detalles que recuerde.

Asiento.

—¿David? —hablo en su mente—. Necesito que te concentres en la visión del lugar donde Matt tiene a Elena y Alex. Recuerda todo lo que puedas del lugar, cada detalle, es importante…

—Hecho. —me responde obedientemente.

—Concéntrate en ver lo mismo que tu aliado —me indica—, y escúchame en tu mente. A la cuenta de tres, estarás allí. Para volver, busca el portal. Seguramente estará custodiado para que nadie entre y salga. Alex sabrá con seguridad donde está. Suerte, mi princesa.

Tal como Cero ha indicado, comienzo a ver las mismas imágenes que David busca en sus recuerdos. El paisaje con la cascada y Elena parada al borde de caer sobre ella, no tarda en llegar a mi mente. A la cuenta de tres, aparezco en la ilusión. Ahora debo estar alerta. No sé con quién podré encontrarme. Desde la distancia y tratando de mantenerme oculta tras una roca, intento hacer contacto con la mente de Elena. Puedo verla de pie sobre la cima de la montaña.

 

 

—¡Elena! ¿Puedes oírme?

Insisto una considerable cantidad de veces hasta que por fin desisto. Ella no me oye.

En mi ilusión, daba la orden a Elena para que se arrojara y en ese momento Alex la salvaba. ¿Pero qué sucederá si ahora lo hace y él no puede acudir en su ayuda? No puedo arriesgarme. Debo encontrar otra forma. Elena se mantiene inmóvil, con el rabioso río bajo ella.

Esta vez, intento comunicarme con Alex.

—¿Alex? ¿Dónde estás? No puedo verte.

—¿Ada? ¡Si! Estoy amarrado en una cueva. Ten cuidado, dos de ellos dejaron de custodiarme, deben haber sentido tu presencia. ¡No sé cuantos más hay!

Está bien, aquí vamos…

—Puedo verlos —respondo mientras los observo vigilar la zona— ¿Cómo llego a ti? Estoy tras una roca y desde aquí puedo ver a Elena sobre la montaña como a unos diez metros.

—Deberás rodear la montaña. Estoy del otro lado cruzando el río. Mira con atención, la entrada a la cueva se oculta tras la roca rojiza.

Con esa información, deprisa ubico el lugar que Alex me ha dicho. Solo debo llegar hasta sin ser descubierta. Los demonios van y vienen recorriendo el lugar. Miro por última vez a Elena antes de dar el primer paso. Ella está completamente paralizada. Parece estar a la espera de alguna orden que le diga que hacer. Se acercan. Debo pensar en algo rápido. Recuerdo a Alex explicándome el poder de ilusionar. Insistiendo para que dominara la técnica y así poder resolver alguna situación como esta. Con ello dando vueltas en mi cabeza, decido intentar algo.

Rápidamente creo un doble de Matt. Mi atracción hacia él, ya desaparecida, me ha dejado una enorme cantidad de detalles sobre su cuerpo. Lo replico exactamente igual al verdadero y hago que se acerque a sus demonios y les ordene custodiar al otro lado del bosque, donde simulo que existe peligro. Fácilmente, ellos obedecen y despejan el camino. Aprovecho que la zona está liberada, al menos por el momento y corro a gran velocidad hacia la cueva donde se encuentra Alex. Él está sentado con sus manos completamente amarradas con un lazo de fuego, que no ha podido desatar ni con su más poderoso hechizo.

—¡Ada! ¡Qué gusto verte! Desátame, debemos ir por Elena ahora mismo y largarnos de aquí antes de que nos descubran.

No sé como desatar un lazo de fuego pero voy a intentarlo. Sólo con poner una de mis manos sobre él, deja de arder, liberando a Alex de sus ataduras.

—Impresionante —me dice ceñudo— ¡Vámonos!

Corremos lo más rápido que podemos en busca de Elena. En la cima de la montaña, Elena se mantiene petrificada. Paso la vista sobre ella y la derivo hacia más abajo donde, cruzando el río, Matt nos espera ansioso. Es él quien domina la mente de Elena y ahora, la obliga a saltar.

No hace falta que le diga a Alex que vaya por ella. Lo hace instintivamente. Elena cae al río desde las alturas y mientras Alex acude en su ayuda, decido ir por la basura de Matt.

Cruzo el río de un salto, algo que no sabía que podía hacer y que de haberlo sabido, me hubiese ahorrado el camino hacia Alex. En fin, cruzo el río y me detengo frente a Matt a quien deseo darle la paliza de su existencia. Él dibuja una sonrisa en su rostro y mi furia aumenta a gran velocidad con cada gesto suyo. Los demonios se acercan a la escena y todos estamos listos para dar pelea.

—¡Ada! —me grita Alex en mi mente—¡encontré el portal! ¡Mírame!

Busco con la mirada a una velocidad increíble hasta que puedo ver a Alex junto a Elena y a su lado, sobre el costado de la gran montaña, un espiral rojo que parece ser la salida.

—¡Apresúrate! —exclama—. Son más poderosos que nosotros aquí. No intentes luchar contra ellos.

Nunca le hago caso a Alex. Pero he estado extrañándolo, así que esta vez, decido dejar la pelea para otro momento. Sé que eso le dolerá tanto o más a Matt como si lo hubiese golpeado. Él quiere pelear, y yo también, pero no hoy. Con un salto que parece llevarme a la luna, salgo de ahí, dejando a Matt y a sus demonios desconcertados con la actitud de retirada. Bajo con comodidad al piso y al ver hacia atrás, veo como ellos comienzan a perseguirme. Soy mucho más rápida y en pocos segundos, ya estoy en el portal junto a Elena y Alex. Los tres lo cruzamos y mágicamente salimos de la ilusión. Reaparecimos frente a los ojos de Cero, quien nos observa con admiración y saluda con su cabeza sin decir palabra.

—Gracias. —le digo sonriendo.

Otra vez acepta con un gesto y habiendo cumplido su cometido, desaparece.

—¿Ada? Has cambiado —Elena está sonriendo y de a poco vuelve a ser la misma—. ¡Lo lograste! ¡Completaste la alianza!

—No fue tan sencillo, pero sí —respondo con orgullo—. Ellos están afuera esperándonos. Debes conocerlos.

Los observo un momento. En verdad los he extrañado muchísimo.

—Los he extrañado. —admito.

—También nosotros hermosa. —Elena me da un buen apretón como nunca antes.

—Volvamos a casa —dice Alex—. Gracias. —me regala una sonrisa.

Todos nos reincorporamos y caminamos hacia la salida. Los siete demonios esperan ansiosos mi regreso, pero no imaginan que lo haré junto a Elena y Alex. Cuando dejamos la cabaña, lo primero que veo es la cara de Amanda absolutamente atónita y al resto igual de sorprendidos pero alegres con su regreso.

—Alex, esto te pertenece —le entrego su colgante. Él lo toma y lo contempla por un momento—. Casi matas a David con él —continúo—. ¿Por qué el collar le hizo daño?

—Ada —responde pausadamente. Este collar, es a ti a quien pertenece. Mi misión siempre ha sido mantenerlo oculto, mientras su poder se incrementaba. Él hará que todos tus sentimientos de debilidad sean absorbidos logrando hacerte más fuerte. Sólo tú puedes llevarlo. Dañará a cualquier otro ser que lo posea, absorbiendo sus poderes. Tiene la fecha de tu próximo cumpleaños. Según la profecía, ese día comenzará la batalla final, y el collar se activará para hacerte más poderosa. Ven, voy a ponértelo. No te hará más fuerte ahora, pero tampoco te dañara. —coloca el collar  en mi cuello.

—¿Por qué no le hizo daño a Matt? Él lo llevaba en su cuello cuando lo encontré.

—Qué extraño —responde aturdido—. Sólo un ser de grandes dones podría contrarrestar su poder. Debería haberle producido el mismo efecto que a David, pero si no lo hizo es porque alguien está protegiéndolo. Y es alguien muy poderoso.

—Ya averiguaremos quién es. Debemos volver a Perliana —todos asienten—. Salgamos de aquí. —me enrosco en los brazos de Elena y Alex, aunque sé que es un gesto de debilidad humana según ella, pero ahora mismo me importa una mierda, los he extrañado y quiero sentirlos cerca y caminamos juntos los tres, al fin reunidos en compañía de los siete aliados.

Largas horas de viaje nos esperan, pero ahora que he recuperado a dos miembros importantes de esta manada, sé que podré dormir la mayor parte del tiempo. Hemos estado en Vilumar casi todo el día y ahora debemos manejar hasta Perliana por horas. Ingreso al auto de Mike nuevamente junto con Amanda y David esta vez. Parece que Mike no está listo para estar solo con Amanda.

—Ada. Debo decirte algo —me informa David—, he visto algo que no logro entender, pero de seguro no es algo bueno.

Oh no, no más por hoy por favor.

—Dime que has visto. —le digo muy a mi pesar.

—No estoy seguro. Te he visto rodeada de ángeles. Como si hubieses caído en una emboscada y ellos te atraparan. Sólo es eso. No logro distinguir nada más, pero creí que debías saberlo para estar alerta. Los veo hablando… No hay lucha… es muy extraño.

—Está bien, estaré atenta David. Gracias.

—Bien. Intentaré averiguar algo más. Mis visiones aún no tienen los resultados deseados. Apenas son flashes en mi mente. Muchos de ellos parecen no tener sentido alguno.

—Lo tiene David —respondo con seguridad—. Todo lo que veas sucederá en algún momento, no lo dudes. Con el tiempo perfeccionarás el don. Ha sido muy útil hasta ahora y será más beneficioso todavía.

Él afirma con su cabeza y dejamos de hablar un buen rato.

—¡Toma nena! —Amanda me alcanza un teléfono nuevo—. Supuse que habías perdido el tuyo. Ya cargué todos tus contactos a él, en especial uno. —sonríe maliciosamente.

Considerando lo largo que será el viaje y lo mucho que necesito saber de él, tomo el teléfono y envío un mensaje a Tácito.

 

<<Hola. Número nuevo. ¿Cómo has estado? Ada. >>

Mi teléfono nuevo chilla rápidamente.

<<Extrañándote. ¿Dónde estás sirena? Necesito algo…>>

Le respondo rápidamente.

<<He estado algo ocupada. Dime qué necesitas. >>

También responde rápidamente.

<<A ti. ¿Sales conmigo esta noche? Los padres de Clarck darán una fiesta por su aniversario y me encantaría que me acompañaras.>>

No paro de sonreír un instante desde que comencé a hablar con él y estoy emocionada por recibir cada respuesta. Me siento tan normal con Tácito. Suspiro absolutamente relajada y agradecida de hablar con él. Necesito verlo. Necesito pasar la mayor cantidad de tiempo posible junto a él antes de que todo termine.

<<Por supuesto. Estaré en casa de Amanda. >>

Respondo sin titubear.

<<Perfecto. Pasaré por ti a las ocho… Ni un minuto más…>>

Me sonrojo.

Saldré con Tácito esta noche —canturreo en la mente de Amanda—. Los padres de Clarck festejarán su aniversario y quiere que sea su pareja.

Lo extraño tanto que no puedo contener la emoción y necesito expresar mi dicha.

—Lo sé. Cada aniversario ellos hacen una fiesta muy glamorosa. Tendremos que  vestir muy elegantes nena.

—¿Tendremos? ¿Irás también?

—¡Como cada año! Es una fiesta que no quieres perderte. También debo llevar pareja. —hace una pausa—. Quizá le diga a David que me acompañe.

—¿David? —le recrimino con indignación— ¿Qué es lo que sucede contigo? ¡Creí que había algo entre tú y Mike!

—Aún no puedo oír conversaciones ajenas —interrumpe David—. Pero estoy seguro que ustedes andan en algo. Es un largo viaje, me alegraré de escucharlas.

—Lo siento nene —dice ella—. Es que a Ada aún le cuesta hablar de ciertas personas. —pestañea burlonamente.

—No es cierto, sólo estamos resolviendo qué vestimenta usar esta noche. Eso es todo. Ya sabes...cosas de chicas.

—¿Saldremos esta noche? —pregunta con entusiasmo.

Se hace el silencio.

—Oh ya entiendo. No será una salida grupal ¿verdad? —sonríe divertidamente y parece no importarle demasiado.

—Es una fiesta la que asisto cada año —comenta ella—. Toda la clase alta de Perliana estará presente.

—Entiendo —responde David—. Podemos encontrarnos luego. Los chicos y yo organizábamos para ir a Secret esta noche.

—¡Si! —chilla ella—. La fiesta suele ponerse algo aburrida después del Valls. Cuenta conmigo. Estaré en Secret antes de lo que crees. —le sonríe.

—Estupendo. ¿Y tú? —se dirige a mí—. ¿Nos acompañarás luego?

Mmm...

—¡No lo creo! —exclama Amanda— Ada tiene una cita pendiente. Y me arriesgo a decir que ni siquiera aparecerá en Secret, al menos no sola. —abre los ojazos verdes para darle más entusiasmo.

—Amanda —le suelto intentando callarla— la discreción es algo que aún tienes que practicar más que tus habilidades. —ríen a carcajadas y yo también.

Estoy de muy buen humor y puedo tolerar a la zorra de mi amiga ventilando mis asuntos, aunque sea por un rato.

—Te he visto con él. —murmura David.

¿Ah sí? ¿Cómo?

—¿Qué has visto? —estoy interesada y ansiosa de oírlo.

—No mucho, en verdad. Sólo, los he visto juntos y se ven bien así. Pero hay algo en él, debo decírtelo, intento averiguar que es.

—Agradezco tu preocupación David —musito con algo de desilusión—, pero todo está bien.

Todo está más que bien. Esta noche veré a mi Tácito al fin.

David hace un gesto de “si tú lo dices” y continuamos el viaje sin volver a mencionar el tema. Las horas pasan rápidamente entre canciones y anécdotas de David sobre sus días como profesor. Llegamos a casa de Amanda a eso de las 6 PM. ¡Tengo tanto por hacer! Tácito pasará por mí en tan solo dos horas, debo apurarme.

Antes de ingresar al departamento me despido del resto de los aliados y de Elena y Alex que al fin vuelven a casa, sanos y salvos. Ahora sí, con el tiempo en mi contra, debo lograr estar lista para esta noche.

Después de tanto revolver en el armario, escojo el vestido negro, ajustado en la parte de arriba con escote hasta casi llegar al obligo, pero más abierto hacia bajo, con aberturas hacia los costados que dejan ver mis piernas. Un lazo del mismo color marcando la cintura y pelo recogido. Aros colgantes delicados y sutiles y elegantes sandalias haciendo juego. La imagen que me da el espejo es de una mujer sencilla, elegante y extremadamente sexy. Estoy muy conforme.

Amanda entra a la habitación y al verme se tapa la boca con ambas manos mientras triplica el tamaño de sus ojos y temo que se le salgan de lugar.

—Demasiado sencillo ¿verdad? —le pregunto.

—¡Estás increíble nena! ¡Te ves magnifica!

La zorra de mi amiga no se queda atrás. Se ve espectacular en su largo y elegante vestido azul oscuro.

—Creí que te pondrías el dorado. —le digo sorprendida de ver a Amanda un poco más sobria esta vez.

—Decidí arriesgarme. —me contesta mientras retoca su maquillaje frente al gran espejo de su cuarto.

Me acomodo a su lado para hacer lo mismo. Ahora sí, estoy lista.

 

 

La hora llega y con la puntualidad de siempre, el timbre suena. Sé que es él quien espera por mí.

—¿Si? —digo tímidamente en el portero.

—Soy yo —responde con la voz ronca pero igual de dulce que siempre—. ¡Ya ven por favor!

Todo mi ser se estremece con solo oírlo. He pasado tantos días sin verlo. Sin saber nada de él. El momento de reencontrarme con Tácito ha llegado y estoy tan inquieta como la primera vez.

—Ya mismo —cuelgo—. Te veo luego. —saludo a Amanda mientras el corazón me golpea agitadamente.

Creo que no puedo siquiera escuchar si ella se despide de mí. Bajo lo más rápido que puedo intentando a la vez parecer calma y tranquila. Vestido de etiqueta y luciendo su sonrisa más sexy, Tácito espera por mi apoyado en su auto. Camino lentamente hacia él con algo de modestia. Me hace vibrar con tan solo observarme. Es como si todo mi cuerpo se sacudiese desde adentro hacia fuera ante su presencia.

Mi alerta interna, indicadora de enemigos, se enciende. Siento la presencia de los seres blancos cerca. Ellos deben estar vigilándome. Mi rostro se endurece y sé que Tácito lo ha notado. Se acerca y cuando está a un milímetro de mí, me recorre con la mirada apreciando cada detalle de mi atuendo, sobre todo, las aberturas que dejan ver mis piernas.

Carraspea y empieza con lo de las mandíbulas.

—No puedo creerlo. —dice respirando sobre mí.

Sabía que era demasiado sencillo. Siempre me sucede lo mismo. Tendré que cambiarme.

—Lo sé. Lo siento. Creí que estaría bien si usaba algo clásico. Iré a quitármelo. ¿Puedes esperarme? —le digo considerando que le ha parecido que no es la mejor opción. —él repasa mi vestuario en silencio para confirmarlo.

—Si vas a quitártelo, será luego, en mi casa sirena —se mordisquea los labios y siento como mis piernas se aflojan—. Estás…increíblemente hermosa Ada. Perfecta. —me bendice con un pequeño beso que hace que recuerde las ganas que traigo de lanzarme sobre él.

—Oh. Gracias —respondo ahora algo más segura de mi elección—. Tú también estás perfecto. —me sonrojo.

Parece que aun siendo todo un demonio y por suerte, todavía conservo emociones que me hacen ver como una tonta adolescente enamorada. Esas que me hacen descubrir que estoy más viva que nunca.

—¿Estás bien? —coloca una de sus manos sobre mi rostro.

Sabe que algo ha cambiado en mí. Nos conocemos en algún plano que aún me resulta extraño pero que es demasiado real para nosotros.

—Estoy bien —digo con convicción—. Los últimos días no han sido los mejores —recuerdo todo lo sucedido con Matt—. Pero todo está bien ahora.

—Lo sé —me mira entrecerrando los ojos—. Matt pagará por lo que ha hecho.

—¿Cómo lo sabes? —le inquiero sorprendida.

Sé que Tácito ha estado buscándome preocupado pero no estoy segura de cuanto sabe al respecto y mucho menos, como.

—Lo sé todo Ada —vuelve a acariciar mi mejilla al tiempo que suspira pensativo—. Necesitaba tanto verte. No sabes cuánto —me regala otro pequeño beso que me deja ganas de más—. Sube al auto. Llegaremos tarde a la fiesta.

Me sorprende a mi misma lo dócil que me encuentro cuando estoy con él. Subo al auto con la sonrisa dividiendo mi rostro. Estoy muy, muy a gusto ahora.