10

 

 

El viaje de regreso transcurre de igual modo que el de ida. Durante los primeros veinte minutos, decido no entablar diálogo alguno con Tácito. Estoy furiosa todavía porque después de estar a punto de tener sexo conmigo y luego de haber echado a Lauren de la cabaña, aún así no fue capaz de responder a mis preguntas sobre sus asuntos con ella.

—Ada…—me dice impaciente—. ¿Cuándo vas a dejar de ignorarme?

—Cuando respondas a mis preguntas.

Suspira frustrado.

—No puedo. Tienes que entenderlo.

Claro. Tengo que entender. Tengo que adivinar creo yo, porque entender, no entiendo nada.

—¿Qué es lo que tengo que entender?

—Que algún día voy a darte todas las respuestas.

—Claro. Bueno, quizá ese día deje de ignorarte.

—Eres imposible Adabel.

No sabes cuánto…

 

 

—Bueno, creo que es todo. —me dice al tiempo que deja la ultima valija en la sala del departamento de Amanda y no sé si se refiere al equipaje o a nuestra historia o lo que esto haya sido.

—Gracias. —musito y vuelvo a ignorarlo.

—Ada...

—¿Si? —lo miro curiosa.

—Adiós.

—Adiós.

Por un momento creí que él iba a decirme lo que lo une a la odiosa de Lauren, pero Tácito vuelve a dejarme llena de dudas y sale del departamento y temo, que quizá también de mi vida. Debo aprovechar esta oportunidad y sacármelo de la cabeza. No es para mí, no soy para él. Es mejor así.

Es lunes y Amanda debe estar en la escuela. Al menos el viaje me liberó de otra clase de Morgan y no tendré que verla hasta el próximo viernes. Tomo las llaves de mi auto, enciendo el coche, y dejo toda aquella situación atrás. Conduzco hasta llegar a la casa donde Alex y Elena se encuentran practicando ejercicios de fuerza como suelen hacer normalmente.

Ellos se sorprenden al verme.

—¡Ada! —me dice ella— creí que volverías de Noralic más tarde.

—Nos liberaron antes de tiempo —me encojo de hombros— ¿puedo unirme?

En lugar de contestar algo, Alex, que está parado a mi derecha, sin previo aviso me lanza una feroz patada.

La atajo sin siquiera mirarlo. Puede que tenga el corazón roto, pero mis entrenados reflejos aún están intactos. Una y otra vez nos atacamos los tres. Si alguien estuviese viéndonos, solo vería como desaparecemos y aparecemos en lugares distintos a altas velocidades. Difícilmente un humano, podría seguir nuestros movimientos. Somos tan veloces como el viento y tan fuertes como un animal de gran tamaño. Mi físico ha triplicado su resistencia gracias a Elena y mi capacidad de manipular objetos a mi antojo ha mejorado notablemente gracias al entrenamiento de Alex.

Luego de varios minutos de duro combate decidimos tomar un descanso.

—¿Y bien? ¿Conseguiste una víctima para mí? —le pregunto a Alex.

Alex ha estado prometiendo traerme algún adversario para que practique ilusionarlo.

—No —contesta decepcionado—. No he visto a alguien que represente una amenaza para ti. Deberás practicar conmigo. —continúa.

—Alex. La única vez que intente algo en tu contra, tuviste que engañar mi mente para zafarte de mí —me río al recordarlo— ¿qué tienes pensado ahora?

—No me subestimes Ada. Haremos lo mismo, pero esta vez ilusión contra ilusión. Yo crearé la escenografía y veremos qué haces tú para contrarrestarla.

—Suena divertido. ¿Podré golpearte allí verdad?

En verdad suena bastante bien algo de descarga de tensiones.

—Si logras alcanzarme —esboza una sonrisa.

—¿Esto será así para siempre verdad? ¿No se cansarán jamás? —pregunta Elena dejando ver sus dientes con una sonrisa.

Los tres nos miramos y sonreímos sabiendo que a pesar de todas las ironías, somos un verdadero equipo, una familia.

—Bien Ada, escucha. Esto es lo que haremos. Concéntrate. Cierra tus ojos y escucha mi voz. Ábrelos cuando te lo indique y todo lo que ves habrá cambiado. A partir de allí, nuestras mentes jugarán el juego y ganará aquella que logre ser más fuerte y domine a la otra ¿está bien?

—Está bien. —respondo mientras cierro los ojos.

—Bien, escucha… estamos en un bosque nevado… completamente nevado…

Pronto allí estoy. Puedo sentir el frío en mi cuerpo que paradójicamente se siente como si me quemara. El aliento que sale de mi boca emana un vapor tan blanco como la nieve misma. No comprendo por qué nuevamente estoy en un bosque nevado y con mi disfraz de ángel, como en las anteriores visiones. Obviamente la vestimenta que traigo no es suficiente para abrigarme de la temperatura helada, y tengo la necesidad de caminar en busca de refugio. La nieve no deja de caer y el viento fuerte la atrae a mis ojos impidiéndome tener una visión certera del lugar. Me pregunto por qué Alex me introduce en estos lugares y qué sorpresas tendrá para mí y en verdad deseo que no vuelva a llevarme a aquel lugar al que supuestamente le temo y donde apareció aquel hombre con tono acusador. Él en verdad da miedo, eso, no fue sólo ilusión.

Pienso que si mi mente es tan poderosa, puedo crear una fogata que me de calor en tanto frío. Me concentro en ello y pronto tengo frente a mis ojos, largas llamas anaranjadas y cálidas y el ruido de las ramas quemándose en ella. Me detengo ahí unos minutos para absorber la mayor cantidad de calor como me es posible. Hasta el momento, no hay señales de Alex como tampoco de ningún otro ser producto de su ilusión.

Al cabo de un rato, oigo pasos. No estoy segura de si son humanos. Rápidamente me pongo en guardia y espero hasta tratar de identificar lo que está asechándome. Intento escuchar atentamente, pero un silencio escalofriante se apodera del lugar como si todo hubiese dejado de moverse, incluso, la nieve cayendo. Súbitamente una bestia sale de entre los árboles del bosque y camina lentamente hacia mí con intenciones obvias de atacarme. Alex ha creado una especie de dragón negro con gruesos cuernos y un tamaño que me supera en por lo menos cinco metros. La bestia se acerca y estudia mis reacciones o en este caso, la falta de ellas. Alex ha logrado impactarme y debo admitir que hace que me aterrorice. Nunca he visto nada semejante y mi autoconfianza, todavía no me permite darme el lujo de enfrentarlo así sin más. Decido correr por si acaso. Corro a toda velocidad mientras el dragón lanza pequeñas cantidades de fuego que puedo sentir casi rozándome los talones.

—Creí que querías fuego. —me dice una voz grave proveniente de la bestia. Alex realmente se está divirtiendo con esto.

Continúo la retirada lo más rápido que puedo hasta que rocas de gran tamaño aparecen mágicamente frente a mis ojos, cerrándome el camino.

—¡Alex! —grito al tiempo que apoyo mi espalda sobre las rocas—. ¡Alex! —insisto.

El dragón se acerca cada vez más y puedo sentir el calor de sus llamas más intensamente. Pienso que necesito un escudo, algo con lo que pueda protegerme.

Deseo crearlo en mi ilusión. No sé nada sobre escudos pero recuerdo haber visto alguna película de gladiadores. Visualizo uno de ellos y para mi suerte, éste aparece en mi mano justo a tiempo para cubrirme de una gran llamarada que apuntaba justo a mi cabeza. Río al ver que puedo tener una oportunidad. Mi confianza aumenta y esta vez, visualizo una espada y ahora decido dar pelea. Lucho contra el dragón en lo que puede decirse, es la batalla de mi vida. Afortunadamente todo mi entrenamiento está dando sus frutos, y es una batalla digna de ser observada. Pienso en lo orgullosa que estaría Elena si pudiese estar mirando. Junto fuerzas y apuñalo al dragón en el pecho. Justo en su corazón y al caer, deja de ser una bestia despiadada para convertirse en Alex.

—Excelente Ada, tu turno —dice jadeando— estoy débil crea una ilusión para mí. ¡Hazlo!

Busco en mi cabeza alguna idea sobre qué puede afectarlo. Nada viene a mi mente. Deseo haber pasado más tiempo con él para conocer sus miedos y manipularlo con ello. Ante la falta de creatividad, me inclino por miedos básicos que funcionarían con cualquiera y arrojo a Alex toda clase de animales, serpientes, tarántulas gigantes, lobos… pero nada parece aterrarlo y fácilmente se libra de ellos. Poco a poco cobra forma de dragón nuevamente. Él va a volver a atacar si no actúo rápido. ¡Vamos! ¡Piensa en algo! —me regaño— Debo distraerlo y salir de la escena.

Elena había intentado tener alguna clase de charla de chicas conmigo para contarme cosas de Alex y yo siempre inventaba alguna excusa para irme. Lamento no haberla escuchado, quizá ahora tendría alguna información con que atormentarlo. De pronto el nombre de Elena retumba en mis pensamientos. Elena. Alex la ama, debe temer perderla. Debo poner en riesgo a Elena y el hará lo que sea para salvarla. Ósea, quitará su atención de mí. No me gusta el modo dragón.

El hielo se derrite bajo mis pies y un calor abrasador comienza a sentirse. El escenario ha cambiado por completo y ahora, estoy manipulándolo a la perfección. El bosque nevado en el que hemos luchado deja de serlo para revivir con sus verdes hojas y cascadas infinitas.

Elena está en la cima de una montaña. Hacia abajo, un río que minutos antes había estado completamente congelado, ahora se encuentra más vivo que nunca. Le doy la orden a mi clon de Elena para que se arroje de la montaña y en el instante que lo hace, Alex deja de ser el dragón que me atosigaba segundos antes, para acudir en su ayuda. Y, tan simple como eso, lo dejo fuera del juego.

Pronto volvemos al lugar donde iniciamos la práctica, el jardín de nuestra casa.

—Ada —me dice Alex juntando aire—. Eso que acabas de hacer… —traga mas aire—, sólo un gran hechicero puede involucrar terceros. Uno bastante poderoso en verdad.

—¿Un tercero? —pregunta Elena con admiración— ¿quien estaba en la ilusión?

Alex y yo nos miramos percatándonos de que he sido yo quien plantó a Elena en ese lugar. Ella de ninguna manera había entrado por propia voluntad.

—Tú, nena —le responde— pero pude salvarte.

—¿Salvarme? —pregunta ella y ahora su voz denota preocupación.

Su expresión hace que también yo me preocupe.

Alex tose y vuelve a tomar otra bocanada de aire. Se sienta en un tronco para recuperarse.

—Ada te puso en su ilusión para distraerme. Ella te arrojó desde lo alto de una montaña hacia un furioso río para que yo fuera por ti.

—¿Qué hiciste qué? —me pregunta furiosamente. Camina hacia mí enfurecida— ¿Arriesgaste nuestras vidas? ¿Acaso te volviste loca?

¿Arriesgar sus vidas? ¿Qué demonios? Estoy abrumada por tantos insultos y reproches que salen de su boca. No lo comprendo. Sólo he creado una ilusión y tal como la palabra lo dice, creí que sólo era eso.

—Un momento —digo mientras camino nerviosa sin sentido por el lugar— no estoy comprendiendo nada de lo que está sucediendo. ¿Acaso no es sólo una ilusión? ¿No debía de ser de ese modo?

—No lo es Ada —responde Alex—, puedes usar todo tipo de escenarios, objetos, animales, bestias, crear los demonios que quieras. Pero cuando involucras a alguien real en la ilusión, éste no sólo puede ser malherido, sino que puede pasar realmente por lo que creaste para él. Por ese motivo acudí en ayuda de Elena sin pensarlo en tu ilusión. Sólo un gran hechicero o demonio de alta jerarquía puede lograr un mal semejante, pero a juzgar por lo que vi allí,  tu… pudiste haberla… matado, Ada. Eres más poderosa de lo que tú misma puedes sentir.

Mi rostro estalla en mil gestos por la sorpresa. Puse en peligro real a Elena. No fue intencional, pero pude haberle hecho daño, a ella, que lo ha sido todo para mí desde niña.

—Lo siento —murmuro aún desconcertada por toda aquella nueva información—. Elena, no quise… jamás haría nada que te perjudique lo sabes ¿verdad?

Ella camina hacia mí respirando profundamente.

—Lo sé Ada —me abraza—. Tranquila. Fue una sorpresa para todos. No creímos que pudieras ser capaz de algo tan grande, quién sabe qué otras cosas puedas lograr. Solo… trata de no meternos allí la próxima ¿si?

—Elena, jamás te llevaré a un lugar así nuevamente —correspondo su abrazo—. No puedo prometerte lo mismo a ti. —miro a Alex bromeando.

Él se une en nuestro abrazo. Creo que es un momento para recordar. Estamos funcionando como una familia y con nuestras particularidades, eso somos.

—Ada, creo que Amanda estuvo llamándote una y otra vez mientras entrenabas —me informa Elena—. Deberás devolver las llamadas. Treinta llamadas en media hora... parece como un asunto urgente.

Dejo a Alex y a Elena que todavía están demostrándose afecto, y me dirijo a mi cuarto para hacer la llamada.

 

 

Amanda ha estado llamándome sin parar, y ahora que yo intento hablarle no me responde. Intento una y otra vez durante al menos veinte minutos pero no hay señales de ella.

Está anocheciendo y cierta preocupación comienza a invadirme. Amanda no ha tenido un comportamiento como este antes. Algo debe haberle sucedido y debo ir para averiguarlo. Tomo un abrigo del perchero, junto las llaves del coche de la mesa y salgo de la casa mientras anuncio a Elena que voy a casa de Amanda. Subo al auto y conduzco a toda velocidad por las calles que rodean las montañas pensando en qué habrá querido decirme Amanda. ¿Por qué ha llamado tantas veces y ahora no puedo comunicarme con ella? ¿Habría estado en peligro? ¿Ella estaba llamando por ayuda? Acelero.

Algo muy extraño se siente en cuanto llego al departamento. La calle, que raramente está desocupada de vehículos, esta noche en particular está completamente desolada. No hay autos estacionados aquí, ni personas transitando como suele verse a diario. Miro hacia la ventana de la sala que da a la calle pero todo parece estar completamente cerrado, oscuro y deshabitado. A simple vista, Amanda no está en casa. Quizá sólo ha salido. Quizá no. Tal vez hay algo más allí. Sin pensarlo más, bajo del auto sigilosamente e ingreso en el edificio con mis sentidos en alerta total. Automáticamente siento presencia enemiga.

Subo las escaleras hasta el piso tres donde se ubica el departamento y una vez allí, todo es silencio y oscuridad. Lentamente me acerco a la puerta y apoyo mi oído para intentar escuchar algo, alguna señal del interior. No tengo llaves para ingresar al departamento, pero considerando que Amanda olvida trabar la cerradura el 90 % de las veces, intento abrirla. No me sorprende poder entrar. Como dije, Amanda es demasiado descuidada con las medidas de seguridad.

Todo el departamento se encuentra a oscuras. Las ventanas, que siempre tienen sus cortinas corridas permitiendo ver hacia la calle, esta vez se encuentran cerradas, impidiendo el paso de cualquier tipo de luz. Camino unos pocos metros intentando ser lo más silenciosa posible. Me detengo antes de ingresar al pasillo. Todas las habitaciones están cerradas y oscuras salvo una.

Una tenue luz blanca se cuela por debajo de la puerta del cuarto de Amanda. Parece ir y venir como un lento latido. No estoy segura con qué me encontraré allí pero sé que no es nada bueno. No para mí. Más me acerco y más siento la presencia de un enemigo. Si Amanda está bajo sus poderes, no sé cómo resultará todo. Debo estar alerta a cualquier intento de ataque.

Tomo aire y decido ingresar a la habitación. Cuando finalmente lo hago,  no puedo salir de mi asombro ni dar crédito a lo que mis ojos ven. Encerrado en una gran prisión de fuego… yace un ángel. No he visto a ninguno de ellos, hasta este día. Está arrodillado, con la cabeza a gachas y sus alas caídas. Un resplandor blanco y débil emana de él, titilando. Parece debilitarse con el paso del tiempo. Al detectar mi presencia, me mira con sus ojos que parecen dos lunas. Estoy frente a un enemigo, pero debo confesar que me siento absolutamente fascinada con su pureza y belleza celestial. Sólo quiero contemplarlo un momento.

 

 

Lo observo desde la distancia un buen rato y luego decido acercarme un poco, siento curiosidad. Necesito tener algún contacto más directo con él. Camino lentamente hacia la jaula que lo mantiene capturado. Puedo sentir como lo atemoriza mi presencia. A medida que avanzo y me acerco más, él retrocede y su acción lo obliga a quemarse con las rejas de fuego, pero no manifiesta en sus gestos, dolor alguno. Decido alejarme. Aún no comprendo por qué, pero no quiero lastimarlo, no todavía. Hay algo en este ser que me atrapa, algo que quiero saber, todo en él resulta un hermoso misterio.

Me giro para volver hacia la puerta y por poco doy un salto del susto cuando choco con Matt. No sé por qué está aquí. Tampoco sé qué hace el ángel en el mismo lugar. Todo está algo confuso ahora.

—Matt, no te he oído. —le digo mientras me aparto de él.

Estoy tan poseída por la curiosidad y tan fascinada con el ser, que en verdad fue una sorpresa encontrarme a Matt aquí

—Creo que me asustaste. —confieso sonriendo.

—¿Te asusta estar a oscuras en un cuarto conmigo princesa? ¿O te asusta que tu noviecito nos encuentre aquí? —Matt está dolido por verme con Tácito.

—Matt… —suspiro— él y yo no estamos juntos —le digo con cierta nostalgia en la voz—. En verdad, nunca lo hemos estado. Te pasaste el día de la fiesta, estabas completamente ebrio y diciendo estupideces, pero aun así, no fue justo como me comporté contigo. ¿Aceptas mi disculpa?

Puedo ver como él se sonríe a pesar de la poca luz que hay.

—Disculpada —continúa—. Déjame adivinar qué sucedió con él…

—Matt —lo interrumpo— no quiero hablar de él. Ya no me interesa.

—Está con Lauren ¿verdad? ¿Es eso?

—Matt —estoy haciendo un enorme esfuerzo por responderle sin usar agresiones pero está agotando mi capacidad de tolerancia— no hagas que me enoje contigo nuevamente, no quiero hablar de Leo, menos aún de Lauren. Es un tema terminado, enserio. Si vamos a volver a ser amigos… será mejor que no intentes nombrarlo siquiera.

Matt disfruta de mi enojo.

—¡Está bien! ¡Ya entendí! —dice mientras se acerca a mí lentamente. Estoy adivinando sus nuevas intenciones y creo que esta noche no podré con mas—. Lo de amigos… es un término que intentaré modificar en el futuro.

Ahora está demasiado cerca, y estudiando mi reacción. Bueno, mi falta de reacción. Matt no me atrae en absoluto. No desde que he besado a Tácito y aun antes de eso, con sólo haberlo conocido.

Nuevamente me aparto de él. No estoy de humor para retomar los jueguitos histéricos con Matt. No después de todo lo que he vivido con Tácito. Este parece no dejarme en paz. No estamos juntos, pero lo siento tan vivo en mi… no existe un momento del día que no me duela pensar en él, que no me quite el aire. ¿Por qué siempre me deja tan vacía? ¿Por qué no puede simplemente aclararlo todo y ya?

Matt me mira frustrado, pero no tengo tiempo de ocuparme de su coqueteo ahora. Hay cosas más importantes en este momento que discutir, que mi vida sentimental.

—¿Sabes dónde está Amanda? ¿Ella te invitó a venir?

¿Cómo es que él ha venido? ¿Para qué?

—Si tú estás en peligro, no necesito invitación alguna —responde con seguridad—. Soy tu guardián ¿recuerdas?

Lo miro detenidamente, reflexionando sobre cómo ha dejado de gustarme que lo sea.

—Cierto —digo frustrada— ¿Y bien? ¿Qué sabes de Amanda?

—Ella fue a buscarlos a ti, a Elena y Alex. Necesitamos información de éste ángel —lo mira con desprecio—. Alex es un buen hechicero quizá tenga un método para hacerlo hablar.

—Correcto. ¿Qué si no habla?

Sé la respuesta a eso. También sé que no hablará y por una extraña razón, me veo preocupada por el ángel que me tiene cautivada.

—Tendremos que deshacernos de él. —su expresión es ahora diabólica.

Antes de que pueda emitir opinión alguna, Alex, Elena y Amanda entran en el cuarto.

—¡Aquí estás! ¡Estuve llamándote por horas nena! —Amanda rezonga.

—Lo sé, estábamos entrenando —señalo a Elena que está junto a Alex—, cuando volví a llamarte ya no pude comunicarme contigo. ¿Qué está pasando aquí? ¿Cómo llegó a tu casa?

—El plan Ada, te llamé para contártelo la otra mañana, ¿recuerdas?

En verdad ella lo había hecho pero me encontraba con Tácito entonces y no pude hablar con ella. Quedé en llamarla luego, algo que olvidé claramente. Si efectivamente lo hubiese hecho, ahora estaría muy al tanto del plan, pero muy por el contrario, es tan sorpresivo para mí que un ángel esté aquí encerrado, que no puedo dejar de contemplarlo.

—Eh… si claro. —murmuro.

—Su luz está apagándose —dice Elena al tiempo que se inclina para verlo—. Mantenerlo en oscuridad lo está debilitando, pero necesitamos que esté aún más débil para interrogarlo.

—Intentaré hechizar su mente para sacarle información. —continúa Alex.

—¿Creen que es el elegido de los ángeles para destruirme? —pregunto observando las expresiones de todos.

—No —responde Matt—. Puedo reconocerlo. Es un ángel de virtudes. El no está aquí, por ti… está aquí por Amanda.

—¿Por mi? —exclama Amanda sorprendida— ¿Desde cuándo tengo un ángel acosándome? —se sienta sobre la cama— ¡Sí que soy popular! —se ríe.

—Desde que realizaste tu sacrificio. Él te fue designado para revertir los males de tu espíritu. Su misión de seguro tiene que ser recuperar tu alma y guiarte al camino de la luz. Si él está aquí, ellos deben sospechar que hay más aliados cerca y estarán atentos a cualquier movimiento. Debemos saber qué tanto conocen ellos de nosotros. Puede que estés en riesgo de ser descubierta Ada.

Matt me mira y en su expresión hay preocupación. Nunca antes me ha mirado de esa forma así que sospecho que el peligro es real.

Sostengo la mirada en el ángel y me pregunto cómo él podría ser capaz de lastimarme. Parece un ser tan indefenso, tan vulnerable. Su mirada perdida y sus profundos ojos que se apagan con el correr de los minutos, hacen que más que amenazante, me resulte tierno. Parece que todos captaron mis pensamientos hacia él.

—No lo subestimes —dice Matt murmurando—. Es más peligroso de lo que aparenta en este momento. Podría capturarte y llevarte a su territorio en cuestión de minutos. Mantente alerta.

—Creo que está listo —susurra Alex—. Estén atentos a lo que dice, estoy entrando en su mente.

Alex se sienta en una silla y cierra sus ojos para introducirse en la mente del ser. El ángel parece sentirlo. Comienza a moverse de un lado a otro por la jaula como si estuviese poseído y quisiera expulsar a Alex de su interior. De pronto comienza a decir algunas palabras sin sentido…

—Amor, amor, amor, los elegidos, amor, amor, amor, guerra, traición, evitar, elegidos, amor, amor, amor.

—¿Quién es el elegido? —le pregunto al ángel que se muestra más temeroso de mí ahora.

—Tú, tú, tú, elegido mal, muerte, amor, amor, amor, elegidos, evitar, él, él, él, guerra.

El ángel se muestra cada vez más agresivo e intenta liberarse de la jaula aún quemándose.

Nada de lo que ha dicho tiene sentido alguno.

Alex está temblando. Elena se acerca a él y comienza a sacudirlo para que deje la mente del ángel. Después de varios intentos, Alex vuelve en sí. Respira hondo antes de hablar.

—Eso fue difícil —dice agitado— ¿Y bien? ¿Qué averiguamos?

—No mucho —contesta Amanda—, parece que mi ángel es todo un romántico. Sólo dijo mil veces amor, amor. ¿Quién sabe?

—No fue muy claro —le explica Elena. Solo habló de amor, de elegidos, dijo que hay que evitar algo, pero no dijo qué. Realmente no hay nada que podamos hacer con eso.

El ángel está ahora tendido en el piso de la prisión. Exhausto. Parece que la invasión de Alex le ha exprimido hasta la última gota de luz. Me acerco y lo observo dormido. Su rostro pálido refleja temor y cansancio. Mientras permanece inconsciente, miro que lleva consigo un collar con un zafiro azul, como si fuera una gota de agua. El zafiro se oscurece ante mi cercanía.

—¡Elena! —digo no muy fuerte— ¡ven aquí! Mira esto.

Ella se acerca despacio y curiosa. Luego todos comienzan a hacerlo para ver de qué se trata mientras el collar oscurece rápidamente.

—¿Puedes verlo? ¿El collar? Era azul hace un momento y ahora que estamos cerca oscureció por completo.

Elena lo observa por un momento. Ella parece reconocer de qué se trata.

—Es un collar de defensa —me dice—. Sirve para encontrar enemigos cerca. Los zafiros azules y otros diamantes, fueron descubiertos por las hadas. Ellas los encantaban y los entregaban a los ángeles como ofrendas. Los ángeles han contado con ellos durante toda su existencia. Existen varios tipos de colgantes, pero estoy segura que éste es un zafiro azul defensivo. Estará de color negro mientras estemos todos aquí, pues está diseñado para advertirle a quien lo lleve de la presencia enemiga.

—Debemos quitárselo —dice Matt— seguro le encontraremos alguna utilidad.

Aprovechando que el ángel se halla inconsciente, Matt introduce su mano en la prisión. Parece no dañarlo el fuego de las rejas. Cómodamente quita el colgante del cuello del ángel y camina hacia mí mientras mira embelesado el collar que cuelga de su mano.

—Creo que se vería bien en tu cuello. —me dice.

No puede dejar de flirtear conmigo.

—Lo dudo, no volverá a estar azul si me lo pongo.

—Debe haber alguna manera de que te ayude. —continúa Matt.

—¿Cómo podría ayudarme? Quiero decir, el zafiro se oscurece ante la presencia de algún enemigo del ángel, yo soy claramente uno de ellos. Si yo llevo el collar junto a mí, siempre estará oscuro.

—No si las hadas del bosque negro lo encantan a tu favor —razona Matt—, quizá el zafiro pueda responder a tu voluntad.

Matt tiene razón, quizá haya alguna manera.

—Buena idea Matt —le dice Alex—. Estoy seguro que será de gran utilidad si logramos encantarlo. Con él encontrarás rápidamente al resto de los aliados. Debes pedirles a las hadas que tu energía no sea vista por el zafiro y que el collar no sea detectado por los ángeles. Así cambiará ante otros demonios y los enemigos no podrán notarlo.

—Elena, tú eres un hada del bosque negro. ¿No puedes hacer el encantamiento? —le pregunto.

—Esos hechizos son realizados por las hadas reinas. No tengo el poder para ello, pero sí lo tiene Diana, la gran Hada del bosque negro. Le pediremos que realice el hechizo. Lo llevaremos tan pronto como sea posible.

Amanda contempla al ángel románticamente.

—¿Qué haremos ahora? —pregunta, quiero decir, adoro tener una mascota, pero no creo que éste sea el momento, ¿qué haremos con él?

—Hay que deshacerse de él. En este momento estará intentando enviar todo tipo de señales para que vengan a rescatarlo. —responde Matt con determinación.

—¿Deshacerse? —pregunto tímidamente ¿de qué forma podemos deshacernos de él?, es un ángel, no tenemos poder para matarlo.

Hasta que la alianza no esté completa, no tengo tal poder. Ninguno de los que aquí estamos podemos matarlo y aun si pudiese, no tengo intenciones de dañarlo.

—Tú eres la elegida, puedes invocar los poderes de los demonios y así podremos hacerlo —dice—. Sólo debemos hacer el ritual y enviar a la criatura a la tierra como un simple e indefenso mortal. Una vez allí, cualquier delincuente de poca monta podrá ocuparse de terminar el trabajo.

Ni yo misma me lo creo. He estado buscando el momento perfecto para cometer un crimen. He estado ansiándolo y la necesidad me ha quemado por dentro y ahora estoy aquí, frente a este ser, que resulta ser uno de mis tantos enemigos, tan indefenso y a mi merced y sencillamente no puedo ocuparme de él. No puedo lastimarlo. ¿Por qué? ¿Qué me está sucediendo?

—Si lo matamos, estaremos declarando la guerra antes de tiempo. Debemos liberarlo. El no representa ningún peligro. —digo mostrándome lo más segura de mis palabras como puedo.

—Él ya te conoce Ada, dice Amanda— ¿Cuánto tiempo crees que tardará en ir a contar dónde está la elegida de los demonios? No podemos liberarlo.

—Cierto. Pero podemos ocultarlo. Quizá hay algo más que vino a hacer aquí. Quizá nos sea de ayuda si logramos sacarle más información.

No puedo hacerle daño…

Todos, excepto Elena están riéndose de lo que he dicho.

—Ada, tiene razón —dice ella. Al menos alguien que me escucha—. Matarlo desatará la furia de los ángeles. Debemos mantenerlo oculto. Probablemente podamos obtener alguna información más tarde.

Alex se acerca a Elena y larga un suspiro de agotamiento.

—Bien —le dice— ¿y donde crees que podamos ocultarlo? Digamos que es una criatura un tanto… llamativa.

—Lo llevaremos con las Hadas del bosque negro —responde Elena—, allí se mantendrá débil por la energía del bosque, pero permanecerá con vida, al menos hasta que decidamos otro destino para él. Las hadas estarán alegres de tenerlo en su bosque. Se dice que el poder de los ángeles se puede compartir. Ellas sacarán provecho de su visita y mientras intenten exprimirlo, estarán a gusto ocultándolo de otros codiciosos.

Aún sigue preocupándome, pero obviamente el bosque negro es mejor que tener que sacrificarlo.

—Eso está mejor —digo—. Llevémoslo al bosque negro.

—De acuerdo. —responden todos como sellando un pacto.

—Debemos partir antes del amanecer hacia el bosque. Faltan unas pocas horas para eso. Debemos organizarnos. Hay que custodiar al ángel hasta que estemos listos para trasladarlo —dice Elena—. Volveremos en un par de horas. Iremos en busca de un móvil en qué transportar la jaula. ¡Ah! Y no olvides llevar contigo el zafiro —me dice—, estoy segura que Diana podrá hechizarlo y teniendo en cuenta que le llevamos un ángel, no pondrá obstáculos para ello.

—Bien, me quedaré con Amanda a vigilarlo.

—También yo —dice Matt—. Por si algo sucede —detalla al ver mi expresión de disgusto.

—Perfecto —responde Alex—. Pronto estaremos aquí. Tengan mucho cuidado y mantengan esto lo más oscuro como sea posible, recuerden que él se fortalece de la luz, de hecho es un ser de luz.

Todos asentimos con la cabeza. Ellos dejan el departamento para ir en busca del transporte. Amanda y yo nos acomodamos en la cama semi sentadas apoyando las espaldas en el respaldo y mientras ella estira sus piernas, yo llevo las mías hasta mi pecho. Matt decide sentarse en una silla frente a la jaula. Observa al ángel con recelo.

—Ahora, ¿serías tan amable de relatarme cómo fue que terminaste con el ángel aquí? —le inquiero.

Amanda me mira sonriente y orgullosa.

—Sabía que ibas a pedirlo nena. ¡No estuviste en sintonía ni por un segundo! ¿Acaso Leo sigue ocupando el número uno en el ranking de cosas importantes en que pensar? —me pregunta y al segundo se percata de que Matt está con nosotras. Matt no parece muy contento con el comentario de Amanda y se levanta de la silla.

—Saldré un momento —masculla— necesito tomar aire. Enseguida vuelvo. —su voz suena a humillación.

Sale del cuarto.

Miro a Amanda con acusación sobre lo que ha dicho, pero a ella parece no importarle mucho Matt y tengo que reconocer que últimamente a mí tampoco. Aun así, no quiero tener problemas con él. Es mi guardián y debemos estar en contacto todo el tiempo.

—Ya deja de sentir pena por él —continúa como adivinando mis pensamientos—, algo en Matt no me está resultando agradable, ya veremos. No sé porque ella está diciéndome eso pero no puedo hacer caso a cada tontería de Amanda. A veces suele ser bastante ocurrente.

—Bien ¿dónde estábamos? —continúa—. ¡Ah sí! En la fase uno de la cacería. Bien te lo contaré todo si prometes no distraerte con Leo.

—Amanda…—le digo con superación.

—Bien —finalmente comienza su relato—. Estábamos en clase de Morgan. Esta vez, a ella se le ocurrió hacer una representación de Romeo y Julieta. Formó distintas parejas, las que tenían que improvisar la escena de la muerte. Por suerte, a mi me toco ser del público —revolea los ojos—. Lilly Brown no tenia pareja, entonces Matt se ofrece para actuar junto a ella. Creo haber visto lo que para mí fue una mueca que murió en el intento de llegar a ser sonrisa. En fin, cuando fue el turno de Matt y Lilly, ella dice sus líneas con voz casi imperceptible y toma del pequeño frasco un gran sorbo creyendo que era jugo simulando el veneno real de la historia. Obviamente Matt y yo nos habíamos encargado de que el contenido del frasco realmente fuera veneno, uno muy fuerte y efectivo. Ella comenzó a toser y se desplomó. Todos aplaudían a Lilly al ver lo real que se veía su interpretación. Luego de unos segundos de ver como ella empalidecía y escupía espuma producto del veneno que corría por sus venas, todo se volvió descontrol. Los gritos no tardaron en llegar. Morgan se arrodilló junto a ella para tomarle el pulso y al no sentirlo comenzó a gritar que llamen una ambulancia que la chica estaba muerta…Todo era un caos. Matt y yo esperábamos ansiosos alguna reacción del ángel oculto y si no, bueno, no se perdería nada. De pronto la sala se iluminó. Él hizo su aparición. El ángel se albergaba en el cuerpo de un joven estudiante de la clase que ni siquiera sabemos su nombre. Se arrodilló sobre Lilly y mientras acariciaba su frente, el tiempo se detuvo. Todos los presentes quedaron endurecidos, como congelados. Ellos no podían moverse ni ver nada. El ángel los había paralizado y dejado inconscientes a todos, excepto, a nosotros que si bien estábamos tan duros como ellos, sí pudimos verlo e identificarlo. …—me guiña el ojo—Él actuaba rápidamente. Comenzó a mover sus alas y al hacerlo, el tiempo retrocedía. Volvió toda la escena al inicio donde Lilly estaba a punto de beber del frasco y desapareció. Esta vez, todo sucedió con normalidad. Lilly bebió el contenido del frasco que claramente había sido reemplazado por el ángel y lo único interesante que ocurrió, fue ver a Matt actuando horriblemente de Romeo. Definitivamente no nació con talento para la actuación —comenta burlonamente—. En fin, toda la escena de Lilly muerta había desaparecido. El ángel se encargó de volver el tiempo atrás y ayudarla. Los humanos que estaban presentes, serán incapaces de recordar algo de todo lo que sucedió. Sin embargo Matt y yo, ya teníamos identificado a nuestro objetivo. Pacientemente esperamos que la clase terminara y fuimos tras él… El joven estudiante que ocultaba en sí al ángel, caminaba tranquilamente por la calle, simulando salir de clases cuando lo interceptamos y lo trajimos hasta aquí. Una vez capturado y en un intento por liberarse, dejó ver sus enormes alas y bueno, ya sabes el resto.

—Y ¿cómo está Lilly? ¿Por qué decidiste que fuera ella la que corriese el riesgo de morir envenenada? Ni siquiera hemos hablado con ella alguna vez creo —le digo mientras pienso en la joven.

—Ella no recuerda nada. Y la elección la hice, porque Lilly Brown siempre está deseando morir. Todo el mundo conoce su situación, es una rara y depresiva chica que pasa sus noches drogándose como loca y bebiendo. Ella realmente desprecia su vida. Si algo le sucedía, quizá hasta le hacía el favor de llevarla del otro lado. Como sea —continúa entre suspiros—, al menos descubrimos a uno de ellos. Uno menos de quien preocuparse.

En verdad yo estoy más preocupada que antes. Haber visto al ángel me ha impactado. Él no despierta en mí las emociones violentas que debería, por el contrario, me genera algo de paz. No quiero que lo lastimen, pero protegerlo, va en contra de mi naturaleza. Al menos estará a salvo un tiempo en el bosque negro.

—Si, claro. Uno menos —digo con poco convencimiento.

—Estás volando otra vez ¿verdad? ¡No creas que he olvidado que pasaste un fin de semana con el sexy de Leo Martino! Quiero todos los detalles ahora. Cuéntame… ¿cómo ha estado?

¿Sexy? Que ella lo describa así me da celos. Y esa sensación vuelve a tomarme desprevenida. Está volviéndome loca.

—Interesante —murmuro mientras intento olvidar que lo ha llamado sexy—. En verdad, bastante interesante hasta que Lauren apareció y lo arruinó todo otra vez.

—¿Lauren? ¿Qué diablos hacía ella en Noralic? ¿Está persiguiéndolos? ¡Qué inoportuna!

—Si. No sabes cuan inoportuna se ha vuelto. —me sonrojo al recordar que ella nos encontró en la ducha besándonos y a punto de dar el siguiente paso.

—Dime que estaban en algo al menos. —abre los ojos y levanta ambas cejas a la espera de mi respuesta.

Me río.

—Esto va a encantarte —le anuncio.

—Por favor, dime que se la llevó.

—¿A Lauren?

—¡Claro que no! ¡A tu virginidad Adabel!

—Casi. —confieso.

Amanda me ha hecho reír y estamos cuchicheando sobre mi estadía con Tácito como si fuésemos dos típicas adolescentes. Aunque por fuera eso mismo parecemos, el hecho de ser un par de demonios en desarrollo lo cambia todo. Se supone que no es así como debemos comportarnos, pero todavía conservamos restos de humanidad en nuestros sistemas y lejos de renegar de ello, lo disfrutamos mientras así sea. Le cuento todo, aunque ahorro algunos detalles ya que si vestido lo cree sexy, ni me quiero imaginar si ella sabe lo perfecto que es desnudo. También aprovecho para sacar mis emociones y expresarle la forma en la que él me hace sentir, ella es la única que puede entenderme, pues ya ha sufrido por un hombre.

—Oh, ahora entiendo tu sensibilidad nena. Ya debes dejarlo ir. Él no te merece. No es para ti. Aún no sé como es el género masculino entre demonios, pero déjame decirte que los humanos pueden ser realmente crueles con nosotras y Leo… ya sabes, es de esos chicos que hacen sufrir a las mujeres. Demonio y todo, eres una. Debes cuidarte.

—Lo sé, ya se terminó. Ya no volveremos a vernos, tan sencillo como eso. Me concentraré en mi preparación para la batalla, ya nada va a distraerme. —trato de auto convencerme.

—¡Esa es la actitud nena! No puedes dejar que esto te afecte, no naciste para esto. Verás que pronto será un mal recuerdo, y cuando nosotros triunfemos, hasta el mismo Leo Martino tendrá que obedecerte.

No es así como lo quiero, no obligándolo. Pero no voy a seguir discutiendo con Amanda sobre Tácito. Matt ha regresado y entra al cuarto para verificar que todo esté en orden.

—¿Todo está bien?  —nos pregunta.

—¡Perfecto! —contesta Amanda, ni siquiera ha despertado aún.

—Bien. Alex y Elena están abajo. Trasladaremos al ángel enseguida. Prepárense, debemos terminar con esto.