12
La clase del Sr. Partton está por comenzar y recuesto mi cabeza sobre la mesa del pupitre. Solo quiero juntar energías. Todas las que pueda hasta que él comience a hablar de anatomía sin parar. Amanda y yo habíamos estado hablando por casi toda la noche. Había podido explicarle mis sentimientos por Tácito como así nuestra situación actual y ella amablemente ha decidido que podremos usar su departamento para vernos. De todos modos, Amanda dejó en claro su postura. Ella desconfía de Tácito. Pero verme tan ilusionada es más importante para ella.
Dormito unos minutos pensando en la noche anterior. Tácito me ha confesado en parte sus asuntos con Lauren y ha prometido vernos a diario. Estoy ansiosa por volver a verlo este día. Quiero escuchar su voz diciéndome que le importo una y otra vez. De seguro nos encontraremos en el almuerzo, pero allí también estará Lauren, lo que hará que no pueda acercarme como quiero. De todas formas, verlo, luego de que ha dicho que le importo y de prometer solucionarlo todo para estar junto a mí, es emocionante.
Partton ingresa a la clase. Lo sé porque el curso completo se está riendo de nosotras que dormimos profundamente y la voz de Matt dice en mi mente:
—¡Despierten dormilonas! Partton está frente a ustedes esperando que lo hagan. Esto va a ponerse divertido.
Abro un ojo y puedo comprobar que efectivamente el profesor está frente a nosotras, sentado en una silla que ha colocado al revés con sus brazos apoyados en el respaldo, esperando que despertemos para iniciar su clase.
Como puedo me enderezo y comienzo a patear a Amanda para que haga lo mismo.
Ella realiza un quejido perezoso y la clase entera estalla en risa. Partton se arremanga la camisa y mira su reloj pacientemente como si no le importara perder el tiempo en nosotras. Yo sigo insistiendo con mis piernas para que Amanda despierte pero ella parece no tener muchas intenciones de despabilarse. Miro hacia todos lados y veo que Matt me mira fijamente y luego a Partton desde su banco que se encuentra a un par de filas del mío.
—¡Oye! —me dice telepáticamente— tu collar, se pone negro cuando Partton se acera. Estúdialo, él puede ser otro aliado.
—¿Qué?
Miro disimuladamente el zafiro que efectivamente ha cambiado de color. Había olvidado que lo llevaba conmigo y también había olvidado que Partton me había parecido otro aliado.
Partton se levanta y se dirige a su escritorio caminando lentamente. Mientras se aleja, el zafiro vuelve a ser azul. Un azul débil, pero definitivamente ya no es oscuro. Se sirve un poco de agua en su vaso y vuelve a caminar hacia nosotras. Esta vez, el zafiro oscurece rápidamente ante su proximidad. No me quedan dudas. Partton es otro aliado.
—¿Lo ves? Estoy seguro, él es uno de los nuestros, o al menos lo será próximamente.
Partton arroja el agua en la cabeza de Amanda y ella despierta repentinamente. La clase hace un silencio de velorio y en cuanto Amanda comienza a moverse, los estudiantes estallan en risa al tiempo que ella intenta comprender qué está pasando, mientras el agua le moja su camisa blanca.
—Intenté despertarte —le digo en su mente—. Lo siento, no pude evitarlo.
Amanda se sonríe al ver a Partton frente a ella. Sé que le atrae. Lo que no se, es qué es lo que hará ahora.
—Sólo obsérvame —me responde mentalmente.
La miro ceñuda intentando adivinar su próximo movimiento.
—Fox —le dice mientras apoya las palmas de sus manos en la mesa—. No sé qué excusa pondrás esta vez pero estoy interesado en escucharte, y aparentemente, también lo están tus compañeros.
—Él va a estar interesado en algo más, luego verás. —continúa en mis pensamientos.
Amanda respira profundamente y comienza a desabrochar lentamente los botones de su mojada camisa mirándolo fijamente. La expresión de Partton cambia de inquisidora a sorprendida. Amanda se abre la camisa y se la quita quedando en un colorido y ajustado sostén fucsia, mientras Partton, por más que intenta hacer lo contrario, no deja de mirar sus senos. Bueno, Partton y el resto de los hombres presentes.
—¿Qué estás haciendo Fox? —le inquiere intentando resistir a sus encantos. Creo ver que le cuesta un gran esfuerzo.
—Lo siento, no puedo estudiar mojada —responde ella inocentemente—, y no traje más ropa, así que tendré que terminar mi clase… así —dice señalando su pecho y luego toma una lapicera para tomar apuntes, de lo más relajada. Es una zorra.
—¿Se ha vuelto loca? —me pregunta Matt nuevamente en mis pensamientos.
—¡No lo sé! —le contesto— Sí, probablemente.
La directora ingresa en el aula a verificar que todo esté bien. Parece ser que las risas llamaron su atención. Al entrar a la clase y ver a Amanda sin camisa se exalta y asesina a Partton con la mirada.
—¿Qué está sucediendo aquí Sr. Partton? ¿Por qué la Srta. Fox está…—hace una pausa y la observa con desaprobación— desnuda en su clase? —exige con indignación ante lo que ve.
Partton no le saca los ojos a Amanda, ni ella a él.
—Todo es un malentendido —responde fríamente—. La Sta. Fox tuvo un...pequeño accidente ¿verdad? —le pregunta a Amanda intentando ocultar su furia.
Amanda, que tiene instalada su sonrisa perversa, toma el abrigo que cuelga del respaldo de su silla y se cubre con él. Los hombres parecen desilusionados ahora.
—Así es, creo que un insecto se ha metido en mi ropa —la clase entera vuelve a reír pero es callada rápidamente por Partton—. Lo siento Sra. Wells. Si me permite saldré a adecuar mi vestuario.
—Adelante. —responde Wells.
Ella no se ha creído ni una sola palabra. Se dirige a la puerta y voltea para ver a Partton.
—Sr. Partton…—llama su atención— lo espero al finalizar la clase en sala de directores para aclarar este asunto. También a la Srta. Fox. Por favor, comuníquele que deberá quedarse a la reunión. —está haciendo un gran esfuerzo por parecer tranquila, pero claramente no lo está.
—Lo haré Sra. Wells —Partton pone fin a la conversación—. Si me disculpa, debo continuar la clase.
Finge que no le ha dado importancia a la escenita.
—Continúe Partton, continúe.
Ella deja el salón con absoluta desconfianza. Partton vuelve al pizarrón para intentar retomar la clase. Todas las miradas están puestas en lo próximo que hará. Partton toma una tiza y antes de comenzar a escribir pone sus ojos en los estudiantes.
—Aquí no ha pasado nada, ¿de acuerdo?
La clase entera se queda en completo silencio.
—Bien. Tomaré eso como un sí. De lo contrario, deberán recursar la materia. —amenaza.
Amanda ingresa al curso nuevamente y pavoneándose. Se ha colocado su campera de cuero que le llega hasta la cintura pero deja ver su ombligo y aun puede verse algo de su escote, pero al menos, está bastante cubierta. Se sienta nuevamente a mi lado y sin dejar de ver hacia el pizarrón habla en mi mente:
—Él va a invitarme a salir, lo sé. —está sonriendo.
—Si, bueno, hoy tienen su primera salida juntos después de clases. Wells le dijo que tienen que reunirse los tres en sala de directores. —le informo al tiempo que me divierto con la situación.
—Y después, saldrá conmigo. Ya verás —dice con real convencimiento.
—Amanda, el tipo es casado. Ahórrate un disgusto.
Sé que saldrá con ella, es demasiado evidente pero intento fastidiarla.
—Bien. Abran el manual en la página 56 —dice Partton desde su escritorio.
Todos nos posicionamos en la página del libro tal como lo ha indicado, tratando de retomar la clase. Amanda sigue con sus ojos puestos en él, y sé que no ha hecho caso a mi comentario.
—¿A qué hora te verás con Tácito?, digo por si necesito el departamento.
—No lo sé —respondo— pero oye, hay algo que debes saber, creo que Partton es un aliado. Lo he estado observando y además, el zafiro oscurece ante su presencia.
—¿Lo es? —dice interesadísima— ¡mas a mi favor nena! ¡Podré salir con un demonio al fin!
—Él debe hacer su sacrificio primero —respondo—. Debemos persuadirlo para eso.
—¿Cómo matar a sus padres? —pregunta refiriéndose a su propio sacrificio.
—No lo sé. Tú serás un demonio de la muerte y por eso tu sacrificio tuvo que ser tan comprometido, creo. En el caso de Partton… no estoy segura si será necesario que haga algo semejante, lo veremos luego. Por lo pronto, debemos encontrar algo que lo haga débil, algo con qué provocarlo y así su energía cederá ante el sacrificio.
—¡Bingo! —exclama ella en mi mente— tienes la solución a tu lado Ada.
—¿Ah sí? ¿Y cuál es? Por favor trata de que sea algo posible.
—¿No viste como me miró los senos? ¡Realmente quiere tocarlos! —dice con orgullo.
—Si claro, él y toda la tribuna masculina de la clase.
—Cierto. Pero hay algo en su mirada… es realmente obscena. Déjame intentar seducirlo. Si cae, estará engañando a su mujer, ahí tienes un acto impuro al menos, es una buena posibilidad y de paso, un poco de diversión para este cuerpo.
Ella realmente está interesada en Partton
—Amanda, no tienes cura, hazlo a ver como resulta. Cuando te rechace, no vengas a decir que no te lo advertí.
Sé que no lo hará. No va a rechazarla.
—No lo hará, no podrá resistir. Bien, arregla tus horarios con Tácito. Quizá deban tener un paseo hoy. —esboza una sonrisa.
Durante el resto de la clase observo a Partton tanto como puedo. Si el zafiro me está indicando que él es uno de nosotros, debo averiguar todo lo que pueda sobre él. Debo encontrar la forma de persuadirlo para que se convierta en un aliado. Lo visualizo. Veo sus momentos cotidianos, sus debilidades, sus preferencias y objetivos. Para cuando la clase culmina, ya tengo toda la información que necesito. Acabo de convencerme sobre él. Lo quiero en la alianza. Está decidido.
Los alumnos se escapan del aula ante la esperada llegada del timbre. Amanda y yo estamos por salir cuando Partton nos detiene.
—Fox —dice interrumpiendo nuestra marcha—. Tú y yo… —Amanda sonríe ante el inicio de la oración— debemos reunirnos con la Sra. Wells. Ahora.
Amanda suspira simulando estar disgustada.
—Está bien. Pero sabe que debo contar lo que sucedió en verdad ¿cierto?
—¿Y eso fue? —le pregunta.
—Que usted me mojó la camisa a propósito. Y que no puso objeciones ante mi reacción de quitármela. —se sonríe y confirmo que es un verdadero demonio.
Está encantada con la situación embarazosa en la que lo ha puesto. Partton se levanta de un salto.
—Eso no es cierto. —dice a regañadientes.
—Lo es para mí. A menos…—ahora intenta sobornarlo.
—No soy el tipo de profesores a los que les gusta ser extorsionados, pero dime, ¿qué quieres? ¿Aprobar el resto del año? Puedo lidiar con eso.
—Suena tentador —continúa Amanda—, pero no. Lo que quiero es más sencillo que eso. Vamos a ir a la reunión con Wells y luego...cenarás conmigo.
Él se ríe y arremanga su camisa como acostumbra a hacer.
—No Fox. Tengo que ir a casa después —le enseña su anillo pero sonríe con cierta perversión—. Debe haber algo más que pueda hacer por ti.
—Qué pena. Bueno, nos vemos en la reunión —se encoge de hombros—, quizá sea la última que tengas aquí.
Amanda y yo seguimos nuestro camino. Comenzamos a caminar por el pasillo, dejando atrás a Partton confundido.
—Va a mentir y Wells va a creerle. —le digo.
Amanda se sonríe. ¿Cómo puede estar tan relajada? Hará que echen al tipo y encima eso, no nos beneficia si es un aliado, lo necesitamos cerca.
—Él va a salir conmigo nena. Ya te lo he dicho, camina lento. Va a salir del aula y nos alcanzará.
Tal y como predijo Amanda, Partton sale del salón y la llama.
—¡Fox! —grita a nuestras espaldas.
Amanda me guiña el ojo y nos frenamos para esperarlo mientras trota hacia nostras.
—Escucha… ¿Sólo una cena? ¿Y dejarás de molestarme? —le pregunta agitado por la corrida en el pasillo.
—Depende de ti —le sonríe—. Pero sí, eso es lo que quiero.
Él asiente en silencio y se vuelve al aula.
Nosotras continuamos nuestro recorrido por el pasillo. Dejo a Amanda en sala de directores y camino hasta el comedor. Me siento en una mesa y dejo mis cuadernos ahí. Matt ve que estoy sola y se sienta frente a mí dejando su bandeja con comida en la mesa.
—¿No comes princesa? —me pregunta.
—Mmm no tengo hambre. —respondo mientras aprovecho a mirar si veo llegar a Tácito. Ya estoy ansiosa por verlo.
—Puedes tomar algo de aquí si gustas.
—Sólo el refresco —le contesto y tomo la bebida de su bandeja—. Gracias.
—Por nada. ¿Qué fue todo ese circo que armó Amanda? Los muchachos enloquecieron al verla sin ropa. Parece que a ustedes dos les gusta causar sensación.
Se ríe al recordar mi desnudo en el comedor. Ese fue más osado aún. Me sonrojo al recordarlo también.
—Sí, lo sé —revoleo los ojos—. Amanda cree que si lleva a la cama a Partton, se convertirá en aliado. Ella realmente está haciendo un gran esfuerzo por la alianza.
Ambos reímos a carcajadas.
—¿Acaso no sabe que tu simple elección basta?
—Dejo que se divierta. —me río mientras le guiño un ojo.
En verdad, ya he puesto los ojos en Partton, sé cuál es su debilidad, su pecado capital: la lujuria. Y con eso ya tengo suficiente. Sé que se irá con Amanda y que se acostará con ella, el tipo no puede evitarlo, está absolutamente dominado y controlado por ese mal. Hará su sacrificio y se convertirá en un aliado, tan sencillo como eso. Bueno, así de sencillo desde que llevo el zafiro conmigo.
Estoy bebiendo el refresco cuando veo a Tácito llegar con Clarck. Mi corazón se acelera y trato de disimular tanto como puedo ante Matt. Para mi sorpresa. Lauren no está junto a él. Me observa desde la distancia y saluda sin ser notado por Matt. Deseo quedarme sola así él quizá se acerque. Tácito y Clarck se sientan en una mesa y conversan animadamente. No puedo sacarle los ojos de encima. Matt rápidamente capta mi indiferencia y observa hacia donde yo lo hago advirtiendo que Tácito, es quien está recibiendo toda mi atención.
Traga con dificultad lo que sea que está masticando.
—Parece que aún tienes interés en él. —dice y continúa comiendo.
—¿Interés? —carraspeo— ¿En Leo dices? No. Es un asunto terminado.
—Qué bueno. ¿Cuándo vas a salir conmigo entonces? Si no tienes compromisos pendientes… no veo el inconveniente. —muerde una manzana con algo de agresividad.
—Matt… No puedo. No estoy lista. Lo siento. —le digo mientras intento ser lo más sutil posible.
Bebe del refresco y se levanta disgustado.
—No estás lista para mi Ada, me lo has dicho varias veces. Lamento incomodarte —su rostro endurece—. Estaré cerca si me necesitas, para eso estoy aquí… sólo para eso.
Se aleja completamente irritado por mi desprecio.
—Matt… —intento llamarlo pero él sigue su rumbo.
Amanda llega rápidamente. Su reunión en sala de directores ha sido más breve de lo que esperaba. Se sienta a mi lado y bebe un sorbo del refresco de Matt, que ahora es mío.
—Todo listo. —festeja.
—¡Eso sí que fue rápido! —respondo.
—Nada serio. Me disculpé con Partton frente a Wells y ella se creyó todo el cuento. Veo que tu chico y el ocasionalmente mío, están solos. ¿Ya has arreglado algo con él?
—No he podido saludarlo siquiera. Matt acaba de irse.
—Oh. Matt ya está jugando un papel que no me agrada, está asfixiándote ¿no crees?
—Lo sé. Pero no encuentro la manera de poner distancia. Tampoco puedo confesarle mi relación con Tácito, eso pondrá peor las cosas.
—Mmm… Tácito, te está devorando con la mirada —me dice abriendo los ojos—. Ese chico quiere poseerte nena. —mueve sus hombros simulando bailar.
—¡Ya cállate!
—Lo siento, bello demonio, a veces olvido que siendo lo que eres, lo bella que eres y teniendo la posibilidad de manipular cualquier mente, aún no hayas tenido sexo.
—Amanda…—ahora si estoy roja— no quiero discutir mi sexualidad…
—O la falta de ella, querrás decir —agrega interrumpiéndome.
—Cierto —admito—. El asunto es que nunca he tenido la necesidad de hacerlo y punto.
Tácito y Clarck se levantan y caminan hacia nosotras. Se acercan y ya comienzo a ponerme nerviosa.
—Bien. Hablaremos de ello mas tarde. —termina Amanda.
Pone su mano en su mejilla y con el codo en la mesa, se sostiene la cabeza mientras contempla embelesada a los galanes que se aproximan. Hago lo mismo. Espero no estar babeando.
—Oye —dice Clarck— ¿podemos? —señala los asientos libres frente a los nuestros.
—¡Claro! —contesta Amanda.
Tácito y yo ya hemos entrado en nuestro pequeño mundo oculto. Sólo nos miramos y sonreímos sabiendo las ganas que tenemos de tener algún contacto. Clarck se sienta frente a Amanda y Tácito frente a mí. Amanda ya va por la décima frase cuando él y yo recién comenzamos a hablarnos.
—¿Estarás en casa de Amanda hoy? —me pregunta entre suspiros
Su pregunta tan directa me sacude. Deseo tanto estar a solas con él, pero a la vez me invade cierto pudor. Amanda tiene razón, está mirándome como si fuera su presa.
—Estaré allí, pero no sé por cuánto tiempo. Ella…—no puedo contarle a Tácito de su cita con Partton, menos estando Clarck presente— creo que vienen familiares a verla, ¿qué haremos?
—Está bien, pasaré por ti y te llevaré a mi casa. Si quieres, claro.
Trago saliva. Quiere llevarme a su casa. Cualquier chica sabe lo que eso significa. Creo que mi momento ha llegado. Pensar en Tácito y yo juntos… me emociona. Si existe un chico con el que quiero estar, definitivamente es él.
—Si claro —respondo mostrándome demasiado segura para lo que en verdad me siento—, iremos a tu casa —sonrío—. ¿A qué hora crees que podrás buscarme?
—A las siete, en punto —¡que determinación!—. Cocinaré para ti. Si te arriesgas —me mira tan dulce y sonriente, que siento que voy a abalanzarme sobre él.
—Claro. No sabía de tu talento para la cocina —sonrío. Él también lo hace. Espero que no se parezca en nada al talento de Elena—. ¿Y Lauren? —susurro como si nombrarla significara un maleficio y ella pudiera aparecer con sólo oírme.
—No va a molestarnos. Estará fuera de la ciudad unos días. Podremos pasar más tiempo juntos. —se mordisquea el labio.
Quiero pasar todo mi tiempo con él así que esas, son excelentes noticias.
—Quisiera besarte ahora mismo —murmura.
—También yo.
No dejamos de mirarnos. Suspira profundamente y sé que está conteniéndose.
—Tendremos que esperar, hasta las siete…en punto —resalta—. No pienso darte ni un minuto de regalo. Te necesito.
Está haciéndome vibrar por dentro. Quiero que las siete lleguen tan rápido como sea posible.
—Estoy ansiosa. Más te vale no regalarme ni un minuto. —sonrío.
Se levanta y Clarck también lo hace.
—Señoritas… —Tácito hace un gesto su cabeza—. Un placer como siempre —me hace señas con su dedo para que deje de lamerme la comisura de los labios. Cuando lo hago, me guiña el ojo y creo que estoy a punto derretirme en ese instante.
Se alejan y por fin relajo todos mis músculos. Sin dudas él es mi criptonita. Me arrastra a un mundo que no comprendo, lleno de sensaciones, de deseos y donde no soy dueña de este cuerpo. Mi carne se ablanda con solo oír su voz y mi ser entero tiembla de excitación cuando estamos cerca.
—Alguien, y no hablo de mi, va a tener sexo esta noche. —Amanda canturrea.
—¿Qué voy a hacer? —le pregunto— no tengo idea qué hacer.
Estoy realmente alterada por el acontecimiento que tendré que afrontar. Por suerte tengo una muy experimentada amiga a mi lado que va a aconsejarme.
—No hay demasiadas instrucciones que seguir nena —mueve su cabeza—. Sólo déjate llevar, sabrás que hacer. Relájate.
—Lo intentaré. Pasará por mí a las siete.
—¡Lo sé! ¡Escuché eso! Partton y yo cenaremos en casa. No debe querer que lo vean con otra mujer, mucho menos con una alumna. Accedí rápidamente al planteo, ¡jugaré de local! —festeja complacida.
—Amanda… deberás comprar mucha cerveza, ¡largas noches nos esperan!
Ambas reímos. Me siento tan bien jugando a la adolescente normal con ella.
El día escolar al fin ha terminado. Amanda y yo manejamos hasta su casa. Las horas pasan rápidamente entre baño, depilación, elección de vestimenta y perfumes. El timbre del departamento suena mientras aún estoy en el baño ultimando detalles.
—Hola —Amanda pone voz de zorra—. Adelante. Ada vendrá en un momento. —le dice.
¿Está coqueteando con mi Tácito? Tendré que darle algunos consejos luego.
—¡Tácito esta aquí! —me grita.
Otra vez lo ha llamado Tácito. Revoleo los ojos. Deberé explicárselo luego.
Enseguida salgo del baño y me encuentro con mi sonriente, perfectamente perfumado y sexy Tácito, en la sala.
—Sirena...—dice al verme.
—Tácito… —respondo sonriendo.
—Si, ¿qué es eso? Siempre me llama así. —se ríe.
Me acerco y le doy un suave beso. Tengo tanta necesidad de él, de sus labios, de sus brazos. Me abraza y dulcemente acaricia mi cabello.
—Te lo diré luego. —ronroneo.
—Oigan tórtolos —dice Amanda— ¡Ya váyanse! ¡Diviértanse!
Amanda tiene una sonrisa que le ocupa toda la cara.
Él me toma de la mano —que sensación más hermosa— y me lleva afuera del departamento. Antes de cerrar la puerta miro a Amanda y leo en sus labios “relájate” mientras me hace un gesto con ambas manos. Tomamos el ascensor y salimos del departamento. Tácito ésta vez, ha elegido venir a buscarme en su auto, lo cual agradezco teniendo en cuenta que no tengo intenciones de perder tiempo intentando ponerme el maldito casco. Abre la puerta del acompañante y espera a que ingrese al coche para cerrarla cuidadosamente. Sube y arranca el auto poniéndonos en marcha. Su perfume invade todo el espacio. Siempre tan tentador.
Maneja unos veinte minutos mientras hablamos de lo mucho que nos hemos extrañado y mientras no debe utilizar la palanca de cambio, su mano reposa en mi pierna. Finalmente llegamos a su casa. No la había imaginado de esta forma. Por fuera, sólo puede verse que es espaciosa y está rodeada por un frondoso bosque. Se parece mucho a la mía. Bueno, a la de Elena.
—Adentro sirena. —me dice abriendo la puerta principal e invitándome a pasar.
Ingreso y observo detalladamente cada rincón. Es una propiedad moderna con ventanales de vidrio y bien decorada. Sus espacios amplios, con pocos muebles pero elegantes. Todo está impecable. Dejo mi abrigo y mi cartera en un perchero del recibidor mientras sigo investigando el terreno con la mirada.
Tácito me toma por la espalda y besa mi cuello. Respira en mi oído y mi piel se eriza por su proximidad. Adoro estos encuentros.
—Eres hermosa… ¿Ya te lo he dicho? —susurra en mi oído.
Me doy vuelta y lo beso.
—Tú también eres hermoso —digo contemplándolo—. ¿Vives solo? —le pregunto curiosamente.
—Si, por ahora —responde—. Eso cambiará en algún momento.
—¿Lauren está presionándote? —me molesta la idea y me alejo un poco.
Tácito se muerde el labio y me acerca nuevamente.
—Cambiará cuando tú vengas a vivir conmigo. —me dice respirando en mi boca.
Oh... ¿eso quieres? Podría resultar… ¿podría resultar? ¿Qué estoy pensando?
—¡Ya cállate! —le digo a él y de paso, a mi conciencia, aunque la idea me ha encantado— ¿y bien? ¿Vas a alimentarme? Esperé por eso todo el día.
Sonríe y se dirige a la cocina llevándome de su mano. Prepara dos copas con vino y mientras nos las bebemos, comienza a cortar verduras y a ponerlas en un sartén. Unos minutos después me coloca frente a él y me hace probar la comida que está verdaderamente deliciosa. Luego me lleva a la mesa, me acomoda en la silla gentilmente y me sirve un plato de su preparación. Comemos entre besos, risas y juegos. Cuando terminamos, se levanta de la mesa para buscar más vino y yo para acercarme al sillón que se encuentra junto a un hogar encendido y cálido. El lugar es tan cómodo que quise relajarme un segundo aquí.
Tácito se sienta a mi lado y sé que está feliz porque estoy aquí. Lo sé, porque sonrío de la misma manera que él.
—¿Cómo te ha ido en clases? —me pregunta.
—Bien, es realmente aburrido para mí.
—Sé por qué lo dices. —acota con seguridad.
—¿Lo sabes? —me sorprende su respuesta.
—Te aburres porque no estás conmigo sirena. Debe ser realmente duro pasar el día entero sin mí.
Me río.
—¿Ah sí? ¿Eso crees eh?
—Estoy seguro. ¿Vas a negármelo? —se acerca.
—Tendré que pensarlo —cierro los ojos—. Ya lo pensé, puede que estés en lo cierto.
—Lo sabía. Suele pasarme lo mismo.
Los besos y caricias encienden todavía más el lugar. Estamos iniciando lo que creo será el comienzo de nuestra primera vez juntos. Tácito se recuesta sobre mí y el roce de nuestros cuerpos, es la sensación más hermosa que he vivido. Me besa el cuello y me acaricia dulcemente. Todo está perfectamente intenso hasta que de pronto, levanta la cabeza y al segundo, el timbre suena. Ese reflejo, me recuerda a todas las malditas veces que ella nos ha interrumpido. Lauren. Realmente deseo que no sea ella o me volveré más demonio que nunca.
—Lauren. —dice furioso.
Creo que no será necesario que me encargue. Nunca lo he visto tan enfadado. Tiene los ojos completamente invadidos por la ira, y si no supiera que su alma es demasiado pura, afirmaría que es un potencial asesino.
—¿Qué estás diciendo? ¿Acaso no estaba fuera de la ciudad? —le pregunto mientras intento volver mi ropa y mi cabello a sus lugares.
—Eso dijo. Me ha mentido. —su voz es más grave cada vez.
Camina hacia la puerta y al abrirla, Lauren y otro joven que desconozco, entran a la casa. Ambos caminan hacia donde estoy sentada. No me esfuerzo por ocultar lo molesta que estoy.
—¿Que—haces—aquí? —le dice Tácito a regañadientes y resaltando cada palabra de la frase.
—¿Qué hace ella aquí? —le responde señalándome— ¡dijiste que lo habías terminado!
Lauren está hecha un puñado de nervios. En verdad Tácito le ha mentido para estar conmigo. Me ha dicho la verdad.
El joven que acompaña a Lauren me mira como si yo fuese una insignificancia. No hace esfuerzo alguno por simular lo asquerosa que le resulta mi presencia aquí. Lo ignoro.
—Sabes que es el final —le dice a Tácito—. No puedo ocultar esto. —lo mira mientras éste permanece en silencio—. Lauren me lo contó todo pero no pude creerlo y decidí venir y hacerle ver que está equivocada. Pero parece ser que soy yo quien se ha equivocado. Me has… decepcionado.
Tácito sólo parpadea lentamente.
—No hagas nada hasta que hables conmigo —le dice al joven—. Has sido mi amigo durante tanto tiempo, sólo dame la oportunidad de explicarte. —lo mira con firmeza.
El joven asiente con la cabeza al tiempo que suspira con evidente frustración.
—Ven a verme por la mañana. Si tu explicación no me convence… sabes lo que haré, ¿verdad?
—Lo sé. —termina Tácito.
—Lauren —dice finalmente el joven—. Vámonos, no hay nada que ver aquí. Por la mañana, pondremos fin a esto.
¡Si, eso es! Llévatela.
Ella tiene los ojos llenos de lágrimas y su mirada cargada de impotencia. Le toma unos segundos dejar de vernos. Luego sale junto al joven sin apartar su mirada de mí hasta que la puerta se cierra y se marchan. Tácito está completamente desilusionado. Se vuelve a sentar a mi lado y se pasa las manos por toda la cara. Luego me acaricia la pierna mientras suspira.
—¿Qué fue todo eso? —le pregunto realmente desconcertada.
—Eso… es parte de lo que te conté. Joe es un amigo de toda la vida. Se ve que ella le fue con el cuento de que tú y yo estamos juntos y vino a defenderla. Es todo. Mañana hablaré con él y solucionaré las cosas. —besa mi frente.
No es sólo eso…lo sé.
—¿Sabes qué? —le digo— eso de mentir no es lo tuyo, no te creo nada. Sé que no puedes contarme todo, pero no me trates de estúpida porque no lo soy. Veo miedo en tus ojos. La visita de este hombre tiene que ser algo más que un simple favor por Lauren.
Suspira nuevamente con una frustración que contagia.
—Lo es Ada. Es más grave. Pero no puedo explicarlo. Solo... intentaré arreglarlo ¿si? Confía en mí. —me abraza y hace que me recueste en su pecho. Me acaricia dulcemente—. Dijiste que confiarías en mi —continúa—. Estoy luchando por nosotros sirena.
Sé bien que algo está por suceder y deseo no tener que volver a separarme de él. Ahora que conozco esta vida, quiero conservarla, al menos hasta que me sea permitido. No quiero indagar más. ¿Quién soy yo para juzgarlo? De hecho yo estoy ocultando un gran secreto también.
—Promete que lo resolverás —le digo mientras me aparto para verlo a los ojos—. Promete que estaremos juntos.
Siento un infinito vacío en mi interior cuando pienso en estar lejos de él.
Tácito me acaricia el rostro con ambas manos.
—Prometo que lo intentaré hasta la muerte —afirma mientras sostiene la mirada en la mía—. Promete que esperarás por mí. —me mira directo a los ojos.
—Siempre. —susurro. Y es verdad, siempre lo haré.
Él besa mi frente, me acaricia el cabello y no recuerdo el número de veces que lo hace hasta que me duermo sobre su regazo. Tácito me da tanta seguridad, tanta paz y al mismo tiempo siento tanto miedo de perderlo.
El aroma de una flor me despierta esta mañana. Abro lentamente mis ojos y una bella rosa blanca reposa en la almohada que se encuentra al lado de mi hombro. Toda mi piel está siendo acariciada por unas sedosas sábanas color negro. Estoy durmiendo en la cama de Tácito. Su perfume está impregnado en ella. No recuerdo haber llegado hasta aquí. En mi último recuerdo estoy descansando junto a él en el sillón del living. Probablemente me ha traído hasta su cama. Espero no haber dicho nada durante la noche. Suelo hacerlo bastante seguido. Me siento y observo a mí alrededor. Él no está en el cuarto. Una bandeja que contiene un vaso de jugo de naranja y mis galletas favoritas se encuentra en la pequeña mesa cercana a la cama. En ella, también hay una nota que asumo, es para mí.
<<Te veías tan hermosa en mi cama que no pude despertarte… desayuna y espera a que regrese para llevarte a la escuela. Tuve que ir a ver a Joe, te veré luego sirena...Leo. >>
Miro el reloj y éste me informa que tengo una hora antes de que comiencen las clases. Decido hacerle caso y desayunar en su cama. Por lo general, no tengo hambre de mañana, pero toda la ansiedad que me ha generado estar aquí, necesita ser canalizada y tengo ganas de hincarle el diente al desayuno. Todo está delicioso, pero verme en su cuarto, en su cama… es lo más emocionante.
Me levanto de la cama y decido aprovechar que no se encuentra en casa para investigar un poco más sobre él. No quiero invadir su privacidad, pero estar sola en su casa y no aprovecharlo… sin dudas, me arrepentiría luego. Abro su armario. Me llama la atención la cantidad de camisas, pantalones, zapatos y accesorios que tiene. Ha resultado ser todo un presumido. Nada más parece intrigarme. Salgo del cuarto y recorro el resto de la casa. Quiero saber todo cuanto me sea posible. Me pregunto cómo ha obtenido la casa. Es una gran propiedad alejada del centro y tiene un amplio parque con varios árboles de distintas clases y colores; seguro cuesta mucho dinero. Hasta donde sé, Tácito sólo es estudiante de secundaria y no creo que su familia fuera adinerada. Aún tenemos tanto por conocer uno del otro. Transito libremente por cada cuarto. No hallo documentación alguna ni fotos. Sólo una tarjeta de una discoteca llamada “Secret” No hay anotaciones ni ningún otro dato en ella así que decido quedármela. Ninguna otra pertenencia llama mi atención. Parece como si estuviese aquí temporalmente.
Mi teléfono suena y trato de localizarlo rápidamente. Tengo que atravesar toda la sala para alcanzarlo ya que lo he dejado en el bolsillo de mi abrigo, que cuelga en el perchero de la entrada. Amanda está llamándome. Está tan ansiosa de saber si ha sucedido el gran momento entre Tácito y yo, que no puede esperar a verme.
—Amanda, lamento informarte que no sucedió ¿Ok? Como cada momento importante de mi dura existencia… fuimos interrumpidos —suspiro mientras me dirijo al sillón para tirarme desprolijamente sobre él—. Esa Lauren… me está fastidiando, creo que ya no le tendré piedad. ¿Cómo te ha ido? ¡Dime que tú al menos tuviste suerte!
Ella no contesta. Por el contrario, una voz masculina y bastante ronca lo hace.
—Hola Jones —dice el hombre—. Estuve esperándote toda la noche.
Reconozco su voz de inmediato, sólo suena… más temible que antes.
—¿Profesor… Partton? —respondo sorprendida. Es evidente lo que está haciendo en casa de Amanda así que decido ahorrarme la pregunta—. ¿Dónde está Amanda?
—Tranquila, tu amiga duerme como… un angelito —puedo escuchar que sonríe—, uno muy malo, más parecido a un demonio …¿Qué opinas tú?
Me pregunto si Amanda ha bebido tanto que le ha contado todo a Partton. O el ya ha cumplido su sacrificio y ya es parte de la alianza. Es demasiado rápido, pero teniendo el zafiro conmigo y habiendo elegido a Partton, creo que puede ser. Él parece estar muy tranquilo.
—Opino que me gustaría saber el motivo de su llamada. —intento cambiar de tema.
—¿El motivo de mi llamada? Creo que es obvio Jones.
—Iré a casa de Amanda y hablaremos en persona si desea. Será más fácil de esa forma.
Aún no estoy segura de si él se ha convertido, por lo que debo tratarlo con cautela.
—Claro Jones. O debo llamarte… ¿princesa? —se ríe.
No logro descifrar lo que sabe. Si ya es uno de los nuestros o sólo está fastidiándome. Probablemente Amanda ha bebido y le ha contado todo y ahora debe estar riéndose de nosotras. Pero eso no tiene mucho sentido, él aún está en su casa. Debo ir a averiguarlo.
Sobre el reverso de la nota que Tácito me ha dejado escribo:
<<Espero que te haya ido bien con Joe, luego nos vemos. Gracias por todo… Ada. >>
Tomo mi abrigo y mi cartera, guardo la tarjeta de la discoteca y el celular, y dejo la hermosa y acogedora casa de Leo Martino. Sólo he dormido en su cama esa noche y fue suficiente para querer repetirlo cada día, es algo a lo que podría acostumbrarme con facilidad. Mis pensamientos sobre Tácito son ágilmente sustituidos por Partton. Es un tipo raro. Si el zafiro está ayudándome, entonces quizá, él ya forma parte de mi mundo. La sensación de que todo puede estar marchando bien, me reconforta.
Salgo de la casa de Tácito y pronto caigo en la cuenta de que no tengo auto. Él pasó por mí la noche anterior y había conducido por al menos veinte minutos para llegar hasta aquí. No puedo llamarlo. Si está con ese tal Joe, no debo molestarlo. ¿Amanda? Si marco su número Partton atenderá la llamada. Debo buscar otra opción. Reviso entre los contactos y decido llamar a Elena. Ella no va a dejarme caminando. Sé que vendrá por mí. El teléfono suena mil veces pero ella no me atiende. Suspiro intentando mantener la calma. Finalmente decido llamar a Alex, quien atiende al primer llamado.
—Oye...lo siento sé que es temprano pero… algo sucedió —trato de usar las palabras correctas. Él me recordará cada día este momento si no lo hago—. Tuve que hacer algo y debo volver a casa de Amanda… sólo que no tengo mi auto, puedes… ¿tú podrías pasar por mi?
Alex nos deja en silencio un minuto.
—Ajá... ¿y qué es eso que tuviste que hacer? Si no estás en tu auto, quiere decir que alguien pasó por ti… ¿quieres contarme?
Sabía que él no iba a pasar por mí. Lo sabía.
—No. No. En realidad no quiero contarte Alex, sólo debo volver a casa de Amanda. ¿Vendrás a buscarme? Sólo eso responde, no es tan difícil —él tiene la capacidad de irritarme tan fácilmente.
—Vaya vaya. Parece que alguien está algo nerviosa. Voy a explicarte algo Ada, si debes pedir un favor a alguien, al menos intenta ser cordial, porque puede suceder que no lo consigas.
Alejo el teléfono de mi oído mientras cierro los ojos y tomo aire para intentar hablarle lo más dulcemente posible.
—Está bien. Lo siento. Tienes razón —dar la razón y sobre todo a Alex, es algo que me hace doler la lengua así que debe valorarlo—, sólo… ¿podrías, por favor —resalto cada palabra— pasar por mi y llevarme a casa de Amanda?
—Eso está mejor Ada —me dice disfrutando de su logro— pero no puedo. Elena se ha llevado el coche y también estoy sin transporte. Deberás pensar en algo más.
—Cierto. Lo que estoy pensando en este momento no creo que sea de tu agrado. Sólo concéntrate en idear algo que me convenza de no hacerte pedazos la próxima vez que te vea.
—¡Oye! ¡No creo que sea para tanto! —ríe— estoy seguro que puedes inducir a algún voluntario para que te acerque… o incluso te de las llaves de su auto.
El tiempo corre y antes de ir a clases debo verificar si Amanda está bien y tener una conversación con Partton. Debo irme, ahora.
Pienso por un momento lo que Alex ha dicho.
—¿Qué has dicho?
—Lo que dije. No sé dónde estás, pero si yo estuviese en tu lugar, caminaría unos metros, elegiría un coche y convencería a su dueño de llevarme o de prestármelo. Sé que sabrás utilizar tus encantos o… puedes practicar un truco mental para que te den sus llaves rápidamente. Tú decides. ¡Piénsalo! Un poco de magia no hará que te descubran. Nos vemos luego. —cuelga y yo quiero colgarlo a él.
Considerando que me encuentro sola y sin movilidad, y que además, he dejado ya la casa de Tácito, emprendo mi búsqueda de algún voluntario tal como Alex ha dicho.
—Puedo hacerlo. —me doy ánimo,
Sin perder más tiempo, camino alejándome de la propiedad y busco una calle donde haya algo de movimiento. Finalmente encuentro un camino bastante transitado y a unos pocos metros, una estación de servicio. No es necesario intentar ningún truco. Para cuando ingreso a la playa, ya tengo varias ofertas de varios hombres que se pelean por iniciar una conversación conmigo. Sólo debo decidir con cuál de todos iré. Y de todos, el joven que menos está mirándome las piernas, resulta el elegido. Me indica cual es su auto y ¡bingo!, una hermosa Ferrari roja espera por mí a la salida de la estación. He tenido suerte.
—Sube por favor. —me dice aun mirándome menos de lo que pensé que haría.
Subo al coche y comenzamos el viaje.
—Soy Mike —expresa sonriendo— ¿y tú?
—Ada. —digo a secas mientras miro mi reloj.
Todavía tengo tiempo.
—¿Qué hace una chica como tú por estos barrios? suelen ser bastante peligrosos, y a juzgar por lo que traes puesto… me sorprende que no hayas sido devorada por las bestias —abre sus ojos graciosamente.
—Mike… —respondo sonriendo— si es ese un halago déjame decirte que eres muy malo en ello, aun así, gracias.
Él también se sonríe. A pesar de ser el dueño de una Ferrari, su apariencia no parece ser de niño rico. Por el contrario viste normalmente de jeans, camiseta y campera de cuero. Su pelo rubio llega casi a sus hombros y está totalmente desprolijo. Tiene unos lindos ojos azules y una fina boca. Es bastante atractivo. De seguro Amanda estaría loca por él si estuviese aquí.
—Me atrapaste —dice moviendo la cabeza hacia ambos lados—. Debo mejorar, sólo que no tengo con quien practicar… ¿conoces a alguien que esté disponible… para salir un rato? —ahora está intentando coquetear conmigo.
Es gracioso. Me cae bien.
—Eres pésimo, insisto. Definitivamente debes practicar. Lamentablemente, no estoy disponible ahora. —sin dejar de ser amistosa le marco el terreno y sonrío por poder decirlo. Adoro pertenecerle a Tácito.
—Qué pena. Tendré que seguir buscando. ¿Algún consejo? —me pregunta.
Mike me agrada. Está llevándome a casa de Amanda, casi no ha mirado mis piernas ni mi escote y es algo… especial. Me gustaría conocerlo mejor. Pero no tengo tiempo ahora.
—Sólo sé tú mismo —respondo—. Lo que más nos atrae de los hombres es eso… encontrarlos auténticos.
Ni yo sé bien lo que he intentado decir pero se oye agradarle y a él parece convencerlo.
—Lo tendré en cuenta. —me sonríe.
Nos miramos un segundo cuando otro auto se cruza en nuestro camino. Mike frena de golpe y por la brusquedad con que lo ha hecho, choco mi cabeza contra el vidrio. El auto queda de costado y el vehículo del otro conductor apenas alcanza a cruzar. Palpo mi frente y veo que hay sangre en mi mano. No creo haberme lastimado demasiado pero debo verificarlo.
—¿Estás bien? —me pregunta mi ahora preocupado chofer.
—Si, no es nada —digo tocándome el golpe.
Mike sale del coche, se dirige al conductor del otro vehículo mientras se quita la campera de cuero y la arroja en la calle. Toma al conductor por la ventana sacándolo del coche y comienza a golpearlo frenéticamente una y otra vez mientras acompaña los golpes con insultos. Parece estar en estado de shock y aunque el conductor permanece inmóvil, Mike insiste en golpearlo, ahora con sus pies en su estómago y espaldas.
Algunas personas que circulan por aquí, intentan alejarlo. Es evidente que el conductor está tan lastimado que no va a reincorporarse pero Mike parece no estar conforme todavía con el castigo y continúa agrediéndolo. Las luces y sirenas de la policía comienzan a escucharse a lo lejos. Mike escupe al tipo —que ya dudo si respira— y vuelve al auto. Sin siquiera mirarme, pone en marcha el motor y continuamos nuestro camino. Mira fijamente el camino, sin decir una palabra, absorto en quién sabe qué mundo. Me agrada, y me ha dado algo de acción esta mañana.
Llegamos al departamento de Amanda. Detiene el coche y respira profundo, como juntando fuerzas para poder hablar.
—Me alegra haberte conocido Ada —dirige su mirada hacia mi herida y entrecierra los ojos buscando una explicación por su repentina desaparición—. Creí haber visto… —intenta recordar— creí ver que sangrabas.
Miro que su mano está cubierta de sangre.
—Estoy bien. Probablemente ha sido tu sangre, seguro tocaste mi rostro. —le resto importancia.
Repentinamente vuelve a ser el dulce y gracioso chico que he conocido antes del accidente.
—¿Mi mano ha tocado tu rostro? —sus cejas se alzan—. Podría haber aprovechado y andar por otros lados… quizá la próxima vez intente estrellarnos nuevamente y ¿quién sabe dónde mi mano podría dirigirse entonces?
Abro la puerta para bajarme del auto sonriendo por sus fallidos intentos de conquista.
—Definitivamente búscate a alguien. Gracias Mike. Si algún día volvemos a encontrarnos, quizá pueda seguir enseñándote sobre cómo tratar a las mujeres.
—Ojalá volvamos a encontrarnos. Ha sido un verdadero placer, en verdad. Lamento lo del accidente, me alegro que estés bien. —saluda con un gesto.
—No fue nada, en serio. Gracias y adiós.
Cierro la puerta y rápidamente corro para entrar en el edificio. El encargado ya me reconoce por lo que no necesito tocar timbre. Llamo al ascensor y éste parece no funcionar así que tomo las escaleras lo más rápido que puedo. Entro al departamento. No hay nadie en él. Todo el asunto del accidente me ha retrasado y estoy a punto de llegar tarde a clases. Aún sabiendo que puedo escuchar a Partton nuevamente atendiendo el teléfono de Amanda, intento comunicarme con ella mientras me visto para ir a la escuela. La llamada es atendida al primer intento.
—¡Hola Ada! ¿Dónde estás? Estuve esperándote en casa, la clase está por comenzar —la voz de Amanda me da tranquilidad— ¡no puedes perdértela hoy! Hay carteles por toda la escuela. Darán una charla masiva de sexualidad en el gimnasio. Creo que debes aprovecharla. Al menos sabrás la teoría. —se ríe.
Estoy a punto de contestarle ingeniosamente como siempre, pero llama mi atención que ella ha dado por sentado que Tácito y yo no estuvimos juntos.
—¿Teoría? ¿Cómo sabes que no he estado practicando anoche?
Ella suspira.
—Nena… ¡Dave me lo contó! Estaba recuperándome cuando él te llamó. Luego te daré detalles ¡apresúrate!
—¿Dave? Creo que se llama David y que su apellido es Partton. Y que además, es nuestro profesor de anatomía. ¿Desde cuándo lo llamas Dave?
—Desde que me acosté con él —puedo sentir como sonríe detrás del teléfono— y ya relájate nena, Dave ya es uno de nosotros. Queríamos contártelo pero no llegaste nunca. Te encantará. ¡Vamos! Tenemos mucho de qué hablar. ¡Trae ese cuerpo aquí de una vez! Muaa —cuelga.
Conduzco a toda máquina hacia la escuela. No quiero llegar tarde a la clase de sexualidad. Quién sabe qué loco podría estar al asecho de algún estudiante retrasado para avergonzarlo como Morgan. No quiero ser un modelo vivo y menos en cuanto a sexo. Además, realmente quiero saber todo el asunto de Partton y si él ya es un aliado, intentar conocerlo un poco más.
Afortunadamente, la charla sobre sexualidad no ha comenzado y no debo esforzarme por encontrar a Amanda. Ella está sentada casi en primera fila. Parece estar bastante interesada en la temática de la clase. Me saluda con sus dedos y me dirijo hacia nuestro asiento.
—Por fin llegas —me dice—, hay tanto que quiero contarte…
—Amanda, no tienes idea de cómo ha comenzado mi día —le comento mientras intento arreglar mi cabello—. Sólo resume lo de Partton ¿si? Luego hablaremos del resto.
—¡Es la parte más jugosa nena! Deberíamos dar esta charla nosotros. No vas a creer la noche que tuve. —suspira al recordarlo.
—Sólo dime cómo es que Partton ingresó a la alianza ¿si? ahórrate los detalles carnales. —sentencio.
—Cierto que la pequeña Ada no sabe nada de detalles carnales —dice mordiendo su lapicera— ¡vamos! No vas a negarme que hubieses terminado en la cama con Tácito si no los hubiesen interrumpido otra vez.
Amanda tiene razón. Lamentablemente, debo esperar para estar junto a él de esa forma. Suspiro pensando en cómo le habrá ido con su visita a Joe. Ese tipo me ha inspirado mala sensación. Espero tener buenas noticias luego
—No lo niego. De hecho, dormí en su cama. Lástima que fue sólo eso —le informo riendo— ¡vamos dime que sucedió con Partton!
—Ya que no quieres detalles… sólo voy a decirte que él cometió su acto impuro. Engañó a su mujer conmigo. No sólo eso. La tipa lo siguió a casa. —suspira.
—¿Y? —le pregunto intrigada.
—Y sabes cómo soy con la llave —revolea los ojos—. La puerta estaba abierta, Dave y yo… ya sabes. La tipa entró, nos vio haciéndolo y se fue. Dave tuvo que decidir ir tras ella o quedarse conmigo.
La miro como esperando el desenlace.
—¡Obviamente se quedó conmigo! No voy a decirte como siguió la noche pero si que él… me enseñó cosas que no había visto jamás.
—¿Jamás? Eso es mucho decir para alguien que tiene sexo seis de siete días de la semana —bromeo.
—Cierto, cierto. Pero Partton, es la mismísima lujuria. Lo sabía nena, él iba a caer. Te lo dije.
—Correcto, igual no era necesario que cometa un acto impuro —confieso—. Mi simple elección basta. —me encojo de hombros.
—Tramposa...—me gruñe jugando.
—Sólo querías divertirte y no pude arruinártelo. —me río.
—Bueno, gracias, supongo.
—Aun así, el tiene que haber hecho su sacrificio. ¿Qué sabes de eso?
Ella hace silencio.
—Su mujer no debió haber venido tras él —murmura—. Es el destino.
Destino. Esa palabra que justifica cada acción que tenemos que cumplir. Ojalá pudiese torcerlo. Quiero vivir una vida normal, pero parece convertirse en un anhelo cada vez más lejano.
—Ya está hecho —dice—. Sólo piensa que ya estamos encontrando al resto, el zafiro está ayudando demasiado.
Muy cierto. El colgante en verdad está facilitándome las cosas.
—Lo sé. Creo que encontraremos a los demás en cualquier momento. Debo estar atenta.
Más estudiantes ingresan al gimnasio, llenándolo casi completamente. Todos estamos aquí, a excepción de Tácito. Lo busco entre la multitud pero no puedo verlo. Clarck está a unos pocos bancos de distancia pero no él. Espero que no se haya metido en problemas.
Dos jóvenes ingresan, cierran las puertas y se paran frente a nosotros.
—Buenos días —dice uno amablemente mientras saluda con su cabeza.
—Buenos días —respondemos todos.
—Soy el Dr. Ryan Sanders y mi compañero es el Dr. Bob Wilson. —señala al otro joven.
Son demasiados jóvenes para ser doctores, pienso.
—Y...están muy buenos. —dice Amanda como si hubiese leído mis ideas.
—Shh…—la intimo.
Me sonríe achinando los ojos.
—Comenzaremos por dar algunos conceptos. ¿Alguien puede decirme que entiende por sexo?
La clase se ríe. Nadie pretende dar una respuesta.
—¡Vamos! —continúa Sanders— quiero que digan lo primero que se les ocurre. Sexo. ¿Qué les dice la palabra? ¿Qué es para ustedes?
—¿Contigo? —murmura Amanda.
¿Que acaso no ha tenido suficiente anoche?
—¡Brown! —grita un alumno del fondo— ¡contéstale! ¡Se nota que tienes mucho de eso! ¡Tu cara de alegre te delata!
Todos comienzan a reírse de Lilly Brown. Estoy segura de que Lilly no tiene idea de lo que es tener sexo, pero ¿quién soy yo para juzgarla por ello? Tampoco tengo experiencia alguna en la materia, sólo que mi belleza indica lo contrario, pero en realidad, estamos en igualdad de condiciones. Lilly baja su cabeza y trata de no hacer caso a las burlas.
—¡No mas chistes amigo! ¡Vamos! Necesito respuestas serias. —Sandres lo ignora.
—Puede haber varios conceptos —aporta una alumna que parece ser la única en tomárselo en serio—, puede referirse a las partes íntimas que determinan el género, o podemos hablar de una relación sexual.
—Correcto —dice Sanders— eso sí es una respuesta seria.
—¡Hablemos de una relación tú y yo! —grita otro alumno a la joven.
Ella se ríe, como todo el resto, y le arroja una bola de papel.
—¿Alguien más? —Sanders busca más voluntarios.
—¡Brown! ¿Tú tienes partes íntimas? —grita el mismo estudiante que la ha molestado la última vez —¡porque no sabemos que “sexo” traes!
—¡Señor! —exclama Snaders al tiempo que Lilly se levanta de su banco y abandona la clase.
Intenta regañarlo pero el daño ya está hecho. Lilly se ha ido y algo me obliga a ir tras ella.
—Lo siento… iré a ver si Lilly está bien —me excuso con los doctores.
Amanda no entiende nada de lo que hago y me mira ceñuda expresando su sorpresa.
—Ve linda —me dice Willson—. Intenta regresar luego a la charla.
—Lo intentaré. —respondo y me voy de la clase.
Recorro los pasillos buscando a Lilly. No sé exactamente qué me ha llevado a ir tras ella pero sigo buscándola. Por la ventana de una de las puertas, la veo a caminando fuera de la escuela. La sigo. Ella fuma y camina rápidamente. Se detiene en un bar que por la hora, no creí que estuviese abierto, pero para mi sorpresa, lo está. Ingresa y camina hasta sentarse en una mesa ubicada al fondo. Parecen conocerla aquí, la camarera se acerca con una bebida sin que Lilly se lo haya pedido. Ella bebe casi de un sorbo todo el contenido del vaso y luego hace señas a la mesera para que le acerque más de aquel cóctel. Nuevamente, vacía el vaso de un solo trago.
Me acerco con cautela. No sé cómo reaccionará ante mi presencia. Somos la definición perfecta de lo opuesto. Yo paso horas —no me molesta hacerlo en tiempo real— arreglando mi cabello, maquillándome, perfumándome, eligiendo los mejores vestidos que resalten cada parte de mi cuerpo y ella… no creo que se duche muy seguido siquiera. Su cabello, parece un enjambre de rulos, sus cejas no saben lo que es ser depiladas pero al menos sus anteojos lo disimulan bastante, su vestuario es digno de ser usado por un pordiosero y claramente, no sabe lo que es un buen perfume.
Llego hasta su mesa tratando de no expresar en mi rostro el mal gusto que me provoca ver todo su atuendo sucio y mal combinado.
—¿Lilly? —digo tímidamente.
—¿Si? —me mira tristemente— ¿por qué estás hablándome? ¿Qué quieres? Ya se han burlado de mí hoy.
Llama a la mesera nuevamente mientras intenta despacharme con la vista.
—¿Puedo? —indico la silla libre.
Me observa sin comprender por qué me estoy dirigiendo a ella. Me siento y le solicito a la camarera que me traiga el trago de la casa.
—No intento molestarte, es que… no me gustó como te trataron allá y quería saber cómo estabas.
Me mira desconfiando de cada palabra que le digo. En verdad, ni yo misma sé por qué he venido.
—Tu, Adabel Jones, ¿te interesas por mi? —se ríe— ¡Vamos! dime qué quieres y márchate. —otro vaso se vacía en su boca.
Desde que inicié mis clases, nunca he tenido en cuenta a Lilly. En realidad no hago amigos, pero ella tiene algo.
—Lilly, no sé por qué no hemos hablado antes…
Me interrumpe.
—¿No lo sabes? ¿Será porque tú eres una maldita Barbie y yo… más bien parece ser que ni siquiera saben que soy una mujer? ¿Hablar tú y yo? —se ríe a carcajadas—. No. No lo creo.
Bebo un sorbo del largo trago que la mesera ha puesto frente a mí.
—No debes juzgarme. Soy más de lo que ves.
Lilly continúa bebiendo una y otra vez.
—Todos lo somos muñeca, sólo que a algunos ni siquiera nos ven. —la mesera viene a buscarla.
—Ya fue suficiente Lilly —la regaña, luego la toma de los hombros con delicadeza para levantarla de la silla—. Llamaré un taxi y te irás a casa.
Ella intenta sacársela de encima con cierta violencia, por lo que la muchacha decide alejarse un poco para darle espacio.
—Puedo irme sola —murmura con suavidad mientras hace un gran esfuerzo por mantenerse de pie. Posa su mirada en mí con un gesto de curiosidad—. Lindo collar —me dice al tiempo que me investiga con la vista de arriba hacia abajo—, hasta hace juego con tus zapatos, aunque no es el color típico de una Barbie…
Sin decir más Lilly se retira, acompañada por la seria mirada de la camarera. Yo me quedo un momento. Tengo que beber este delicioso coctel. Unos minutos después, y tras haber pedido otro trago, recuerdo lo último que Lilly dijo. El collar. Es azul en este momento pero mis zapatos son… ¡negros! Si ella dijo que hacían juego, pudo ser que el alcohol en su sistema nublara su visión o bien ha observado el zafiro cuando se encontraba teñido de oscuridad debido a su presencia… en tal caso, ¿es un aliado? ¿Lilly Brown? ¡Eso si que no lo puedo creer! Tomo mi celular y llamo a Amanda. Se caerá de culo en cuanto se lo diga. Espero unos minutos pero ella no atiende. Seguramente está en la clase aún. Guardo el collar en mi bolsillo y camino hasta la puerta del bar. Me asomo esperando ver todavía a Lilly y confirmar mi sospecha pero ella ya se ha marchado. Vuelvo hacia la mesa y continúo bebiendo el interminable, fuerte y delicioso trago. A los pocos minutos, estoy completamente alcoholizada y dormida sobre la mesa del bar.