BAUDELAIRE
LAS FLORES DEL MAL

Charles Baudelaire está considerado como uno de los padres de la poesía moderna, si bien sus obras fueron perseguidas sin decoro por los moralistas franceses. Tuvo enormes dificultades para publicar, lo que le convirtió en escritor maldito, y todo empeoró con la primera edición, en 1857, de su poe-mario definitivo, al que tituló

Las flores del mal.

El libro supuso una verdadera alteración en aquella sociedad del Segundo Imperio, ordenándose desde los tribunales la supresión de seis poemas y el pago de una fuerte suma como multa. El texto permaneció de esa guisa hasta que un siglo más tarde se levantó la pena jurídica. Hoy en día es la obra de cabecera de los

góticos
, una tribu urbana tan siniestra como culta.

Baudelaire vino al mundo en París el 9 de abril de 1821. El infortunio quiso que quedara huérfano a los seis años y que su madre se casara con el teniente coronel Jacques Aupick, militar de costumbres espartanas que no llegó a congeniar nunca con su hijastro. La educación del poeta pasó por algunos internados en Lyón y París, centros que no ofrecían muchas oportunidades para recoger afecto (y eso es, precisamente, lo que el futuro poeta demandaba a raudales desde la infancia). Sin embargo, su padrastro, ya ascendido a general, se dedicó a atosigarle y le privó de esos sentimientos esenciales que todos necesitamos, por lo que Charles comenzó a sumergirse en el lado oscuro de la vida. En efecto, Baudelaire siempre fue alguien distinto del común social, y gustaba de excéntricas juergas en las que se entregaba por entero al derroche físico y mental. Su madre, preocupada por tantos excesos protagonizados por su vástago, decidió enviarlo a un viaje por la India antes de que cumpliera los veintiún años, edad reglamentaria en la que Charles obtendría la generosa herencia de su padre fallecido. El joven aceptó la sugerencia materna, aunque se volvió justo en mitad de la travesía marítima y regresó a París, dispuesto a ejercer sus derechos patrimoniales.

Con más dinero que nunca, Baudelaire se lanzó al abismo del desenfreno, drogas, prostitutas, fiestas... a la par que frecuentaba los más exquisitos círculos literarios, donde expresaba su interés por ser escritor. En este tiempo conoció a Jeanne Duval, una atractiva mulata con la que se paseaba por el barrio latino de la ciudad luz, uno de sus escondites urbanos favoritos y que sirvió como inspiración a numerosas composiciones del poeta.

Su primera obra fue el

Salón de 1845
, con un resultado más que notable, confirmado al año siguiente con la aparición de una segunda parte. En ambos libros Bau-delaire realizaba críticas pictóricas sobre los artistas del momento; uno de ellos, Delacroix, salió muy beneficiado de estos comentarios escritos. De hecho, a nuestro autor le interesaban diversas disciplinas artísticas: fue un consumado crítico musical y, en ese sentido, defendió como sublime al compositor alemán Páchard Wagner.

Nuestro protagonista mantuvo muchas pasiones: una de ellas era Edgar Alian Poe, escritor norteamericano con el que comulgaba plenamente en sus postulados literarios y al que le unía la tremenda afición de escribir sus mejores obras al calor de los estupefacientes. Baudelaire tradujo la obra de Poe y el resultado fue tan bueno que hoy en día sigue siendo la traducción vigente en Francia. Pero era inevitable que este célebre autor parisino —fiel exponente de la transición entre el Romanticismo y la modernidad— contrajera méritos para escandalizar a la sociedad de su época, inmersa por entonces en las conversiones sociales derivadas de la revolución de 1848, en la que Baudelaire participó de forma activa. Por fin, en 1857 se publicó

Las flores del mal
, un compendio de cien poemas de los que algunos ya habían sido publicados en diversos periódicos. La respuesta de los supuestos defensores de la moral pública y religiosa no se hizo esperar y tacharon a la obra de obscena e inmoral; esto acabó colocando frente al juez a Baudelaire y a sus editores. Las acusaciones eran terribles, pues la causa puritana entendía que el autor había excedido con creces las leyes de la ética y la estética. Lo cierto es que Baudelaire en este libro había dado rienda suelta a sus emociones e instintos más soterrados. Es aquí donde aparece el poeta precursor del simbolismo, donde se afronta con decisión las miserias del género humano: deformidades, decrepitud... Baudelaire consiguió extraer con pulcritud inusual los demonios de la condición humana; fue capaz de alcanzar lo sublime con palabras certeras y exactas entrando en las profundidades más ocultas del alma como si de un guía experimentado se tratase. Es una obra imprescindible por lo revolucionaria que fue en su tiempo. Baudelaire y los editores que confiaron en él fueron condenados a trescientos francos de multa y a suprimir en futuras ediciones seis poemas considerados inmorales, y así se hizo, aunque en la segunda edición se incorporaron treinta y cinco composiciones de nuevo cuño.

Baudelaire, como otros intelectuales de su época, viajó a Bélgica dispuesto a recomponer su vida, aunque lejos de esto apenas pudo publicar nada, viéndose obligado a regresar a su país natal. Aquejado de sífilis —por su constante vida disoluta—, sufrió un ataque cerebral que le paralizó buena parte del cuerpo, dejándole sin habla pero con plenas facultades, lo que dicen que fue un auténtico infierno para él. Esta situación se prolongó dos años, hasta que el 31 de agosto de 1867 falleció en brazos de su madre, la única mujer que le quiso realmente.

Casi un siglo después, en 1949, la magistratura del Sena en París concedía un curioso indulto literario a

Las flores del mal.
Los jueces pidieron perdón públicamente por las ofensas cometidas hacia uno de los mejores poetas franceses, alabaron su obra y reconocieron el innegable talento que había demostrado. Quizá este reconocimiento llegó un poco tarde, pues no olvidemos que, debido a buena parte de las cosas que hemos contado aquí, Charles Baudelaire apenas pudo publicar nada en vida; por eso su obra postuma fue fundamental para entender cómo vivió y sintió uno de los escritores cumbre de la literatura universal. Para terminar, leamos lo que él mismo quiso decir sobre
Las flores del mal
: «En este libro atroz puse mi corazón, toda mi ternura, toda mi religión, todo mi odio.»