GUSTAVE FLAUBERT
MADAME BOVARY
Hoy en día esta obra señera de la literatura francesa se nos antoja deliciosa, puramente realista y con claras impregnaciones románticas. Sin embargo, cuando se publicó en 1856 generó un escándalo de tal magnitud que su autor y el atrevido editor que lo amparó se dieron de bruces ante los tribunales de justicia, acusados de inmorales, obscenos, pornográficos y anticlericales.Tras unos meses de encendida polémica, fueron absueltos, si bien el lanzamiento del libro quedó deslucido y tuvo que pasar algún lustro para que la gran mayoría reconociese la importancia fundamental de esta novela perfecta y exquisita.
La protagonista principal es la bella Emma Rouault, una provinciana con elevadas aspiraciones de progreso social. La joven encuentra refugio en las novelas románticas, que la inducen a buscar mundos mejor construidos que el que le ha tocado en suerte. Es por eso que no se niega al compromiso con el médico Charles Bovary, hombre de buena posición, pero aburrido y vulgar, lo que le incapacita para satisfacer los anhelados deseos de su díscola amada.
La nueva madame Bovary permanece a la expectativa: conoce a hombres seductores, como el prometedor abogado León o el epicúreo Boulanger, los cuales la merodean, la buscan y, por fin, la encuentran, en vericuetos amatorios idealizados por la flamante dama. Emma sueña con situaciones excitantes, aunque sus intensas y eróticas ensoñaciones no suelen concluir del mejor modo. Al fin, la Bovary entra en una peligrosa espiral que la conduce a deudas económicas insalvables y, antes de que su esposo se entere de su vida paralela, pecaminosa y disoluta, opta por el suicidio mediante arsénico.
Gustave Flaubert no realiza ninguna concesión en esta novela, inspirada en hechos reales. Cada per-sonaje, bien sea protagonista o secundario, está estudiado hasta el último detalle. El realismo se palpa en cada renglón, en cada pasaje, en cada diálogo. El lector avanza en la narración, consciente y admirado del trabajo efectuado por el creador.
La
Nacido en Ruán (Normandía) el 12 de diciembre de 1821, se propuso desde bien joven que su localidad natal no fuera sólo recordada por la muerte de Juana de Arco, sino también por la huella literaria dejada por algunos de sus lugareños. Su padre era un magnífico cirujano que lo orientó hacia la jurisprudencia.
Empero, la fijación vocacional del muchacho estaba centrada en el camino de las letras. Buscó fortuna en París y contempló como testigo privilegiado la revolución social de 1848. Gustave se sentía un salvaje domesticado por una sociedad opresiva, fundió conceptos tales como democracia y capitalismo, sin discernir entre ellos, de igual modo que no hizo distingos entre ciencia y pseudociencia. Aprendió y se empapó de la decadencia que dominaba a las elites sociales francesas. El romanticismo quedaba atrás para dar paso al crudo y detallado realismo: había que contarlo todo tal y como era, describir situaciones cual fotografías contemporáneas, dar muestra fidedigna de lo acontecido en una época que no volvería a repetirse jamás. Y Flaubert lo hizo como nadie, dando paso a una escuela que desembocaría firme en el siglo XX.
Viajó por Grecia y Oriente Próximo en compañía de su buen amigo Máxime du Camp y juntos descubrieron paisajes exóticos que posteriormente servirían al escritor para adornar sus obras; pero es, sin duda, en
Tras el dictamen absolutorio de los jueces franceses, Flaubert siguió escribiendo desde su retiro ñor-mando en Croisset. Llegarían otras obras, aunque de menor calado popular: fue el caso de
Falleció el 18 de mayo de 1880. A esas alturas nadie especulaba sobre el importantísimo legado literario de este padre fundador del naturalismo narrativo. Aun así, nos inquieta un comentario realizado por él sobre su contradictoria personalidad: «Soy un bárbaro: tengo de los bárbaros la apatía muscular, las languideces nerviosas, los ojos verdes y la alta estatura. Pero también tengo su ímpetu, su terquedad, su irascibilidad...»