Capítulo 12

Heather no llegó a ver al hombre ni el arma. Estaba caminando junto a Jake, placenteramente consciente del contacto de su brazo, y al minuto siguiente se tiraba de cabeza a un matorral a su izquierda. Jake era el que la había empujado.

El inconfundible sonido de un tiro de pistola retumbó en la oscuridad en el mismo instante en que Jake se echó sobre ella.

—¡Jake!

—Calla —siseó él, tapándole la boca con la mano. Ella asintió con la cabeza para que supiera que había entendido y él la soltó. Apartándose de ella, Jake se puso en cuclillas, metió la mano por dentro del cinturón y sacó una pequeña pistola.

No llegaba ningún ruido del porche de Heather. Jake barrió con la mirada la zona, diciéndose que no debía hacer caso de la falta total de sensación en el brazo derecho. En algún lugar había leído que pasaban unos segundos antes de sentir dolor de una bala. El cuerpo reaccionaba primero con absoluto entumecimiento.

Era consciente de que Heather estaba a su lado, pero no miró hacia ella. Le pareció oír el ruido de un disparo proveniente del edificio principal. Tenían que ser los de seguridad.

Inmediatamente se vio la luz de una linterna y una bala al aire. Pendiente del menor movimiento, Jake esperó.

Rick Monroe salió de su escondrijo una fracción de segundo después. Debía de haberse dado cuenta de que el personal de seguridad del hotel ya se dirigía hacia allí. Jake lo vio salir corriendo de las sombras de los escalones del porche y dirigirse al pequeño aparcamiento privado que quedaba detrás del edificio.

Jake se puso de pie de un salto, apuntando no al difícil blanco del hombre corriendo, sino al más evidente que ofrecía el jeep. Apoyando el brazo, disparó, una vez, dos veces, tres veces a las ruedas delanteras del vehículo.

Monroe se subió de un salto al asiento, dándole al encendido. El motor chirrió hasta que por fin se encendió. El vehículo avanzó unos metros antes de ser alcanzado por uno de los tiros de Jake. Apareció como si uno de los neumáticos se hubiera reventado. Monroe trató de dominar la situación pero no lo consiguió. El vehículo se detuvo cuando tres guardas de seguridad se reunieron delante de él.

—¡Cuidado, va armado!

El grito de alerta de Jake hizo que los hombres uniformados avanzaran más despacio, pero no se detuvieron. Con las armas en alto, se acercaron con cautela.

—Usted, el del jeep, ¡salga de ahí! —gritó el guardia que estaba al mando, y su orden fue obedecida minutos después.

Rick Monroe tiró su pistola y, con expresión hosca, se bajó del vehículo. Los guardias de seguridad lo rodearon inmediatamente. Heather, sin hacer caso de la escena, se puso de pie y se acercó a Jake.

—Jake, ¿estás bien? Me pareció que algo te daba.

Jake bajó el arma, sintiendo un gran frío que le agarrotaba el brazo y le llegaba hasta el hombro. La cabeza empezó a darle vueltas. Había algo que tenía que hacer, algo que tenía decir.

—Te han dado —la expresión de Heather pasó de la preocupación al horror—. El brazo. Te sangra el brazo —le tapó el origen del frío entumecedor y Jake siguió la acción como si se produjera en cámara lenta.

—Heather, quiero decirte…

—Olvídalo, cariño. ¿Puedes caminar?

Él no le hizo caso.

—Esto es más importante. Escucha, maldita sea —por minutos perdía la visión, y Jake sintió pánico. Tenía tantas cosas que decir. ¿Y si no volvía en sí? Empezaba a dolerle. Dios, el dolor. Cada vez se le hacía más difícil pensar.

—Échate, Jake. Uno de los guardias está llamando a una ambulancia. Han ido a buscar vendas.

—Heather, calla y escucha —pero ella lo había echado al suelo. Seguía rodeándole el brazo con una fiereza que fascinaba a Jake. Era tan fuerte… A la luz de la luna, podía ver su sangre manando entre los dedos de ella.

—Te escucho, Jake —dijo ella con ternura.

—Heather, te amo.

Ya estaba, ya lo había dicho. Una vez entregado el mensaje vital, Jake dejó de luchar contra el dolor y se abandonó en la sosegante oscuridad de la inconsciencia.

* * *

Heather estaba sentada a su lado la siguiente vez que Jake abrió los ojos. Ella sintió que él agitaba convulsivamente la mano y parpadeaba.

—Es hora de que te despiertes —murmuró ella cuando él la enfocó lentamente.

La miró fijamente, como si no creyera que era cierto. Luego, miró alrededor.

—¿Hospital? —Logró articular con voz muy ronca.

—Me temo que sí. Pero anímate, ninguno de los dos clientes del hotel te vio desmayarte —lo miró con amor, disimulando el inmenso alivio que significaba para ella verlo consciente de nuevo. El médico le había asegurado que Jake estaría bien, pero ella no se relajó hasta que lo vio abrir los ojos.

—¿Qué hora es? —La escrutó como si en la cara de ella pudiera leer la hora.

—Las seis de la mañana, Jake. Anoche pasó todo. Sólo has estado inconsciente unas horas —lo notó un tanto desorientado.

Él frunció el ceño.

—Anoche fuiste a verme.

—Sí —a ella se le curvó la boca en una sonrisa.

—Rompiste el contrato. Vas a casarte conmigo.

—Mamá se está ocupando de los preparativos para el próximo fin de semana —lo tranquilizó ella.

—Esta vez irás, ¿verdad?

—Sí.

—Tú me amas.

—Sí, Jake. Te amo.

—Anoche lo supe —cerró los ojos y Heather tuvo miedo de que volviera a dormirse. Pero un instante después, volvió a abrirlos—. Debí haberlo sabido desde el principio. Eres demasiado fuerte, demasiado orgullosa para rendirte por otra razón.

—También tú eres fuerte —dijo ella sosegadamente.

—Quiero serlo, Heather. Dios sabe que quiero serlo. Pero no sabía cómo. Hasta que me enseñaste anoche. ¿Te dije que te amo?

—Fue lo último que dijiste antes de perder el conocimiento.

—Estupendo. Sabía que lo había dicho, pero no si me habías oído. Lo dije en serio, Heather.

—Lo sé. Yo también te amo, Jake, te amaré siempre —vio cómo se le contraía la cara—. Jake, ¿te duele mucho el brazo?

—No, siempre que tú me agarres la otra mano. ¿Atraparon a Monroe?

—Tú atrapaste a Monroe. Los guardias sólo lo rodearon cuando tú lo detuviste. ¿Desde cuándo llevas arma, Jake Cavender?

—Desde lo del cañón. Había alertado a los de seguridad. Les dije que vigilaran tu chalet al menos hasta que supiéramos que habían detenido a Monroe y a su amigo. Después de todo, tú eras el único testigo molesto. ¿Se sabe algo del otro?

—Han pillado a un tal Joseph Kincaid tratando de cruzar la frontera anoche. Tiene varias órdenes de busca por tráfico de drogas. Creen que es el socio de Rick. —Heather sonrió—. Pareces agotado. Creo que debes dormir un poco más.

—No debería sentirme tan somnoliento —se quejó él.

—No te preocupes por eso, Jake. Duérmete tranquilo. Yo me quedaré a tu lado.

* * *

La boda se llevó a cabo con precisión cinematográfica. La novia llegó a la capilla del brazo de su padre con tiempo suficiente para recorrer lentamente la iglesia. Luego, fue sosegadamente entregada a un novio que era evidente que no esperaba complicaciones de última hora en aquella segunda ocasión. La madre de la novia lloró y el padre, con expresión arrobada, contempló cómo su hija se unía en matrimonio con el hombre que él había elegido para ella.

Más de doscientos invitados inundaron la terraza en donde se celebró la recepción. Julián Richards resplandecía a medida que su comida exquisitamente preparada era consumida en enormes cantidades.

Toda la escena era lo que cualquier familia podía desear para su amada hija. Cierto que el novio llevaba el brazo en cabestrillo, pero eso no impedía que no despegara la mirada posesiva de adoración de su encantadora novia. De hecho, en todo el tiempo no se apartó más de treinta centímetros de su lado.

Eran casi las dos cuando finalmente Heather desapareció y, con la ayuda de sus dos hermanas, se cambió de ropa. Se puso un traje pantalón amarillo pálido con un cinturón de cuero llamativamente grande. Jake estaba esperándola cuando ella se despidió de su madre con un beso. Luego, la guió hasta el Mercedes en medio de una lluvia de arroz.

Cómodamente instalada en el asiento junto al de él, Heather sonrió desvergonzadamente a su flamante esposo.

—¿Qué tal lo hice?

—Veamos —dijo pensativamente él, conduciendo el coche hasta las afueras del aparcamiento—. No te presentaste en la boda a lomos de una moto negra, no armaste ninguna escena, ningún drama, no peleaste con el novio delante de los invitados. Realmente, no ha estado mal. Quizá un poco aburrido desde el punto de vista de algunos de los invitados, pero en lo que a mí respecta, todo estuvo perfecto.

Heather rió encantada.

—¿De veras crees que algunos de los invitados se sintieron decepcionados?

—Los que esperaban fuegos artificiales y grandes emociones gracias a Heather Strand, desde luego.

—Ahora que soy Heather Strand Cavender, verán una nueva mujer.

—No te embarques en promesas precipitadas. Me gusta bastante la antigua Heather.

—Probablemente soy la misma. Me temo que todavía queda mucho de la antigua Heather. Oí que Cecil Winthrop te preguntaba cómo pensabas cumplir con tus deberes conyugales con ese brazo en cabestrillo.

—Me temo que Cecil estaba un poquito achispado.

—Lo sé. Pero le respondiste. Te vi hacerlo. ¿Qué le dijiste, Jake?

Jake le dedicó una sonrisa profundamente masculina y encantadoramente arrogante que logró transmitir el inmenso amor que sentía por su reciente esposa.

—Le dije que el amor encontraría su camino.

FIN